
𝟬𝟰. THE ESCAPE PLAN
04. CAPÍTULO CUATRO:
«PLAN DE ESCAPE»
♬ song: call it fate, call it karma
── the strokes
INVIERNO ⠀─ ⠀ FEBRERO 23, 17:00
boston, massachusetts
SEBASTIAN SE DESLIZÓ por los pasillos, buscando no ser visto. Camino con pasos silenciosos, deseando no llamar la atención. No quería que alguien lo viera y lo mandara de regreso a su habitación, tratándolo como a un niño, tampoco quería que le preguntaran a dónde iba en ese momento. Además, no estaba dispuesto a devolver la radio a Talia.
Todo lo que necesitaba, todo lo que pensaba, era volver a casa y necesitaría mantener el contacto con Birdie para que eso sucediera. Cada segundo que pasaba, Sebastian pensaba en llamarla, solo para saber si la chica estaba bien. Sabía que Birdie era inteligente. Siempre había sido conocida por ser rápida y saber muy bien cómo esconderse, pero León era una persona completamente diferente.
Reeves conocía bien a su hermano. Sabía que, estando del mismo lado, León podía ser un aliado formidable. Sin embargo, cuando estaban en equipos diferentes, él era un oponente sediento de sangre. Una persona sin escrúpulos y límites. Y haría lo impensable sólo para atacar a Sebastian si eso fuera lo necesario.
Ya casi oscurecía cuando el teniente logró llegar a la calle. La zona de cuarentena estaba empezando a estar menos ocupada y la mayoría de los residentes regresaban a sus hogares o simplemente deambulaban sin rumbo fijo.
Sebastián sintió cierto alivio por haber llegado a su objetivo sin ser visto, sin embargo, fue un sentimiento que pronto se desvaneció cuando se dio cuenta de que aún no sabía a dónde ir. Sus ojos miraron a su alrededor, pensando qué camino tomar y con quién hablar. Sabía que no podía detener a ningún transeúnte y preguntarle sobre las luciérnagas, atraería demasiada atención no deseada hacia sí mismo.
Decidió que su mejor opción era ir a la plaza, donde la gente vendía raciones. A esa hora, tan cerca de la cena, el lugar debería haber estado lo suficientemente ocupado como para que él pudiera socializar. Sus ojos observadores captarían cualquier acción sospechosa y podría obtener cualquier información si supiera qué decir y con quien hablar.
Sin embargo, mientras caminaba por la acera, Sebastian sintió que lo seguían. Estaba lo suficientemente lejos del cuartel como para preguntarse quién podría ser. Se le erizaron los pelos de la nuca, lo que automáticamente lo alerto. Era evidente que cada vez que Sebastian se atrevía a mirar por encima del hombro, el hombre se escondía, ya fuera detrás de una tienda de campaña o de un callejón cercano, hacía lo mejor que podía para actuar como si no estuviera allí, pero Sebastian sabía que sí lo estaba.
En un momento, Reeves aceleró el paso, pero sin dar a entender que caminaba más rápido. Llegó a la plaza, encontrando el lugar lleno de gente, todos dirigiéndose hacia los puestos de comida, a punto de cambiar sus tarjetas por comida. Sebastian se mezcló entre ellos, esquivó por poco al hombre que lo seguía y pronto entró en un callejón cercano. Su perseguidor estaba confundido, mirando a su alrededor, buscándolo entre los demás hasta llegar a la entrada del callejón. Cuando fue posible, Sebastian pasó un brazo alrededor de la garganta del hombre y lo jaló hacia atrás hasta que estuvieron lo suficientemente lejos de todos y lo suficientemente ocultos como para no ser vistos.
No le dio al hombre la oportunidad de intentar gritar, su brazo apretaba con tanta fuerza que su garganta casi estaba bloqueada. Todo lo que el otro hombre pudo hacer fue luchar e intentar rascar el brazo de Sebastian, tratando de liberarse.
──¡Oye! ──Exclamó Reeves con los dientes apretados, tratando de que su enemigo lo escuchara──. Si sigues haciendo eso, no te dejaré ir. Al contrario, voy a matarte más rápido. ¿Entiendes?
El hombre no se detuvo y Sebastián se atrevió a intentar apretarlo más fuerte, sólo para sentir su codo golpearlo en el estómago. El golpe fue fuerte, directamente sobre un hematoma que Reeves había recibido antes. Jadeó y terminó aflojando su agarre lo
suficiente como para que el otro saliera.
Escuchó el sonido de un arma amartillada y apuntada directamente en su dirección. Sebastian miró hacia arriba una vez más, sólo para encontrar el rostro anguloso del hombre que había visto antes en la Zona de Cuarentena. Sebastián levantó las manos lentamente y se rindió.
──No te acerques más, amigo ──Ordenó el desconocido, manteniendo el arma apuntando directamente al rostro de Sebastián. Todavía vestía la misma ropa que hace horas.
──¿O qué? ¿Vas a dispararme? ──Indago el teniente──. ¿Realmente vas a hacer eso aquí? ¿En este callejón que solo tiene una salida?
──Lo haré.
──¿Sí? Pues yo creo que estas mintiendo ──Dijo Sebastian dando un paso adelante. El extraño se mostró indiferente, enfatizando su acción levantando aún más la glock que sostenía, en una especie de advertencia silenciosa──. No haras eso.
──Te recomendaría no ponerme a prueba ──Advirtió. ¿Qué hizo Sebastian? Sonreír inevitablemente. Era una sonrisa pícara y pequeña, que ni siquiera llegaba a los ojos del moreno, que estaban llenos de ira. Una ira contenida, porque se moría por hacer pagar a ese hombre por atreverse a amenazarlo──. Quédate donde estas. Un paso más y no dudaré en disparar.
──Eres un terrible mentiroso ──Tan rápido como pudo, Sebastian agarró la parte superior del arma y la bajó. El hombre no disparó, como se esperaba. Reeves sabía que no dispararía, no donde estaban, pues terminaría atrayendo demasiada atención. Por eso logró desarmarlo y darle un puñetazo en la cara.
En un abrir y cerrar de ojos, estaba presionando la cara del hombre contra la pared, mientras giraba el brazo del hombre detrás de su espalda. Luchó por un momento, pero la restricción de movimiento pronto lo hizo ceder y jadear varias veces, hasta que su respiración llegó a su fin.
──¿Quién eres y por qué me sigues? ──Preguntó Reeves, usando la propia arma del sujeto contra él──. Sera mejor que respondas, dudo que quieras que te vuele los sesos.
──No lo harás ──Jadeo del hombre──. Mientes.
──No, no lo hago. A diferencia de ti, yo soy de FEDRA. Si digo que intentaste matarme, me creerán.
──Sé que no eres de FEDRA, no precisamente.
──Los cadáveres no hablan ──Reeves amartilló el arma en la parte baja de la espalda del desconocido──. Nombre. O descubriremos en unos segundos si miento o no.
El hombre apretó los dientes vacilante. Sebastián presionó el frío cañón de la pistola aún más, enfatizando lo que iba a hacer, pero pronto el extraño cedió.
──Tommy ──Confesó finalmente──. Tommy Miller. Soy Luciérnaga. Marlene me pidió que te encontrara, maldita sea.
La respuesta de Tommy rápidamente captó el interés de Sebastian, pero el teniente no lo diría en voz alta.
──¿Cómo sé que no estás mintiendo?
──En mi cuello... ──Soltó con la respiración ligeramente agitada──. Hay un collar de Luciérnaga alrededor de mi cuello ──Sebastian reflexiono unos momentos. Soltó a Miller y usó su mano libre para tirar levemente del collar. Leyó su nombre y fecha de nacimiento en la parte posterior del metal, además de ver el símbolo de las luciérnagas en el lado opuesto. Reeves miró lentamente a Miller mientras pasaba el pulgar por el colgante.
El nombre y el rostro le resultaban familiares. Sebastian lo recordaba, de algún punto de su borroso y oscuro pasado. Por la mirada que Tommy le dio, tan aguda y concentrada, sin siquiera apartar sus ojos mientras los dos estaban tan cerca, Sebastian se dio cuenta de que él también había notado algo. Había un cierto brillo de reconocimiento en esos iris marrones.
