『Cʜᴀᴘᴛᴇʀ 2』
Mitad amor, mitad arrepentimiento.
Vestirse para polaroids y cigarrillos,
socializar, romantizar la vida.
❝ Sex, Drugs, Etc. — Beach Weather❞
Min Yoongi:
Apenas crucé palabra con mi madre en el trayecto a casa, estaba más que cansado, cualquiera que me viera a la cara por más de dos segundos se daría cuenta de ello. Y no, no fue por la falta de sueño, sino que, mi cabeza no daba para más. Necesitaba dormir, necesitaba dejar de pensar.
Cuando mi madre entró y colocó las llaves en la mesa cercana a la puerta, se giró hacia mi. Sabía lo que venía; me preguntaría porqué estaba así, qué había pasado; pero ¿cómo responderle?
¿"Madre, tengo envidia de mi mejor amigo"?, ¿"No es nada, solo es mi instinto el que me está atormentando por querer un hijo pronto"? Ninguna era factible.
—Me voy a mi cuarto —dije, ella ni siquiera trató de obligarme a responderle lo que fuera que tenía en mente.
En cuanto llegué a mi habitación, me sentí más liviano, menos juzgado y menos cobarde.
Sí, cobarde.
Porque en ningún momento tuve el valor de obligarme a dejar ese problema atrás.
¿Pensar en querer un hijo era un problema para mí? No, bueno... tal vez. Apenas había terminado mi carrera, vivía en casa de mis padres; era un alcohólico de mierda.
¿Qué clase de vida le daría a una criatura, si ni siquiera sabía manejar la mía?
Pero bueno, ¿cómo podría llegar a tener una criaturita si me había obligado a estar en abstinencia durante casi ya tres meses?
Había dejado el sexo, las drogas y el alcohol de lado durante mucho mientras me encerraba con llave en mi habitación. Vamos, llevaba mi segundo mes sin nada más que sangre en mis venas, ¡era un bendito logro!
Pero esa voz repitiendo lo mismo y mi cerebro analizando de más la situación me estaba llevando al borde, tanto que hasta había considerado beber algo para adormecer mis sentidos.
Y, en cuanto me di cuenta de ello, decidí que era momento de pensar en otra cosa. Ordenar mi habitación por ejemplo, eso ayudaría, siempre ayudó.
Así que tomé la mochila que había dejado sobre la cama y la coloqué en el perchero junto a la chaqueta que había usado ese día; quité mis aretes y anillos. Ordené mis zapatos y sacudí las superficies polvosas.
Intenté sacar la aspiradora que mi padre dejaba bajo mi cama, pero esta tropezó con una caja. Con una sonrisa saqué los dos objetos, sin embargo, mi atención se fue directo hacia el contenido en la caja.
Mi preciada colección de sobres estaba ahí dentro. Muy bien cerrada para que el aroma de los cartas no escapara bajo ninguna circunstancia.
Nunca antes había tenido una idea del remitente de aquellos escritos, pero la imagen mental no se comparaba a lo que ahora sabía.
"—... no sé su nombre, pero es el rubio que siempre camina con Jeon Jungkook.", ese beta había aclarado mis dudas por completo.
Sin embargo, nunca antes había pasado algo parecido. ¿Por qué ese alfa había recurrido a ese tipo de método para entregar su correspondencia?
Siempre había sido discreto; sobre todo meticuloso. Y eso me hizo dudar, ¿y si el amigo de Jeon había plagiado al verdadero remitente?
Sólo había una forma de averiguarlo.
Me levanté y saqué el sobre de la mochila. La textura del papel era similar a como lo recordaba, pero el olor externo era levemente diferente.
Abrí el sobre y saqué la carta de dentro, el mismo aroma me dio de lleno en la nariz; mi cuerpo se estremeció y mis pupilas se dilataron.
Era, definitivamente, la misma persona. Y, si él sabía dónde estaba, ¿por qué no me la había entregado él mismo?
Sin pensar más en ello, decidí mejorar mi día comenzando a leer la carta, pero... ni siquiera pude pasar el primer renglón.
"Querido Yoongi, con dolor en mi alma, este será mi último escrito para ti"
Genial, que se joda "K" y su cobardía de mierda.
Había terminado de arruinar mi día.
Metí el papel al sobre y los lancé a la cama. ¿De qué me servía saber quién era el remitente, si de todas formas ya no iba a saber más de su persona?
Sólo podía decir que el tipo era un idiota.
Me había tenido esperando su carta semanal y me salía con esa bendita estupidez.
—Odioso —murmuré fastidiado.
Había sido un día de mierda.
Primero, uno de mis profesores había confundido mi proyecto final con el de otro estudiante. Al principio realmente creí que estaba bromeando, que esa no era la nota que mi trabajo merecía. Pero, cuando comenzó a explicar las "incongruencias" de mi proyecto, respondí de inmediato que no sabía a qué se refería y que mi proyecto no era siquiera similar a lo que él estaba describiendo. Luego de varios minutos de revisiones, habíamos dado con mi trabajo. El cual había sido calificado hacia una persona de otra sección.
Después de eso, un alfa había entrado en celo en pleno pasillo y había estado aterrorizando a una beta que tuvo la mala suerte de encontrarse con él. Yo había interferido mientras Jimin traía a algún segurata que pudiera poner en práctica el protocolo para ese tipo de casos. La beta había salido corriendo en cuanto el alfa se abalanzó hacia mí. Ella había dejado todo el problema sobre mis hombros y había huido como cobarde. Y para colmo, cuando llegamos a la clase con Jimin, ni siquiera nos habían dejado pasar por "haber llegado tarde".
En tercer lugar, a un beta le había parecido un hermoso detalle intentar desatar una pelea en los baños de la universidad y, por último mi cabeza no dejaba de pensar en cómo sería tener un bebé.
—¿Qué delito cometí para vivir esta vida de mierda? —pregunté al aire, claramente nadie respondió.
Un gran suspiro salió de mis labios al salir de mi habitación, pero todo malestar se fue en cuanto el aroma a pizza me atacó de lleno.
Amaba los días que mi madre tenía que cuidarnos a mi hermana y a mi. Ella, aunque trabajaba en un restaurante de renombre, prefería ordenar comida chatarra cuando tenía sus días libres. Era una completa ironía, y algo por lo que mi padre siempre la regañaba.
"—La comida chatarra una vez a la semana no es mala". Era lo primero con lo que ella se defendía.
En cuanto llegué a la cocina, sonreí de inmediato. Había media pizza en mi plato, queso y peperoni extra, y un vaso de refresco lleno al tope.
¿Acaso era el cielo?
En cuanto mi madre me miró, sonrió. Yo no pude evitar devolverle la sonrisa. Un almuerzo había, indiscutiblemente, arreglado mi día de la mejor manera.
Podría hasta decir que había tenido suficientes emociones como para solo tumbarme en mi cama y dormir hasta el día siguiente, pero, en cuanto terminamos de comer, madre preguntó si podía acompañarle al centro comercial, y yo no pude decirle que no.
Luego de esperarla durante casi una hora, logramos salir de casa sin olvidar nada.
El trayecto fue tranquilo hasta que dimos de lleno con el tráfico de las dos de la tarde. Aproveché para prender la radio y sintonizar cualquier estación que tuviera música de mi preferencia.
Estuvimos largo rato en silencio, solo disfrutando de la música.
—¿Ya pensaste sobre el viaje? —preguntó de la nada—. Vamos, no es que te obliguemos a ir, lo sabes, pero...
—Chae no debería viajar sola —completé—, lo sé.
—Es una muy buena oportunidad, para los dos.
—También lo sé, pero apenas lo he pensado... —dije mirando por la ventana.
Era un tema que había intentado bloquear de mi cabeza. Pero no había logrado lo suficiente.
Y, pues, mi hermana iba a ir a estudiar al extranjero. A Los Ángeles, para ser exacto. Mis padres me habían pedido que le acompañase en el trayecto y que me instalara con ella durante unos días. Pero yo no quería ir. Me pregunté mil veces el porqué, pero nunca encontré una respuesta válida.
