6. Suciedad
A mi alrededor la gente camina sin darse cuenta. Respiran el aire sin siquiera pensarlo dos veces.
Cuando llueve, reciben el agua con naturalidad. Escuché una vez que alguien dijo que la lluvia lava las calles. ¡Que absurdo! En éste lugar la lluvia hace que la pestilencia te revuelva el estómago, te salpica y se acumula en los rincones de las calles sombreadas.
Está por todas partes, nadie parece verla, pero yo sí, allí... allá... como un monstruo amenazando con tragarme.
En casa es diferente y aún así la siento sobre mí. En la bañera me quedo un buen rato refregando mi piel contra la esponja nueva que he comprado. Ya duele, mi piel se enrojece y creo que empieza a sangrar...
Está por todas partes, ¡no se quita! ¡NO SE QUITA!
Lágrimas ruedan por mis mejillas y se confunden con el agua de la bañera.
Tal vez...
Está en mi interior.
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