Capitulo 9: Una vida antes del bunker
"El recuerdo de una cierta imagen no es más que el lamento por un cierto momento; y las casas, los caminos, las avenidas, están lamentablemente fugitivos, como los años."
-Marcel Proust (1871-1922)
.
.
.
.
.
.
Antes de que todo cambiara, eras un niño con una curiosidad que no conocía límites. A veces te costaba expresarlo frente a otros, pero tu mundo era hermoso segun tu. La biblioteca de la escuela primaria se convirtió en tu primer refugio, tu primer lugar seguro. Allí, entre las estanterías de libros polvorientos y el silencio acogedor, podías ser tú mismo.
A ti no te interesaban mucho las historietas o el deporte y socializar como a los demás niños. No, lo tuyo eran los números, los códigos, los partes de worker que hacían que el mundo funcionara. Los libros de ingeniería, informática y matemáticas eran los que te gustaban, con problemas complicados y fórmulas que otros ignoraban. Había algo en ellos que te llamaba, algo que te hacía sentir que puedes ser algo mas connesto, que podías entender el mundo si solo pudieras resolver sus ecuaciones.
Cada vez leias, te perdías en esos libros, te olvidabas del ruido, de las risas y burlas que a veces resonaban en los pasillos. Los demás no entendían por qué preferías la compañía de las letras y los números en lugar de correr en el patio con ellos. Pero para ti, ese rincón de la biblioteca era más que suficiente.
-T/n, ¿otra vez con esos libros? -te decía la bibliotecaria con una sonrisa cada vez que te veía entrar.
-Sí, me gustan. -murmurabas, con los ojos puestos en el estante donde ya sabías que estaban tus favoritos.
Ella siempre se reía, una risa suave, sin burla como si fueras su amigo. No todos lo entendían, pero a veces había workers como ella que simplemente te dejaban ser. Eso te gustaba. No te molestaba no encajar, no tanto como le molestaba a los otros. Lo importante era que, cuando estabas entre esos libros, el mundo era mucho más claro.
Te habías obsesionado con uno en particular: "Fundamentos de mecánica worker básica para jóvenes". Lo habías sacado tantas veces que la bibliotecaria ya ni siquiera se molestaba en anotarlo en su cuaderno. Ese libro era más que un conjunto de palabras, era una puerta a posibilidades. Contenía todo tipo de proyectos sencillos, desde cómo construir una pequeña radio hasta programar una calculadora básica. Lo habías leído tantas veces que algunas páginas ya estaban dobladas en las esquinas.
Pero fuera de ese refugio, las cosas eran diferentes.
-Miren, ahí va el raro otra vez, con sus libros de mecánica worker -se reía uno de tus compañeros cuando te veía pasar con el libro bajo el brazo.
-Sí, debe estar inventando algo para tener amigos... -decía otro, entre risas, mientras los demás asentían.
Las palabras dolían, pero no tanto como para hacerte abandonar lo que amabas. Te aguantabas, porque sabías que al final del día podrías regresar a tu casa, a tu lugar seguro con tus padres. Ellos siempre te apoyaban. Te escuchaban, aunque a veces no entendieran del todo lo que les contabas sobre circuitos y códigos. Pero eso no importaba, porque lo importante era que siempre estaban allí.
Por las noches, cuando llegabas a casa después de otro día lleno de silencios y miradas de soslayo en la escuela, tu papá te esperaba con una sonrisa.
-¿Qué tal hoy, hijo? -te preguntaba, mientras dejaba su periódico a un lado.
-Bien... más o menos. Leí sobre cómo construir un pequeño robot -decías, intentando no mencionar las burlas.
-Eso suena genial -te decía mientras te revolvía el cabello-. Tú sigue con tus cosas. Algún día ellos vendrán a pedirte ayuda.
Esa era la parte que más te gustaba. Tu papá siempre encontraba la forma de que te sintieras fuerte, de que sintieras que lo que hacías valía la pena, incluso cuando otros intentaban hacerte creer lo contrario.
Un día en la escuela, durante una de esas pausas en la biblioteca, encontraste un nuevo libro que te llamó la atención. "Matemáticas aplicadas a la programación". Lo abriste sin pensarlo dos veces, y enseguida te absorbió. Eran conceptos avanzados, lo sabías, pero algo en ti sentía que podías entenderlo. Te sumergiste en él, pasando páginas y anotando mentalmente las cosas que te intrigaban. Mientras los otros niños jugaban afuera, tú te quedaste en tu mundo, haciendo cálculos en una libreta, intentando entender cómo funcionaban los algoritmos que el libro mencionaba.
