Jinx
Pedido por: Lanapina
A sus 20 años, Zandar ya era conocida como una estratega fría, implacable y carismática. Su cabello negro azabache, siempre suelto y hondeando como una cortina, y sus ojos verdes que parecían los de un gato —un reflejo de la influencia de su padre—, la hacían destacar entre los habitantes de Zaun.
Sin embargo, su vida cambió drásticamente el día que Silco llegó con una niña de apenas 10 años. Estaba delgada, cubierta de suciedad y con una mirada perdida que alternaba entre el miedo y la ira.
—Esta es Powder. Vivirá con nosotros ahora —dijo Silco con tono seco, sin lugar para el debate. Directo al punto. Sin siquiera preguntarle a Zandar si estaba de acuerdo.
Zandar, que había estado supervisando una de las fábricas clandestinas de su padre, cruzó los brazos y miró a la niña con desconfianza.
—¿Qué se supone que haga con ella? —preguntó, dirigiéndose más a Silco que a Powder —. ¿Jugar a las muñecas con ella?
—Enséñale lo que necesite para sobrevivir. Será útil algún día.
Zandar suspiró, pero no discutió. No era raro que Silco tomara decisiones sin explicar sus motivos, y ella había aprendido a no cuestionarlo en voz alta.
Los primeros años
Al principio, la relación entre Zandar y Powder fue distante. Zandar no era maternal ni cariñosa, y Powder, aún traumatizada por la pérdida de su hermana Vi, apenas hablaba. Sin embargo, poco a poco, Zandar comenzó a ver más allá de la fragilidad de la niña. Powder tenía una mente brillante, una inclinación natural hacia la mecánica y una obsesión con los explosivos.
—Esto está mal calibrado —dijo Zandar una tarde, tomando uno de los dispositivos que Powder había construido.
La niña levantó la vista, sorprendida. Nadie se había molestado en mirar su trabajo antes.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque explotará en tus manos si lo activas así. Mira, haz esto... —Zandar ajustó una pieza, y luego otro componente, mostrándole cómo mejorar su diseño.
Ese fue el comienzo de algo parecido a un vínculo. Con el tiempo, Zandar se convirtió en una figura de autoridad, casi como una hermana mayor, pero siempre mantuvo cierta distancia emocional. A pesar de ello, Powder comenzó a admirarla.
Cuando Powder cumplió 13 años, la transformación en Jinx ya había comenzado. La risa nerviosa, los arrebatos de violencia y la obsesión por impresionar a Zandar se volvieron más frecuentes.
Para Zandar, era evidente que algo en la mente de Jinx no estaba bien, pero Zaun no era un lugar donde las personas buscaran ayuda para sus heridas emocionales.
—Eres rara, ¿sabes? —dijo Zandar una noche mientras ajustaba su rifle.
—¿Rara? ¿Cómo rara? —preguntó Jinx, mirándola con los ojos bien abiertos.
—En el buen sentido. Rara interesante.
Esa simple frase hizo que el corazón de Jinx se acelerara. Nadie más la llamaba interesante, la mayoría la veía como un estorbo o un peligro.
Pero Zandar, la persona que más admiraba, pensaba que había algo especial en ella.
Cuando Jinx cumplió 15 años, su fascinación por Zandar se había convertido en algo más. Todo lo que hacía era para ganarse su aprobación, diseñaba explosivos más elaborados, se lanzaba a misiones arriesgadas y eliminaba a cualquiera que representara una amenaza para Silco o su hija.
Zandar, por su parte, comenzó a notar el cambio. Jinx la seguía a todas partes, mirándola con una intensidad que a veces resultaba incómoda.
—¿Por qué no buscas algo que hacer? —le dijo una vez, mientras revisaba un mapa de rutas de contrabando.
—Ya estoy haciendo algo —respondió Jinx con una sonrisa torcida.
—¿Ah, sí? ¿Qué?
—Mirándote.
Zandar se detuvo y frunció el ceño.
—Eso no es exactamente útil.
—No me importa.
Aunque trató de ignorarlo, Zandar no pudo evitar notar cómo la obsesión de Jinx se intensificaba. Las paredes de la habitación de Jinx estaban llenas de dibujos de Zandar: algunas versiones estilizadas, otras grotescamente realistas. En los márgenes de sus cuadernos había corazones dibujados con el nombre de Zandar escrito en ellos.
Una noche, mientras Zandar dormía, Jinx se coló en su habitación y se quedó observándola durante horas. Cuando Zandar se despertó y la vio allí, le lanzó una almohada.
—¡¿Qué diablos haces aquí?! —gritó.
—Quería asegurarme de que estuvieras bien —respondió Jinx con un tono inocente, aunque la chispa de locura en sus ojos era inconfundible.
—¡No vuelvas a hacer eso!
Jinx se fue corriendo, pero esa noche, Zandar se quedó despierta, preocupada.
El punto de quiebre llegó durante una misión. Zandar lideraba un equipo para interceptar un cargamento de shimmer, y Jinx insistió en acompañarla. Durante el enfrentamiento, Jinx desobedeció órdenes y detonó un explosivo demasiado cerca, poniendo en peligro a todo el equipo.
—¿Qué estabas pensando? —gritó Zandar cuando regresaron al escondite.
—¡Lo hice por ti! —gritó Jinx de vuelta, con los ojos llenos de lágrimas y frustración.
—¿Por mí? Casi matas a todos. ¡Esto no es un juego, Jinx!
—¡Todo lo que hago es por ti! ¿No lo ves? Eres todo lo que tengo. ¡Todo lo que quiero!
El silencio cayó en la habitación. Zandar la miró, procesando lo que Jinx acababa de decir.
—Jinx, esto... esto no está bien. No puedes seguir así.
—¿Por qué no? —susurró Jinx, acercándose. —Te amo, Zandar.
Zandar retrocedió un paso, incapaz de ocultar su incomodidad.
—Eres como una hermana para mí, Jinx. No... no puedo corresponder a eso.
Las palabras fueron un golpe para Jinx. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero en lugar de romperse, su rostro se transformó en una máscara de ira.
—¡Mientes! ¡Solo estás diciendo eso porque no quieres admitir que me necesitas tanto como yo a ti!
Antes de que Zandar pudiera responder, Jinx salió corriendo, dejando tras de sí una estela de caos.
En los días siguientes, Jinx se volvió más errática. Comenzó a actuar por su cuenta, atacando a aliados y enemigos por igual, dejando señales que Zandar no podía ignorar, explosiones con formas de corazones, mensajes pintados con colores chillones que decían "¿Me extrañas?".
Zandar sabía que Jinx estaba fuera de control, pero no podía ignorar la sensación de culpa que la carcomía.
Finalmente, se enfrentaron en una vieja fábrica abandonada.
—¿Por qué haces esto, Jinx? —gritó Zandar mientras esquivaba un proyectil de una de las armas de Jinx.
—Porque te amo, Zandar. Y si no puedo tenerte...
—¿Qué? ¿Me vas a matar? ¿Eso resolverá algo?
Jinx se detuvo, su arma temblando en sus manos. Por un momento, Zandar vio a la niña que había conocido años atrás, perdida y rota.
—No quiero lastimarte —susurró Jinx, dejando caer su arma.
Zandar dio un paso hacia ella, con cautela.
—Entonces para. Deja esto atrás, Jinx. No tienes que hacer esto.
Pero antes de que pudiera decir más, Jinx activó un explosivo escondido. La explosión lanzó a Zandar hacia atrás, pero Jinx desapareció en el humo, dejando a Zandar gravemente herida y sola.
Meses después, Zandar seguía buscando a Jinx, no para enfrentarse a ella, sino para intentar salvarla. Sabía que, a pesar de todo, Jinx no era completamente responsable de lo que era. La culpa, el trauma y la obsesión habían destruido a la niña que una vez había conocido.
Mientras tanto, Jinx seguía dibujando a Zandar en las paredes de sus refugios, obsesionada con el recuerdo de la única persona que había significado algo para ella.
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Que dicen, segunda parte o nah?
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