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16. Batalla de Nueva York


—Capitán, nada de esto servirá si no cerramos ese portal.

—Natasha tiene razón —concordé, agitando las garras en el aire para quitarles el líquido viscoso que soltaban los chiaturi, que suponía que era su sangre. Miramos el portal, del que seguían saliendo aliens—. Tiene que haber alguna forma.

—Ni las mejores armas lo tocan —nos recordó.

—Tal vez no son la respuesta —sugirió Natasha.

—Si quieres llegar arriba —dijo, refiriéndose a la Torre donde estaba el reactor—, necesitarás transporte.

Un escuadrón de chitauris pasó volando en planeadores, y escuché que otros se acercaban a pie, por nuestros costados.

—Ya tengo uno —dijo Natasha, mirando las naves que pasaban a gran velocidad. Arqueé una ceja, un poco sorprendida. Era algo arriesgado—. Kalani, ¿recuerdas el acto con Hulk?

Quería que la impulsara en el aire con mis manos.

Asentí frenéticamente.

—Eh..., bueno, sí. Pero... ¿estás segura?

—Sí —contestó despreocupada. Caminó hacia mí y se sacudió los hombros y las manos, tratando de lucir relajada—. Será divertido.

—Bien —acepté. Me puse en posición de sentadilla con las piernas abiertas, y entrelacé mis manos con las palmas hacia arriba, formando un escalón—. ¿Debería usar toda mi fuerza o...?

—Sólo no me lances a la luna —se apresuró a decir.

—No lo haré —sonreí divertida—. Se acerca uno. ¿Lista?

Natasha asintió. Se apoyó en mis hombros, subió el pie derecho y nos balanceamos juntas de arriba abajo antes de que gritara "ahora", y la impulsé hacia arriba. La vi subir con las piernas rectas y los brazos en alto. Justo a tiempo consiguió agarrarse con ambas manos a la base de un planeador y se fue con él.

Capitán, el banco en la cuarenta y dos, después de Madison. Tienen a varios civiles acorralados.

—Voy en camino —avisó, volteando a verme—. Iré a ayudarlos. ¿Me cubres?

Si quería llegar a tiempo, necesitaría correr con el camino libre e ignorar los obstáculos en el camino. Yo me encargaría de los chitauri que le rodearan. Asentí con la cabeza y lo seguí hacia el banco de la 42.

Steve se subió a un autobús y brincó de éste para llegar al segundo piso del banco. Escuché los gritos, el combate y los disparos, pero me quedé afuera, lidiando con los otros. Cuando la gente saliera, la calle debía estar fuera de peligro.

Uno de los chiaturis se lanzó sobre mí y me tumbó, pero falleció en el instante, pues yo había puesto los puños a la altura de mi estómago y las garras se enterraron en su vientre.

—Por Dios, huelen a putrefacto —me quejé.

Retraje las garras, puse las palmas de las manos sobre el cadáver y con ellas lo impulsé hacia arriba y a un lado, quitándomelo de encima. Al voltear la cara, encontré a un policía con la boca abierta.

—Hago pilates —mentí con tono despreocupado.

El policía siguió mirándome sorprendido, pero no dijo nada. Entonces, cuando me levanté del suelo, escuché una explosión. Del segundo piso del banco salió una energía azulada de las ventanas. Steve cayó con el impacto, cubriéndose todo el cuerpo con su escudo, y aterrizó bocabajo sobre un coche estacionado, estropeando el techo y rompiendo las ventanas. Ya no traía el casco.

Por un segundo creí que se habría desmayado, pero se recuperó rápido y bajó del auto. Bomberos y policías llegaron a ayudar a la gente a salir y refugiarse bajo tierra. Me di cuenta de que Steve estaba aturdido.

Cuando me acerqué y lo llamé, él no respondió. Tal vez, con la explosión, sus oídos se habían tapado. Tenía el ceño fruncido y miraba alrededor. Estaba cubierto de polvo y sudor.

—Steve —lo llamé de nuevo, preocupada. Me notó por el rabillo del ojo y se volteó para mirarme. Seguía sin reaccionar—. Steve, dime si puedes oírme.

Él asintió con la cabeza, todavía jadeando por el dolor y esfuerzo.

—¿Estás bien?

