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𝚃𝙷𝙴 𝙰𝚅𝙴𝙽𝙶𝙴𝚁𝚂

—¿Cuál es tu nombre, pequeña? —me preguntó la señora (de aproximadamente cincuenta años) con cabellera rubia y mechones blancos, sonriéndome tiernamente. Su nombre, era Bunny Bennett.

Hace seis meses, antes de reunir las pruebas suficientes y formar un plan de rescate, SHIELD envió a su mejor espía para investigar a una compañía farmacéutica, llamada Alquemax. Al final, después de creer que estaban creando una nueva droga, descubrieron que en realidad estaban haciendo experimentos ilegales con niños.

En ese edificio, había una docena de niños encerrados en celdas y amarrados en laboratorios, recibiendo enseñanzas, arduos entrenamientos y maltratos. Alquemax bautizó a sus creaciones como "nuevas especies".

—Kalani Kershaw —respondió Nick Fury por mí, comprendiendo mi silencio. Bunny arqueó una ceja, confundida por el nombre—. Hemos elegido un apellido para ella y su hermana; pero pensamos en dejar que ellas eligieran sus nombres.

—¿Tiene una hermana? —preguntó Joseph (el marido de la mujer), con un acento extraño al hablar.

—Sí. Se llama Callisto y es tres años mayor que ella. La hemos enviado a otro hogar, con el agente Hanks. Por cuestiones de seguridad.

Alquemax crió a muchos niños para entrenarlos como soldados invencibles y venderlos; esto lo hacían inyectando una nueva versión del suero del súper soldado en empleadas (de la misma compañía) embarazadas, que luego daban a luz a niños con poderes.

Yo, designada como "Experimento X-23", fui gestada tres años después por la misma mujer que Callisto, designada como "Experimento X-21"; por lo tanto, éramos medias hermanas biológicas.

—¿Separadas? ¿Eso no es peor? Son hermanas. Son lo único que se tienen. Deberían estar juntas —le reprendió la señora Bennett.

—En el laboratorio no las tenían juntas. No tuvieron mucho tiempo libre como para forjar un lazo de hermandad —contestó con sarcasmo.

La señora Bennett puso sus brazos en jarras y miró a Fury con ojos furiosos, encontrando desagradable su la respuesta.

—¿Tienes sus papeles? —habló el señor Bennett, quien vestía de traje azul y zapatos cafés— Los necesitaré para inscribirla en la escuela. He hablado con el director del Liceo Montecorvino. Me debe unos cuantos favores.

Algunos experimentos se volvieron locos al crecer y usar sus poderes. Alquemax los determinó como fallas, así que... cada vez que sacrificaban a uno, criaban a otro. Así fue como tres años después me criaron a mí, y finalmente dieron con el soldado perfecto que tanto habían esperado.

—Todo lo que necesitan está aquí —le aseguró Fury, tendiéndole un maletín rectangular, simple y negro, con broche.

El primero de marzo de 2001, en El Paso, Texas, SHIELD liberó a las nuevas especies: doce niños genéticamente modificados desde antes de nacer. Sin embargo, lo niños sólo pudieron disfrutar de un par de horas de libertad antes de que todos fueron envenenados por unos pequeños dispositivos que tenían implantados en el interior de sus brazos dominantes.

Al parecer, el jefe de laboratorio bioquímico, Zander Rice (SHIELD nos prometió a Callisto y a mí que es el único empleado que logró escapar), sólo necesitó presionar un botón para activar los dispositivos. Los implantes expulsaron un veneno que mató a casi todos en cuestión de segundos. Callisto y yo fuimos las únicas sobrevivientes, pero no por suerte ni coincidencia.

—Kalani —me llamó la señora Bennett.

La miré expectante. Ella ya estaba entendiendo que yo no hablaría por algún tiempo. Pero yo no lo hacía por descortesía. Simplemente, no encontraba mi voz ni las ganas de abrir la boca.

—¿Te gustaría ver tu cuarto? Era el cuarto de visitas, pero le hice unos arreglos. Si algo no te gusta, podemos cambiarlo.

