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El frío acero del cuchillo brillaba bajo la tenue luz del candelabro que colgaba en el centro de la habitación. La escena era un cuadro macabro, un espectáculo destinado a despojar de humanidad a quienes lo presenciaban. En el suelo, un charco de sangre comenzaba a expandirse lentamente, como si buscara devorar la pureza de aquel hogar.
Kim Taehyung, un niño de apenas ocho años, temblaba dentro del oscuro armario empotrado en la pared del dormitorio principal. Su pequeña figura estaba comprimida entre las prendas de sus padres, su respiración era apenas un hilo irregular que intentaba sofocar con ambas manos. EI miedo lo mantenía paralizado, pero sus ojos, demasiado abiertos, se negaban a apartarse de la rendija de la puerta, por donde podía ver con horror lo que estaba ocurriendo
Su padre, Kim Dong-Yul, un alfa de carácter fuerte, yacía de rodillas en el centro de la habitación, con las manos atadas detrás de la espalda y el rostro ensangrentado. A su lado, su madre, Kim Sun-Hee, una omega de mirada dulce, estaba igualmente sometida, su cabello enredado cayendo sobre sus hombros mientras sollozaba débilmente. Ambos parecían diminutos, a pesar de que siempre habían sido el pilar de fortaleza y seguridad para Taehyung.
Frente a ellos, imponente y frío como una estatua, estaba Jeon Doyun, el hombre cuya crueldad no conocía límites. Vestía un traje negro impecable, pero sus manos estaban manchadas de sangre, la sangre de los Kim. Sostenía un arma, una Desert Eagle cromada que parecía brillar con un siniestro resplandor. A su alrededor, varios hombres (sus subordinados), observaban con sonrisas torcidas y cuchillos en mano, como buitres esperando el momento exacto para devorar lo que quedara.
—Kim Dong-Yul, te advertí que no te metieras en mis asuntos. Pero decidiste desobedecerme —dijo Doyun, su voz baja y mortalmente tranquila, mientras giraba lentamente el arma en su mano. Se detuvo frente al padre de Taehyung, apuntándole a la frente con una calma escalofriante.
Dong-Yul levantó la cabeza con esfuerzo, mirándolo directamente a los ojos.
—Haz lo que quieras conmigo, pero deja a mi familia en paz.
Doyun soltó una carcajada seca, sin rastro de humor.
—¿Paz? Tú me robaste, Kim. La paz es un lujo que no puedes permitirte después de traicionarme.
Uno de los hombres detrás de Doyun, un matón con una cicatriz que cruzaba su rostro, se adelantó sosteniendo una Glock negra. La apuntó hacia Sun-Hee, provocando que esta soltara un grito ahogado.
—Por favor... no... —rogó ella, las lágrimas corriendo por su rostro.
Taehyung enterró las uñas en sus propias manos, intentando contener el Ilanto que luchaba por salir. Su madre, siempre tan fuerte, tan amorosa, estaba siendo sometida a nada ante sus ojos. Quería salir, gritar, hacer algo, pero sabía que si lo hacía, su destino sería el mismo que el de ellos.
El primer disparo resonó como un trueno en la pequeña habitación. Dong-Yul soltó un grito de dolor mientras una bala atravesaba su pierna derecha. El alfa cayó al suelo, jadeando, pero no dejó de mirar a Doyun con odio.
—Esto es solo el comienzo —susurró Doyun, inclinándose hacia él. Sacó un cuchillo de su cinturón, un KA-BAR mílitar, con una hoja afilada que reflejaba la luz de la habitación. Lo pasó lentamente por el rostro de Dong-Yul, como si disfrutara de su sufrimiento.
El siguiente golpe fue directo al abdomen. Dong-Yul se retorció, escupiendo sangre mientras su esposa gritaba desesperada, tirando de las cuerdas que ataban sus manos.
—¡Déjalo! iPor favor, te lo suplico! —gritó Sun-Hee, pero su voz fue ahogada por las carcajadas de los hombres de Doyun.
Taehyung apretó los labios con fuerza, las lágrimas cayendo silenciosamente por sus mejillas. Sus manos temblaban mientras se aferraba a una chaqueta de su madre, Su corazón latía con tanta fuerza que temía que los hombres pudieran oírlo.
Doyun se giró hacia Sun-Hee, caminando lentamente hasta ella.
—Tu esposo ya ha pagado por su insolencia, pero tú...Tú también debes aprender que no se desafía a la familia Jeon.
El golpe llegó rápido y brutal. Doyun levantó su Desert Eagle y golpeó a Sun-Hee en el rostro con la culata, derribándola al suelo. Ella gimió, su voz Ilena de dolor, mientras intentaba levantarse.
—Ya basta... por favor... —susurró Dong-Yul, su voz débil.
—No, Dong-Yul, esto apenas comienza —replicó Doyun antes de disparar otra bala, esta vez al pecho del alfa.
Taehyung no pudo contener el gemido que se le escapó. Se cubrió la boca de inmediato, pero Doyun giró la cabeza hacia el armario, sus ojos afilados como cuchillas.
—¿Qué fue eso? —preguntó señalando el armario con un movimiento de su arma.
Uno de sus hombres se adelantó, abriendo la puerta con fuerza, Taehyung retrocedió instintivamente, encogiéndose contra la pared del fondo, pero el hombre no lo vió.
—Nada aquí, jefe —dijo el hombre, cerrando la puerta de golpe.
Doyun lo ignoró, volviendo su atención a los cuerpos en el suelo. Sun-Hee lloraba silenciosamente, sus labios moviéndose en una oración apenas audible. Doyun se arrodilló junto a ella, levantando su cuchillo.
—Reza todo lo que quieras. Nadie te salvará.
El último grito de Sun-Hee fue un eco desgarrador que perforó el alma de Taehyung. Cerró los ojos con fuerza, deseando que todo desapareciera, pero el silencio que siguió fue aún peor.
Cuando Doyun y sus hombres finalmente salieron, dejando atrás una estela de muerte y destrucción, Taehyung permaneció inmóvil durante varios minutos. Su cuerpo temblaba incontrolablemente, y cada fibra de su ser le pedía que corriera, que huyera de esa pesadilla.
Finalmente, con manos temblorosas, empujó la puerta del armario y salió. El aire olía a sangre y pólvora, y el niño caminó lentamente hacia el centro de la habitación.
Sus padres yacían allí, inmóviles, sus cuerpos cubiertos de heridas y sangre. Taehyung cayó de rodillas junto a ellos, sus sollozos Ilenando el vacío de la habitación.
—Mamá... papá... —susurró, acariciando el rostro de su madre con sus dedos temblorosos.
El dolor lo consumía, pero junto a ese dolor crecía algo más. Algo oscuro y ardiente que no había sentido antes.
—Voy a vengarlos... —murmuró, levantando la cabeza con los ojos enrojecidos por las lágrimas, Miró fijamente los cuerpos de sus padres, como si estuviera grabando esa imagen en su mente.
—Voy a vengarlos, mamá. Papá. Lo juro.
Taehyung se levantó, limpiándose las lágrimas con la manga. Salió de la casa esa noche, dejando atrás todo lo que alguna vez conoció. Pero juró que regresaría, Y cuando lo hiciera, los Jeon pagarían por todo lo que habían hecho.
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