Introducción
No firmé la carta.
Olvidé. Firmar. La. Maldita. Carta.
Pero no hay nada de malo en ello, ¿no? Jimin es mi mejor amigo, dudo que desconozca mi caligrafía, siendo que hemos compartido asiento e intercambiado apuntes desde primer grado. Incluso podría sentirme ofendido si llegase a confundirse.
O por lo menos, eso fue lo que pensé en primera instancia... Nunca imaginé que mi amigazo del alma, por quien daría la vida y haría lo que fuera por salvarlo si es necesario, me llamaría a altas horas de la madrugada para comentarme en un tono asustadizo que Lee Ari estaba enamorado de su persona.
Y ahora me encuentro aquí, de cuclillas detrás de la puerta de la cafetería, espiando cómo mi mejor amigo ''rechaza los sentimientos'' de uno de los integrantes de nuestro grupo de amigos.
¿Debería hacer algo? ¿Debería interrumpir la conversación y confesar la verdad?
Debería.
Pero no pienso hacerlo.
Porque me siento seguro en mi escondite y salir del mismo me haría vulnerable.
Porque, a pesar de que mis sentimientos hacia él son sinceros, mi orientación sexual aún es un enigma para los demás.
¿Acaso hay algo malo en querer amar y ser amado? La respuesta a dicha pregunta podría variar dependiendo de cada persona.
Para mi desgracia o fortuna, mi confesión fue un fracaso por el error de unas letras faltantes. Mis palabras fueron lanzadas al aire y se perdieron con la venida de la ráfaga de viento, provocando así que el receptor enfocara en el remitente equivocado.
Dime, Park Jimin, ¿qué pasaría si te confieso que siempre te he amado?
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