Pt 2: Jinx
Zaun no perdonaba, y menos cuando la tensión entre dos de sus figuras más impredecibles comenzaba a escalar. Mientras Jinx dejaba rastros de su presencia en cada ataque, Zandar trataba de rastrearla, reuniendo información entre las sombras. Silco no intervenía, como si disfrutara viendo cómo las dos figuras más importantes de su vida colisionaban inevitablemente.
Una noche, mientras recorría un túnel en ruinas siguiendo una pista, Zandar encontró una pintura en la pared. Era una versión caricaturesca de ella, con ojos dorados exagerados y un gran corazón en el pecho. Debajo, había un mensaje pintado con letras torcidas:
"¿Por qué sigues huyendo de mí, Zan?"
Zandar apretó los dientes. El apodo "Zan" era algo que Jinx había empezado a usar en los últimos meses, como una especie de burla íntima.
—No estoy huyendo, Jinx. Eres tú quien está huyendo de la verdad —murmuró, apretando el mango de su rifle.
Sabía que Jinx estaba cerca. La pintura aún olía a spray fresco.
En una vieja estación de tren abandonada, Zandar finalmente la encontró. Jinx estaba sentada en el borde de una plataforma, balanceando las piernas mientras canturreaba una melodía infantil. A su lado, varios explosivos estaban alineados meticulosamente.
—Llegaste tarde —dijo Jinx sin mirarla, su voz cargada de un tono burlón.
—¿Tarde para qué?
—Para el espectáculo, obviamente.
Zandar dio un paso adelante, con las manos alzadas en un gesto de calma.
—Jinx, esto tiene que parar. Estás destruyendo todo lo que tenemos.
Jinx soltó una carcajada, pero su risa era más un grito de desesperación que algo genuino.
—¿Todo lo que tenemos? ¡Eso es gracioso, Zandar! Porque todo lo que tengo eres tú, y tú sigues rechazándome.
—Te quiero, Jinx, pero no de la forma en la que tú quieres. No puedo.
—¡Claro que puedes! —gritó Jinx, levantándose de un salto. Sus ojos azules brillaban con lágrimas contenidas. —¡Solo no quieres!
Zandar suspiró, sabiendo que cada palabra debía ser medida con cuidado.
—Esto no es amor, Jinx. Es obsesión. Y está consumiéndote. Además, tienes 17 y yo 22...
Jinx dio un paso hacia ella, sus manos temblorosas sosteniendo un detonador.
—Dices que no me amas, pero aun así me sigues. Aun así me buscas. ¿Por qué, Zandar? ¿Por qué no puedes dejarme en paz? ¡No me importa que seas mayor que yo!
—Porque me importas. Porque sé que todavía hay algo de la verdadera Jinx ahí dentro.
Por un momento, el rostro de Jinx se suavizó, como si las palabras de Zandar hubieran llegado a una parte de ella que llevaba mucho tiempo enterrada. Pero la vulnerabilidad fue reemplazada rápidamente por una sonrisa maníaca.
—¿Sabes qué es lo gracioso, Zan? Que siempre dices lo mismo, pero nunca haces nada.
Con un clic, Jinx presionó el detonador. Las explosiones comenzaron a sacudir la estación, columnas de fuego y humo llenando el espacio mientras Zandar se lanzó hacia un lado para evitar los escombros.
—¡Jinx! —gritó, buscando a través del caos.
Pero Jinx ya había desaparecido, dejando atrás risas distorsionadas que resonaban entre los escombros.
Las semanas siguientes fueron un juego constante de gato y ratón. Jinx seguía dejando señales de su presencia, mientras Zandar trataba de alcanzarla antes de que su siguiente ataque dejara más víctimas. Pero cada encuentro se volvía más desgarrador.
Una noche, Zandar encontró una caja en su escondite habitual. Dentro había un pequeño dispositivo explosivo desmontado con una nota:
"Recuerda cuando me enseñaste a arreglar esto. ¿Aún crees que soy rara en el buen sentido? —Jinx."
Zandar cerró los ojos, sosteniendo el papel con fuerza. Sabía que detrás de las acciones destructivas de Jinx había una súplica desesperada por conexión.
Decidida a terminar con el ciclo, Zandar comenzó a trazar un plan. En lugar de perseguir a Jinx, decidió atraerla.
Zandar dejó un mensaje en uno de los lugares que sabía que Jinx frecuentaba:
"Ven al puente del ahorcado. Sola. Esta vez, terminamos esto."
Cuando Jinx llegó, la noche estaba envuelta en niebla, y las luces de los antiguos faroles parpadeaban débilmente. Zandar estaba allí, esperando, sin armas visibles.
—¿Un puente? ¿Qué romántico? —dijo Jinx, balanceando su bazuca en el hombro.
—No estoy aquí para pelear, Jinx. Estoy aquí para hablar.
Jinx ladeó la cabeza, desconfiada.
—¿Hablar? ¿De qué? ¿De cómo no soy suficiente para ti? ¿De cómo siempre serás la perfecta heredera de Silco mientras yo soy solo... una loca?
Zandar negó con la cabeza, dando un paso hacia ella.
—No. Quiero hablar de ti. De lo que realmente quieres.
Jinx dejó caer el arma al suelo, sorprendida por la sinceridad en la voz de Zandar.
—¿Qué quiero? Quiero que todo vuelva a ser como antes. Antes de que Vi me dejara. Antes de que tú decidieras que no era suficiente.
Zandar dio otro paso, esta vez extendiendo una mano.
—No podemos volver al pasado, Jinx. Pero podemos construir algo nuevo. Algo que no nos destruya.
Jinx vaciló, sus ojos llenos de una mezcla de esperanza y miedo.
—¿Y si ya estoy rota?
—Entonces te ayudaré a arreglarte. Igual que tú arreglas tus juguetes, pero esta vez, juntas.
Por primera vez en mucho tiempo, Jinx dejó que una lágrima rodara por su mejilla. Zandar la abrazó, y aunque sabía que el camino sería largo y peligroso, estaba dispuesta a intentarlo. Porque, en el fondo, ambas sabían que eran las únicas capaces de entender el caos que vivía dentro de cada una.
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