Solo se trataba de un presentimiento, de una sensación, de algo extraño.
—¿Y qué has pensado hasta ahora?
—Nada concreto... no he tenido mucho tiempo para hacerlo. Con los exámenes y proyectos y... cosas... No he podido decidir.
—Entiendo, pero mira el lado positivo. Ya te graduaste; así que tienes más tiempo para pensar en ello —dijo y solo sonreí.
Aunque pusiera mil excusas; no podría no ir. Eso era seguro.
Para cuando llegamos al centro comercial, entramos a numerosas tiendas; ropa para mujer, vestidos de gala, trajes a medida. A ella nada parecía convencerle, hasta que encontramos un vestido de acuerdo a sus gustos y de su color favorito. Por lo que no fue difícil convencerla de comprarlo.
Pasamos parte de la tarde buscando un vestido para mi hermana y trajes para mi padre y para mí. Mis pies dolían demasiado y me sentía vomitar por la cantidad de personas que habían llegado de un momento a otro.
Teníamos todo, pero ella seguía buscando.
Para cuando ella reparó en la hora, el sol ya estaba buscando ocultarse en el horizonte. Decidimos descansar en el área de postres mientras comíamos un helado de fresas. Aunque, luego de estar más que relajados, un aroma conocido llegó a mi sistema casi como un susurro, pero el olor a pino y canela era un aroma que reconocía desde lejos.
El aroma se confundió entre los olores del centro comercial, desesperado comencé a buscar un indicio que me llevara a ese aroma de vuelta. Mi omega se removió incómodo al no encontrarlo, como si necesitara sentirlo otra vez. Y eso me sacó un escalofrío.
Mi omega no podía estar de vuelta por un simple aroma. No debía.
Sacudí la cabeza para distraerme y miré hacia mi madre.
—¿Entonces ya nos vamos?
—Todavía no —murmuró, yo removí la cucharilla de mi helado, esperando el porqué—. ¿Recuerdas a Yerim, Kim Yerim mi compañera de trabajo?
Yo asentí en cuanto escuché el nombre, mientras me reclinaba en mi asiento. Ella siempre nos enviaba postres cada mes y nos visitaba cada dos más; era obvio que la recordaría.
—Su esposa acaba de salir del hospital, tuvo gemelos varones. No los he visto, pero dicen que son preciosos.
«—Yo quiero —»
—M-me lo imagino... —tosí.
Luego de años volví a escuchar la voz de mi omega, ese maldito instinto que sólo estaba para molestarme.
—Quiere decir que buscarás regalos... ¿cierto? —pregunté temeroso ante la posibilidad de una respuesta positiva.
—Sí; bueno... pensaba pedir ayuda a los dependientes de las tiendas, ya sabes, estoy algo oxidada en esto de tener bebés en casa.
—Buen...
—Chae está pequeña, pero con eso de que no quieres pareja puede que por tu parte nunca sea abuela.
—Madre...
—Di lo que quieras, ¿pero sabes lo mucho que anhelo un nieto? —intenté decir algo, pero ni siquiera me lo permitió—. i lo supieras, habrías traído una pareja oficial a la casa. Pero no. He visto a más de veinte desfilar por tu vida, pero ninguno es oficial, ninguno pasa más de un mes. ¿Qué haces para ahuyentar a tantos alfas y betas?
—No lo hago...
—Intencionalmente —completó—; lo sé, siempre repites lo mismo. Pero, ¿qué es lo que esperas exactamente? —interrumpió—. ¿A terminar la secundaria? Ya lo hiciste. ¿A terminar la carrera? También lo hiciste. ¿Ahora cuál va a ser tu excusa? No es muy decente que pases toda tu vida teniendo diferentes amantes cada mes.
—Madre, por favor...
Apreté los puños impotente al no poder parar el discurso que se estaba montando. Las personas alrededor comenzaban a mirarnos, pero a ella parecía no importarle, seguía regañándome como si yo hubiese hecho algo realmente malo.
