
Dos
A pesar del clima caluroso que nos envolvía, mi cabeza se encontraba batallando contra una tormenta de ideas que impedía mi llegada al mundo de los sueños. El calor asfixiante me tenía sofocado, dando vueltas sobre mi cama y llevando mi mano a mi frente cada cuantos segundos para limpiar el sudor que escurría de la misma.
Mal día para que se arruinara el aire acondicionado, pésimo momento para olvidar que debía mandarlo a reparar desde la última vez que estuve aquí.
Sin poder soportarlo más, decidí abandonar mi cama y abrir la ventana de mi habitación para poder sentarme al borde de esta y poder disfrutar del espléndido paisaje nocturno que mi ciudad de origen me ofrecía. Inhalé y exhalé con lentitud el aire fresco que llegaba a mis fosas nasales, no sabía si era por el lugar en el que estaba o si mi cuerpo finalmente se había adaptado al clima, pero parecía ser que la temperatura había empezado a jugar a mi favor.
La casa de los abuelos tenía olor a hogar, eso era algo de mi agrado.
Cerré mis ojos por un instante, permitiendo que el estridular de las cigarras abrazara mis oídos, tal y como si se tratase de una melodía que fue creada para que solamente yo pudiera apreciarla. Sin embargo, un cambio en la tonada provocó que girara mi cabeza en dirección a la habitación, inclinándome un poco para lograr sujetar mi celular.
Cuando tuve el artefacto entre mis manos, me apresuré a disminuir el volumen del mismo. Mi familia dormía luego de un largo viaje desde Seúl, lo último que necesitaba era ser regañado por interrumpir sus horas de sueño.
La barra de notificación me sorprendió con la primera vista de una llamada entrante por parte de mi mejor amigo, haciendo que una burbuja de curiosidad estallara en el interior de mi pecho. A diferencia de mí, Jimin solía tener un horario de sueño similar al de un bebé y es algo con lo que me gustaba molestarlo, ¿qué era lo que lo mantenía despierto a altas horas de la madrugada? Sin pensarlo mucho, desplacé mi dedo por la pantalla para poder atender a su llamado.
— ¿Hola? — Pregunté en un susurro, bajando el tono de mi voz para que se escuchara más grave y pareciera que acababa de despertar, ya que solía reprenderme cuando descubría que me encontraba en vela. — ¿Jimin, necesitas algo?
— No sé qué responder.
— No entiendo de qué estás hablando. — Respondí con aires de confusión, podía escuchar cómo su voz temblaba a través del teléfono y empezaba a inquietarme por su bienestar. — ¿Podrías ser más específico? ¿Te encuentras bien?
— No. — Pronunció luego de unos segundos. — Es la primera vez que alguien me declara sus sentimientos por medio de una nota. Estoy nervioso, Taehyung. Asustado y atemorizado, no sé cómo debería reaccionar.
Mierda, la carta.
Podría jurar que perdí la consciencia por una milésima de segundo, y también podía afirmarlo, ya que el estruendo que provocó mi teléfono al resbalarse de mis manos confirmaba que me encontraba nervioso.
El momento había llegado, debí asumirlo desde el instante en el que sujeté el bolígrafo entre mis dedos con la intención de escribir las palabras que nunca tuve el valor de pronunciar. No había vuelta atrás, debía terminar con mi confesión, la única opción que me quedaba era dejar el miedo atrás y rezar para que nuestra amistad no se viera perjudica por una acción y reacción impulsiva.
— Con respecto a ello... — Aclaré mi garganta, los fonemas se quedaban atrapados en mis cuerdas vocales, impidiendo así que lograra hablar como de costumbre. — Reconozco que fue un tanto inesperado, mas no apresurado... Llevaba mucho tiempo queriendo decirte la verdad y cuando finalmente reuní el...
— ¿Ya lo sabías?
— Sí, lo descubrí hace un tiempo atrás...
— ¡¿Y por qué no me lo dijiste?! — Su tonó de voz fue tan alto que, un poco aturdido, tuve que marcar una distancia notoria entre el teléfono y mi oreja. — ¡Esto podría afectar nuestra amistad! ¿Qué pasará si hay un malentendido y el grupo se separa después de esto?
— No creo que eso suceda. — Afirmé. — Confío que no será de esa manera. En primer lugar, ¿por qué tendría que suceder algo así? — Tragué duro antes de seguir con mis palabras, no quería salir lastimado, mucho menos hacer sentir culpable a nadie. — Si tu respuesta es negativa, hagamos de cuentas que nada de esto pasó.
— Creo que es lo mejor. — Secundó, y mi anterior afirmación quedó en el olvido. En ese preciso momento, mi corazón se encontraba quebrantado. — No quiero que Yoongi-Hyung se moleste conmigo, pero me incomoda saber que su novia siente algo por mí...
— Sí, es un tema un tanto complicado, por lo que... — Recapitulé sus palabras en mi mente. — Espera, ¿de qué estás hablando?
— ¿De qué estás hablando tú? — Respondió con ligera sorna. — ¡Estoy hablando de la confesión, Taehyung! — Pronunció, recalcando lo obvio. — No puedo creer que Lee Ari esté enamorada de mí, ¡me es imposible pensar que escribió esa carta después de aceptar salir con Min Yoongi!
— Quizás sea porque no fue ella quien la escribió.
— ¿Entonces quién? — Preguntó exasperado. — ¡Su letra es idéntica! Además, en la carta dice que siempre ha estado a mi lado, ¿quién se ha sentado a mi lado desde principio de año?
— Yo.
— Aparte de ti, imbécil.
Solté un suspiro que fácilmente podría delatarme, pero sabía que mi amigo no sería capaz de hacerlo. Su rápido deducción del remitente de la carta me lo confirmaba.
— Lee Ari. — Respondí una vez que me había rendido. — Pero sólo porque el maestro guía la colocó en ese lugar.
— Lo importante es que se sienta mi lado. — Sentenció, provocando que girara mis ojos con fastidio. — ¡Ella lo escribió, estoy seguro de ello!
Bueno, supongo que tengo bonita caligrafía.
— Entonces... Dime, Park, ¿qué harás al respecto?
— Hablaré con ella el lunes, debo aclarar las cosas e intentar rescatar nuestra amistad. — Dijo, confiado de sus palabras. — Sabes que Ari me gustó por un tiempo, pero decidí reprimir mis sentimientos por ella cuando descubrí que Yoongi se había enamorado de su persona. ¡Me niego a entrometerme en su relación!
En el preciso momento, la tormenta de ideas presente en mi cabeza, se había convertido en un huracán de emociones y pensamientos que se confundían entre sí en el interior de mi mente.
¿Debía decirle la verdad? ¿Debía confesarle que yo era el autor de dicha historia perdida? Me costaba admitirlo, pero aún no me sentía listo para lo que venía, la consecuencia de mis actos era ser rechazado por la única persona a la que he amado de forma romántica, y siendo que mi cerebro aún no lograba procesar la información, preferí mentir.
Mi amor platónico seguiría siendo lo que era; platónico.
— Creo que es una buena idea. — Secundé. — Lo mejor es que hables con ella.
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