Capítulo 41
Las manos de Vivian agarran el volante mientras no aparta la mirada de la carrera. Su pelo rubio se mueve de un lado al otro levemente cuando se acerca al cristal del coche para ver mejor la carretera cuando gira hacia alguna dirección.
Sé que cogí un autobús para llegar a su fiesta, pero la parada estaba a unos dos kilómetros de la mansión y lo único que pude hacer fue caminar hasta el gran portal negro.
No tiene sentido coger un autobús cuando tienes un coche alquilado, pero prefería vivir el mundo real mucho más de cerca. Por ejemplo, estar cerca de las personas que toman el autobús cada día.
—¿Y qué se te ha perdido en Australia, Zayn? —me pregunta cuando le he señalado el camino a casa. Sonrío mirando por la ventana del copiloto.
—Papeles repletos de dibujos —respondo con un dedo acariciando mi labio inferior.
—Suena interesante —veo su sonrisa en el reflejo del cristal. Giro la cabeza para mirarla y, como no, hay una sonrisa en sus labios.
—¿Y tú cómo estás viviendo en una mansión? —golpea el volante con suavidad mientras suelta una carcajada. Sonrío al verla y comienzo a jugar con mi pelo.
—Mi abuelo tiene mucho dinero y se ve que soy su nieta favorita, o eso creo, porque me ha entregado las llaves de esa mansión —hace una pausa y se acomoda en el asiento sin apartar la mirada de la carretera—. Mi madre casi se volvió loca cuando se enteró de que tenía las llaves de esta casa. Sé que pasó su infancia en esos jardines, pero nunca se imaginó que la mansión estaría a mi nombre.
—¿Y tú cuántos años tienes?
—Demasiadas preguntas, ¿no crees? —hago como si cerrara mi boca con cremallera y con candado y ella ríe al verme de reojo—. Tengo 22. Y ya puedes abrir la boca para seguir hablando.
Doy un pequeño saltito en el asiento haciendo como si perdiera la llave del candado. Su mano se coloca sobre mi boca y "desabrocha" la cremallera.
—¡Por fin puedo hablar! —digo con alegría, una alegría que no pensaba que duraría tanto.
Detiene el coche mientras nos reímos y mira mi edificio. Lo mira de arriba abajo y se mueve un poco en el asiento.
—¿Quieres subir para ir al baño? —pregunto señalando el edificio. Ella suelta una carcajada y niega con la cabeza.
—No, gracias. Mi vejiga está vacía.
Me río desabrochando el cinturón de seguridad y pongo mi mano en la manilla de la puerta para abrir el coche.
—Gracias por no echarme de la fiesta. Gracias por pasar un buen rato contigo. Y gracias por llevarme a casa —digo cuando abro el coche y ella ríe al escuchar mis agradecimientos.
—Oye, ¿esto es un adiós para siempre o eres así de amable todo el rato?
Sonrío y salgo del coche. Me agacho un poco para poder verla.
—Soy un buen chico —sonrío y guiño un ojo, cosa que le hace reír—. Buenas noches, Vivian.
Cierro la puerta de su coche y camino hacia la entrada de mi edificio. Paso delante de un espejo perfectamente limpio y veo mi figura, pero no me detengo mucho.
Cuando entro en el ascensor, empiezo a recordar la noche que he pasado con Vivian. Ha estado todo el tiempo conmigo porque yo no conocía a nadie y ella me presentaba a algunos de sus amigos. Me contó historias sobre sus amistades y estuvimos viendo a la gente pasarse de la raya en su propia casa.
Habían muchos como el trío que vi antes de conocerla. Eso solo era el principio de la noche. He visto tantas cosas que me sorprende que nada fuese porno. Todo lo vi con mis propios ojos, en directo.
Vi lenguas acariciándose entre sí. Manos desesperadas tocando cualquier parte del cuerpo de esas personas. Manos apretando el paquete de los chicos e, incluso, manos encajando perfectamente en los pechos descubiertos de varias chicas que estaban algo borrachas.
Esto me recordó a Giselle y a mí. Acunaba sus perfectos pechos en mis manos para luego succionar sus pezones sin apartar la mirada de su rostro. Su boca se abría para soltar algún gemido o decirme algo guarro. Me decía que le encantaban mis labios alrededor de sus pezones. Los lamía y los succionaba disfrutando de cada momento.