Reeves dio un paso atrás y soltó el collar de entre sus dedos. Mantuvo la glock apuntando a Tommy, quien ahora levantó las manos en una clara señal de rendición──. Llévame con tu líder ──Ordenó Sebastián, sin darle oportunidad a Tommy de decir nada o intentar
objetar──. Ahora.
Las Luciérnagas se escondían en un edificio viejo y abandonado. No era habitable debido a varias goteras cuando llovió y piezas ligeramente dañadas en el fondo. Si alguien decidiera vivir allí por mucho tiempo,
corría el riesgo de terminar muerto al derrumbarse el edificio.
Sebastian supuso que las Luciérnagas no llevaban allí mucho tiempo. Estaba seguro de que cambiaban su ubicación cada cierto tiempo para no ser encontrados. Ese lugar debía haber sido la última opción en ese momento y, por lo que escuchó Sebastián, la situación se estaba volviendo cada vez más complicada para ese grupo en Boston. Sus alternativas eran cada vez menos, lo que debería haber causado mucha preocupación a Marlene.
Cuando llegaron a lo alto del edificio, después de subir varios tramos de escaleras y varias miradas curiosas, que Tommy tuvo que desestimar con un movimiento de cabeza para que sus compañeros Luciérnagas no se preocuparan por él, los dos llegaron a la sala de estar donde estaba Marlene. Ella no estaba sola, sin embargo, había otras dos luciérnagas presentes con ella en esa habitación.
Los tres estaban reunidos alrededor de una mesa con ella y analizaban un mapa de Boston. Estaban hablando de puntos y rutas viables, pero la conversación pronto
terminó cuando Tommy entró primero en la habitación. Los ojos de todos se volvieron hacia ellos.
──Marlene, encontré a tu hombre ──Dijo Miller señalando en dirección a Sebastian en el momento en que Reeves entró en la habitación. Sebastian se aseguró de guardar su arma en ese momento, pero Marlene no pasó desapercibido que antes estaba sosteniendo la glock apuntando a la espalda de Tommy.
Sin embargo, eso no fue lo único que delató al moreno. La sangre en la nariz también era una señal de que Sebastian no estaba siendo amable con Tommy.
──¿Seguro? ¿O fue él quien te encontró a ti? ──Cuestiono la mujer mejorando su postura──. Te pedí que fueras cauteloso, Miller. Que te aproximaras con precaución.
──Eso hice.
──Tan cauteloso como un recién nacido ──Comentó Sebastian──. Sinceramente, si todos tus soldados son como él, Marlene, no creo que tu rebelión dure mucho. Necesita
mejores hombres.
──Tommy es uno de los mejores ──respondió Marlene.
──Mierda... entonces déjame decirte que estas jodida ──Se burló Sebastian sonriendo con picardía. Tommy, a su vez, le dijo a Sebastian que «se fuera a la mierda» en un murmullo, mientras aceptaba un paño de uno de sus colegas.
──Lo estoy realmente ──Marlene se cruzó de brazos, ligeramente irritada. Sebastian podía escuchar el descontento en su voz──. Resulta que tanto mi personal como mis suministros salieron al aire esta mañana.
──Entonces ya sabes lo que pasó ──Reeves reflejó su acción y también cruzó los brazos, manteniendo su postura erguida.
Marlene sabía su nombre, sabía quién era y de dónde venía, estaba claro que tenía luciérnagas infiltrados en FEDRA. No era tonta, mucho menos ingenua, sabía jugar tanto como Sebastian lo sabía.
──Las noticias corren rápido por aquí ──dijo Marlene, apoyando la cadera en la mesa──. Supe que FEDRA te recibió con los brazos abiertos. ¿Te gusta tu nuevo trabajo?
──Todavía no tengo una opinión formada, pero tampoco me quedaré mucho tiempo para averiguarlo ──respondió──. Necesito salir de esta Zona de Cuarentena, tengo que volver a casa.
Las cejas de Marlene se levantaron.
──Me enteré de que todos tus amigos murieron, ¿a qué casa exactamente volverías? ──Ella preguntó.
