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1. Experimento X-23


Steve golpeó el saco de boxeo una, dos veces. Tres, cuatro veces. Repetidamente estampó sus puños contra el saco, manteniendo un ritmo fuerte, estable y constante. Entonces, los recuerdos le llegaron como una bomba. Apretó la mandíbula y comenzó a aumentar la fuerza y la velocidad de sus golpes. Su respiración se volvió agitada.

El día en que su otra vida acabó no dejaba de atormentarlo. La voz de su amiga, Peggy Carter, tratando de convencerlo de no lanzarse a las aguas heladas con la bomba, fue lo último que escuchó antes de quedarse congelado por siete décadas.

Con un último golpe, el saco salió volando contra la pared y cayó al suelo, resonando en todo el gimnasio. Estaba roto y la arena se había colado, así que no se molestó en levantarlo y se volteó para recoger otro del montón que tenía preparado. Apenas estaba comenzando, y no le importaba que fueran las diez de la noche.

Colgó el saco por la cadena y lo golpeó sólo un par de veces antes de detenerse al oír una voz grave preguntarle:

—¿Problemas para dormir?

Steve lo miró. Nick Fury había entrado al gimnasio, claramente con la intención de hablar con él. Suspiró y siguió golpeando el saco.

—Dormí setenta años. Ya descansé suficiente.

—Entonces deberías estar afuera celebrando, viendo el mundo.

Steve detuvo sus golpes otra vez y miró al director de SHIELD. Era bastante obvio que no venía para saludar. Así que se quitó las vendas de las manos conformé caminó hacia el banco donde tenía sus cosas. Fury lo siguió.

—Cuando me congelé, había una guerra. Me esperté y dijeron que ganamos. No dijeron lo que perdimos.

—Hemos cometido algunos errores.

Antes de empezar a quitarse la venda de la mano izquierda, Steve notó el par de archivos en las manos del director.

—¿Viene con una misión?

—Así es.

—¿Quiere regresarme al mundo? —preguntó con un ligero tono irónico.

Se limpió el sudor de la frente al terminar de quitarse la venda.

—Quiero salvarlo —respondió, tendiéndole uno de los archivos.

Steve lo pensó unos segundos antes de tomarlo, pero cedió y se sentó en el banco a leer. Se sorprendió al ver el Teseracto, ese cubo azulado lleno de energía poderosa y temperamental.

—El arma secreta de HYDRA.

—Howard Stark lo sacó del mar cuando lo buscaba a usted —explicó Fury—. Él pensó igual que nosotros. El Teseracto puede ser la clave para una energía ilimitada. El mundo lo necesita.

—¿Quién se los quitó? —interrogó, devolviéndole el archivo.

—Se llama Loki. No es de por aquí —dijo con duda—. Tendremos que ponerlo al corriente si decide participar. El mundo se ha vuelto más extraño de lo que piensa.

—A estas alturas, nada me sorprende —admitió.

—Diez dólares a que se equivoca —le dijo, entregándole el otro archivo.

Se inquietó cuando abrió la carpeta y vio la fotografía de una niña, que vestía ropa blanca y cómoda, pero parecía más un uniforme que una pijama. Aunque no se veía herida en lo absoluto, no se necesitaba ser un genio para adivinar que no estaba feliz.

Frunció el ceño, confundido, al ver que la hoja de datos estaba casi vacía.

NOMBRE: X-23.

ESPECIE: Nueva especie.

NACIMIENTO: 31 de enero de 1989.

FALLECIMIENTO: 1 de febrero de 2001 (envenenamiento).

HABILIDADES: Desconocidas.

FAMILIARES: Desconocidos.

—Hace trece años, una mujer vino a SHIELD con información que me dejó muy intranquilo. Resultó que Alquemax, la compañía farmacéutica para la que ella trabajaba, estaba criando a docenas de niños para entrenarlos como soldados invencibles y venderlos; esto lo hacían inyectando una nueva versión del suero del súper soldado en embarazadas, que luego daban a luz a niños con poderes. Así que infiltramos a un agente, y él sólo necesitó entrar al edificio para confirmar que la mujer decía la verdad.

