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Narrador omnisciente

Ambos jóvenes caminaban a paso lento entre la oscuridad de la noche, las farolas sobre sus cabezas les otorgaban la luminosidad necesaria para observaban lo que les rodeaba, aunque, sin prestar mucha atención a lo demás, sus miradas se encontraban enfocadas en la perteneciente al contrario. 

— ¿Sabes algo? — Preguntó el pelinegro. — Llegaríamos más rápido en motoci...

— Te repito y recuerdo. — Interrumpió la joven. — Jamás en la vida me volveré a subir a una moto contigo, Min Yoongi.

— ¡Pensé que ya me habías perdonado por eso!

— Te perdoné, pero no lo he olvidado.

— No hay problema, tenemos una vida entera para intentarlo una y mil veces, si así lo queremos. — Respondió entre risas y murmullos, sintiéndose completo al escucharla unirse con pequeñas carcajadas. — Además... Me gusta estar contigo todo el tiempo que sea posible. Puede ser que el transcurso hasta tu casa resulte más largo que de costumbre, pero disfruto mucho el caminar contigo. Es como si la vida reservase un momento especial para nosotros, y que, por un instante, solo seamos tú y yo en este mundo.

Era su aniversario de tres meses, por decisión de los dos e influencia de los padres del varón, se elogió la casa de Min Yoongi como lugar ideal para celebrarlo. El chico no había parado de hablar de la fémina desde el momento en el que la vio, no podía ocultarle nada a sus padres, ellos también formaban parte de su lista de sus mayores confidentes. 

Por otro lado, Lee Ari se encontraba nerviosa por encontrarse por primera vez con los progenitores de su novio. Los había visto por medio de fotografías que Min Yoongi algunas veces le mostraba, pero nunca la oportunidad de conocerse y establecer una conversación aún no existía entre ellos. Dicha situación era el motivo de los inquietantes nervios que sucumbían en su interior.

— Holly es hermoso. — Comentó Ari cuando un recuerdo de la mascota de su novio invadió su memoria. — ¡Creí que era niña! 

— Todos piensan eso al escuchar el nombre. — Concordó Yoongi con una naciente sonrisa en sus comisuras. — Pero es un lindo niño que destroza mis zapatos cada vez que encuentra la oportunidad.

— No sabía que querías ser veterinario. — Otro recuerdo llegó a su mente. — Me dijiste que amabas a los animales, pero nunca imaginé que también sería su vocación.

— Siempre he sido conocedor de ello. — Respondió. — Uno de mis mayores sueños es proteger a los más débiles, empezando por aquellos que no pueden hablar. — La sonrisa en su rostro era contagiosa. 

— Hay muchas cosas que aún no sé de ti.

— Y me arrepiento a diario por no darte a conocer los detalles más profundos que conformar mi ser. — Intentando disimular sus emociones, la sonrisa de Ari se escondía tras una línea recta en sus labios. Su novio decía ser un nulo fanático del romanticismo, pero la manera que utilizaba a la hora de expresarse, demostraba lo contrario. — Lamento no poder ser tan expresivo como quisiera serlo.

— No hay razón alguna para disculparte, cariño. — Aseguró la fémina. El apodo quedó flotando en el interior de la cabeza del chico, provocando un ligero sonrojo en sus mejillas. — Tenemos toda una vida para conocernos. Debemos darle tiempo al tiempo y aprender del uno al otro sin necesidad de apresurar la situación. 

— Por eso rechacé tu propuesta de matrimonio. — Secundó. — No hay necesidad de apresurar el momento.

— ¡Olvida eso de una vez por todas!

— No pienso hacerlo. — Se encogió en sus hombros cuando Ari depositó un pequeño golpe en uno de ellos. — No quiero hacerlo. — Se corrigió a sí mismo. — Adoro los recuerdos que hemos creado. Tu forma de actuar me vuelve loco en el buen sentido... bueno, y algunas veces también en el malo. — Sus reflejos resultaban favorables, por lo que sostuvo la mano de su novia antes de que pudiera dejar otro golpe en su cuerpo. Sin más, la sujetó entre la suya y la escondió en el interior del bolcillo de su sudadera, protegiéndola así del sereno de la noche. — Tampoco olvidaré que hoy derramaste la salsa especial de mi papá sobre los zapatos favoritos de mi mamá.

— ¡NO ME RECUERDES ESO, NECESITO OLVIDARLO! — Suspiró como un grito ahogado convertido en reclamo. — Espero que no se estén molestos conmigo por eso. Estaba muy nerviosa y mis manos temblaban demasiado.

— Los dejaste encantados. — Aseguró para su inseguridad. — Me haces feliz y son conscientes de ello.

En ese momento, Ari recordó las palabras que la madre de su novio susurró a su oído segundos antes de despedirse de ella.

"Nunca lo había visto sonreír con tanta intensidad, gracias por ser la razón de su sonrisa".

En ese momento, se prometió a sí misma hacerlo feliz por el resto de su vida.

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