15. Equipo
Por primera vez no tuve que preocuparme por contenerme. Estábamos rodeados de chitauris, y no dejaban de llegar del cielo. Sentía un extraño alivio, como si liberara toda esa tensión finalmente, cuando dejé que mis instintos tomaran control.
Me quedé cerca de Natasha, pues se había quedado sin balas y combatía cuerpo a cuerpo, con ayuda de sus guantes que daban electrochoques.
—¡Romanoff!
La pelirroja volteó a verme y alzó las manos cuando le lancé el arma que le había quitado a uno de los chitauris. La atrapó, analizó unos segundos cómo funcionaba, y comenzó a usarla.
Entonces, de un punto en el cielo se produjo una serie de truenos, que se sepraron y dieron justo contra un grupo de chiaturis que se acercaba. Cuando los aliens quedaron tendidos en el suelo, Thor aterrizó con su martillo y se acercó.
—¿Qué está pasando allá? —preguntó Steve.
Natash, Clint y yo pasamos al lado y nos detuvimos a recuperar el aliento. Bueno, ellos recuperaron el aliento.
Por el momento no había chitauris cerca.
—La energía que rodea el cubo es impenetrable —informó Thor.
—Thor tiene razón —habló Stark—. Hay que acabar con estas cosas.
—¿Cómo lo haremos ? —inquirió Natasha.
—En equipo —respondió Steve.
—Tengo un asunto pendiente con Loki.
—¿Sí? Ponte en fila —le dijo Clint, ajustando una de sus flechas.
—Olvídenlo. Necesitamos enfocar la atención de Loki en nosotros. Sin él, estas cosas se dispersarían —explicó Steve, empezando a caminar al norte—. Stark está arriba, pero tenemos que ayudar...
Funcí el ceño, confusa ante por qué se había detenido. Seguí la dirección de su mirada y entendí. Bruce se acercaba montado una motocicleta vieja, vestido con ropa holgada y deslavada. Todos lo observamos, sorprendidos. Ninguno había esperado que viniera.
Bruce apagó la motocicleta, se bajó de ella y caminó hacia nosotros, al mismo tiempo en que nosotros nos aceramos a él. Estaba tenso y parecía un poco tímido, probablemente avergonzado por lo ocurrido en el helicarrier.
—Vaya, la situación se ve terrible —comentó con humor.
—Hemos visto peores —admitió Natasha, compartiendo miradas conmigo.
Bruce asintió y nos miró con pena.
—Lo siento —murmuró.
—Está bien —le dije. No tenía rencores, y lo entendía perfectamente—. De hecho, vendría bien un poco de tu enojo ahora. El mío ha servido bastante bien —ironicé, señalando el montón de chitauris decapitados a mis espaldas. Bueno, decapitados y desmembrados.
—Stark, volvió —avisó Steve.
—¿Banner?
—Tenías razón —confirmó.
—Pues que se prepare —dijo con suspenso—. La fiesta va para allá.
Un segundo más tarde, Stark dio la vuelta en la esquina, al final de la calle. No entendí a qué se refería, hasta que la enorme cabeza de una bestia alienígena se asomó por el edificio, flotando con movimientos de nado y mostrando sus enormes y afilados dientes. Venía siguiendo a Tony.
—Oh, Dios —murmuré horrorizada.
Thor gruñó y jugó con el martillo en su mano, preparado para atacar.
—Yo no creo que eso sea una fiesta —dijo Natasha a mi lado.
Stark descendió su vuelo, acercándose a los coches en la calle. La bestia lo imitó, destruyendo autos con su vientre y cola, y ventanas de los edificios con sus aletas. Bruce quitó la mirada del monstruo, nos miró una vez y se volvió hacia la criatura, dirigiéndose hacia ella.
—Doctor Banner —le habló Steve—, sería muy bueno que ahora empiece a enojarse.
Bruce volteó por encima del hombro y mostró una media sonrisa abierta, de humor burlesco.
—Ese es mi secreto, Capitán. Siempre estoy enojado.
No pude evitar dar unos pasos hacia atrás, realmente impresionada. Bruce se había transformado en Hulk en dos segundos, justo antes de que la criatura lo atacara, y lo obligó a desacelerar con un puño. La ballena alienígena se volcó. La cola quedó arriba, y estaba a punto de caer de espaldas sobre nosotros.
—¡No lo sueltes! —gritó Stark a nuestras espaldas.
El chillido de un disparo me alertó. Tony iba a dispararle con algún tipo de bomba. Los escombros de la bestia nos caerían encima. Jalé a Natasha del brazo, la agaché conmigo y la cubrí con mis garras en una X como escudo. Sentí el calor por el fuego de la explosión, y cuando se detuvo miré hacia arriba. La bestia había terminado en pedazos y sólo quedaban piezas de su armadura.
Steve estaba inclinado y parado frente a mí, alcanzando a cubrirnos a los tres con su escudo. Nos miró cuando la caída de los escombros se detuvo y nos indicó con un movimiento de cabeza que lo siguiéramos.
Al centro de la calle nos encontramos con Hulk, Clint, Thor y Iron Man. Los chitauri rugieron desde los edificios, agarrados como arañas. Nos dimos las espaldas en círculo y observamos el entorno. Los alienígenas obviamente estaban furiosos porque no nos estaban derrotando como querían.
Me imaginé que Loki tampoco estaría contento. Del agujero negro comenzaron a bajar más chitauris y otras dos bestias, como hormigas saliendo de su nido.
—Chicos —llamó Natasha, mirando lo mismo que yo.
—De acuerdo, escúchenme —pidió Steve—. Hasta cerrar ese portal, la prioridad es que no escapen. Barton, ve al techo, mantente alerta, busca patrones y cabos sueltos. Stark, encárgate del perímetro: si algo se aleja más de tres cuadras, o lo haces volver o lo haces cenizas.
—¿Me puedes subir? —pidió Clint, mirando a Tony.
—Claro —respondió, acercándose a tomarlo del cuello de su traje—. Sujétate bien, Légolas.
Se elevaron en el aire con el chillo de los propulsores de Iron Man y desaparecieron.
—Thor, intenta obstruir ese portal —continuó Steve—. No dejes que avancen. Controlas el trueno. Conviértelos en carbón.
Thor asintió, tomó su martillo con fuerza y lo agitó dándole vueltas. Provocó tanto aire que agitó mi trenza, casi completamente deshecha, y la corta melena de Natasha. Se impulsó con el martillo en el aire y se dirigió hacia el portal.
—Nosotros nos quedamos en tierra, combatiremos aquí —decidió, mirándonos. Entonces, notó a Hulk a nuestras espaldas y se dirigió a él—. Y Hulk...
Volteó a verlo con las manos abiertas, el ceño fruncido y los dientes apretados, haciendo un gruñido que dio a entender que escuchaba. Steve lo señaló con el dedo índice y lo alentó a pelear con una palabra:
—Aplasta.
No tuvo que decirlo dos veces. Hulk sonrió complacido con el plan, dio un enorme salto de casi treinta pisos y se agarró al edificio, aplastando a los chitauris que se encontró en el camino. Se balanceó de edificio a edificio y destruyó a los enemgios a su paso.
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