──Todavía tengo gente en Ohio, gente que me necesita ──Sebastian dijo, dando un paso adelante──. No puedo quedarme aquí ningún día más, están en peligro. Necesita ayudarme a salir de Boston.
──Lo siento, pero eso no va a suceder ──Marlene respondió──. No puedo ayudar ahora, no sin mis suministros y sin mi gente. Tendré que volver a ponerme en contacto con la base de Nueva York e informar de lo que pasó. Hasta que envíen personal con más armas, lo cual probablemente tarde un par de semanas, no puedo gastar los pocos recursos que tengo.
──No lo entiendes, necesito irme de este lugar hoy mismo ──afirmó Sebastián, puntuando sus palabras con un dedo firme sobre la mesa──. Me lo debes, Marlene. ¡Mis amigos murieron por tu culpa!
──Mi gente también murió hoy, Sebastian ──respondió a la líder de las luciérnagas──. No fue solo usted quien sufrió pérdidas drásticas esta mañana. Este evento lo cambia todo para la gente. Tendré que darme la vuelta con lo que tengo durante dos semanas más, corriendo el riesgo de ser encontrados por FEDRA en cualquier momento. Estamos en desventaja aquí.
Sebastián sintió la ira creciendo dentro de sí mismo una vez más, la frustración que estaba arraigada en su corazón. Estaba claro que entendía el lado de Marlene, sabía que la situación actual de la guerra contra FEDRA no era buena para ella, incluso si siempre trataba de mantener la fachada al continuar con el eslogan de las Luciérnagas en las radios, tratando a toda costa de mantener la esperanza en el corazón de los demás.
Pero Sebastián también tenía sus problemas y no estaba dispuesto a quedarse en esa Zona de Cuarentena para ver todo derrumbarse. Marlene le debía al menos un vehículo para ayudarlo a huir. Si ella le diera una dirección, al menos un camino para seguir y dejar esa ciudad atrás, Sebastian seguiría con gusto y pasaría por el infierno que fuera necesario para poder volver a Birdie.
──No tengo la culpa si tu gente murió, si estás atrapado aquí o de si todo salió mal. No teníamos forma de predecir este ataque ──continuó Marlene.
──¿No fue tu culpa? ¡Esto no habría sucedido si no hubieras sugerido esta mierda de misión suicida!
──Tus amigos mercenarios sabían en qué se estaban metiendo cuando aceptaron esta misión, Reeves ──respondió a la mujer──. No los obligué a eso.
Sebastian la miró con cierto rencor, sintiendo también los ojos de los demás sobre sí mismo, especialmente los de Tommy que parecían muy atentos a la conversación que se desarrollará entre el mercenario y su líder.
──Mira, realmente no quiero discutir contigo, ni crear una enemistad ──Reeves trató de apaciguar la situación lo mejor que pudo, con el objetivo de no aumentar la tensión en la habitación──. Todo lo que quiero es irme, pero no puedo hacerlo sin ayuda.
──Y ya te dije que no puedo ayudar ──Marlene respondió. Sebastian levantó la postura, frustrado, pero contentándose con la respuesta de la mujer; no valía la pena insistir cuando no cambiaría de opinión──. Y tampoco puedo dejarte salir de aquí.
──¿Qué?
──Si sales de este edificio y regresas a FEDRA, no puedo confiar en que no les dirás dónde estamos escondidos ──al escuchar su respuesta, Sebastian dio un paso atrás, pero otras tres luciérnagas armados entraron en esa habitación──. Sé cómo actúan los mercenarios, no hay lealtad a nadie más que en ti mismo.
──Estás equivocada, Marlene...
──No puedo correr riesgos, Sebastian. Tienes que entender esto ──dijo, mientras Reeves se atrevía a dar un paso atrás, solo para ser detenido por las Luciérnagas. Todavía no le apuntaban las armas, pero esa era una clara señal de que podían hacerlo en cualquier momento, bastaba con que Marlene lo pidiera──. Será solo por si acaso. Cuando consiga una forma de sacarte de Boston, serás libre de irte.
