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16

Steve consiguió trabajo en el nuevo centro comercial de Hawkins, Starcourt, en una heladería. Trabajaba junto a Robin Buckley, una chica de rostro pecoso y cabello castaño, quien era amiga de su novia y bastante molesta también.

Escuchó que Robin lo llamaba desde el mostrador mientras tocaban la campanilla sin parar.

—¡Oye, idiota, llegaron tus niños! —anunció la chica.

Harrington se encontraba en la parte trasera del local, por lo que abrió la ventana que daba hacia el mostrador, encontrándose con Mike Wheeler y su séquito.

—¿Otra vez? ¿En serio? —se quejó.

Mike tocó la campanilla de nuevo como respuesta, haciéndolo rodar los ojos. La verdad era que sólo hacía eso por Rebecca, no quería que su hermano la odiara. Dustin era quien le agradaba de los chicos y el ruloso se encontraba en un campamento de verano.

Los guió hacia la parte trasera de la heladería y abrió la puerta que conectaba a todos los locales entre sí, los chicos irían al cine y ya se habían acostumbrado a no pagar gracias a Steve.

—Dense prisa —masculló el castaño, sosteniendo la puerta—. ¡Lo juro, si alguien se entera de esto...!

—Nos matas —completó el grupo al unísono.

Suspiró antes de cerrar la puerta y volver a su puesto en la heladería. Robin ya lo esperaba y le tendió la cuchara que utilizaban para servir los helados.

Detestaba su trabajo, era odioso tener que lidiar con niños gritones todo el día y tener que soportar las miradas cargadas de lástima de quienes habían sido sus compañeros en la secundaria. Era insoportable. Ni hablar del uniforme que lo obligaban a utilizar, se trataba de un traje de marinero color azul rey con blanco, incluso lo hacían utilizar un sombrero. Se sentía un idiota. Sólo quería hablar con su padre y decirle que había aprendido la lección, sin embargo, el hombre pasaba tanto tiempo fuera de Hawkins que podían pasar semanas sin verlo.

Lo único bueno de todo eso era Bec, quien pasaba a saludarlo todas las tardes cuando salía de su trabajo. Siempre iba radiante y su uniforme era perfecto, un bañador rojo y unos shorts cortos color gris, lucía maravillosa. De alguna manera, Rebecca siempre lo descubría mirándola, lo miraba con una sonrisa y después le guiñaba el ojo, dejando que Steve continuara observándola. Dios, la adoraba.

—¿A qué hora vendrá Becca? —preguntó Robin mientras esperaban clientes.

Rebecca era el único tema de conversación que tenían.

—No tengo ni idea, supongo a eso de las siete.

Robin asintió y se quedaron callados, como decía, no tenían nada de qué hablar que no fuera Rebecca.

• • •

Rebecca salió de los vestidores con el bañador rojo puesto y el cabello atado en una trenza, llevaba también unos lentes de sol oscuros. Había comenzado a trabajar en la piscina dos semanas atrás, le gustaba su trabajo, básicamente podría asolearse durante todo el día y meterse a nadar cuando quisiera para "supervisar". Hasta ese momento no había ocurrido ningún accidente.

Trabajaba con Billy, quien se unió a ella antes de salir de los vestidores. Llevaba el pecho descubierto con un silbato colgado al cuello y lentes de sol, era la sensación del lugar, todas las mujeres de cuarenta años babeaban por él y esperaban el turno del rubio con ansias, incluida su madre.

—Por favor no coquetees con mi madre, ¿quieres?

—Debo hacerlo, Becca. Es lo más cercano a ti.

Rebecca rodó los ojos y salieron de los vestidores, el lugar estaba abarrotado de gente, en su mayoría niños gritando y jugando con balones. Alcanzó a distinguir a su madre y sus amigas preparándose para la llegada de Billy, quien disfrutaba enormemente de la atención mientras le daba una calada al cigarro.

Todos, mejor dicho todas, los miraban mientras caminaban. La chica incluso se sentía invisible junto a su amigo, quien acaparaba absolutamente todas las miradas.

—No sé cómo sigo teniendo autoestima —se quejó Rebecca, haciendo reír a Billy.

—Eres al menos diez veces más guapa que yo —dijo el rubio y la abrazó por los hombros.

—¿Sólo diez?

—Sólo diez, quizá nueve.

Rebecca rió y continuaron caminando, la chica había quitado el brazo de Billy de sus hombros.

Escuchó que Billy hacía sonar el silbato y lo miró.

—¡Oye, gordo! —gritó, refiriéndose a un niño que estaba al otro lado de la alberca.

—¡Billy! —lo regañó Rebecca, el chico la ignoró.

