17
Rebecca fue a visitar a Steve en la mañana por insistencia de Dustin, quien había vuelto de su campamento de verano y al parecer tenía muchas cosas que contarles. Henderson había logrado que cambiara su turno de trabajo sólo para poder reunirse con ellos.
Cuando llegó a la heladería, Dustin y Steve ya se encontraban sentados alrededor de una mesa mientras Robin se encargaba del trabajo. Saludó a Rebecca con la mano y la chica fue a donde estaban Steve y Dustin, este último empujó a Steve cuando iba a saludarla y la abrazó con fuerza.
—Yo también te extrañé —sonrió Rebecca, correspondiendo el abrazo del ruloso.
Saludó a Harrington con un beso en la mejilla y tomó asiento frente a los chicos, quienes tenían una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Qué ocurre?
—No lo podrás creer —dijo Steve, haciendo una pausa—. Dustin tiene...
—¡Tengo novia! —lo interrumpió el aludido, haciendo a Rebecca esbozar una sonrisa.
—Tienes que contármelo todo.
—Bueno, se llama Suzie, es guapa y sexy, mucho más sexy que Phoebe Cates...
—Imposible —lo cortó Steve—. ¿Más sexy que Phoebe Cates? No.
Rebecca miró a Steve con la ceja encarnada, quien al instante se encogió de hombros.
—Es imposible que sea más sexy que Phoebe Cates —masculló, haciéndola reír.
—Dios, Harrington —se quejó la chica con media sonrisa.
—Es brillante —continuó diciendo Dustin, ignorándolos—. Y no le importa que yo no tenga los dientes definitivos, dice que besar sin dientes es mejor.
Rebecca y Steve intercambiaron una mirada mientras pensaban qué decir a ese último comentario, ambos estaban por soltarse a reír. Fue Harrington quien rompió el silencio.
—¡Wow! Eso es... asombroso, estoy orgulloso, es... es romántico, es como... wow.
La castaña soltó una carcajada frente al intento de conversación de Steve, quien parecía no tener ni idea de cómo seguir con la conversación.
—Me alegro mucho por ti, Dustin —concluyó Becca, ganándose una sonrisa por parte del niño.
—Es genial en serio —hizo una pausa mientras comía el enorme helado frente a él—. ¿De verdad puedes comer todo lo que quieras?
—Sí, claro, pero no es tan buena idea para mí, debo estar en forma.
Dustin sonrió a medias y pudieron escuchar las carcajadas de Robin a lo lejos, quien miraba a Steve burlona.
—Deberías de defenderme —se quejó el chico con su novia, haciéndola reír.
—Siempre estoy de tu lado, Harrington.
—Seguro —masculló—. ¿Dónde están los otros tontos? —le preguntó Steve a Dustin.
—Ayer me dejaron solo —dijo, dejando ver la molestia en su voz—. ¡El día que volví! ¿Puedes creer esa mierda? —exclamó.
—¿Es en serio? —se enfadó Steve.
—Lo juro por dios, pero se van a arrepentir cuando no compartan mi gloria.
—¿Qué gloria? —preguntó la pareja al unísono.
Dustin sonrió, feliz de poder hablarlo con alguien, se acercó a ellos en el asiento para poder hablar en voz baja y que lo escucharan.
—Anoche tratábamos de contactar a Suzie e —observó a su alrededor dudoso para después cubrirse la boca— intercepté una comunicación rusa secreta.
Steve y Rebecca intercambiaron miradas confundidas, no habían escuchado absolutamente nada.
—¿Qué?
—Intercepté una comunicación rusa secreta —volvió a decir el ruloso cubriéndose la boca, sin embargo, ni Steve ni Rebecca habían alcanzado a escuchar.
—Habla más fuerte —se quejó Harrington.
—¡Intercepté una comunicación rusa secreta! —gritó Dustin de pronto, haciendo que todos en el lugar lo miraran.
—Sí, eso creí oír —murmuró Steve—. ¿Eso qué significa?
—Significa que podríamos ser héroes, Steve, los tres. Verdaderos héroes estadounidenses.
—¿Héroes estadounidenses? —Steve sonrió, dejando ver la emoción que le producía el pensarse como un héroe.
Rebecca los miraba dudosa, eran dos críos haciendo planes y, en base a la evidencia, no podía decir que fueran precisamente estrategas.
—¿Cuál es la trampa? —preguntó la chica mirándolo dudosa.
—No hay trampa, sólo necesito su ayuda.
—¿Para qué?
Dustin respiró con fuerza mientras abría su mochila para sacar un diccionario de inglés al ruso y de ruso al inglés. La chica soltó un suspiro, ¿cómo se suponía que iban a traducir el ruso? Ninguno de ellos tenía el mínimo conocimiento o habilidad para hacerlo, tampoco sabían escribirlo ni nada que pudiera ayudarlos.
—Ahí está la trampa —masculló Rebecca y su novio asintió.
Pasaron a la parte trasera de la heladería, Dustin les tendió una grabadora y reprodujeron el audio en silencio, duraba apenas unos segundos pero, en base a lo que pudieron escuchar, tardarían días en descifrar qué decía.
Rebecca miraba el diccionario que tenían enfrente sin saber siquiera cómo empezar: no entendía lo que decían, no se parecía en lo absoluto a ningún otro idioma y tampoco sabía cómo plasmar lo que estaba escuchando en la libreta que tenía frente a ella.
—Es imposible —masculló al cabo de quince minutos repitiendo el audio.
—Héroes estadounidenses, Becca, que no se te olvide —dijo Dustin en un intento por animarla.
La chica sonrió sin ganas, poco o nada le interesaba convertirse en una heroína. Steve tampoco parecía entusiasmado con la tarea, comía un plátano en absoluto silencio mientras daba vueltas en la habitación. Dustin tampoco era de mucha ayuda, parecía confiar en que ellos lo resolverían todo, claro, era más fácil hacer eso que intentar descifrar la grabación.
Al cabo de otros quince minutos, Rebecca se puso de pie frustrada, sentía que sólo había perdido el tiempo.
—Debo irme a trabajar —informó—. Los veré después.
Dustin se despidió de ella con la mano y Steve salió con ella de la heladería para acompañarla a donde su madre la esperaba.
—¿En qué momento nos convertimos en los padres de Dustin? —se quejó Rebecca, haciendo reír al chico.
—¿Padres? Somos más bien sus sirvientes. Entre él y Erica Sinclair van a volverme loco.
Rebecca soltó una carcajada y Harrington la abrazó por los hombros.
—Se propusieron ser el mejor anticonceptivo —rió la castaña.
—Quitan las ganas de siquiera intentarlo.
—Te voy a recordar eso en la noche —se burló.
—¿Sigue en pie que vengas a dormir a mi casa? —sonrió Steve.
—Obviamente, ya dejé mi maleta hecha.
Steve la detuvo y la besó en los labios, haciendo que el tiempo se detuviera por unos segundos.
—Te amo tanto —susurró Steve cerca de su boca, haciéndola sonreír.
—Te amo más.
Caminaron de la mano hasta el auto de la madre de Rebecca, quien se estaba revisando el peinado cuando llegaron.
Steve la saludó con su usual amabilidad y Karen apenas respondió, evitaba mirar a su hija y a todo lo que le recordara a ella.
—Suerte —susurró Steve, despidiéndose con un beso en la mejilla.
Rebecca le dedicó una última sonrisa antes de subir al auto, su madre no dijo nada, simplemente encendió el motor y se marcharon del lugar. Fueron los diez minutos más incómodos de su vida, Karen no hablaba y ella tampoco se esforzaba en hacerlo, ni siquiera soportaba estar cerca de su madre en ese momento.
La chica bajó del auto sin decir nada y dando un portazo. Saludó a Heather, quien le había cambiado el turno, y se dirigió a los vestidores para colocarse el bañador rojo y atarse el cabello en una coleta. Vio a Billy a lo lejos, quien la ignoró olímpicamente. Decidió hacer lo mismo aunque le dolía la indiferencia del rubio, no entendía qué había hecho mal o por qué de pronto había decidido que ya no la quería cerca.
Ocupó su puesto en la silla de salvavidas, el día estaba tranquilo por suerte. Vio a lo lejos a su madre y a su grupo de amigas recostadas en los camastros, las detestó de sólo mirarlas, seguían sin quitarle la vista a Billy de encima, ¿es que no se daban cuenta de lo mal que estaba eso?
Su madre la atrapó viéndolas y le sostuvo la mirada por unos segundos, dejando ver que quien tenía que estar incómoda o avergonzada no era ella. Fue su madre quien acabó por desviar la atención al cabo de unos tensos e interminables segundos.
No hubo mucho de lo qué alardear durante el día, el único percance había sido una niña que se había resbalado y abierto la rodilla al caer. Nada grave, Rebecca le curó la herida con facilidad y la hizo prometer que no volvería a correr con el piso mojado.
Los padres de la niña le agradecieron su trabajo, sin embargo, la atención de Rebecca se había desviado al ver que su madre seguía a Billy dentro de una de las bodegas. Al instante se tensó, ¿en serio iban a ser tan descarados?
Se deshizo de los padres de la niña como pudo, diciéndoles que no tenían nada de qué agradecer y que ese era su trabajo. Después de un interminable discurso por parte de ambos adultos, por fin pudo seguir a su madre y a quien solía ser su mejor amigo.
Estaba por entrar a la bodega cuando su madre salió con los ojos cristalizados. Rebecca la fulminó con la mirada y su madre simplemente se alejó con la cabeza gacha, ya lidiaría con ella más tarde.
Entró a la bodega hecha una furia y en cuanto vio a Billy le volteó el rostro de una cachetada.
—¡¿Es que estás loco?! ¡Es mi madre, Billy!
Estaba furiosa, no recordaba haber estado tan molesta nunca antes en su vida y le enojaba más el hecho de que Billy no dijera nada, simplemente la miraba con los ojos cristalizados. No se dio cuenta de que el rubio temblaba mientras le gritaba lo molesta y decepcionada que estaba, tampoco se dio cuenta de que el chico comenzó a llorar hasta que Hargrove la tomó por ambos brazos.