Tenía veinticuatro; podría hacer de mi vida lo que quisiera ya. Pero ella parecía no entender mis decisiones, quería imponerme sus deseos como deberes. Pero en cuanto tocó el tema de mi ex, no pude mantener la boca cerrada.
Puse las manos en la mesa, sin hacer tanto ruido, no quería llamar más la atención, pero tampoco quería tener esa conversación en el centro comercial.
—Vamos por el regalo, si es lo que deseas. Sino, puedes continuar este sinsentido en casa —interrumpí. Mi voz sonó suave, pero demandante.
Ni siquiera esperé su respuesta, solo tomé un par de bolsas y comencé a caminar.
Ella necesitaba dejar ese tema de lado. También el tema de mi ex. Mi madre más que nadie sabía lo que me afectaba, pero aún así seguía sacándolo a flote cada que podía y lo odiaba.
Me sentía presionado, y mi lobo no hizo más que darle la razón.
«—Nos volveremos viejos, y feos. ¿Crees que alguien se fijará en nosotros cuando pasemos de los treinta? —»
«Cállate por favor...»
«—Sólo un cachorro, no pido más—»
Esa vocecita comenzaba a hacerme enojar, más porque mi parte racional comenzaba a darles la razón paulatinamente.
Dentro la tienda, nada cambió... es más, empeoró. La ropa, los chupetes, las cunas, todo giraba y giraba, convirtiendo el asunto del bebé en una necesidad increíble.
«Apenas son 24, tengo toda una vida por delante. »
«—No la tienes, lo sabes —»
—Mira, Yoonie ¿Que dices de estos? Se ven muy lindos a juego, ¿verdad? —preguntó ella, mostrandome varios chupetes, yo solo asentí dándole la razón.
Justo en ese momento, su celular sonó. Agradecí al cielo en cuanto se alejó lo suficiente, pero no tardó mucho en regresar.
—Yoongi, es Jimin...
Yo tomé el aparato casi de inmediato y salí de la tienda con él al oído.
—¿Pasó algo? —pregunté preocupado.
—Sí...
Se oyó un respiro entrecortado, Jimin estaba llorando.
—¿Estás bien? ¿Dónde estás?
—Yoon... —el llanto se intensificó, pero, extrañamente, no era de tristeza—. Positivas ¡Todas son positivas! —una risa brotó de entre el llanto, y no supe qué decir—. ¿Puedes creerlo? ¡Hobi lo sabía! No me lo dijo antes porque no estaba seguro de que realmente estuviera embarazado, pero que tampoco contaba con que lo confirmaría en esta semana.
«—Quiero... —»
—Me alegro de que todo haya salido bien.
—Te escucho algo extraño... ¿Acaso... no te alegra?
—¡Si me alegra! ¿Cómo no me va a alegrar? Ustedes son mis mejores amigos. Y mierda, espero que me llame tío.
—Claro que lo hará.
—Pero no llores más, ¿Sí?
—Es que... estoy muy feliz, no puedo evitarlo. Es más, hasta creo que Hoseok lo está el doble.
—Que bien que los dos se lo están tomando bien. Me alegra mucho.
—A mí me alegra poder compartir esto contigo.
—Sabes que estaré feliz, si tú estás feliz. —sonreí.
—Lo sé, por eso te adoro. Pero me tengo que ir. Ahora toca decírselo a mis padres. No podía esperar; tenías que ser el primero —una pequeña risa se escuchó—. Besos, Gi.
—Besos, y felicidades —respondí y luego el colgó la llamada.
Envidia, eso era lo que sentía y por fin lo había descubierto. Me giré hacia donde mi madre, pero ella ya estaba recibiendo lo que había decidido comprar.
—Ya nos vamos —dijo mi madre, yo realmente agradecí eso, por ello solté un pequeño suspiro mientras le seguía el paso.
Durante el camino a casa no pude hacer más que perderme en el laberinto de mis pensamientos mientras miraba por la ventana. Siempre sucedía lo mismo. A penas tenía un momento libre, ella sacaba ese tema a flote.
Yo solo quería una vida en paz. Buscar a la persona adecuada, enamorarme, tal vez formar una familia y vivir feliz... no pedía más.
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