Esa tarde, cuando llegaste a casa, tu mamá te vio con el libro en las manos.
-T/n, deberías salir a jugar de vez en cuando, cariño -te dijo con un tono preocupado.
-No me gusta mucho... prefiero esto -le respondiste, levantando el libro para que lo viera.
Ella suspiró, pero te sonrió igual. Sabía que eras diferente, y aunque a veces parecía preocupada, siempre respetaba lo que elegías hacer.
-Bueno, pero no te olvides de divertirte un poco, ¿sí? -te dijo, mientras te daba un pequeño abrazo.
Lo que no sabías en ese momento es que esa rutina, ese equilibrio que habías encontrado entre el dolor de las burlas y el consuelo del hogar, pronto cambiaría de una forma que nunca habrías imaginado.
.
.
.
.
Era un día como cualquier otro, al menos eso pensabas cuando saliste de la escuela. Tenías la cabeza llena de ideas sobre el último libro que habías leído, ese sobre matemáticas aplicadas y programación. No podías esperar para contárselo a tu papá en cuanto llegaras a casa. Pero cuando cruzaste la puerta, todo se sintió diferente. El aire estaba cargado, tu mamá estaba en la sala con el teléfono en la mano, pálida como una hoja de papel.
-T/n, ven aquí... -te dijo con quebradez en su voz
Te acercaste, confuso, sintiendo un nudo en el estómago que no sabías explicar. Tu mamá se sentó a tu lado en el sofá y te miró directamente a los ojos, con lágrimas a punto de brotar.
-Tu papá... tuvo un accidente... -te dijo, con la voz quebrada-. Está en el hospital.
Esas palabras resonaron en tu cabeza una y otra vez, pero no las entendías del todo. Todo parecía moverse lentamente a tu alrededor, como si estuvieras en una pesadilla de la que no podías despertar.
Tu papá, el hombre que siempre había estado allí, que siempre tenía una palabra de aliento para ti, estaba... ¿en un hospital? No, no podía ser.
Te llevaron al hospital más tarde ese día, pero lo único que recuerdas es el frío de los pasillos, el olor a aceite y a tu mamá llorando. No te dejaron verlo, pero supiste por el silencio que las cosas no iban bien.
No mucho después, tu madre recibió la noticia. No lo había logrado. Ese accidente en el trabajo, esa dia, te arrebató a tu padre de un solo golpe. Él, que siempre te había dado la fuerza para seguir, se había ido. Y con él, una parte de ti también se fue.
Después de la muerte de tu padre, algo en ti se rompió, pero no de la manera que los demás esperaban. Antes te refugiabas en los libros, aceptabas las burlas sin más. Pero ahora no. Te habías dado cuenta de una verdad incómoda: las palabras podían ser armas, y tú tenías un arsenal listo para disparar.
Los primeros días tras regresar a la escuela fueron como una vuelta al infierno. Los murmullos, las miradas, las risas contenidas. Nada había cambiado, excepto tú.
-Mira, ahí va el raro. Seguro su papi no pudo enseñarle cómo ser un hombre antes de morirse -decía uno de los chicos mientras pasabas.
Solías ignorarlos y seguir caminando como siempre. Pero esta vez no. Te detuviste, giraste y lo miraste directo a los ojos.
-Tienes razón. Al menos mi padre fue lo suficientemente hombre como para no abandonarme como el tuyo. ¿Cuándo fue la última vez que te vio? ¿Dos años? -dijiste con burla.
El silencio que cayó fue inmediato. El chico abrió la boca, pero no pudo decir nada. Sabías que había crecido sin su padre, y usaste ese conocimiento como el uso el suyo contra ti. Se le notaba la molestia y el dolor en el rostro, pero no replicó. Sabía que, si lo hacía, tenías más para decir.
Desde ese momento, las cosas cambiaron. Ya no eras el blanco fácil de las burlas. Cada vez que alguien intentaba meterse contigo, respondías con una fuerza que no esperaban. No levantabas la voz, no mostrabas rabia. Solo echos, verdades como sus verguenzas, como un virus en su sistema.
Un día, durante el almuerzo, un grupo se había sentado cerca de ti. Estabas solo, como solías estar desde hacía tiempo, con un libro de robótica en la mesa. Sabías que estaban a punto de comenzar, siempre lo hacían.
-¿Por qué sigues leyendo esas porquerías? Nadie va a querer estar contigo si solo hablas de tus robots -se reía una de las chicas del grupo.
No levantaste la vista del libro, pero soltaste las palabras sin dudar.
-Quizás nadie quiera estar contigo cuando tus padres decidan que no pueden soportar más tus caprichos y finalmente se divorcien. ¿O aún no te has dado cuenta de las discusiones constantes en tu casa? Porque los demás sí.
La sonrisa de la chica desapareció en un segundo. Sabías que ella provenía de una familia con problemas, y usaste esa información y papeada. Sus amigas la miraron con incomodidad, pero no dijeron nada. Te miraban, como si estuvieras loco, pero nadie se atrevía a contradecirte.
-Y tú -te dirigiste a otro chico que solía hacer comentarios sobre tus "libros aburridos"-, deberías centrarte menos en lo que leo y más en cómo vas a explicar tus calificaciones en casa. No creo que tu papá disfrute ver cómo fallas en todo lo que intentas, pero quizás está demasiado ocupado ahogando sus problemas en el bar como para notarlo.
No necesitabas decir más. Las miradas de sorpresa y temor en sus rostros te decían todo lo que necesitabas saber. Sabías que estabas golpeando donde más les dolía. No era solo una cuestión de defenderte; ahora estabas contraatacando, con fuerza. Y el impacto de tus palabras resonaba en la escuela.
El cambio en tu comportamiento era evidente, y mientras más daño hacías con tus palabras, más te sumergías en el estudio. Los libros y los problemas matematicos, la robotica y robotica worker se convirtieron en tu refugio, un escape de todo lo demás. La robótica y la robótica worker, la informática y las matemáticas te daban una sensación de control que el resto de tu vida había perdido.
Habías dejado de hablar con casi todos, excepto con tu madre. Ella era la única persona con la que mantenías una relación cercana. Podías ser burlesco y cruel con el mundo, pero con ella eras honesto, aunque las conversaciones se volvieran cada vez más difíciles.
-T/n, sé que todo esto te ha cambiado... pero no tienes que cerrarte de esta manera -te dijo un día, mientras cenaban juntos.
-No estoy cerrado, mamá. Solo estoy viendo las cosas como son. La gente es cruel. Yo solo devuelvo el favor, ojo por ojo, diente por diente -respondiste, sin mirarla directamente.
Ella suspiró, claramente preocupada, pero no insistió. Sabía que habías construido un muro a tu alrededor, y no sabía cómo derribarlo.
-Solo quiero que no te pierdas en todo esto. Sé que puedes ser más que eso. No seas como ellos.
Te quedaste en silencio. Querías decirle que no era por eso lo que te impulsaba, sino la verdad. Pero sabías que, en el fondo, ella tenía razón. Habías cambiado, y no necesariamente para bien.
El siguiente incidente ocurrió en clase, durante una lección que ni siquiera te interesaba particularmente. El profesor hablaba sobre literatura, y uno de los chicos que solía molestarte levantó la mano.
-Señor, ¿podemos hablar de algo más útil? ¿Tal vez algo que nos prepare para la vida real? -dijo, lanzándote una mirada de superioridad, sabiendo que preferías temas más técnicos.
El profesor ignoró el comentario por que el sabia lo que podias hacer pues te debe una por callar a un molesto del salon. Decidiste responder, aunque no lo hiciste para defender el tema de la clase y el respeto del profesor. Lo hiciste porque sabías que podías destruirlo con tus palabras.
-Claro, podríamos hablar de cómo tus padres ya no pueden pagarte la matrícula, y cómo te va a tocar aprender lo "útil" en un trabajo que apenas te va a dar para sobrevivir, aparte de que te insultaran por trabajar en "negro"-dijiste con calma, pero con una brutalidad que hizo que varios en la clase se quedaran en silencio.
El chico se quedó en shock, los demás también. Todos sabían que su familia estaba teniendo dificultades financieras, pero nadie había tenido el valor de mencionarlo. Tú lo hiciste, sin un ápice de duda.
-Tal vez podríamos hablar de eso -añadiste, antes de volver la vista a tu cuaderno, como si nada hubiera pasado.
Mientras más avanzabas en la escuela, más se afianzaba tu reputación. Eras alguien con quien nadie quería meterse, no porque fueras físicamente intimidante, sino porque sabías demasiado y no tenías reparos en usarlo. Era una estrategia cruel, pero funcionaba. Te habías vuelto más inteligente, más agudo, y en el proceso te habías cerrado casi por completo a cualquier tipo de relación humana.
A excepción de tu madre.
Por las noches, después de que el día terminaba y el silencio caía sobre la casa, solías sentarte con ella en la sala. A veces hablaban de cosas triviales, a veces de cosas más profundas.
-Sé que no es fácil, T/n. Pero no quiero verte seguir por este camino. No quiero que el dolor de lo que pasó te lleve -te dijo una vez, mientras te servía una taza de pasta líquida termica
-No me lleva, mamá. Solo... no voy a ser débil -le respondiste, más para convencerte a ti mismo que a ella.
Ella te miró, sus ojos llenos de tristeza y amor. Sabía que no había forma de hacer que volvieras a ser el niño que eras antes. Pero no dejaba de intentarlo, porque eras su hijo, y te amaba incondicionalmente.
La única cosa que te mantenía centrado, aparte de tu relación con tu madre, era tu interés en la mecanica worker. Te lanzaste de lleno a ese mundo, y pronto comenzaste a destacar. Sabías que, si seguías así, podrías tener un futuro lejos de todo el dolor que habías experimentado. Las máquinas no juzgaban, no te herían, no tenían emociones. Solo funcionaban de acuerdo con las reglas que les imponías, y eso te daba paz.
.
.
.
.
Lo único que lamento es no haber pasado más tiempo con ella, no haber escuchado más de sus palabras, sus consejos... Ahora, todo lo que tengo es mi conocimiento, pero sé que llegará un momento en que eso no será suficiente. Eventualmente, llegaré a mi límite.
.
.
.
.
E
stabas sentado en una esquina, con los brazos alrededor de sus piernas, la cabeza apoyada en las rodillas. Los ojos color neon desgastados, después de tanto llorar, pero el dolor no desaparecía. Todo lo que te rodeaba se sentía vacío, como si el mundo hubiera perdido todo su color el día que tu madre fue asesinada.
Un hombre mayor, con una barba gris y ojos cansados, se acercó lentamente. Era alguien que había conocido en el refugio, un superviviente como tu, pero quien perdio mucho durante su vida. Se agachó junto a ti, dejando que el silencio hablara primero, antes de pronunciar palabra. Sabía que las palabras eran delicadas en momentos como este.
—T/n —dijo en voz baja, sentándose a tu lado—. Sé que no hay nada que pueda decir para aliviar lo que sientes ahora. Perder a una madre... especialmente de esa manera, es algo que no debería sucederle a nadie.
No levantaa la cabeza, pero el hombre continuó.
—Lo que pasó no fue tu culpa. —Hizo una pausa—. Sé que probablemente te estás culpando... pensando en lo que podrías haber hecho. Todos lo hacemos cuando perdemos a alguien. Pero la verdad es que... no puedes cambiar lo que ocurrió. Y eso... duele. Duele más de lo que uno puede soportar.
Respiras profundamente, pero no hablas. El hombre te miró con compasión, viendote que habías perdido tanto en tan poco tiempo.
—Lo que realmente importa ahora es cómo sigues adelante. Ella... tu madre, no querría que te hundieras en esto. Querría verte seguir con lo que amas, con lo que te dio fuerzas antes. El conocimiento, nuestra anatomía... todo lo que aprendiste gracias a ella. Eso es lo que te mantiene vivo. Y aunque duele decirlo, el dolor no va a desaparecer mañana, ni el próximo mes. Pero se vuelve más soportable, poco a poco.
El hombre puso una mano en tu hombro, firme pero sin presionar.
—Y aunque ahora te sientas solo... no lo estás. Aquí estamos para ayudarte a sobrellevar esto, cuando estés listo.
Con los ojos aún fijos en el suelo, los cierras, luchando contra las lágrimas que querían volver a brotar. Pero la mano en tu hombro, aunque pequeña, era un recordatorio de que no estabas completamente solo. Y aunque el vacío en su pecho no desaparecería pronto, esas palabras plantaron una pequeña semilla, la esperanza de que, tal vez, el dolor no lo consumiría por completo.
.
.
.
.
Aqui esta cap 9. Doy spoiler que habrán caps donde habrá evolución de personajes como Uzi y N.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro