10. Las armas de HYDRA
—¡Kala! —me saludó Bunny, aliviada de escucharme— ¡Vi las noticias! ¿Estás bien?
—Completamente curada —respondí, pegando más el celular a mi oreja.
El helicarrier tenía una especie de red con señal, por lo que pude contactarla apenas entré a mi dormitorio, con la excusa de tomar una siesta.
—Tú y el Capitán hacen buen equipo —dijo con tono juguetón. Sonreí divertida, rodando los ojos—. ¿Sabes qué sobrenombre te pusieron en las noticias?
Fruncí el ceño.
—¿Sobrenombre?
—¡Sí! —celebró— Te consideran una heroína. Peleaste muy bien.
—No tanto —bufé—. Me atravesó el abdomen con una lanza.
—Oh, no seas tan dura contigo misma. No habías peleado desde los doce años. Sólo estás un poco oxidada.
—¿Un poco?
—Bueno, bastante. Pero tranquila, está en tus instintos —me recordó—. Sólo debes dejar de contenerte tanto.
—Si no lo hago, la persona equivocada podría salir herida...
Bunny se quedó callada por un par de segundos.
—Wolverine.
—¿Qué?
—Así es como te llamaron en las noticias —explicó—. "Wolverine".
—Bueno —dije, con tono desanimado. Miré el techo con una mueca—, es mejor que "X-23".
De hecho, cualquier cosa era mejor que X-23.
—Hay algo que tengo que decirte, Kala...
Mi corazón se detuvo un momento.
—¿Está todo bien? ¿Necesitas que regrese?
—No, no, no —se apresuró a responder. Me destensé un poco—. No es sobre mí. Es sobre ti.
Me sentí más confundida, pero menos preocupada.
—¿Qué ocurre?
—Llamó tu jefe, el director Rickman.
George Rickman era el director de la Secundaria Lincoln, por ende, mi jefe. No era una persona muy paciente, pero jamás he tenido conflictos con él ni viceversa. Todos los años me ha recontratado y nunca me ha dado una mala retroalimentación.
—No contestaste, ¿verdad? Recuerda que se supone que te llevé al hospital a unos tratamientos.
—Por supuesto que no contesté. Estoy vieja, no tonta —bufó, fingiendo estar ofendida—. Pero dejó un mensaje de voz. Vio las noticias.
Oh, mierda. Ahora sí, mierda. Estaba jodida.
Gruñí con los dientes apretados.
—¡Él nunca ve las noticias!
—Al parecer, unos padres le llamaron. Creen que eres peligrosa y que no deberías estar cerca de sus hijos. Amenazaron con sacarlos de la escuela si sigues dando clases ahí. El director estuvo de acuerdo —suspiró con pesar—. Cariño..., acaban de despedirte.
Sentí que el alma se me iba a los pies.
—Yo no... N-no soy... —titubeé, mi voz quebrándose.
¿Peligrosa? Por supuesto que era peligrosa.
Adoraba mi trabajo. Amaba dar clase de Historia a los niños, y estaba segura de que era la maestra favorita de la mayoría. Siempre era la que recibía más obsequios en el día del maestro. Por Dios, era raro que algún alumno reprobara mi clase. Había encontrado una manera divertida e interesante de dar Historia, y estaba orgullosa de eso.
Joseph fue la razón por la que decidí dar clases, mi inspiración y un gran ejemplo. Fue profesor de Historia a nivel universitario después de su tiempo como agente de SHIELD e instructor en la Academia de SHIELD, donde había conseguido el apodo de "Profesor".
—Lo siento tanto, cielo...
Me tallé la frente y los ojos con la mano, frustrada. Todo por ayudar a mi hermana, a quien apostaría que ni siquiera me dará las gracias cuando la salve.
—Está bien, está bien —le dije, recomponiendo mi postura. Me levanté de la cama y miré la puerta del dormitorio—. Buscaré otro empleo. No importa. No te preocupes, Bunny, estaremos bien.
—No es el dinero lo que me preocupa y lo sabes, Kala. Joseph me dejó para toda una vida más —me regañó—. Sé cuánto adoras dar clases y...
Dejé de escucharla cuando sentí mis ojos escocer. Dos lágrimas se me escaparon. Tenía años enseñando en la Secundaria Lincoln, nunca había estado en otra escuela. Lo peor era que no me aceptarían en ningún otro lado. Los padres siempre me verían como una persona peligrosa. No me sorprendía, y tampoco los culpaba. Mis garras no eran precisamente una bouquet de flores. Tenerme como maestra implicaba tener a una persona con cuchillos ocultos en un salón lleno de adolescentes. ¿Quién querría eso?
—Vas a estar bien, ¿de acuerdo? Cobraré algunos favores, hablaré con Fury y él...
—No —la interrumpí, limpiándome las lágrimas—. Sabes que no confío en Fury, Bunny. No es nada personal, pero no quiero nada que venga de él.
—Por favor, Kala...
—Escucha, tienen una pista del teseracto —mentí, ocultando mi decepción—. Tengo que irme. Te llamaré más tarde.
No esperé a que se despidiera y colgué. Al aventar el teléfono a la cama, me di cuenta de que había desenfundado mis garras en un acto inconsciente. ¿Cómo no iban a preocuparse los padres por el bienestar de sus hijos cuando su maestra de Historia era una granada andante?
Guardé las garras y salí del dormitorio con el paso más calmado que pude fingir. Crucé el pasillo, buscando alguna puerta que me pareciera sospechosa o tuviera mucha seguridad. Lentamente, al cruzar a la izquierda, vi una que estaba siendo vigilada por un agente armado. Pasé frente a él como si nada, después me di vuelta y le propiné una patada en el rostro, marcando la suela de mi bota en su cara. El guardia cayó de golpe.
"Almacenaje Seguro C-10" estaba pintado en la puerta. Tenía un código de seguridad para entrar, pero no podía perder el tiempo con eso. Cuando estuve por abrir la puerta a la fuerza, escuché las pisadas de alguien acercándose. Primero me puse alerta, y luego me relajé al notar el distintivo aroma de Steve. Lo esperé con una ceja arqueada y él me miró confuso y sorprendido.
—¿Qué haces?
—Lo mismo que tú —respondí—. Vienes enojado y creo que buscas lo mismo que yo.
—¿También crees que Fury oculta algo?
—Sé que oculta algo —corregí.
—¿Por qué estás tan segura? —preguntó sospechoso.
—Cuando dijiste que las armas de HYDRA funcionaban como el cetro de Loki, Fury mintió sobre reconocer alguna relación.
Steve juntó sus cejas. Mi respuesta le pareció suficiente. Entonces, bajó la mirada al agente que había a mis pies.
—Estaba cuidando la puerta. Tuve que noquearlo, pero no le di fuerte. Sólo está inconsciente —aseguré.
Steve asintió sólo una vez, se acercó a la compuerta y la abrió con ambos brazos, haciendo gala de su fuerza. La deslizó, haciéndola chillar, lo suficiente para que él cupiera, y por ende, yo también. Me dejó pasar primero, echándole un vistazo al pasillo antes de adentrarse.
El lugar estaba oscuro, pero pude ver con claridad. Estaba lleno de contenedores apilados en secciones. Olfateé el aire. Dos agentes se acercaban.
—Alguien viene —susurré.
Steve, sin hacer ruido, señaló el puente que había encima de nosotros. Lo seguí, dando un brinco después de él. Me dio la mano para ayudarme a terminar de subir y le agradecí con una sonrisa.
Avanzamos unos metros y luego giramos a la derecha. Llegamos a un espacio cerrado, donde el camino se cerraba. Lo más incriminatorio no lo iban a guardar cerca de la entrada, así que este era el lugar más ideal para buscar.
—Sólo parece un montón de armamento —pensé en voz alta, mirando la cajas apiladas que usaban de contenedores.
Steve miraba todo alrededor, esperando encontrar algo más. Se acercó cuando me escuchó abrir una de las cajas, el sonido de los broches haciendo eco. Contenían armamento, sí, pero no de esta época. Parecía avanzado y al mismo tiempo viejo. Tenía una marca en especial que reconocí por mis conocimientos sobre la Segunda Guerra Mundial. HYDRA.
—Tenías razón —me dijo, con el entrecejo fruncido y la mandíbula apretada. Agarró una de las armas y cerró la caja—. SHIELD está usando el cubo para crear armas. Igual que HYDRA.
Esbocé una sonrisa tensa y amarga. Steve me miró con curiosidad.
—Qué estúpida soy. Vine para salvar a mi hermana y terminé perdiendo mi empleo por ayudarle una organización de asesinos y mentirosos, de la que además mi hermana forma parte.
Me hacía dudar de si debería salvarla. Callisto era tan culpable como Fury. Sin embargo, yo sabía que nunca podría abandonarla, a pesar de nuestros problemas y el mal estado de nuestra relación.
Steve relajó las facciones de su rostro y su voz se suavizó.
—¿Perdiste tu empleo?
Apreté los labios, cruzándome de brazos con enfado.
—Los padres vieron las noticias. Nadie quiere a una mujer con navajas en las manos dándole clases a sus hijos..., así que sí, me despidieron. Nunca más volveré a dar clases. Ninguna otra escuela querrá contratarme —expliqué, encogiéndome de hombros. Nos quedamos un momento en silencio, hasta que sacudí la cabeza—. Ya no importa. Busquemos a Fury. Necesito una explicación. Él sabe que una de las razones por las que no acepté trabajar en SHIELD es porque creo que fomentan la violencia y el uso de armas, y resulta que ahora también las están creando. Esto es una patada en el trasero.
—Lo lamento —me dijo, sin borrar la expresión entristecida por mi reciente despido y el final de mi carrera—. Sé que mi opinión no importa, pero cualquiera que te conozca puede darse cuenta de que nunca le harías daño a un inocente.
No, su opinión no importaba para nadie y no cambiaba nada, pero sí me afectó y calentó mi corazón. Traté de sonreírle en agradecimiento, pero no pude.
Estaba molesta. Con SHIELD, con Callisto y conmigo misma. Debí haber sido menos estúpida. ¿Cómo no pensé en la posibilidad de ser despedida después de que el mundo viera mi verdadera naturaleza? Desearía haberlo previsto.
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