Steve sintió una presión en el pecho. Niños. ¿Cómo era posible?

—El primero de febrero de 2001, un escuadrón de rescate y yo fuimos a El Paso y liberamos los niños, a los que los científicos habían llamado "nuevas especies". Creí que habíamos ganado la batalla, pero me equivoqué. Dos horas después, los niños cayeron como dominós; convulsionaron un par de minutos y murieron. Descubrimos muy tarde que tenían un dispositivo en sus brazos que liberaba un veneno mortal. Las dos únicas sobrevivientes fueron unas hermanas: X-21 y X-23. Ahora conocidas como Callisto y Kalani Kershaw.

—¿Cómo? —expresó. Revisó de nuevo la fecha de nacimiento en el archivo, más confundido— ¿La niña está viva entonces?

Fury asintió con la cabeza una vez.

—Kalani tiene muchas habilidades. Una de ellas es la de regenerarse increíblemente rápido. Su sistema eliminó la toxina apenas el dispositivo la disparó.

—¿Y la hermana?

—Callisto hubiera corrido la misma mala suerte que el resto de los niños si no fuera porque Kalani se dio cuenta de lo que sucedía: le hizo una larga cortada en el brazo y le sacó el dispositivo a tiempo. No fue bonito de ver —admitió—. Después de eso, supe que el mundo no las recibiría con los brazos abiertos. Ordené que destruyeran todo sobre Alquemax y firmé un reporte que decía que todos los niños fallecieron ese día. Pero tampoco podía sólo dejarlas en un orfanato. Eran especiales, diferentes, volubles e incontrolables. Necesitábamos que vivieran en un entorno seguro y libre de presión para que aprendieran a controlar sus habilidades. Asigné Callisto con un agente retirado, en Phoenix. Kalani era más pequeña, pero mucho más salvaje. Requería de un hogar más cálido, más estable. Así que le hablé de ella a otros dos agentes retirados y muy capaces; ellos la aceptaron de inmediato. Nunca pudieron tener hijos, por lo que adoptarla incluso les pareció una bendición.

Steve encarcó las cejas.

—¿Y ahora también son agentes de SHIELD?

—Callisto se unió a la agencia cuando terminó el bachillerato y cumplió la mayoría de edad. Es de las mejores que tiene SHIELD, y aún así Loki la está manipulando de alguna manera con su magia.

—¿Y Kalani?

—Es profesora de Historia Universal en la Secundaria Lincoln, y desde que su tutora enfermó se mudó de nuevo con ella para cuidarla. Siempre ha dejado en claro que no quiere tener nada que ver con SHIELD, pero sé que con su hermana en riesgo aceptará ayudarnos. He estado intentando contactarme con su tutora, la agente Bennett, pero no responde mis llamadas. Lo único que me queda es visitarla y explicarle la situación, pero para eso necesito acercarme. Por eso, quiero que usted venga conmigo.

Steve frunció el entrecejo.

—¿Por qué yo?

Fury se cruzó de brazos, respirando profundamente en silencio.

—Además de ser territorial, es desconfiada. Cuando se siente amenazada, actúa por instinto. Como los animales, se basa en los olores para decidir si una persona es de fiar. Yo no le agrado mucho. Apenas me perciba, me amenazará hasta que me vaya o, en el peor de los casos, me atacará —confesó—. Usted es un buen hombre, Capitán. Tengo la esperanza de que con usted será diferente y no se sentirá amenazada.

Steve dejó salir un suspiro corto, dudando de lo que haría. Volvió la mirada hacia el archivo e hizo puños las manos. No se imaginaba a docenas de niños pasando por ese infierno, sufriendo como ratas de laboratorio, perdiendo su inocencia e infancia, controlados desde su nacimiento para algún día ser vendidos como los soldados de alguien.

—¿En dónde está?

Fury tomó el archivo de sus manos con signos de satisfacción en el ojo por haber logrado convencerlo.

—Washington D.C.

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