Su rostro estaba rojo y empapado por las lágrimas que brotaban de sus ojos. Rebecca frunció el ceño, aún estaba molesta con él pero eso no significaba que no le importara.
—¿Qué ocurre?
Billy no respondió, continuaba mirándola con intensidad, como si estuviera dudando qué hacer.
—¿Billy?
Rebecca intentó soltarse de su agarre pero el chico era mucho más fuerte, la tenía bien agarrada por ambos brazos.
—Billy, suéltame.
La desesperación comenzó a inundarla al ver que el rubio no la soltaba y tampoco daba muestras de escucharla. Se sacudió en un intento por zafarse de su agarre, intento que fue en vano, ya que el chico sólo la tomó con más fuerza, impidiendo cualquier movimiento.
—Billy, me estás lastimando —se quejó Rebecca.
El rubio continuaba observándola fijamente, como si estuviera estudiando sus rasgos y tratando de memorizarlos. Su mirada la intimidaba, mucho más el hecho de sentirse inmovilizada. Intentaba tranquilizarse diciéndose a sí misma que Billy nunca le haría daño, el rubio la quería y siempre la había protegido. Sin embargo, en ese momento le estaba haciendo daño... no la lastimaría, ¿o sí?
—Billy, ya... Me duele.
Hargrove no se movió, continuó mirándola antes de acercarla hacia él con brusquedad. Abrazándola con fuerza por la cintura. El chico temblaba junto a ella y pudo sentir el sudor que lo cubría al rodearlo por el cuello.
—¿Qué tienes? —preguntó Rebecca—. Puedes hablar conmigo, somos... somos mejores amigos, Billy.
El mencionado no dijo nada, se limitó a abrazarla con más fuerza y soltarse a llorar. Rebecca le acarició el cabello e intentó que Billy la mirara, pero el chico se negaba a soltarla. Sus brazos la envolvían con fuerza y, hasta cierto punto, comenzaba a lastimarla la fuerza con la cual la tenía sujeta.
—Aquí estoy —murmuró Rebecca—. Lo que sea podemos resolverlo juntos.
Sintió que Billy negaba con la cabeza mientras le empapaba el cuello de lágrimas. No sabía qué hacer, tampoco sabía qué le ocurría al rubio o cómo podía ayudarlo. Se limitó a corresponderle el abrazo, al cabo de unos segundos Billy la tomó por los hombros y la miró con vehemencia, detuvo la vista en sus labios y después le plantó un beso en la frente, el cual duró unos segundos.
Hargrove se alejó de ella aunque sus manos seguían sobre los hombros de Rebecca, quien lo miraba confundida. Parecía que Billy estaba haciendo acoplo de toda su fuerza para soltarla, al final lo consiguió, retrocediendo con brusquedad y medio empujando a la chica Wheeler, quien no entendía lo que estaba ocurriendo.
—Aléjate de mí, Becca.
Intentó alcanzar a Billy y detenerlo tomándolo por el hombro, el chico se soltó de su agarre y la miró amenazadoramente antes de pegarla a la pared. Podía sentir el aliento de Billy en el rostro, sus ojos parecían los de un lunático y al instante el miedo se instaló en su pecho.
—No te quiero cerca, ¿oíste? —habló sin dejar de mirarla—. Te odio, Rebecca, nunca me has caído bien y la única razón por la que te tuve cerca era para llevarte a la cama.
—¿Qué...? —comenzó a decir la chica mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas.
—Lo que oíste, no fuiste más que un reto personal... No vuelvas a hablarme ni a buscarme y, si puedes, renuncia de una buena vez que no quiero verte.
Y dicho esto Billy salió de la bodega, dejándola con el corazón roto e intentando contener las lágrimas. ¿Por qué le había dicho todo eso? No lo entendía, en su mente Billy y ella habían sido reales, amigos de verdad; pasaban tiempo juntos, se contaban sus problemas, se aconsejaban... ¿Todo eso había sido falso?
Ahogó un sollozo e intentó dejar de pensar en ello, no obstante, las palabras de Billy retumbaban en su cabeza. Sólo la había utilizado.
Salió del almacén limpiándose las lágrimas y se dirigió a las duchas, por suerte su turno había terminado. Se bañó con prisa y tallándose con fuerza, como si eso pudiera borrar lo que Billy le había hecho sentir.
Cuando salió, hizo justo lo que Billy le había dicho: renunciar. Ella tampoco quería verlo, tampoco quería tenerlo cerca, no quería saber nada de Billy Hargrove nunca más.
Pudo ver que el rubio la miraba a lo lejos, tenía lágrimas en los ojos y mantenía la vista fija en ella. Rebecca le sostuvo la mirada por unos segundos, segundos en los que las lágrimas se deslizaban por las mejillas de Billy.
Sacudió la cabeza y bajó la mirada para dirigirse hacia la salida. No miró atrás, no alcanzó a ver que Billy lloraba mientras la perdía para siempre.
Muchas gracias por leer, votar y comentar<33.
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