──No tengo mucho tiempo ──respondió entre los dientes, tratando de hacer entender a la mujer que la situación presentaba una escasez de tiempo. Sebastian no podía demorarse en ese lugar, no podía esperar una semana por una solución.
──Eso es todo lo que puedo hacer por ti ──respondió Marlene, mientras uno de los guardias quitaba el arma de Sebastián──. Espero que lo entiendas.
No le respondió, porque sabía que sería demasiado grosero si lo hiciera. Mantuvo su boca cerrada en una línea delgada y comprimida por sus labios, cerrando los puños fuertemente al lado del cuerpo al ser escoltado fuera de esa habitación.
No había forma de luchar. Había muchas Luciérnagas en ese edificio, no podía llegar ni a la mitad del camino. Todo lo que Sebastián pudo hacer fue obedecer. Siguió a las tres luciérnagas hasta una habitación totalmente vacía al final de un pasillo. Las ventanas estaban cerradas con madera y no había ningún mueble en esa habitación. Estaría allí solo y encerrado, probablemente con alguien haciendo la seguridad de la puerta.
Cuando fue encerrado, se dio cuenta de que se había convertido en prisionero. No sólo de las Luciernagas, sino también de Boston. Esa ciudad se estaba convirtiendo en su prisión y lo estaba asfixiando, junto con la necesidad de huir y la preocupación de lo que puede pasar si no logra salir de allí a tiempo.
Sebastian caminó hasta las ventanas cerradas por las tablas, mirando el exterior por las grietas. Estaba en un piso muy alto para romper la madera y saltar, sería muy arriesgado. El tiempo estaba pasando, cambiando. El cielo ya no era tan claro, el azul dio su lugar al naranja que se volvía cada vez más oscuro y tormentoso.
Se alejó de las tablas, reflexionando sobre sus opciones. La situación era crítica, y el tiempo no estaba de su lado. No había una ruta de escape fácil, pero sabía que renunciar no era una opción. Sebastian necesitaba pensar rápido y actuar aún más rápido.
Mientras observaba el ambiente espartano de la habitación, su mente comenzó a trazar posibles planes. El primer paso sería evaluar si había algún medio para comunicarse con el mundo exterior. Busco en las paredes, en el suelo e incluso en las tablas que bloqueaban la ventana, cualquier cosa que pudiera usar a su favor. Desafortunadamente, no encontró nada.
Se sentó en el suelo, apoyando la espalda en la pared fría. Respiró profundamente, tratando de calmar su mente acelerada. La noche cayó, y la oscuridad envolvió la habitación. Sebastian se acostó en el suelo, tratando de descansar, pero su mente seguía trabajando, creando y descartando planes. Sabía que la situación era desesperada, pero no podía dejarse llevar por sus pensamientos.
En las próximas horas, tendría que estar preparado para cualquier oportunidad que surja. Estaba claro que no podía confiar plenamente en Marlene o en los otras luciérnagas. Su supervivencia dependía de su capacidad para convencer a alguien de que lo ayude o de encontrar una manera de escapar solo.
Después de todo, en un mundo devastado, la supervivencia no era solo una cuestión de fuerza o habilidad, sino también de ingenio y saber cuándo confiar en los demás - y cuándo actuar por su cuenta.
En un momento dado, Sebastián terminó durmiendo la siesta contra la pared. Estaba más cansado de lo que pensaba y ese día lleno lo sobrecargó. No quería pensar en los problemas que tenía ahora, así que dejó que su mente lo llevara a Birdie. Mientras dormía, Sebastian soñó con ella, más concretamente con un recuerdo de los dos.
Había regresado a Ohio, pero no había nieve. El tiempo estaba extrañamente húmedo, ahogado. El sol estaba oculto por nubes, haciendo que solo unos pocos rayos atravesaran las grietas de las hojas de los árboles para calentar el suelo. Sebastian recordaba que estaba corriendo por el bosque que se volvía cada vez más denso.
──¡Birdie! ──llamó, solo para recibir el vacío como retorno. Había perdido a la chica de vista. Fue solo por un segundo de distracción y Birdie ya no estaba a su lado──. ¡Birdie!
Sebastian sintió el sudor corriendo por su nuca, la piel pegajosa que hacía que algunos cabellos rebeldes se pegaran, así como su camiseta, pero aún no había perdido el aliento. Siguió corriendo. Sus ojos estaban acristalados, su garganta se estaba secando.
Cuando sus pasos finalmente se detuvieron, Sebastian miró a su alrededor, encontrando solo las altas copas de los árboles mirando de vuelta.
──¡Birdie! ──Reeves la llamó una vez más. Su voz reverberó por el bosque, resonando por los cuatro rincones. Los pájaros volaron por encima de su cabeza, volando lejos.
──Aquí, Ghost ──ella finalmente respondió, disipando un poco de su desesperación──. ¡rápido!
──¿Dónde estás? Dime donde e iré hacia ti ──Sebastián la instruyó.
──Rápido, Ghost ── insistió con una voz llorosa. Miró la dirección de donde creía que venía la voz──. ¡Necesito ayuda!
──¡Birdie, ya voy! ── Sebastian respondió sintiendo el corazón acelerado, corrió hacia su voz──. ¡Ya voy hacia ti!
──¡Ghost!
──¡Ya voy, Birdie! ──La desesperación en su voz solo lo hizo correr más rápido, decidido a llegar a ella. Sin embargo, incluso si corría lo más rápido que podía, Sebastián no sentía que estaba llegando a alguna parte.
──¡Sebastian! ──Lo llamaron en un gritó de nuevo, pero la voz ya no se parecía a la suya. Era diferente, pero todavía familiar.
Los ojos de Sebastián se abrieron, todo su cuerpo se congeló.
──Cleo... ──murmuró el nombre de su hermana.
──¡Sebastian! ──exclamó a la mujer, llamándolo con tanta fuerza que Sebastian realmente creía que era una realidad.
──¡Cleo!
Sebastián luchó por llegar a ella, pero ya no salía de su lugar. Del suelo brotaron raíces y de ellas vinieron las plantas que envolveron sus talones firmemente, impidiendo que Sebastián siguiera corriendo. Miró hacia abajo horrorizado, luchando por tratar de soltarse, mientras ellos crecían cada vez más hasta el punto de envolver sus dos piernas.
De todos modos, la tiraron por debajo de la tierra.
Sin aliento, Reeves se despertó asustado cuando se cerró la puerta de su celda. Se alejó del suelo, sentándose y llevando la mano al pecho, donde su corazón latía de forma descompensada.
Las pesadillas eran normales. Sebastian se ocupaba de ellos desde que era más joven. Se pusieron peores cuando entró en el ejército, después de ver lo peor del mundo. Sin embargo, hacía mucho tiempo que sus pesadillas ya no involucraban a Cleo. Tan pronto como superó esa noche, tan pronto como la dejó en el pasado, Sebastián enterró ese recuerdo tan profundamente que mal recordaba el rostro de su hermana menor.
Ahora, escuchaba su voz en sus sueños. Desesperada, sola. Cleo lo necesitaba y Sebastian no podía alcanzarla. No pudo salvarla. Y vería lo mismo si se repite con Birdie si no hiciera algo al respecto. Sebastián también fallaría con ella.
──¿Todo bien? ──Tommy preguntó, después de dejar la bandeja sobre la mesa que era el único mueble de la habitación. Su presencia se hizo reconocida, atrayendo una mirada sorprendida de Sebastian ahora que su visión dejaba de ser tan borrosa.
La penumbra de la habitación encubría un poco del hombre, pero aún era capaz de reconocerlo. Sebastian pasó la mano por su cara cansada, limpiando el sudor acumulado y soltando un gruñido bajo.
──¿Qué quieres? ──ignorando la pregunta de Miller, Sebastian lo miró con cierto desprecio, el mal humor grabado en sus rasgos.
──La simpatía no es lo tuyo, ¿verdad?
──No tengo razones para ser amable contigo ──dijo Reeves, y luego agregó──. Con ninguno de ustedes.
──No somos tus enemigos, ¿sabes? Marlene solo está siendo cautelosa ──respondió Tommy──. Ya hemos sufrido demasiadas perdidas hoy.
──Lo sé, estaba allí ──Había seriedad en su tono de voz, rencor. Malo había pasado un día desde el momento en que perdió a todos sus amigos, ese evento todavía estaba grabado en su mente.
──Lo siento por tus amigos.
──No, no lo sientes ──Sebastián inclinó la cabeza hacia atrás, dejándola tocar la pared──. Y no tienes que fingir, esta mierda sentimental no rueda conmigo.
──Sí, porque eres demasiado duro para eso ──ironizó a Tommy, cruzando los brazos delante del pecho──. Mira, estoy dispuesto a dejar atrás el evento de antes. Mi objetivo aquí no es crear una enemistad contigo, estoy aquí para sugerirte algo.
Una sola ceja de Sebastián se levanta.
──Creo que podemos ayudarnos unos a otros ──continuó Miller──. Quieres salir de Boston, yo también quiero. Podemos juntar lo útil y lo agradable, y beneficiarnos de esta situación.
──¿Qué te lleva a creer que voy a confiar en ti?
──No tienes opciones mucho mejores, amigo ──Tommy respondió y su acento de Texas se hizo aún más evidente con esa frase. Había un fantasma de una sonrisa en sus labios.
──Muy bien podría derribarte y salir por esa puerta ──Sebastián se encogió de hombros.
──¿Y cómo lidiarías con todos los luciérnagas armados en el pasillo?
──Sé que la mayoría se fue a esa hora de la noche. Las voces disminuyeron, hay poco movimiento en el área, la mayoría regresó a casa ──comentó el teniente──. Si entraste aquí con esta bandeja y me hablas con tanta confianza, significa que te deshiciste de la persona que estaba de guardia en la puerta, así que solo somos nosotros dos aquí en este momento. Incluso si todavía hay luciérnagas cerca, no creo que sea tan difícil matarlos a todos sin ser visto.
«No por nada me llamaban Ghost», Sebastian pensó y, en cierto modo, ese pensamiento le divirtió.
──Estoy dispuesto a ofrecerte una alternativa sin derramamiento de sangre ──Tommy respondió y sus pulgares se engancharon en el cinturón, la pose recordando vagamente a un vaquero.
──¿Por qué quieres salir de aquí? ──Preguntó a Sebastián, curioso──. ¿Estás cansado de ser una luciérnaga?
──Tengo mis propias razones ──respondió──. Lo que necesitas saber es que ya no quiero quedarme en Boston. Esta Dona de Cuarentena... ya he dado lo que tenía que dar.
──Para mí parece que solo quieres huir antes de que toda la mierda explote ──Reeves comentó──. ¿Sabes algo que no sé?
──Mi propuesta para ti es esta, idiota ──Tommy se alejó de la mesa y caminó hacia Sebastian, deteniéndose unos pasos lejos de la pierna estirada del mercenario──. Yo arreglo el coche y la ruta de escape, y usas la influencia que tienes como "parte de FEDRA" para sacarnos de aquí. Te dejo donde quieras y luego sigo adelante con el coche. Final feliz para los dos.
──Parece que has pensado en todo ──Sebastian dijo, mirando hacia arriba para enfrentarse a Tommy.
──He estado pensando en esto durante mucho tiempo ──respondió a Miller──. Solo estaba esperando el momento adecuado para actuar.
──Pero, ¿qué pasa con Marlene? ¿Y las Luciérnagas? Ella no me dejará salir de aquí como si nada hubiera pasado.
──No tienes que preocuparte, voy a hablar con ella. Marlene confía en mí más de lo que confía en ti, lo entenderá ──afirmó Tommy──. Te garantizo tu libertad en unas horas si aceptas.
Sebastián reflexionó sobre sus palabras. Tommy tenía razón cuando dijo que no tenía más opciones más allá de esta, difícilmente saldría de allí sin ayuda. Y, incluso si confiar en un completo desconocido no parecía el camino más viable, Sebastian todavía podría usarlo a su favor.
Entonces, cuando asintió una sola vez, sin desviar sus ojos de los de Tommy ni un segundo, dispuesto a dar confianza, Reeves tenía la mente cinco pasos por delante de él. Y de ser necesario, Sebastian era más que capaz de sacar a Tommy Miller de su camino.
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