Mi boca se encargaba de un pecho y mi mano apretaba el otro. Su pezón estaba muy duro dentro de mi boca. Estaba muy erecto y era muy fácil lamerlo y succionarlo con fuerza como a ella le gustaba.
Succionaba como si fuera un bebé hambriento. Y no sólo hacía esto en nuestros momentos llenos de placer. También me escondía debajo de su camiseta cuando Giselle miraba la televisión o alguna película.
Su risa inundaba nuestra casa y me pedía que parase de jugar con sus pechos, pero siempre supe que estaba bromeando. Le encantaba que los atacase en cualquier momento.
También vi varias parejas a punto de montárselo en público. ¿Acaso no tienen vergüenza de que los miren follando?
*Flashback*
—Aquí no, Zayn. Aquí no —me pide. Mis labios están en su cuello y lo beso poco a poco mientras mis manos acarician sus caderas—. Estamos en un restaurante carísimo y quieres follar en el baño.
Lo último lo dice susurrando y me pone todavía más cachondo. Miro nuestros cuerpos en el espejo del minúsculo baño y lamo su cuello.
—Pues para ser carísimo, los baños son una mierda. Son enanos y yo ya soy un hombre hecho y derecho para tener un baño en condiciones.
Suelta una risita y toma mi rostro entre sus manos. La miro y soy incapaz de tocar su trasero porque este está contra el lavabo.
—¿No eres un niño? —me pregunta acariciando mis mejillas con sus pulgares. Cojo una de sus manos y la llevo hasta mi entrepierna.
—¿Hablas en serio? —paso mi lengua por mis labios viendo cómo su mirada se mueve desde mi entrepierna hasta mi rostro.
Su mano se deshace de mi agarre y empieza a desabrochar mi cinturón con solo esta mano. Con la otra, intenta subirse al lavabo.
Coloco mis manos en sus muslos y la subo en éste con un movimiento rápido. Busco el final de su largo vestido rojo y quiero romperlo para poder sentir su piel. Levanto la tela y ella se abre de piernas dejándome ver unas tangas de un color rosa que me parece bastante dulce.
Es ahí cuando coge mi rostro y me acerca a ella para que la bese. Muevo mis labios haciendo que el beso sea uno lleno de deseo y de amor al mismo tiempo.
Aparto su ropa interior a un lado y un dulce gemido sale de su boca cuando me siente dentro de ella. Me mira con los ojos bastante abiertos y luego los cierra cuando voy empujando más dentro de ella.
Una de sus manos sostiene la tela del vestido y con la otra se sujeta en mi hombro. Mis manos, en cambio, se encargan de lo más importante: el placer.
Una sostiene su cintura y la otra está a punto de tocar el punto que le vuelve completamente loca.
—¿En serio lo vas a hacer? —me pregunta cuando estoy totalmente dentro de ella. Mira hacia abajo e intenta no gemir cuando ve que mi miembro está dentro de ella.
—Claro que lo voy a hacer. Te encantará —sonríe a punto de reírse.
—Sé que me encanta, tú sólo...
Comienzo a mover mis dedos en círculos encima de su clítoris y siento cómo su vagina se contrae alrededor de mi polla cuando empieza a sentir placer.
Muerde su labio inferior intentando no gemir muy alto mientras no detengo mis dedos y me muevo dentro de ella.
La penetro más fuerte esta vez y mis dedos se mueven más rápido. Un pequeño grito sale de su boca y golpea mi hombro con su mano hecha un puño.
—Nos pueden escuchar —se queja mientras no paro con mis movimientos.
—Y dime, ¿desde cuándo te gusta tener un momento muy delicioso conmigo en silencio? —acerco mi boca a la suya. Sonríe y comienzo a besarla.
Gime dentro de mi boca y dejo que se separe de esta para que coja aire. Sus ojos están cerrados y su pecho sube y baja.
Se agarra a mi chaqueta negra y gime alto. Gimo con ella y me mira a los ojos.
—Estoy a punto —me dice agarrando mi chaqueta con fuerza. Al escucharla, me excito todavía más y siento mucho más placer.
—Hazlo, Giselle. Hazlo, nena.
De su boca sale un grito acompañado con un gemido muy seductor. Su vagina, de nuevo, se contrae alrededor de mi miembro.
La sostengo mientras nos abrazamos. Escondo mi rostro en su cuello y gimo su nombre alcanzando mi orgasmo.
Escucho su dulce risa y me da un pequeño beso en la punta de la nariz. Su respiración es tan agitada como la mía.
—Somos demasiado —dice sujetando mi rostro mientras mis brazos están alrededor de su cintura.
—Me encantas. Adoro hacer esto contigo, Giselle —confieso y ella mueve un poco mi pelo.
—Me encanta cómo dices mi nombre.
*Fin del flashback*
Las puertas del ascensor se abren y camino hacia mi apartamento. Introduzco la llave en la cerradura y juraría que he pateado algo.
Miro hacia el suelo cuando abro la puerta y encuentro un paquete rectangular. Lo cojo y leo la pequeña pegatina blanca que hay en éste.
Es un paquete de Giselle.
¿En serio? ¿Cómo puede ser un paquete de ella? ¿Y qué hay dentro de este?
Entro en casa rápidamente y cierro la puerta. Deposito el paquete en la mesa de la cocina y lo abro.
Encuentro un papel doblado y veo que es su letra.
Es una carta.
«Hola, mi amor.
Espero que te acuerdes de mí. Soy tu casi esposa, la cual amas con locura.
Estuve contigo cuando te diste ese terrible golpe en la cabeza. Me asusté mucho porque pensé que te perdía, Zayn. No puedo perderte porque eres lo mejor que tengo en la vida. No soy nada sin ti.
Me asusté tanto que estuve días contigo. No te movías, pero ahí seguía contigo hasta que tu amigo apareció y me pidió que me separase de ti. Necesitaba un tiempo para mí, ya sabes, ser una persona normal como si ningún ser querido estuviera en coma.
En esos días estuve en su casa y, de nuevo, seguí siendo una persona normal y corriente. Robert es un buen chico y me siento muy agradecida por haberlo conocido. Me ayudó mucho.
Estoy en Inglaterra, en nuestra casa. He vuelto porque tenía que seguir con mi sueño.
Debes saber que la pasarela se canceló porque no llegué a tiempo. Tampoco tenía ganas para la pasarela. Tenía que estar a tu lado. Y sí, ahora soy el centro de atención... No me gusta nada, pero por aquí sigo. Viva.
Quiero pedirte disculpas por el desastre que hice y por cómo te traté... No te creí cuando esa mujer apareció y me dijiste que fue ella la que empezó a tocarte. Odio a esa maldita rubia, Zayn.
Por favor, no te acerques a ella. Mantén las distancias y denuncia. Te lo pido, Zayn.
Destrocé el cuaderno que tanto significa para ti y para nosotros. Lo destrocé porque soy una idiota. Y lo siento muchísimo. Espero que puedas perdonarme algún día. Soy horrible.
He hecho todo lo que he podido para arreglarlo. Así que aquí está debajo de esta carta.
Zayn, mi vida, te amo y lo siento muchísimo. Eres todo lo que necesito en esta vida. Solo te necesito a ti.
Por favor, cuídate y denúnciala.
Te amo.
Giselle»
Pestañeo varias veces y me llevo la mano al pecho. Mi cabeza da vueltas. Me agarro a la mesa y respiro con un poco de dificultad mirando de un lado al otro.
Esto no me lo esperaba. No me esperaba que me enviase algo después de nuestra ruptura.
Inmediatamente cojo el pequeño cuaderno que hay en la caja y lo abro. En ese momento, me dejo caer en la silla que hay detrás de mí. Paso las hojas y comienzo a recordar todo lo que pasó el día que quedé en coma.
Recuerdo cómo Giselle se enfadó conmigo después de ver a esa rubia sin rostro. Recuerdo cómo destrozó mi cuaderno delante de mí.
Cojo la caja y la muevo de un lado al otro, pero no hay nada más, o eso pensaba.
Veo una pequeña nota caer al suelo y la cojo. En esta no veo su letra, sino que veo una letra que nunca he leído.
«Capullo, Giselle envió esto un día después de regresar a Inglaterra. Recogí el paquete en el trabajo y lo he escondido todo este tiempo.
Así que aquí lo tienes.
De nada, eh.
Robert»
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