Parpadeó unas cuantas veces y volvió a asentir. Abrió la boca para decirme algo, pero Natasha interrumpió por el comunicador.

Eh..., ¿Kalani? Encontré a Callisto.

Como si pudiera verme, alcé la mirada hacia la Torre. Natasha ya debía estar ahí. Seguramente Loki había puesto a Callisto a proteger el teseracto. Debí imaginar que estaría ahí. Aunque fuera una buena noticia que hubiera sido encontrada, Natasha estaba con ella y eso era riesgoso.

—¡No la enfrentes cuerpo a cuerpo! Recuerda que no te reconoce. Si has peleado con ella antes, se ha contenido. Ahora no lo hará.

Puedo sacarla del embrujo como a Clint.

—Inténtalo y te romperás la mano, será como golpear una pared de acero —advertí—. ¿Dónde está Hulk?

Justo aquí —respondió Natasha un momento después, con voz temblorosa—. Callisto no va a estar de humor.

—¿Está bien?

Hulk la tiró de la Torre, pero cayó en su forma de acero. Estará bien.

Miré con cansancio el escuadrón de chitauris que venía hacia nostros. Por suerte, Thor aterrizó a nuestro lado justo a tiempo para ayudarnos. Entre el martillo, el escudo y mis garras, conseguimos mantener a los aliens a raya.

Me distraje cuando Steve recibió un disparo en las costillas y cayó. Traté de ir a él, pero los chitauris me rodeaban y cada vez que me deshacía de uno, otro llegaba. En esa distracción, preocupada por Steve, no alcancé a prevenir el ataque de una lanza.

La corté con ambas manos, dejando la cuchilla adentro de mi clavícula. No tenía tiempo para sacarla. Seguí peleando hasta que quedé en un radio limpio de chitauris. Me acerqué a Steve cuando Thor le estaba dando la mano para ayudarle a levantarse. El uniforme en la zona de la herida estaba entre derretida y hecha cenizas, pero no había daño grave en su piel.

—¿Listo para otra ronda? —le preguntó Thor.

—¿Por qué? ¿Te está dando sueño?

Sólo los escuché y me concentré en mi herida. Levanté la chaqueta y la bajé por mi hombro para examinar el área. No dejaba de sangrar, ya que la cuchilla seguía dentro. Metí dos dedos y tomé el extremo plano del artefacto, sacándolo de mi cuerpo.

—Eso se ve doloroso —señaló Thor, formando una mueca.

—Créeme, lo es —confirmé, apretando los dientes para contener un quejido.

Suspiré aliviada cuando finalmente saqué la cuchilla y la dejé caer al suelo, la cual tintineó. Steve y Thor admiraron cómo mi piel se regeneraba como la de cualquier otro ser humano, pero a una velocidad increíble.

Lo estoy cerrando —exclamó Natasha—. ¿Alguien me copia? Puedo cerrar el portal.

—¡Hazlo! —ordenó Steve.

¡Espera! —exigió Tony.

—¡Stark, estas cosas aún vienen!

Se está acercando un misil. Explotará en menos de un minuto —explicó. Intercambié miradas con Steve y Thor. ¿Un misil? ¿Realmente habían enviado un misil a la ciudad?—. Y sé justo dónde lo pondré.

—Stark, sabes que es una misión sin retorno —le adivirtió Steve.

Tony no respondió. Veinte segundos después, pasó volando sobre nosotros con el misil en sus brazos y espaldas, cruzó Park Avenue por encima de los edificios, rozó la Torre Stark y se elevó en picada hacia arriba. Fue directo hacia el portal, sin dudarlo, sin desacelerar, y entró.

La ciudad estaba a salvo del misil... Tony era otra historia. No podíamos verlo. Estaba lejos y oscuro. Era tonto cruzar los dedos, pero igual lo hice. Pude imaginarme a Bunny persignándose frente a la televisión. Steve y Thor a mi lado estaban igual de tensos.

Entonces, algo pasó. Los chitauri cayeron, como si algo los hubiera apagado. Una de las bestias se dejó caer como si se hubiera quedado dormida, cayendo bocarriba sobre un edificio. La explosión estaba ocurriendo y creciendo a cada segundo. Stark había puesto el misil en la nave de los extraterrestres, pero todavía no había señales de él.

