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12. Hulk y Wolverine


El impacto de la explosión me hizo saltar en al aire y salir volando de espaldas hacia atrás. Mi cabeza y mi espalda se llevaron gran parte del dolor al atravesar el cristal. El aire del exterior me golpeó, alertándome que caería al vacío.

¿Hill? —llamó Fury por el comunicador.

Detonación externa. El motor número tres está dañado.

Sentí el metal del helicarrier contra mi estómago y mis instintos actuaron. Enterré las garras en el metal, pero éstas sólo cortaron y no detuvieron mi caída. Las enfundé y usé mis dedos para aferrarme a los aberturas creadas con mis cuchillas. Mis brazos ardieron por quedar colgada. Jadeé desesperada.

Alguien va a tener que salir a reparar ese motor —dijo Hill.

Stark, ¿oíste eso?

Yo me encargo.

Usé las garras de mis pies para hacer otros hoyos en el helicarrier, usándolos como escaleras para subir de regreso al laboratorio.

—¡Kala!

Levanté la mirada y encontré a Steve asomándose por el venantal del laboratorio, mirándome con preocupación y horror al no saber cómo ayudarme. Estaba demasiado abajo como para que él sólo me estirara su brazo.

—¡Estoy bien! —grité contra el viento— ¡Ve con Tony!

Él dudó un momento antes de apretar los labios, asentir con la cabeza y correr de regreso al interior para ir tras Stark.

Seguí subiendo hasta que alcancé el marco del ventanal y jalé todo mi cuerpo hasta saltar dentro. Exhalé aliviada un par veces antes pensar en levantarme. ¿Qué rayos había ocurrido?

¿Romanoff? —habló Fury.

—Todo bien —respondió entre jadeos.

Me di cuenta de que su voz no sólo sonó por el comunicador, sino también a una distancia muy corta de mí. Me levanté y retraje mis garras. El olor del humo me impidió encontrar olores particulares, pero no me hizo falta para encontrarla. Los vidrios rotos al otro lado del laboratorio eran una pista suficiente.

Me asomé por el ventanal, que no daba ni al vacío ni a otra habitación, sino al piso de abajo. Me di cuenta de que era algo parecido a un cuarto de claderas, probablemente donde estaba toda la maquinaria del helicarrier.

Ahí abajo estaba Natasha, acostada contra su voluntad por el peso de una tubería larga y ancha que le había caído encima. A su lado estaba Bruce, enfurecido y alterado. Se retorcía en un intento de controlar su temperamento para no desatar al otro sujeto, pero sabía que no lograría contenerse por mucho tiempo.

Salté y caí de pie cerca de Natasha, quien estaba aterrorizada, sudando y jadeando en busca de aire. Rápidamente levanté la tubería, cuidando no hacer ningún movimiento brusco o sonido fuerte para no alterar más a Banner. Natasha se deslizó a un lado y yo dejé la tubería en el suelo con cuidado.

—Gracias —gimió Natasha, adoloridad, poniéndose de pie.

Entonces, un rugido a espaldas de ambas nos puso los pelos de punta. Mi corazón se aceleró y el de Natasha siguió bombeando con rapidez. Pero el corazón que latía más rápido... era el de Bruce.

Se contrajo, sus músculos crecieron y su piel comenzó a cambiar de color. Se levantó torpemente y caminó sin fijarse. Se alejó unos cuantos metros, cayó de rodillas y volteó a vernos. Sus ojos seguían siendo humanos y mostraban culpa. Sabía lo que estaba a punto de pasar.

—Bruce... —murmuró Natasha.

Tapé su boca con mi mano, diciéndole con los ojos que se callara. La transformación se completó y todo rastro de Banner desapareció. Tenía que sacar a Natasha de ahí. Así que miré hacia arriba y luego a ella, quien se mostró confundida por mi actitud.

Entrelacé mis manos y me incliné un poco. Ella entendió y asintió con la cabeza. Sin hacer sonido alguno, levantó su pie y usó mis manos como escalón para impulsarse hacia arriba. Se agarró de mis hombros y levanté de golpe mis manos, Natasha brincó al mismo tiempo y aterrizó en el piso del laboratorio. Por desgracia, su caída hizo un ruido seco y Hulk se dio cuenta.

Natasha se asomó horrorizada, y gritó:

—¡Corre!

No tuvo que decírmelo dos veces. Hulk me persiguió con un rugido, poniéndome más nerviosa. Por suerte, todavía tenía mi cabello trenzado (aunque un poco despeinada), así que el pelo no me estorbó la vista en ningún momento. Subí unas escaleras y llegué a otro nivel, sin dejar de correr.

Hulk usó su impresionante fuerza para arrancar la escalera. Usé el barandal para impulsarme y saltar a un nivel más alto. Hulk gritó. Me escabullí entre tuberías y pasillos. Desgraciadamente, el suelo era de reja de metal y mis botas hacían ruido cada vez que pisaba, delatando mi ubicación.

Hulk habíado deajdo gruñír, pero aún podía olerlo y eso me permitió tener una idea de lo cerca que estaba. No me detuve y aceleré el paso cuando, al cruzar un pasillo angosto e iluminado, Hulk me encontró. Lo escuché destruir todo a su paso con el simple impacto de su cuerpo pasando por el lugar.

Finalmente llegué a una pared que terminaba el camino. Miré alrededor desesperada. Estaba en un callejón sin salida. Al haber desacelerado un segundo, Hulk me alcanzó. Esta vez fue más rápido que mis reflejos y me golpeó con un manotazo. Salí volando contra la pared, que abollé con mi desplome.

Hulk chocó al no haber logrado frenar y rugió, casi rompiendo mis tímpanos. De repente, Thor apareció y lo empujó, atravesando la pared con él.

Me quedé paralizada. Había visto los videos de Hulk en las noticias, pero verlos por una pantalla ni siquiera estaban cerca de asemejarse a la realidad de la experiencia. Era escalofriante, y definitivamente no lograría salir viva de una pelea con él, ¿o sí? Su fuerza era increíble, descomunal..., pero soportable.

No recordaba haber estado tan asustada en toda mi vida. Estaba sudando frío. Observé mis garras y recordé que ellas y mi esqueleto estaban cubiertos del metal más fuerte de la Tierra, vibranio. Ni Hulk podría contra ellas. Él no podía herirme de gravedad. ¿Por qué corrí? ¿Por qué no lo enfrenté?

El miedo a perderme en mi ira y lastimar a un inocente había crecido con los años hasta que terminó superando a mis instintos. Mi propio cuerpo estaba gobernado por el miedo, y ahora ni siquiera me permitía enfrentar a Hulk, cuando probablemente yo era la única que podía detenerlo.

¡Podía detenerlo! No. Debía detenerlo. Si dejaba que siguiera poniendo en riesgo a más gente, Bruce se odiaría a sí mismo cuando despertara, y yo no podría perdonarme a mí misma por no haber sido lo suficientemente valiente para detenerlo.

Apreté los dientes, inhalé y exhalé antes de levantarme y correr hacia donde Thor seguía peleando con Hulk. No había ningún agente alrededor, así que me despreocupé de eso y me acerqué a la pelea.

Hulk lanzó a Thor como si sólo fuera un trapo y éste cayó de espaldas a la distancia. Se acercó para volver a confrontarlo, pero se volteó irritado cuando me vio ir por él.

Rugió con los brazos alzados a sus costados, invitándome a combatirlo. Antes de acercarme demasiado, di un brinco y me lancé. Él cerró sus manos en una trampa, pero no antes de que pudiera empujarlo por el pecho con mis pies. Ambos caímos de espaldas, pero yo me levanté antes y volví a atacarlo.

Encajé mis garras en sus costillas y él gritó más fuerte que antes. Trató de atraparme, pero volví a ser más ágil y desencajé las garras de su cuerpo a tiempo. Eché mi brazo hacia atrás con el puño cerrado y le di con todas mis fuerzas en el abdomen. El sonido por el choque del metal en mi esqueleto perduró en mi cabeza por un momento, mientras Hulk atravesaba una ventana y caía al vacío.

Al parecer, Hulk sangraba verde.

Suspiré aliviada, pero el sentimiento de triunfo sólo duró un momento. Gruñí cuando el impacto de docenas de balas atravesaron mi piel. Conforme una salía al ser rechazada por mi cuerpo, otra entraba. Usé mis garras para detener las mayoría de las balas, pero la nave afuera del helicarrier siguió atacándome hasta que se quedó sin repuestos.

La ira hirvió desde mis entrañas y se esparció por todos mis músculos.

—¿Kalani?

Sin pensarlo, giré en mi propio eje y ataqué. Desgarré su piel, corte a corte, con mis garras. Era tan fuerte como yo, pero no más rápido. Combatió con sus puños, hasta que atrapó un martillo en el aire y me golpeó con él en las costillas. Apenas me recuperé, volví a atacarlo.

Sentí que él no estaba usando todo su potencial en la pelea, y eso me confundió, pero no me detuvo. En un descuido mío, me atrapó con sus brazos y me presionó con fuerza contra él. Usé la garra de mi pie derecho para encajarla en el suyo. Él gruñó cerca de mi oído, pero no me soltó.

Volví a hacer lo mismo con el otro pie y finalmente me dejó ir. No desperdicié la distracción. Torcí su brazo en una maniobra y lo tiré al suelo. Su espalda, cubierta por la armadura, amortiguó su caída. Lo sostuve con una mano alrededor de su cuello, eché mi brazo libre hacia atrás y lo apunté con mis garras, a punto de enterrarlas en su cara.

—No soy tu enemigo, Kalani —barboteó, alzando sus manos en muestra de paz, poniéndose rojo por la falta de aire—. ¡Soy yo! ¡Thor!

Apreté los dientes con fastidio, hasta que distinguí la cabellera rubia. Fruncí el ceño, confundida. Parpadeé unas cuantas veces y el rostro me pareció cada vez más familiar. Entonces, aparté mi mano de su cuello como si su piel me quemara y me quité de encima, alejándome.

—¡Thor! ¿Por qué no me detuviste? —exclamé horrorizada, retrayendo mis garras.

—¿Crees que no lo intenté? —exclamó de vuelta, jadeando por aire.

Suspiré con alivio al asegurarme de que Thor no tenía heridas graves y sólo un poco de sangre saliendo de su nariz y boca. Las heridas en sus pies ya se estaban curando.

Me dejé caer sentada a su lado, mentalmente agotada.

—Lo siento —farfullé, quitándome el sudor de la frente con el dorso de la mano. Tenía la boca seca—. Lo lamento tanto. Tenía que intentarlo. Bruce... Él... Perdóname. Creí que lograría controlarme...

—Lo estabas —aseguró, suspirando—. Estabas controlada, hasta que esa nave te disparó. ¿Cómo sobreviviste a eso?

—Regeneración celular —respondí, quitándome un mechón suelto de la cara y peinándolo hacia atrás, aunque pronto volvió a ver rizado junto a mi ojo—. Me curo en milisegundos —expliqué, ante su mirada confusa—. Thor, sé honesto conmigo: ¿le hice daño a alguien más?

—No. Sólo a mí, pero ya me curaré —dijo con una sonrisa ladeada, señalando sus brazos descubiertos con rasguños, que ya se estaban volviendo cicatrices rosas. Me alegré de ver que no guardara resentimientos—. Eres una guerrera, Kalani. No deberías avergonzarte de ello.

Lo miré apenada y enternecida. Eso, viniendo del dios del trueno, no iba a pasarlo por alto. Le sonreí agradecida con su intento de hacerme sentir mejor.

—Gracias, Thor —dije, levantándome. Él me imitó—. Vamos. Todavía nos necesitan.

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