No tuve dificultad para dejar el lado de Fury y acercarme a la señora Bennett. No me agradaba ese señor con el parche en su ojo, mientras que la señora de sonrisa cálida me dio más confianza.

—Sígueme —pidió con su intacta sonrisa.

Obedecí. Ella subió los escalones de la casa hasta el segundo piso. Pasamos dos puertas.

—Esta de aquí es mi habitación y de Joseph. Este es tu baño, y este... es tu cuarto.

Abrió una puerta blanca de madera, con detalles rectangulares que le daba textura, y una luz blanca y amarilla por poco me cegó. No necesité parpadear para acostumbrarme a la iluminación del cuarto.

Las paredes eran amarillas, el piso era de madera clara, igual que el resto de la casa. Tenía cortinas beige en las ventanas, que tenían marcos de madera blanca. En el centro había una cama con suficiente espacio para dos personas, dos muebles pequeños a cada lado, un banco acojinado en frente, y muy cerca estaba un escritorio que combinaba con una silla. Todo estaba decorado y bien arreglado, incluso con flores recién cortadas en un florero con agua.

En una de las paredes había un librero con montones de libros acomodados, y del otro lado había un clóset metido en la pared con puertas blancas de madera, que se deslizaban hacia afuera para abrirse.

Me acerqué a la cama y acaricié la tela de las sábanas. Era muy suave, a diferencia de las que tenía en mi celda en Alquemax.

—¿Te agrada?

La señora Bennett estaba ansiosa por escucharme hablar, por hacerme sentir bienvenida. Realmente sus sentimientos protectores hacia mí eran sinceros y puros.

—Sí —logré articular—. Gracias.

Su sonrisa se agrandó, y trató de ocultar su sorpresa de oírme hablar.

—Bajaré a hacer la cena. Puedes quedarte a descansar o... conocer tu cuarto —sugirió, otra vez ansiosa por que le respondiera. Asintió, captando hablaría de nuevo, y tomó la manija de la puerta—. Si necesitas algo, estaré abajo.

Cerró la puerta cuando se fue, dejándome sola en el cuarto que ahora sería mío. Después de abrir todos los cajones y puertas, descubriendo que estaban vacíos, miré el patio trasero a través de la ventana que había junto a la cama. Todo estaba verde, bien cuidado, y rodeado por una cerca blanca de madera, posiblemente recién pintada.

Hace tres días no tenía nada más que un número para definirme. Ahora, tenía un cuarto propio, en una casa segura, con dos adultos que iban a cuidarme (o eso había dicho Fury), en un vecindario de película, en la elitista ciudad de Washington D.C.

Después de dejarme tomar una ducha en la habitación de un hotel, donde dormimos Callisto y yo por dos noches antes de que Fury decidiera lo que haría con nosotras, me habían dado un cambio de ropa y un cepillo de dientes. Hoy, hace unas horas, me despedí de mi hermana biológica y me subí a una nave con la idea de que ahora tendría "un hogar y una familia". No estaba segura de lo que eso significaba, así que Fury lo simplificó con una oración que me hizo bajar la guardia frente a los Bennett.

Ellos sólo quieren cuidarte. Te educarán, te protegerán, te alimentarán y te darán el cariño que todo niño merece.

Con eso en mente, decidí bajar al primer piso y buscar la cocina. No me tomó mucho, porque la casa era muy abierta y no tenía paredes de por medio. Bunny estaba partiendo unas verduras con un largo cuchillo, usando un delantal sobre su vestido.

—Kalani —habló la voz del señor Bennett a mis espaldas.

Habiendo escuchado sus pisadas antes, no me exalté. Tampoco me volteé, sin embargo.

—La cena estará lista pronto. ¿Quieres acompañarme en la sala mientras tanto?

Joseph no se esperó a que le respondiera y caminó hacia la sala, cruzando la cocina. Lo seguí, sintiendo los adorables ojos azules de muñeca que Bunny tenía dirigidos a mi espalda.

La sala no era muy diferente de lo que vi que las familias en las películas tenían. Un conjunto de sillones frente a un televisor y largas estanterías llenas de libros acomodados, portaretratos con fotografías de ellos y otras personas, además de algunos trofeos y unos ornamentos de cristal.

Joseph se sentó en el sillón largo y yo lo imité. Él me miró con una ceja arqueada, sorprendido por mi decisión de sentarme a su lado.

—Dime, Kalani, ¿te gusta leer? —preguntó con curiosidad.

Asentí con la cabeza. Los libros eran mi único entretenimiento cuando estaba encerrada en mi celda.

—Tengo algunos que leí cuando era niño. Tal vez podrían gustarte —sugirió, regalándome una pequeña sonrisa. Se levantó sólo unos segundos para alcanzar a tomar un libro pequeño y delgado de la estantería, que luego me tendió—. El conejo de terciopelo, escrito por Margery Williams e ilustrado por William Nicholson. Narra la historia del deseo de un conejo de peluche de volverse real a través del amor de su dueño. El libro se publicó por primera vez en 1922, mucho después de que Bunny naciera.

—¡Oye! —reclamó indignada desde la sala, aunque con un obvio tono juguetón.

Sonreí divertida y Joseph lo hizo también.

Admiré y acaricié la portada del libro, que tenía un lindo conejo marrón ilustrado mirando directo hacia mí.

—Gracias —le dije, tomando el libro con más fuerza de la que debería, pegándolo a mi estómago. Se sentía mío, y no quería soltarlo.

Joseph me sonrió tiernamente y asintió. Desde ese momento, supe que mi suerte había cambiado. Estaba a salvo, ellos me cuidarían y protegerían. Al menos, eso me dije durante el primer mes.

En un día común de mi nueva vida... después de que Bunny me recogiera de la escuela, yo me quitara el uniforme, hiciera la tarea con la supervisión de Joseph (quien daba clases de Historia en la Universidad de Washington), terminara de leer El principito y cenara un delicioso estofado preparado por Bunny, tomé una ducha caliente y me metí a la cama. Joseph y Bunny, como cada noche, fueron a arroparme y apagarme la luz.

Justo cuando estaba conciliando el sueño en el absoluto silencio que me rodeó, escuché pisadas y la puerta frontal abrirse con sumo cuidado. Miré la hora en el reloj de manecillas de mi cuarto y vi que eran las once. Ni Joseph ni Bunny estaban despiertos a esa hora nunca, y si lo estaban no se movían con cautela. Así que me levanté de la cama y abrí la puerta de mi cuarto. El olor de tres hombres desconocidos entró por mis fosas nasales. Algo salvaje se despertó en mi interior, algo animal e instintivo. Habían extraños en mi casa, mi hogar, cerca de mi familia.

La puerta del cuarto de mis tutores se abrió con cuidado también y Bunny se asomó con una pistola negra alzada en su mano. Me miró con advertencia, ordenándome silenciosamente que no me moviera.

Como dije, algo instintivo se había despertado en mí. Bunny trató de alcanzarme y detenerme cuando me dirigí a las escaleras, pero fui mucho más rápida. La escuché seguirme, pero se detuvo abruptamente cuando grité y me lancé sobre el primer hombre.

Claramente era un soldado, porque iba armado y tenía mucha protección alrededor de su cuerpo y cabeza, además de que parecía estar inspeccionando la planta baja. Terminé con ellos rápido, recibiendo tantos balazos como cuchillazos y una lanza en el pecho para tratar de jalarme y sacarme de la casa, igual a un pez en el agua.

Los dos me miraron casi con horror por la escena que dejé entre la sala, la entrada de la casa y la cocina. El lugar y yo estábamos cubiertos de la sangre de los soldados. Mi pijama ya no tenía rastros de ningún unicornio y mis garras dejaron marcas en las paredes y el suelo.

SHIELD llegó sólo una hora después, refiriéndose a Bunny como "agente Bennett" y a Joseph como "Profesor", y se encargó del asunto. Al parecer, eran soldados con el objetivo de capturarme, enviados por Zander Rice para recuperarme.

Desde ese día, aunque no se dijo en voz alta, quedó claro que aunque mis tutores tenían experiencia, entrenamiento y un antiguo empleo en SHIELD, en realidad... jamás podrían protegerme como yo a ellos.

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