Jinx
Pedido por: ojitoclaro
El día parecía la noche, la gente deambulaban por las clases de Zaun sin rumbo alguno. Sin embargo, para Jinx, los colores siempre estaban presentes, ya fuera en los explosivos que creaba o en el caos que desataba. Aunque a veces, solo a veces, esos colores se desvanecían cuando pensaba en alguien que no había visto en años.
Rasis.
Era amiga de Vi desde la infancia. Fuerte, valiente y con un toque de dulzura que siempre contrastaba con el entorno salvaje de Zaun. Era incluso mayor que Violet, pero aún así, Jinx la recordaba claramente, su cabello oscuro y corto, su sonrisa que parecía iluminar incluso los lugares más sombríos, y la forma en que siempre se preocupaba por ella, incluso cuando Jinx — o en esa época, Powder — no lo merecía.
Pero Rasis se había ido. Después del gran desastre que destrozó a la familia de Jinx y Vi, Rasis desapareció. Nadie sabía dónde estaba, y Jinx nunca tuvo el valor de buscarla. La verdad era que Rasis significaba demasiado para ella. Durante años, había escondido un amor que no sabía cómo expresar, y perderla había dejado un vacío que ninguna explosión podía llenar. Aún que ella haya sido una niña, aquellos sentimientos los tenía tan claro.
Hasta que, siete años después, con Violet en la prisión, Jinx de parte de Silco. Vander... muerto.
Era una noche tranquila, o al menos tan tranquila como podía ser en Zaun. Jinx había ido a un antiguo depósito de chatarra en busca de materiales para un nuevo proyecto. Mientras rebuscaba entre montones de metal oxidado, escuchó una voz detrás de ella, una voz que reconoció al instante.
—Nunca cambias, pequeña. Siempre haciendo inventos donde vas — esa voz... demasiado ronca.
El tiempo pareció detenerse. Jinx giró lentamente, y ahí estaba. Rasis, de pie, con los brazos cruzados, mirándola con una mezcla de diversión y nostalgia. Su cabello era un poco más largo, pero sus ojos seguían siendo los mismos, llenos de vida. Llenos de diversión.
—¿Rasis...? —Jinx apenas pudo pronunciar su nombre, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.
—Pensé que ya no me reconocerías —respondió Rasis, dando un paso hacia ella, sus ojos mostraban un brillo especial —. Como has crecido...
—¡Por supuesto que te reconozco! —dijo Jinx, tratando de sonar despreocupada, pero su voz temblaba ligeramente—. ¿Dónde has estado? ¿Por qué desapareciste?
Rasis suspiró, su expresión se suavizó. Una sonrisa salió de entre sus labios y recorrió con su mirada a su pequeña.
—Fue complicado. Después de todo lo que pasó con Vi y contigo, sentí que no tenía lugar aquí. Pero nunca dejé de pensar en ustedes... en ti.
El comentario tomó a Jinx por sorpresa. Sintió que el caos habitual de su mente se detenía por un instante. Rasis la había recordado. A ella.
—Bueno, yo tampoco dejé de pensar en ti —dijo Jinx, con una sonrisa nerviosa, tratando de ocultar su vulnerabilidad tras su fachada de locura—. Aunque ya sabes, estaba ocupada... y todo eso.
Rasis rió suavemente, y el sonido hizo que Jinx sintiera un calor extraño en el pecho.
—Me alegra saber que sigues siendo tú, powder.
— Jinx... me llamo Jinx — le interrumpió Jinx al escuchar esa antigüedad.
Hubo un momento de silencio. Jinx sabía que era ahora o nunca. Había pasado siete años guardándose lo que sentía, y si no lo decía ahora, tal vez no tendría otra oportunidad.
—Rasis, yo... —Comenzó, pero las palabras se atascaban en su garganta—. Hay algo que necesito decirte.
Rasis la miró con paciencia, esperando.
—Siempre fuiste importante para mí, más de lo que probablemente debería haber sido. Incluso cuando todo se vino abajo, cuando me convertí en esto... —Jinx señaló su propio cuerpo, casi como si lo despreciara—. Tú siempre estabas en mi mente. Y aún que yo haya sido una niña en aquella época...
Rasis se acercó un poco más, y Jinx sintió cómo sus piernas temblaban.
—¿Qué estás tratando de decirme, Jinx? —preguntó Rasis, con una sonrisa suave.
Jinx respiró hondo.
—Te amo. Siempre te he amado. Desde que yo era una niña.
El silencio que siguió fue abrumador. Jinx sentía que el corazón se le iba a salir del pecho. Pero entonces, Rasis dio otro paso adelante y colocó una mano en su mejilla.
—Tardaste siete años en decírmelo —dijo Rasis, con una risa suave—. ¿Se siente liberador?
— Algo... — murmuró Jinx mientras jugaba con sus manos.
— Yo también te amo, pequeña.
Jinx abrió los ojos como platos, sin poder creer lo que escuchaba.
—¿Espera, qué?
—Te amo, Jinx. Aunque estés un poco loca —dijo Rasis, acercándose más.
Antes de que Jinx pudiera responder, Rasis la besó. Fue un beso dulce y suave, que parecía detener el tiempo y apagar todo el ruido que siempre atormentaba a Jinx. Por primera vez en años, su mente estaba en paz.
Cuando se separaron, Jinx la miró, aún en estado de shock.
—Bueno, eso fue inesperado... pero genial —dijo, sonriendo ampliamente.
—Típico de ti —respondió Rasis, riendo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro