Capítulo 4 - Cambio
Después de comer, retiraron los platos de la mesa. Y como nada era tan perfecto como aparentaba, una disputa se formó porque Tae Hyung quería ayudar con los platos, pero el menor se negaba.
En eso, el castaño decidió darle un golpe en las manos y le indicó que fuera respetuoso. Que acatara la orden de su mayor, haciendo que Nam Joon le sacará la lengua con infantilismo y fuera a ordenar las cosas en su mochila para ir a la universidad.
Cuando este salió, extendió su mano a Tae Hyung con unos billetes. Este se le quedó viendo, cohibido por sus acciones. Sacudió su cabeza en negación y la viró a un lado, tratando de ocultar la vergüenza que le hacía sentir. Nam Joon le tomó la mano e hizo abrir la palma, estrellando el dinero en ella.
ㅡLuego me lo pagarásㅡdijo el muchacho, conociendo la actitud actual del castañoㅡ. Ahora, vamos. Te llevaré a la peluquería para que te cortes el cabello y la barba. No está tan lejos, así que puedes volver en el autobúsㅡexplicó, enfatizando su hoyuelo con una suave sonrisa. Tae Hyung llegó a la puerta con él y se colocó los zapatos.
Bajaron en el ascensor. Tae Hyung muy atento a cada cosa en su entorno, como si estuviera en modo de vigilancia. Subieron al vehículo del menor, que hizo su rutina de inspección y emprendieron el camino.
Luego de unos minutos, el moreno se detuvo.
ㅡAquí estamosㅡ. Se quitó el cinturón y bajó. Su mayor hizo lo mismo, adentrándose ambos en el local donde se encontraban unas cuantas mujeres y hombresㅡ. ¡Nancy!ㅡllamó Nam Joon a una castaña que se encontraba a una esquina. La chica se acercó e hizo una leve inclinación con una sonrisa.
ㅡHola, Oppa. ¿Vienes a cortarte el cabello otra vez?ㅡpreguntó la chica con pausa.
ㅡNo. Sólo estoy de paso. Él es mi hermano, Kim Tae Hyung.ㅡindicó, señalando al castaño.
ㅡUn placer conocerleㅡ indicó con una venia.
ㅡÉl si viene a cortar su cabello, así que tratalo bienㅡagregó el moreno con suavidad y una nota de diversión en sus oscuros ojos.
ㅡAsí lo haré, Oppa. No te preocupes.
ㅡYa me voy, que estoy algo tarde. Ah, se me olvidaba decirte. La contraseña es mi cumpleañosㅡmurmuró Nam Joon, cerca del oído de Tae Hyung. Luego se alejó y salió del local, agitando la mano en modo de despedida.
La chica le indicó al castaño que tomará asiento y esperara un poco. Le brindó un refresco. Todos en el lugar empezaron a conversar entre ellos, dándole espacio. Por primera vez, entre tanto bullicio, no se sentía incómodo y su mente no le dejaba pensar. Se mantuco entretenido en lo que hacían las mujeres y hombres allí en las cabezas de cada persona. Cortes de todo tipo, distintos colores y estilos, eran la escena de aquel lugar.
Luego de media hora, Nancy volvió con un aire amable. Le indicó que tomará asiento en una silla giratoria, frente a un espejo, que tenía una comoda donde se colocaban algunos utensilios de peluquería.
ㅡBien. ¿Qué corte quiere hacer?ㅡ preguntó, extendiéndole un catálogo donde se observaban diversos estilos. Tae Hyung señaló el que más le gustaba y alzó la cabeza para ver a la chica que asintió, recibiendo el catálogo de vuelta.
ㅡPuedes...ㅡ. La chica se detuvo y colocó sus ojos sobre él, en espera de lo que añadiría a su solicitudㅡ, ¿puedes cambiar el color?
ㅡClaro. Espere un momentoㅡseñaló, saliendo en busca del catálogo de colores, abanicándose ante una de sus amigas que la miraba con curiosidad.
ㅡ¿Qué te pasa?ㅡcuestionó esta con el ceño fruncido, mientras acomoda los tubos de color en uno de los estantes.
ㅡ¿No has visto el bombón que ha llegado?ㅡabrió los ojos con exageración, mordiéndose los labiosㅡ. Creo que me desmayaré en cualquier momento.
Su amiga bufó. Nancy se encontraba a cada cosa con patas, atractiva. Creía que hasta a su perro si era posible. Era una chica demasiado ilusoria y con un corazón romántico y pervertido a la vez, que cuando se empeñaba en una cosa nadie la sacaba de allí.
Por esa razón a veces temía que está un día hiciera algo indebido, pero era demasiado tímida y respetuosa para ello. Se levantó del suelo, incrédula y dirigió la mirada a la dirección donde apuntaba.
ㅡ¡Carajo!ㅡsusurró su compañera, viendo al joven de cabello largo y castaño a unos metros, cual observaba su entorno.
ㅡ¿Ves que no miento? Está muy lindoㅡfijó, con un puchero en los labios y apretándose las mejillas.
ㅡAja...ㅡentonó la otra embobada, pero pestañeó, recordando que estaban en labores. Alentó a Nancy para que se recompusiera e hiciera su trabajo impecable o recibiría una reprimenda por parte de su superior. Además de que dejaría al bello chico muy mal, si continuaba con su distracción.
La muchacha tomó aire varias veces y con la revista en la mano, volvió al castaño. La extendió a Tae Hyung la revista. Este le sonrió en agradecimiento, empezando a ojear. La muchacha le hacía mímicas a su amiga del otro lado, que permanecía en el umbral observándolo todo. Y las demás compañeras sólo reían entre dientes, al ver sus exageradas expresiones.
Tae Hyung alzó la cabeza, buscando a la muchacha, cual se puso un tanto rígida al percibir la mirada de este. Ya había notado su actitud, pero sólo la ignoraba. No les encontraba sentido a las personas que se sonrojaban o actuaban extraño delante de él. Se mantuvo paciente a que la susodicha iniciara su trabajo. Le indicó el color que mas le gustaba. Esta entonces, le retiró la revista un tanto temblorosa.
Todo el proceso fue lento y extenso. Lavado de cabeza, decoloración y aplicar el nuevo tintado. Tae Hyung estaba un poco cansado de tener la cabeza hacía atrás y empezaba a sentir el hambre carcomerle el estomago. Aunque esa mañana comió muy bien, gracias a su querido hermano; las horas que transcurrian le empezaron a tomar factura.
Se había percatado que no era tan malo ser la atención de otros mientras estaba en el proceso. Entablando una conversación trivial con algunas personas allí, incluyendo a la chica que de vez en cuando soltaba suspiros cerca suyo y respiraba profundo para calmar sus nervios.
Las horas habían pasado y el proceso con ello. Después del cabello ser cortado, amoldado y su piel alisada, el reflejo en el espejo le hizo abrir los ojos de par en par. No podía creer que esa persona en frente era él.
Su piel se veía más fresca con ese color, que era bastante llamativo: un rojo tan intenso como el color del granate, daba igual. Le gustaba mucho y le hacía sentir que era otra persona. Ya no más el viejo Tae Hyung. Si no, su nuevo yo. Con luces y sombras, pero diferente. Ya no más el chico débil y llorón de su pasado.
Agradeció a la chica y se dispuso a pagar. Salió de allí, preguntándose donde se encontraría la parada de autobuses. Algunas personas le indicaron algo dubitativo y él confio en sus descripciones esperando no perderse. Recordó el trayecto que había seguido Nam Joon. Llegó a la parada correspondiente y tomó el autobús que pronto se estacionó.
Cuando bajó del vehiculo, vió frente a si el edificio. Ya en la planta que daba al apartamento de su hermano, colocó la fecha de cumpleaños en la puerta y entró. Rebuscó en la nevera algo para comer. Vió algunas cosas que puso a recalentar como pudo, pues no sabía usar el aparato de la esquina y se sentó en la mesa a comer más fresco.
El trabajo que le ofrecía Nam Joon tenía sus pros y contras. Meditó, mientras servia el plato y tomaba asiento.
Si lo aceptaba, se vería involucrado en la idea de que por causa de ese beneficio, lo obligarán a confesar cosas que no quería. Habría una posibilidad de que en uno de sus trabajos como guarda espaldas, le tocará con alguien que estaba involucrado en la mafia y cosas así. Aquello para nada le favorecía estando en libertad condicional.
Si no lo aceptaba, sería una carga para Nam Joon al no contar con ingresos para el sustento. Sin contar, que probablemente en otra empresa no lo aceptarían por su condición de reo.
No tenía de otra que tomarlo, y si era permitido, poner sus reglas.
Continuó comiendo con calma. El recuerdo de Ho Seok era lo único que atesoraba. Lo único que permitía que su mente reviviera su pasado sin sentirse lastimado. Porque, para él fue todo lo que tenía en su momento.
Los ataques de su padre y el peso de que sus dos hermanos menores estaban pasando por una de las situaciones más duras de su corta vida, lo había sumido en una agria soledad y angustia que solo podía menguar en brazos de su mejor amigo.
Ho Seok, con todo y sus problemas, era tan dedicado y cariñoso como siempre. No dejaba de protegerlo y él mismo pensaba que su corazón estaba resguardado en sus manos. Era su soporte, cual se fue en el instante en que su alma se desprendió de su cuerpo sin aviso.
Sin siquiera una despedida.
Odiaba a Jae Bum y esperaba encontrárselo cara a cara para demostrarle lo que no pudo siendo un niño. No sabía de lo que era capaz si lo tenía en frente, pero por lógica, no se quedaría de brazos cruzados.
Se percató de que sus manos empuñaban la cuchara que sostenía, marcándole la palma. Respiró profundo para calmarse y se acercó al fregadero para restregar la vasija.
La idea de encontrar al precursor de su encarcelamiento y la muerte de su mejor amigo, era tan tentadora que se lo estaba pensando seriamente. Su rencor creció tan profundamente en su pecho que juraba, ese hombre pagaría con cada fibra de su ser.
Porque, ¿quién no querría vengar la muerte de un inocente?
El había pasado una vida de mierda, mientras el otro seguramente estaba feliz de lo lindo en el mundo.
Hizo sus manos dos puños a los costados y asintió. La oferta de trabajo ahora le parecía una herramienta sumamente importante para encontrar al bastardo. Y con Nam Joon de su lado, podría tratar de localizar su paradero.
Meditó un poco más en todo lo que conllevaba todo ello. Si lo hacía, debía moverse con precaución.
Conociendo la justicia despiadada de ese absurdo país, podía apostar que no harían caso a un delincuente que posiblemente está mintiendo. Allí, entonces se encargaría de hacerlo pagar sin remordimiento.
Cada bala incrustada en el cuerpo de Ho Seok, cada momento en el que fue denigrado y llevado a lo más profundo de los deseos corruptos del hombre.
Le cobraría con creces y no tendría piedad.
La misericordia no fue una oportunidad para él y no la tendría para con Jae Bum.
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