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Capítulo 1 - Libre

Las puertas mecánicas se arrastraban en el carril, haciendo un sonido continuo que no era molesto ni estridente. Estaba tenso, incrédulo por lo que sucedía en ese preciso instante ante sus ojos. Cada día soñó aquello. Cruzando aquellas grandes puertas que le alejarían de la miseria que vivió durante años. Sintiendo los brazos de su madre rodearlo y sus dulces palabras brindándole aliento.

Se percibía inseguro e insignificante.

Todos los sentimientos que se alojaban en su pecho, amenazaban con salir a flote, con pisotearlo y hacerlo un manojo de nervios incontrolables que terminarían por derribarlo. Respiró profundo para calmarse y apretó la única pertenencia que le habían entregado.

Esa chaqueta que en el pasado le había quedado tan holgada, la misma que llevaba el día en que fue llevado a prisión.

Contó los pasos que sus pies emitían, mientras observaba a su alrededor la calle que en ese horario se encontraba un tanto desierta.

Ya estaba fuera.

No miraría a atrás.

Suspiró y volvió a tomar aire con lentitud, sintiendo el oxígeno acumularse e hinchar su cavidad torácica, a la vez que cerraba sus parpados.

Todo estaría bien.

Abrió los ojos, recordando que no conocía del todo el lugar en donde estaba el cambio en la ciudad después de diez años era altamente notable. Movió su cabeza de izquierda a derecha en busca de alguna información que le hiciese ver alguna estación de tren o de autobús, que lo llevara al barrio donde vivió con sus padres. Pero no existía nada que pudiese identificar. Busán, había dado de que hablar, siendo una de las principales ciudades metropolitanas del país.

Nada era como su sueño.

Aunque estaba preparado para esto, su corazón dolió. Era lógico que ninguna de las personas que una vez quiso estuviera allí. Era una decepción, para su madre principalmente, porque a pesar de que el mismo creyera lo contrario y fuera justo delante de los ojos de Dios, la gente nunca pensaría igual.

Había perdido la batalla hace tanto tiempo. Se resignó e intentó creerse él mismo la mentira que muchos habían inculcado. Los abogados con sus falsas pruebas y la justicia en su total abandono, recibiendo el chantaje y la paga de muchos, pero no podía.

Él era inocente.

El justo pagando el castigo de los pecadores.

La verdad fue disfrazada por la mentira tan vilmente, dándole el golpe por la espalda hasta dejarlo casi sin aliento.

Caminó por un buen rato, y en el trayecto acarició la chaqueta en la parte del cierre, acercándola entonces, para corroborar si el olor permanecía.

Cítricos.

Era el mismo olor que había dejado antes. Cuál le removía al recuerdo de las manos de su mejor amigo, al colocársela sobre su cabeza una noche de lluvia. El apenas tenía quince y llevaban poco más de un año realizando sus primeros intentos como dos diablillos, de pillar todo lo que encontrarán a su paso.

Una débil sonrisa amarga cruzó sus medianos labios.

Cuantas cosas hubiesen pasado si Ho Seok estuviese vivo.

Sacudió su cabello un poco y entornó los ojos, viendo a unos metros un vehículo estacionado. Un muchacho de cabello color naranja y gafas estaba apoyado del capó, distraído en su teléfono celular. Al escuchar los pasos del contrario, alzó la cabeza y con ánimos renovados, se acercó para darle una sonrisa de hoyuelos. Su piel era morena y contrastaba a la perfección con el color de su cabello.

Tae Hyung no comprendía el entusiasmo del muchacho. Ni siquiera le reconocía de nada. Frunció el ceño, receloso y sin la mínima intención de corresponder a su repentina efusividad. El muchacho no dudó en apretarlo entre sus brazos y lo apartó luego, aún con las manos reposadas en sus hombros. Al notar que aún el contrario no dejaba de apretar su ceño, se alejó e hizo una inclinación.

ㅡLo siento. Me dejé llevar por la emoción del momento, Hyeongㅡ rascó la parte trasera de la nuca y sacó los lentes de sol. Tae Hyung frunció más el ceño, ante el apelativo y volvió a recorrer de pies a cabeza al más alto delante suyo ㅡ. Ah, cierto. Ya no me recuerdas. Supongo que es lógico después de tantos años separados. No imaginas cuando te extrañé. Mamá nunca quiso decirnos que te había sucedido. Pensé que estabas muerto o nos habías dejado yéndote a otra ciudad, pero luego de tanto tiempo y hacerme independiente, decidí buscarte. No me esperaba esto en primer lugar, pero necesitaba saber que estabas bien y que todo lo que otros decían eran sólo rumores...

El castaño alzó su mano para detenerle. ¿Cómo rayos no se percató de que el muchacho frente a él era nada más y nada menos que su querido hermanito Nam Joon? Esa forma de hablar tan apresurada sólo era una de las increíbles características que destacaban su personalidad.

El moreno se le quedó viendo en espera. Recibiendo a cambio un abrazo emocionado. La cara de Tae Hyung se apretó en su hombro, sintiendo el nudo atascarse en su garganta y advirtiendo el repentino deseo de llorar.

Sin embargo, él nunca lo hacía por más que lo intentara.

Derramó tantas lágrimas en el pasado, y fue oprimido tantas veces, que creía ya no tener esa función. Siempre sentía el nudo, la presión en el pecho, pero jamás salían las lágrimas.

Quizá era un efecto secundario de todas las humillaciones recibidas y los ataques de sus agresores, al mostrarle lo necesario que era hacerse un hombre en la situación en la que se encontraba.

Nam Joon no dudó en aferrarlo está vez.

ㅡYo también te extrañé, Nam. No sabes cuantoㅡ: dijo en un hilo de voz y no lo soltó hasta que su corazón se sintió más aliviadoㅡ. Sigues siendo tan habladorㅡ añadió con una sonrisa y pasó las manos por su cara. Se veía muy distinto. De verdad no tenía huella de lo que fue siendo un niño.

Ahora era un hombre hecho y derecho.

El mencionado se encogió de hombros y guió a Tae Hyung hasta el auto. Ambos tomaron sus correspondientes asientos.

ㅡ¿Cómo está nuestra madre?ㅡpreguntó el castaño, cuando el menor arrancó.

Está bien. Vive con Ye Rimㅡ, anunció el moreno. El castaño asintió, recordando a la tierna niña de cabello largo que siempre se abrazaba a su pierna y pedía golosinas.

ㅡ¿Y él?ㅡpreguntó dudoso.

ㅡMurió hace algunos años. Aún no se sabe las causas concretas, pero lo encontramos muy mal. Aún la policía está en investigación en el casoㅡEl menor pausó, deteniéndose cuando habían llegado a la zona urbanaㅡ. Debes tener hambre. ¿Que te gustaria comer?

ㅡUna amburguesa no estaría malㅡ respondio el castaño, siguiendo a su hermano en completo silencio. Nunca creyó que las cosas fueran de aquella manera. Ese hombre que una vez fue la ilusión y admiración de la familia, cambió completamente de la noche a la mañana. Tae Hyung se lo asignó muchas veces a la presión que llevaban. Una familia sin dinero y un padre sin trabajo era lo peor que se podría desear.

Más, cuando es numerosa.

Tres hijos y una mujer a la cual mantener, que sólo conseguía lo necesario para dos comidas al día. Las deudas acumuladas y los gastos acrecentaban. Él había optado por explotar todo sobre Tae Hyung y su mujer. Los golpeaba y los manipulaba a su antojo, amenazándolos incluso.

Todas sus brutas acciones lo llevaron a la frustración, hasta el punto de pedirle a su hijo mayor que saliera a la calle y robara. Allí fue donde Tae Hyung conoció la persona de Ho Seok.

Es fácil dominar a un niño cuando no tiene tanto conocimiento, más cuando veía a sus hermanos y madre en manos que aquel desgraciado, amenazando con destruir su familia de la peor manera.

Nunca deseó su muerte. Pero, sin razón aparente, sentía libertad de saber que ya no estaba.

Sentía alivio.

Suspiró y relamió sus labios resecos. Ambos jóvenes cruzaron la puerta del establecimiento. Nam Joon se volvió a su hermano, incitándolo a tomar asiento en una de las mesas.

ㅡVuelvo en un minuto.

Tae afirmó y observo a su hermano retirarse a la caja y ver los combos disponibles. Quien diría que ese chiquillo, amante de los legos y la comida chatarra ahora estaba frente a sus ojos. Que incluso, estuviese más alto que él. Bueno, realmente no era tanta la diferencia. A penas se llevaban dos años y era de esperarse con la estatura que tenía su padre.

Su padre...

El pedido llegó en poco tiempo. Nam Joon, que había empezado a entablar una conversación más ligera, hablando de su hermana menor, sus andanzas y sus estudios en la Universidad; tomó las dos bandejas y colocó una delante de su mayor con una amplia sonrisa.

Tae Hyung miró todo con los ojos bien abiertos. Hacía años que no veía una porción como aquella, sólo para él. La comida en la prisión no era la mejor, pero al menos mantenía a todos de pie en un sentido.

Sintió un poco de nostalgia y tragando hondo, con todo el auto control que debía tener, tomó las papas y metió unas cuantas a su boca. Las engulló con ánimo. No quería parecer mal educado; sin embargo, sus papilas denotaban que el Maná del cielo estaba en su boca.

Sus mejillas fueron llenas prontamente y masticaba con lentitud, saboreando todo con sumo cuidado. Sorbió de la soda y alzó la cabeza cuando dejó la hamburguesa a medio morder.

Su hermano frente a él, le veía fijamente con sus mofletes igual de llenos y le sonrió con labios cerrados. Ambos terminaron la comida y se dispusieron a levantar lo que dejaron para luego salir y volver al vehículo.

ㅡ¿Quieres ir a ver a mamá primero o prefieres descansar antes?ㅡcuestionó el moreno emprendiendo la marcha nuevamente.

Tae Hyung se quedó pensando unos segundos.

Era mejor enfrentar todo de una buena vez, pues conocía a la perfección como reaccionaria su madre cuando le viera. Ella lo odiaba por intentar separarla de su padre. Por ser un mal hijo, como ella decía.

El mal hijo que pasó dos años siendo esclavizado por su propio padre para obtener dinero y sacrificó su juventud cumpliendo una acusación que no era cierta.El rencor empezó a relucir nuevamente en su pecho. Tenía tantas cosas retenidas por tanto tiempo, que ya no sabía hasta donde iba a parar con sus sentimientos.

Esperaba ese mal nacido se estuviese pudriendo el infierno.

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