Capítulo 25
La vi. Juro que la vi.
Maldita sea. Estoy tan centrado en mis pensamientos que tengo alucinaciones.
Su body negro de encaje está debajo de su falda negra de cuero, dejando así ver la parte superior de su body, la cual resalta la forma de sus pechos. Sobre sus hombros descansa una chaqueta negra de cuero. Sus tacones negros me parecen muy altos, tal vez porque estoy aquí sentado.
Se pone de cuclillas y no paro de mirarla. Siento que mi libreta se resbala de mis manos, cae en mis piernas y ella la coge antes de que se caiga al agua.
—Ten cuidado —dice y sonríe un poco conteniendo las lágrimas—. Esta libreta está llena de recuerdos, ¿o te has olvidado?
Al decir esto último, toca mi pelo recién cortado y teñido.
—¿Un pequeñísimo cambio de look? —pregunta mirando mi pelo. Su risita aparece.
Miro de un lado al otro esperando a que, cuando hable con esta alucinación, nadie me vea hablando con la nada.
—¿Por qué lloras? —pregunta después de meter mi libreta en uno de los bolsillos de su chaqueta. Pasa sus pulgares sobre mi piel eliminando mis lágrimas—. ¿Qué te ocurre, Zayn?
De nuevo miro de un lado al otro y suspiro. Atrapo mi labio inferior entre mis dientes antes de hablar.
—Esto es una mierda... Ojalá estuvieras aquí de verdad. Estoy —hago una pausa y miro sus ojos— destrozado, pero lucho por nuestro futuro.
—Cielo —toca una de mis manos y sonríe un poco, pero sé perfectamente que esta sonrisa es una falsa—, no quiero que lo pases mal. Puedes contarme lo que sea.
Miro mis piernas y escondo mi rostro entre mis manos. Sigo llorando, pero esta vez sollozo sin importar que alguien me pueda escuchar.
Escucho cómo se sienta a mi lado poco a poco, pero no quiero ni verla.
Joder, Zayn. Estás teniendo una alucinación muy fuerte y no se va.
—Zayn, no me gusta verte así —comienza y sé que dentro de poco comenzará a llorar. Lo sé por el tono de su voz—. Estoy aquí. Cuéntame lo que pasa. Me importas mucho y quiero que estés bien.
Niego como si fuera un niño pequeño enfadado, el cual no quiere hacer algo que sus padres le han pedido que haga.
—No estás aquí —digo mirando el paisaje. Noto mis lágrimas correr por mis mejillas—. Estoy tan mal de la cabeza que estoy hablando con la nada.
Me mira y en un rápido movimiento se levanta. Baja un poco su falda y se coloca mejor la chaqueta sobre sus hombros.
Y no sé porqué, pero me levanto pocos segundos después. La miro y, en ese momento, la abrazo. Me quedo casi en shock al sentir que esta persona es de carne y hueso.
No puede ser. Esto no es una alucinación.
—Giselle —digo cuando me alejo un poco de ella. Acaricia mis mejillas y me mira de una forma muy tierna. Sonríe un poco sin enseñar los dientes y no aparta los ojos de mi rostro—. Eres tú —digo casi susurrando.
—Sí, mi Zayn —dice y siento que mi corazón va a salir de mi pecho muy pronto—. Estoy aquí, mi pequeño idiota —bromea y me río conteniendo las lágrimas que saldrán de mis ojos rápidamente dentro de poco.
Me abalanzo sobre su cuerpo y la abrazo con demasiada fuerza. Me echo a llorar y escucho cómo llora conmigo.
No puede ser. No me lo creo. Giselle está conmigo. Está en Australia.
Y me ha escuchado decir que no estoy bien aquí. Maldita sea.
—Dime, ¿por qué estabas llorando antes, cielo? —me pregunta intentando dejar de llorar. Seca mis lágrimas y no para de mirarme.
—No... No tiene importancia —tartamudeo. No quiero que sepa lo que me ha pasado. No quiero amargarle los días—. ¿Qué haces aquí? —paso mi mano por su cadera y se da media vuelta.
—Vale. Entonces me voy —dice caminando. Me parece que está caminando demasiado lejos de mí, así que agarro su muñeca y jalo de ella. En su rostro hay una sonrisa. La pego a mi pecho y, por fin, la beso.
El beso se convierte en uno largo. Un beso largo con mucha desesperación. Devoro sus labios como si no hubiera un mañana. Mi lengua se introduce en su boca y ella le da la bienvenida acariciando la suya con la mía.
Escucho un pequeño gemido y me aparta empujándome despacio.
—Estamos en un lugar público, señorito —se coloca bien su chaqueta y, por primera vez, veo su escote.
—Pues no ayudas nada —centro mi mirada en su escote y ella se da cuenta. Me da un leve empujón mientras se ríe.
Se da la vuelta y pasa las hojas de mi pequeña libreta que ya tiene de nuevo en las manos. Veo el cuaderno con mi chica acercándome detrás de ella. Rodeo su cuerpo con mis brazos y descanso mi rostro en su hombro.
—Debería de haberme quedado con esta libretita —dice y seca una de sus lágrimas.
Pestañeo y cierro los ojos. Huelo el perfume tan característico de ella y la estrecho más contra mí.
Noto una de sus manos en mi brazo y lo acaricia.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo se te ocurre venir aquí? —le pregunto cuando hemos caminado un poco por este parque agarrados de la mano. Se para en seco y me mira.
Me doy cuenta de lo brusco que he sonado y aclaro mi garganta.
—Se nota que no tienes ganas de verme —mira sus tacones y veo cómo pestañea numerosas veces. Sé perfectamente que va a llorar. Tomo su barbilla y la elevo para que me mire—. Quería visitarte por lo menos dos días. Este fin de semana tengo la pasarela y quería venir aquí antes de este evento tan importante para mí.
Sonrío un poco y la acerco hacia mi pecho. La abrazo y acaricio su pelo.
Me muevo de un lado al otro muy despacio sosteniendo su cuerpo como si estuviéramos bailando lentamente.
—No sabes cuánto me alegro de que estés aquí, cariño —comienzo—. Me alegro un montón de que hayas venido. Te juro que pensé que me había fumado algo hoy —escucho cómo se ríe y sonrío al escucharla—. Pero se ve que no fume absolutamente nada —se aleja de mí para verme. Entrelaza nuestros dedos y sonríe un poco mirando nuestras manos—. Maldita sea, Giselle. Te necesito tanto. Te necesito en mi día a día.
Su mirada choca con mi rostro y coloca sus manos en mis mejillas. Me besa y rodeo su cintura con mis brazos.
Me alegro tanto de que no esté soñando.
Giselle está aquí conmigo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro