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Ecos en la oscuridad


Un aire denso y cruel gobernaba Daegu aquella noche, como si los pecados de generaciones enteras flotaran en cada calle oscura.

Los recuerdos no se desvanecen, no importa cuánto tiempo pase. Taehyung lo había aprendido a la fuerza, con el acero caliente de un cuchillo manchando su infancia y los gritos de sus padres resonando eternamente en su memoria. Ahora, bajo la identidad de Vincent Gogh, no era más el niño que sollozaba en un rincón, sino un hombre hecho de sombras, forjado por la venganza.

Los trajes oscuros que llevaba siempre estaban impecables, como si las arrugas fueran un pecado que no podía permitirse. Camisas negras, corbatas ajustadas, relojes de lujo, todo elegido con precisión quirúrgica. Su reflejo en los espejos le devolvía una imagen fría, distante, pero perfecta. Un rostro tallado a mano por las experiencias que lo habían endurecido, por los secretos que pesaban como cadenas invisibles.

Sus ojos, oscuros como un abismo, cargaban la historia que nunca contaba. Eran ojos que habían aprendido a observar, a diseccionar cada movimiento ajeno, buscando debilidades, planeando cómo hundirlas en el momento preciso. No había espacio para el perdón.

Y entonces, estaba él. Jungkook.

Cabello rojo como un presagio de desastre, piel marcada por tatuajes que hablaban de su historia sin pronunciar una sola palabra. El hijo del hombre que había destruido todo lo que Taehyung alguna vez amó. Jungkook no lo sabía. Aún no. Pero el tiempo llegaría, y con él, la verdad que Taehyung planeaba desgarrar frente a sus ojos.

¿Qué podría pasar cuando un alma rota se encuentra con otra igualmente destruida?

El caos no era una posibilidad. Era una promesa.

Taehyung encendió un cigarrillo, dejando que el humo llenara sus pulmones antes de liberarlo en un suspiro lento. Era un ritual que hacía tiempo había dejado de disfrutar, pero el hábito permanecía, como muchas otras cosas. Era fácil jugar a ser alguien más cuando ya no quedaba nada del verdadero tú.

Jungkook, sin saberlo, se había convertido en el eje de su venganza. Cada conversación casual, cada sonrisa que Taehyung le ofrecía, era un hilo enredándose en su trampa. Pero Jungkook tenía una presencia que desarmaba. Una chispa que no encajaba con el mundo oscuro al que pertenecía. Era como un incendio que comenzaba pequeño, pero con el potencial de devorarlo todo.

La pregunta no era si Taehyung destruiría a Jungkook.

La verdadera pregunta era si podría hacerlo sin destruirse a sí mismo en el proceso.

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