Steve y Thor intercambiaron miradas. Ninguno quería decir lo que se tenía que hacer, pero era necesario.

—Ciérralo —ordenó Steve con pesar.

Unos segundos después, el rayo de luz desapareció y el portal comenzó a retraerse, haciéndose pequeño. Se estaba cerrando, y cuando lo hizo... pudimos apreciar a Tony bajando de un cielo claro e iluminado.

—Lo hizo —celebró Steve.

Sin embargo, Stark no estaba bajando. Estaba cayendo. Sin propulsores. Estaba inconsciente o su traje no servía. O ambos.

—No está desacelerando —notó Thor, y comenzó a hacer girar su martillo mágico.

Justo cuando Thor iba a ir por él, Hulk apareció en escena. Saltó de un edificio a otro, y atrapó a Tony en el aire. Unos metros antes de caer, se empujó hacia atrás y aterrizó de espaldas en la calle, sobre un taxi precisamente, y rebotó contra el pavimento. Se quitó a Tony de encima cuando corrimos a socorrerlo.

Dado que llegué más rápido que ellos, me agaché, lo tomé por el hombro y lo hice girar bocarriba. Steve, Thor y Hulk terminaron de rodearlo. Le quité la máscara y la lancé lejos (estaba rota y ya no parecía útil).

—¿Está respirando?

Cerré los ojos y me concentré en escuchar. Su corazón latía, pero era débil. Respiraba muy pausadamente. Sin ayuda médica, no sabía cuánto duraría.

—Está débil.

Hubo silencio, hasta que Hulk dejó salir un rugido lo suficientemente fuerte para despertar a Tony de golpe, pero no tanto como para lastimar mi audición sensible.

—¿Dónde estoy? —exclamó asustado, con los ojos bien abiertos— ¿Qué? ¿Qué pasó? Por favor, díganme que quien me dio respiración boca a boca fue Kala y no alguno de ustedes.

Sonreí divertida, dejándome caer sentada en el suelo. Exhalé aliviada. La ciudad era un desastre, probablemente había muchos muertos y heridos. Pero habíamos detenido la invasión.

—Ganamos —dijo Steve, asintiendo.

Tony dejó caer la cabeza al suelo y cerró los ojos, suspirando con alivio.

—¡Hurra, eh! Buen trabajo, señores. No hay que venir mañana. Tomémenos el día —bromeó. Miró hacia un punto bajo la calle y señaló con el dedo—. ¿Han probado el shawarma? Hay un restaurante de shawarma como a dos cuadras. No sé qué sea, pero se me antoja.

—Esto aún no termina.

Los tres levantamos la mirada hacia Thor. Claro, faltaba Loki.

—Y el shawarma después —sentenció Tony.

—Definitivamente —apoyé, asintiendo.

A pesar del dolor, el cansancio y el sueño, moría de hambre.

Thor me tendió la mano y me ayudó a ponerme de pie. Loki estaba en la Torre Stark, según nos informó Natasha. Hulk saltó entre los edificios para impulsarse hasta lograr un gran salto a la Torre. Tony tomó a Steve del cuello del traje, como había hecho con Clint, y Thor me abrazó para llevarme con él en el vuelo. No fue agradable, pero tampoco me quejé. No estaba acostumbrada a volar, obviamente.

—¿Estás bien? —me preguntó, al soltarme con cuidado.

Hubiera asentido con la cabeza, pero temía que eso me mareara.

—Sí, estoy bien.

Natasha se reunió con nosotros en el balcón, llevando el cetro de Loki en manos. Clint ya estaba ahí también. Entramos al salón de la Torre, que estaba bastante dañado y destruido, junto con varias ventanas rotas.

Loki estaba herido en el piso, y comenzaba a arrastrarse hacia los escalones para apoyarse mejor. Lucía y actuaba como si un camión le hubiera pasado encima. Levantó la mirada y se tensó cuando no sintió la luz dándole en el rostro. Tenía sombra, lo que le indicó que había alguien detrás de él. Nos miró de arriba abajo y lado a lado. Clint levantó el arco y lo apuntó con una flecha.

—Si no te molesta —dijo con tono calmado, acomodándose sobre un escalón para sentarse cómodamente—, ahora sí quiero ese trago.

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