Capítulo 43
Arrastro las maletas hacia uno de los taxis y el dueño de este me ayuda a meterlas en el maletero. Una vez hecho, le digo la dirección a la que quiero ir.
En unos 20 minutos llego a mi casa. Entro en esta después de darle dinero al taxista. Dejo las maletas a un lado y siento que esta casa ya no tiene vida. Ella no está aquí y la vivienda está completamente muerta sin nuestra presencia.
Corro escaleras arriba y entro en nuestra habitación. Todo sigue igual, pero necesito comprobar algo.
Abro el armario y solo encuentro mi ropa. No hay rastro de sus pertenencias y esto me parte el corazón.
Es ahí cuando veo uno de los objetos que ama con locura. Ese pequeño objeto que compré con una gran ilusión y que, horas después, se lo di con una sonrisa en nuestros labios.
El anillo está en la mesita de noche. Giselle lo ha dejado aquí porque me odia y nuestra historia se ha acabado. No quiere casarse conmigo y esto me parte todavía más el corazón.
No sé dónde puede estar y esto me está matando.
Necesito hablar con ella en persona.
Cierro los ojos y pienso rápidamente en dónde podría estar. Tal vez en la casa de una de sus amigas o de Alessandro.
Tengo que encontrarla.
Froto mis manos cuando me acerco a la puerta de la casa marrón que tengo delante y rezo para que esta persona esté en casa.
Cojo aire antes de tocar el timbre y espero a que abra la puerta.
Un escalofrío recorre mi espalda y maldigo en silencio al darme cuenta de que debería haber traído más ropa encima. Un jersey y una chaqueta vaquera no son suficientes para este frío.
Juraría que ha nevado hace unos días.
La puerta se abre y centro mi mirada en la persona con cara aterrorizada.
—Joe —digo sosteniendo la puerta. El padre de Giselle intenta cerrar la puerta en mis narices y no voy a permitir que esto pase. Empujo la puerta y coloco un pie delante de esta—. Por favor, Joe.
Suspira y pone los ojos en blanco escondiéndose detrás de la puerta.
—He venido para...
—Para buscar a Giselle, pero no. Aquí no está.
No se va a salir con la suya si piensa que me iré ahora mismo.
Empujo con más fuerza la puerta y entro en la casa rápidamente mientras escucho cómo grita detrás de mí e intenta seguirme, pero yo me muevo más rápido que él.
La casa está muy calentita y me siento de maravilla al estar aquí. Mi casa abandonada está congelada.
Subo escaleras arriba con una gran rapidez ignorando a Joe. Abro las puertas de esta casa completamente desconocida para mí esperando que encuentre alguna pista del lugar en donde se encuentra Giselle.
No encuentro absolutamente nada y me doy cuenta de que Joe no me sigue. Entro en una habitación y en ese momento huelo el perfume de Giselle.
Mi corazón late a una gran velocidad y siento que cada vez estoy más cerca de ella.
En la cama hay un portátil de color gris y una carpeta que me recuerda a nuestro pasado. Debajo de la cama hay una maleta negra que desapareció de uno de nuestros armarios.
Giselle está en la casa de su padre y no me rendiré hasta tenerla delante de mí.
Bajo las escaleras rápidamente y me encuentro a Joe cerca de una ventana.
—¡Voy a llamar a la policía! —grita mirándome con rabia.
—Sé que se está quedando en tu casa —digo con calma manteniendo las distancias entre nosotros—. He visto sus cosas arriba.
Mis ojos se humedecen. No me voy a ir de aquí hasta que la vea. No me puedo ir. Y tampoco quiero que su padre le cuente que he estado aquí. Sé que si se lo cuenta, se escapará.
La puerta principal se abre y veo su precioso cuerpo entrando en la casa. Su mirada está fija en la cerradura mientras sostiene una bolsa. A su lado hay otra bolsa. La coge y levanta la vista. Y es ahí cuando veo sus ojos llenos de dolor cuando me miran.
Las bolsas caen a su lado y escucho como un cristal se rompe dentro de una de estas.
Me mira en silencio. Me mira con un gran miedo.
—Giselle —digo su nombre controlando mis lágrimas. Me acerco a ella y no aparto mi mirada de sus ojos asustados.
—¡Maldita sea! —grita Joe a mis espaldas y escucho como coge el teléfono—. ¡Este imbécil ha aparecido y ahora tendrás un riesgo enorme de perderlo!
Me giro y veo a este hombre sin entender nada.
—¿Perderlo? ¿A quién? —pregunto y miro de nuevo a Giselle. Veo su cuerpo y una de sus manos va hacia su pecho mientras la otra va hacia su barriga.
—¡Está embarazada! —grita Joe con el teléfono en la mano mientras escuchamos la respiración de Giselle.
Me entra el pánico. No sé qué hacer. No quiero que pierda al bebé.
Se apoya en el pomo de la puerta e inmediatamente sujeto su cuerpo. La cojo en mis brazos y la llevo escaleras arriba. Me da pequeños golpes en el pecho y veo cómo llora.
—No deberías haber venido.
Sus palabras son como un cuchillo que se clava en mi corazón.
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