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18. Caminos separados


Una vez que estuvimos alimentados, aseados y cambiados, finalmente pudimos ir a despedir a Thor, asegurando que Loki y el cubo se fueran con él. Cerraron una calle completa y nos dejaron espacio en un parque, con una gran cantidad de guardias vigilando el perímetro.

Natasha y Clint se acercaron por un lado, saliendo de uno de los autos de SHIELD, pintado de negro, blindado y con el mismo logo. Al igual que el resto, iban de civiles. Bruce, Erik Selvig y yo fuimos igualmente transportados en otro auto de SHIELD, aunque ésta era un camioneta, por lo que nos acercamos juntos a donde Thor esperaba con Loki. Steve había llegado en su motocicleta y Tony, por supuesto, en uno de sus muchos autos lujosos.

Observé desde cierta distancia a Bruce tomar el teseracto del maletín que traía Stark, usando unas pinzas grandes, y colocarlo dentro de un extraño estuche asgardiando que Thor usaría para tomar el poder del cubo y volver a Asgard.

No pensé que fuera a sentirme nostálgica cuando me despidiera de Thor, pero resultó ser así.

—Un placer haberte conocido y haber peleado junto a ti, Kalani.

Sonreí y rompí el abrazo, lo miré y lo palmeé en el brazo.

—Igualmente —concordé—. Espero que volvamos a vernos.

Thor sonrió y asintió.

No entendí cómo funcionaría el cubo hasta que Thor obligó a Loki a tomar el otro extremo del cilindro que lo contenía, y giró la manija. Todos dimos un paso atrás cuando una brillante y casi cegadora luz azul los rodeó y terminó por jalarlos, desapareciéndolos frente a nuestros ojos.

Ahora no quedaba más que despedirnos y tomar caminos separados. Natasha nos dio a Bruce y a mí nuestras respectivas maletas, que habíamos dejado en el helicarrier. Estreché la mano de Bruce y Tony antes de dirigirme al quinjet que me esperaba. Fury lo había enviado para regresarme a mi casa, en Washington.

Vi a Tony manejar su auto e irse con Bruce, a quien le había ofrecido empleo en los laboratorios de la Torre Stark, la cual ahora tenía que renovar. Ya que estaba desempleada y de alguna forma Tony se había enterado, me había ofrecido un empleo en la Torre. Hubiera sido una buena opción, si no tuviera a Bunny esperándome en otro estado.

—¡Kala!

No importaba cuántas veces ocurriera, Steve diciendo mi nombre se había vuelto uno de mis sonidos favoritos. Me detuve frente al quinjet y volteé. Steve, de quien no me había despedido porque no sabía qué decirle, se paró frente a mí y me miró a los ojos. Sus bellos ojos azules, los únicos a los que no les podía sostener la mirada. No me sorprendería si ya se hubiera dado cuenta de que me sentía tal vez demasiado atraída hacia él.

—¿Volverás a Washington?

—Bunny está esperándome —asentí, acomodándome la cuerda de la maleta al hombro—. ¿Y tú? ¿Te quedarás en Nueva York?

—No lo sé —respondió, mirando brevemente su entorno—. He pensado... Bueno, estoy considerando un cambio. Tengo una oferta de trabajo.

—Oh —dije, insegura sobre qué más decirle—. Bueno, yo tengo que encontrar a alguien muy valiente que quiera contratarme —comenté, haciendo una mueca con la boca—. Tal vez me contraten de guardia de seguridad en un centro comercial.

Steve sonrió ante mi broma.

—Bueno —bisbiseé, moviendo mis pies nerviosamente. Me torcí un poco para volver hacia la rampa del quinjet—... nos vemos, Steve.

—Espera.

El agarre firme, aunque sorprendentemente suave, de su mano alrededor de mi muñeca me detuvo. Lo encontré unos pasos más cerca cuando giré, y no pude evitar sonrojarme. Podía ver los pequeños lunares en sus mejillas y algunos otros en su mentón.

—¿Puedo...? —se calló de repente, lucía como si tuviera problemas para encontrar las palabras— ¿Quisieras... salir... conmigo?

Una sonrisa se expandió por mi rostro al entender.

—¿En un cita?

Steve sonrió apenado. Pensé que iba a arrepentirse.

—Sí. Es que... yo sé que...

—Claro.

Se quedó callado de nuevo, y rompió en una sonrisa adorable.

—Si alguna vez vas a Washington —añadí—, búscame.

Lo miré una última vez antes de darme vuelta y subir al quinjet. Me alivió escuchar la compuerta cerrarse a mis espaldas apenas puse un pie adentro, evitando que mirara atrás y me arrepintiera de no hacer lo que más deseaba en ese momento. Mi corazón se rompió un poco, sabiendo que no volvería a ver a Steve.

FIN DE LA PRIMERA PARTE

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