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Ambessa

Pedido por:Zaira1772

Las primeras luces del amanecer teñían las montañas de un dorado pálido mientras Ambessa caminaba por el sendero que bordeaba el monasterio. Habían pasado más de ocho años desde que Kiran, su aprendiz más prometedora, había partido en medio de una amarga discusión. Desde entonces, no había pasado un solo día sin que el recuerdo de aquella despedida le atormentara.

Ambessa, una maestra conocida tanto por su sabiduría como por su severidad, había tomado a Kiran bajo su ala cuando apenas era una joven de 17 años. Desde el principio, ella había mostrado una determinación feroz, una voluntad indomable que la había destacado por encima de los demás aprendices. Pero esa misma fuerza, que Ambessa admiraba en secreto, también había sido la raíz de sus conflictos.

El día en que Kiran se marchó seguía tan vívido en la memoria de Ambessa como si hubiera ocurrido ayer. Había sido una discusión acalorada en la sala de prácticas. Pero estúpidamente ridícula.

—¡Tus métodos son anticuados! —gritó Kiran, su voz retumbando en las paredes de piedra—. Hay formas más efectivas de aplicar lo que nos enseñas, pero te niegas a siquiera considerar algo nuevo.

Ambessa, herida en su orgullo, le respondió con la misma dureza.

—Te he dado todo, Kiran. Tiempo, conocimiento, guía. Si no puedes respetar lo que te ofrezco, entonces márchate. Busca tus "formas más efectivas" lejos de aquí.

La mirada de Kiran, desafiante y llena de rabia, fue lo último que Ambessa vio antes de que ella se diera la vuelta y abandonara el monasterio.

Desde ese día, Ambessa se había sumido en el silencio. Otros aprendices vinieron y se fueron, pero ninguno logró llenar el vacío que Kiran había dejado.

Ambessa regresaba de su caminata matutina cuando, a lo lejos, divisó una figura que ascendía por el sendero empinado. A medida que la distancia se acortaba, su corazón dio un vuelco. Era ella.

Kiran había cambiado. Ahora era una mujer alta y musculosa, con un porte imponente que hablaba de años de esfuerzo físico y disciplina. Su cabello negro largo se movía a cada paso que daba, y en sus ojos aún brillaba la misma determinación que recordaba.

—Ambessa —saludó, su voz firme pero cargada de emoción—. Digo... maestra, es bueno verla.

La maestra se quedó inmóvil, observándola con una mezcla de asombro y cautela.

—Kiran... —murmuró, con un tono que traicionaba su intento de mantener la compostura—. No esperaba verte aquí otra vez.

—No sabía si volvería. Pero estos años lejos me han enseñado más de lo que imaginé. Y he venido porque siento que dejamos algo... entre medio. ¿Podemos hablar?

Ambessa asintió lentamente y, tras un momento de silencio, le hizo un gesto para que la acompañara al interior del monasterio.

Sentadas en el patio bajo la sombra de un viejo roble, Kiran comenzó a hablar. Le contó de los años que pasó viajando, de los pueblos que había ayudado y de los combates que había librado, tanto físicos como espirituales.

—Cuando me fui, pensé que podía con todo, que no necesitaba tus enseñanzas —confesó, con la voz más suave de lo que Ambessa recordaba—. Pero pronto entendí que mi orgullo me había cegado. He cometido errores, Ambessa, errores que podrían haberse evitado si hubiera escuchado mejor.

Ambessa la miró con atención, viendo no solo a la guerrera que había regresado, sino también a la joven que aún buscaba respuestas.

—Yo también cometí errores —admitió el maestro, con una honestidad que rara vez mostraba—. Te juzgué con demasiada dureza. Creí que mantenerme firme era la única forma de guiarte, pero lo que hice fue empujarte lejos. Y he lamentado eso cada día desde que te fuiste.

Las palabras rompieron la barrera que los años habían levantado entre ellos. Por primera vez, ambas se permitieron bajar las defensas.

Kiran sonrió levemente y extendió su mano hacia Ambessa, una mano fuerte y curtida por el tiempo.

—No soy la misma que se marchó, Ambessa. Pero sigo siendo tu aprendiz, aunque ahora creo que tengo tanto que enseñarte como tú a mí.

Ambessa tomó su mano, sorprendida por la calidez y firmeza del gesto.

—Entonces, aprendamos juntas. Quizás esta vez podamos construir algo que sea más fuerte que nuestras diferencias.

Ambessa sabía que Kiran había regresado como algo más que una aprendiz. Ahora era una igual, una compañera en el camino del conocimiento.

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