—¡No corras en mi turno! Si corres otra vez, no vuelves, ¿eso quieres, gordo? —el niño negó con la cabeza—. Eso imaginé.

Volvió a sonar el silbato y la gente continuó con sus actividades, salvo por el niño que Billy había regañado, quien caminó con la cabeza gacha

—No tenías que hacer eso —se quejó Bec.

—Ahora no, Becca —la cortó Billy, quien caminaba con media sonrisa hacia el grupo donde estaba su madre.

Rebecca rodó los ojos y fue a sentarse a la silla de salvavidas, era detestable ver esa interacción. Entendía que Billy disfrutara de la atención de mujeres mayores, ¿pero ellas? Todas tenían esposo, por dios, y no consideraba halagador que un crío de dieciocho años se fijara en ellas, mucho menos cuando se trataba de Billy Hargrove, quien se fijaba en cualquier ser vivo existente.

Fulminó a su madre con la mirada, quien se había mordido el labio ligeramente después de saludar a Billy. ¡Qué desagradable! ¿No se daba cuenta que su hija estaba ahí? Quien, por cierto, era la mejor amiga del rubio desde hacía años.

Una parte de ella entendía a su madre, en serio, sabía que la relación de sus padres era tremendamente sosa y aburrida, sin embargo, disfrutar de coquetear con un adolescente era cruzar límites. Se le ocurrían cientos de formas mejores de que su madre pudiera sentirse deseada porque claramente era eso lo que buscaba. La mujer era guapísima, seguro había otros hombres, además de Billy Hargrove, que la miraban y les gustaba. No tenía por qué coquetear con su amigo.

—¿Son celos lo que percibo, Wheeler? —preguntó Billy con una sonrisa burlona en cuanto estuvo junto a ella, durante su turno colocaban las dos sillas de salvavidas una junto a otra.

—Sí que eres estúpido —masculló.

—Tranquila, Becca, que siempre serás la primera, ese puesto nadie te lo quita.

Rebecca rodó los ojos.

—Qué consolador.

Billy la tomó del brazo e hizo que lo mirara, se había quitado los lentes y la veía con intensidad.

—Lo siento —murmuró—. Si realmente es tan importante para ti, dejaré de coquetear.

—No me interesa si coqueteas, Billy, sólo no lo hagas con mi madre, ¿quieres?

Hargrove asintió, mostrándole el dedo meñique y haciéndola sonreír.

—Lo prometo.

Rebecca entrelazó el dedo meñique de Billy con el suyo y sonrió, sabiendo que el chico cumpliría su promesa.

—Por cierto, escuché que hay un restaurante nuevo en Starcourt, pensaba que podíamos ir terminando el turno —comentó el rubio.

—Ay, Billy... —murmuró Rebecca— Quedé con...

—Steve —completó su amigo—. Ya lo sé.

La castaña percibió que estaba molesto, ya no la miraba y se había puesto los lentes de sol para dirigir la vista a la piscina. No le gustaba que se comportara así, como si ella estuviera desatendiéndolo de alguna manera, ¡trabajaban juntos todo el día, todos los días! A Steve solamente lo veía unas horas por la tarde, ya que sus padres siempre la querían temprano en casa. No entendía por qué Billy se portaba así de repente.

—Podemos ir mañana, pedimos el turno de la mañana y salimos temprano, ¿qué te parece?

—Mañana no puedo —dijo Billy cortando la conversación, sin siquiera mirarla.

Rebecca se sintió mal por la respuesta del rubio, de nuevo no entendía qué estaba pasando, ¿por qué de pronto se comportaba así con ella? Todo el tiempo parecía molesto y ya ni siquiera conversaban como antes, de hecho, apenas si intercambiaban algunas frases durante el día.

La tarde transcurrió eterna, Billy no había vuelto a dirigirle la palabra y sólo deseaba salir de ahí cuanto antes. Sería su madre quien la llevaría a Starcourt, ya que Billy últimamente tampoco se mostraba dispuesto a llevarla a ninguna parte cuando antes era el primero en ofrecerse.

—Te veré después —se despidió Rebecca de su amigo, quien ni siquiera respondió.

Bajó furiosa de la silla de salvavidas a cambiarse, sabía que Steve adoraba cuando iba en traje de baño pero ese día simplemente no se encontraba de humor. Después de ducharse, se vistió con unos pantalones de mezclilla y una camiseta blanca ajustada al cuerpo; el cabello lo dejó suelto y no se colocó maquillaje.

Cuando salió del vestidor alcanzó a ver a su madre conversando con Billy, tan cerca que sólo se necesitaba un movimiento para besarse. El enojo la inundó de pies a cabeza y caminó decidida hacia donde estaban, pasando por en medio de ellos.

—Par de enfermos —masculló, procurando que Billy la escuchara.

—¡Rebecca! —la llamó su madre, caminando hacia ella.

La chica la ignoró, pero cuando se giró a mirarlos alcanzó a ver que Billy la observaba con ojos llorosos. Rebecca le mantuvo la mirada unos segundos, sabía que lo veía con una profunda decepción. ¡Se lo había prometido! Le había prometido mantenerse alejado de su madre y de nuevo ahí estaba, no había pasado ni un día.

Continuó su camino, ignorando a su madre y a quien solía ser su mejor amigo, no podía confiar en él y estaba cansada de su terrible actitud.

Por suerte para ella, su casa estaba a unos cinco minutos caminando, fue por su bicicleta y se dirigió a Starcourt, no permitiría que fuera su madre quien la llevara, no podía ni mirarla a los ojos.

Cuando llegó a la heladería se coló en la parte trasera y abrazó a Steve con fuerza. El chico al instante la envolvió con ambos brazos.

—¿Qué tienes? ¿Qué pasó? —preguntó Harrington al escucharla llorar.

—Billy... Billy se porta horrible conmigo, no me habla, tampoco me voltea a ver... Coquetea con mi madre y lo peor es que mi madre le sigue el juego.

Steve continuó abrazándola mientras le acariciaba el cabello, después se sentaron en la pequeña mesa redonda que había en el lugar.

—Yo sé que siempre insistes en que no, ¿pero no te has puesto a pensar que quizá Hargrove está enamorado de ti? —le dijo su novio, acariciando su mano.

Negó con la cabeza, Billy no estaba enamorado de ella, no podía estarlo, ni siquiera era su tipo.

—No estoy diciendo que lo esté, Bec, pero piénsalo por un momento. Se molesta cuando pasas tiempo conmigo, sólo está contento cuando te tiene para él, coquetea con tu madre para molestarte, lo cual es completamente enfermo si me lo preguntas.

Rebecca suspiró, no creía que Billy Hargrove estuviera enamorado de ella, las posibilidades eran escasas, por no decir nulas. Llevaban tiempo de conocerse, ¿por qué se enamoraría de ella en ese momento?

—No sé... No quiero pensar en eso —murmuró Becca.

Steve le acarició el rostro y le plantó un suave beso en la mejilla.

—Salgo en treinta minutos, ¿qué te parece si te quedas aquí conversando con Robin y saliendo te llevo a cenar?

Rebecca sonrió y asintió, realmente no sabía qué había hecho tan bien para tener un novio como Steve.

Harrington la besó y después llamó a Robin.

—Me encanta que Harrington siempre quiere quedar bien contigo y eso hace que me dé el resto de la tarde libre —sonrió Robin, tomando asiento frente a ella.

Wheeler rió y conversaron de temas triviales, pensó en contarle a Robin sobre Billy pero una parte de ella quería dejar el tema atrás, como si fuera a desaparecer por no hablar de él.

Steve cumplió su promesa y terminó de trabajar después de treinta minutos, se despidieron de Robin y caminaron tomados de la mano por el centro comercial.

—Hoy fueron a la heladería tres de nuestras compañeras, quienes eran bastante grises, por cierto, y adivina qué.

—¿Qué?

—¡Ni siquiera me reconocieron! —exclamó Steve, haciéndola reír—. Nos graduamos hace unas semanas, por dios.

Rebecca rió a carcajadas mientras Steve continuaba quejándose de lo "impopular" que se había vuelto.

—Karma, Harrington, no hay otra explicación —se burló la chica, ganándose una mirada de reproche por parte de su novio.

—No me estás ayudando —masculló.

—No lo estaba intentando —rió.

Llegaron a un bonito restaurante al fondo del centro comercial, las luces eran tenues y estaba decorado con diferentes plantas. Les dieron una mesa al fondo del lugar y Rebecca sonrió, era bastante agradable.

Mientras observaba la carta se percató de que ese era el restaurante al que Billy había querido llevarla, al instante un sentimiento de malestar se instaló en ella, haciéndola suspirar. Cuando Steve le preguntó qué tenía, le dijo que nada, no era momento de preocuparse por eso, no cuando Billy la había traicionado y roto su promesa.

La cena transcurrió bastante bien, conversaban de todo y nada y la comida era deliciosa. Cuando se retiraron del lugar fue porque iban a cerrar, Steve pagó la cuenta pese a las protestas de Rebecca y después caminaron hacia el auto de Harrington mientras el chico la abrazaba por la cintura.

—Te amo —susurró Steve cuando llegaron al auto.

—Yo más —dijo Rebecca en voz baja, dejando que Harrington la besara.

Los labios de Steve se deslizaron sobre los suyos con suavidad y al cabo de unos segundos sintió la lengua del chico rozando la propia. Abrazó a Harrington por el cuello sin dejar de besarlo mientras el chico la tomaba por la cintura y la pegaba al auto.

—¿No crees que Hopper nos arreste por esto? —se burló Rebecca cuando Steve la sentó sobre el cofre del auto.

—Después de todo lo que hemos pasado juntos lo dudo —sonrió Steve contra sus labios.

Se besaron con intensidad por unos minutos antes de que la chica lo alejara unos centímetros.

—Puedes colarte por mi ventana —sonrió descarada.

—Haberlo dicho antes, Wheeler, y yo perdiendo el tiempo —se quejó, haciéndola reír.

Abrió la puerta del auto para que la chica subiera y después manejó a cierta velocidad para llegar a casa de la chica.

—Dios, Harrington, ni cuando teníamos que llegar al hospital manejaste así.

—Manejé mucho más rápido —masculló—. Pero sí, hoy hay una motivación extra —rió.

Escucharon música durante el trayecto y llegaron a casa de la chica al cabo de diez minutos, Steve parquearía a unos metros y después de unos quince minutos se colaría en la habitación de Rebecca, la chica debía asegurarse que sus padres no fueran a molestarlos.

—No tardo —se despidió la chica, plantándole un corto beso en los labios.

Entró a la casa y se topó con su madre bajando las escaleras, la mujer iba apantallante, llevaba el cabello perfectamente bien peinado y los labios de un rojo brillante, además de ropa que ni siquiera acostumbraba a usar.

Rebecca no dijo nada, se limitó a mirarla decepcionada y después esquivarla para subir a su habitación.

—Rebecca... —llamó su madre y la aludida la ignoró.

Se encerró en su habitación, colocó el seguro y se soltó a llorar. Cuando llegó Steve estaba hecha un mar de lágrimas, el castaño al instante la abrazó contra él.

—Aquí estoy —susurró el chico acariciándole el cabello.

—Mi madre irá con Billy —susurró al cabo de unos segundos y Harrington la abrazó con más fuerza.

—Yo sé que no quieres escuchar esto, Bec, pero date cuenta de la clase de "amigo" que es. Coquetear con tu madre es una cosa pero salir con ella a quién sabe dónde y poner en riesgo el matrimonio de tus padres... Es cruzar una línea que ni siquiera el despecho te debería hacer traspasar.

Rebecca asintió, sabía que Steve tenía toda la razón del mundo. En ese momento odió a Billy, lo detestó con el alma entera.

El momento se vio interrumpido por los golpes que se escucharon en su puerta, al instante Rebecca ayudó a Steve a esconderse en el armario y después se limpió las lágrimas aunque la hinchazón de su rostro la delataba. Abrió la puerta y se topó con su madre, quien también tenía los ojos llorosos.

—Yo... —comenzó a decir la mujer— Lo siento, Becca, lo siento muchísimo... No iré.

Rebecca sonrió sin ganas.

—Gracias, madre, qué detalle —dijo con sarcasmo.

—No sabes lo que se siente...

—Tienes razón, no sé lo que se siente —la interrumpió la chica—. Así como tú tampoco sabes lo que se siente ver a tu madre coquetear con alguien de tu misma edad, ¡podría ser tu hijo! Y el problema no es sólo la atención de la que estabas disfrutando, es que hoy ibas a cruzar la línea. No quiero hablar contigo.

Y dicho esto cerró la puerta con seguro. Steve salió de donde estaba escondido al cabo de unos segundos y la abrazó.

—Todo va a estar bien —susurró.

Se tumbó en la cama con la chica, quien lo abrazaba con fuerza y ocultaba su rostro en el cuello de Steve. Sentía que había perdido tanto a su madre como a su "mejor amigo", haciendo que un vacío se instalara en su pecho, en ese momento los odiaba a ambos, muchísimo. No podía creer lo que habían estado a punto de hacer, ¿qué pensaban que ocurriría al día siguiente? ¿Se despedirían con un beso en la mejilla y jurarían no decírselo a nadie como un par de adolescentes hormonales? Era ridículo de solo pensarlo, ridículo y sumamente estúpido.

No sabía quién la decepcionaba más, quizá su madre, era una mujer adulta, casada y con hijos, ¿qué estaba pensando? No en ellos, seguro.

Acabó por quedarse dormida después de darle vueltas a las cosas por horas, Steve aún la abrazaba y le acariciaba la espalda mientras la respiración de la chica se tranquilizaba.




Muchas gracias por leer, votar y comentar<33. Espero les guste.

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