5. Cómo contar historias sin perder jamás el hilo
Es fácil comenzar a escribir una historia y que te pase una de estas tres cosas:
► Te bloqueas a la mitad y no sabes cómo continuar.
► Metes a los personajes en callejones sin salida y te complicas demasiado la vida.
► Acabas contando una historia muy diferente a la que tenías en mente.
La mayoría de las veces, esto sucede porque no has identificado el eje narrativo. Vamos a ver qué es y por qué es tan importante.
1. El eje narrativo: Es la sucesión lógica de acontecimientos que configuran una historia.
Imagínalo como una sólida cadena que necesita la cohesión de todos sus eslabones. Cualquier aspecto de esta cadena principal de acción que sea alterado, modificará el relato y este ya no será el mismo.
Pues a cada eslabón le llamamos núcleo de la historia.
Por ejemplo: si Caperucita Roja, en lugar de ir por el atajo del bosque hubiera ido a casa de su abuela por el camino principal, nunca se hubiera encontrado con el Lobo Feroz. Entonces ya no sería el mismo relato. Otros elementos secundarios pueden variar... ¡incluso podríamos hablar de Caperucita Verde!
Por tanto, la decisión de Caperucita de ir por el atajo es un núcleo de la historia.
Identifica en tu narración lo que pertenece al eje narrativo y lo que es circunstancial, para no liarte con aspectos que no vienen al cuento. Por cierto, ¿comprendes ahora el origen de esta expresión?
Si le das demasiada importancia a elementos que no la tienen, vas a confundir al lector. Piensa que cualquier detalle dentro de una historia cumple su función, así que mide muy bien la información que das y la relevancia que tiene para los hechos.
Cuando sabes esto, puedes equilibrar mucho mejor tu historia, porque sabes cuándo hacer una escena con lujo de detalles y cuándo resumir lo que está pasando.
También necesitas conocer los resortes dramáticos de tus personajes, si quieres escribir algo que el lector no pueda parar de leer. Enseguida comprenderás cómo influye esto en tu eje narrativo.
2. Resortes dramáticos: Es todo aquello que provoca la implicación emocional del lector con los personajes y los hechos que se cuentan.
¿Te has fijado alguna vez la cantidad de huérfanos que pueblan las historias?
Esto es porque un personaje criado sin padres provoca automáticamente el sentido de la compasión, creando una empatía del lector hacia el personaje al instante.
Estos son ejemplos de resortes dramáticos clásicos:
► Cambio de fortuna: de inocente a culpable, de rico a pobre, quedarse huérfano...
► Reconocimiento: reconocer a un personaje por una marca o cicatriz tras muchos años...
► Equivocación y malentendido: confusiones de identidad, comportamientos equívocos...
► Deudas: de dinero, de sangre, de favores que exigen ser devueltos...
► Lucha de clases: diferencia de condición social o estatus económico entre amantes...
► Elementos externos: condiciones de vida precarias —hambre, sometimiento, maltrato...
Y si haces coincidir algunas veces un resorte dramático con un núcleo de tu historia, la empatía del lector por tus personajes y su implicación con la historia será muy alta.
3. Un método muy profesional: Otro consejo que puedo darte es que hagas un resumen punto a punto de todo lo importante antes de ponerte a escribir. A esto se le conoce como escaleta y te ayudará a evitar los tres problemas que vimos al principio.
Una escaleta es como un mapa de ruta para evitar bloquearte, meter a los personajes en situaciones de las que ni tú sabes sacarles o terminar contando una historia muy diferente a la que habías imaginado. Si además de esto haces fichas completas de personajes, para «verlos» y conocerles a fondo, seguramente te será más difícil perder el hilo.
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