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XXVI.

La oscuridad me cubrió por completo y me aplastó bajo su peso; no sentía nada más que eso. Si aquello era morir, tenía que reconocer que no era como yo me lo había esperado. En mi imaginación me había imaginado algo parecido a la escena que tiene lugar en Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, no aquello. Sin embargo, allí no había ni estación de King Cross ni ningún Albus Dumbledore esperándome: solamente estaba yo… rodeada de oscuridad.

Era una extraña sensación, como si estuviera flotando en aquella negrura que no parecía conducir a ninguna parte. Y no parecía tener fin. Me encogí sobre mí misma mientras aguardaba a lo que tuviera que esperar.

Como una eternidad.

La parte buena del asunto de estar muerta es que no tendría que preocuparme por los estudios o por cualquier otro problema que pudiera tener hasta el momento. Lo único que iba a echar de menos eran mi familia, mis amigos… y a Chase. Ahora que por fin habíamos conseguido arreglar nuestras diferencias, que podríamos estar juntos…

Las imágenes de mi infancia fueron pasaron lentamente por delante de mí, como si fueran un rollo de película. Me vi cuando era pequeña, en el patio, ayudando a mi padre a montar un columpio que se me había antojado porque todos los niños tenían uno y yo no quería ser menos; en otro, siendo igual de pequeña, cogiendo por primera vez a mi hermana Avril preguntándome por qué no me habían traído el perrito y, en vez de eso, me habían dejado a esa cosita tan llorona. Distintas partes de mi vida desfilaron una por una en orden y sentí que se me saltaban las lágrimas.

Pero, en medio de la oscuridad, algo había comenzado a cambiar. Era capaz de oír voces (¿voces estando en el limbo o lo que quisiera que fuera ello?) y fragmentos de conversaciones donde reconocí la voz de mi madre y de Grace.

-… lo último que necesitaba era que se viera inmersa en todo esto –decía mi madre en esos momentos-. Su padre escogió no decirle nada por un buen motivo: evitar que pasara algo por el estilo. No estaba preparada para enfrentarse a ello. ¡Por poco muere…!

-Chase la salvó usando su sangre –comentó Grace, cuchicheando-. De no haber sido por él…

Alguien chasqueó la lengua. Probablemente mi madre.

No entendía qué podía estar sucediendo y, de no estar muerta, qué me había pasado. Recordaba haberme interpuesto entre Chase y Adam y de casi precipitarme al vacío tras recibir la puñalada que iba dirigida a Chase. Pero nada más.

-Aunque me cueste admitirlo, ese chico ha demostrado que quiere a mi hija –reconoció mi madre, con fastidio.

-Chase me entregó un DVD y me pidió que se lo entregara al miembro del Consejo que viniera para tomarnos declaración sobre lo sucedido –prosiguió Grace, con insistencia-. Dijo que era muy importante y que tanto Lay como Mina sabían qué contenía.

Mi cuerpo comenzó a obedecerme e intenté mover alguno de mis dedos; afortunadamente, funcionó. Eso quería decir que no había muerto y que todo aquello había sido gracias a Chase y su sangre. La pesadez que se había apoderado de mi cuerpo comenzó a desaparecer poco a poco, dejándome una horrible sensación de vacío.

Se me escapó un gemido y, cuando abrí los ojos, tenía a una gran cantidad de personas congregadas a mi alrededor, como si estuviera en mi lecho de muerte.

Las manos de mi madre se ajustaron en mis mejillas y me las acarició con suavidad, tratándome como si fuera de cristal. Tenía los ojos anegados en lágrimas.

-¡Oh, gracias a Dios que has despertado! –dijo, con un evidente alivio.

Parpadeé varias veces mientras intentaba acostumbrarme de nuevo a mi cuerpo. Estaba en mi habitación, en mi casa y metida en mi cama. Jamás me había sentido tan agradecida de encontrarme allí, junto a mi familia. Sin embargo, no reconocí otras de las caras que me miraban desde fuera del grupo que se había reunido a mi alrededor.

Me ordené mover los labios y, al principio, no pude más que balbucear sonidos sin sentidos; me esforcé por pronunciar con cuidado. Tenía la voz ronca y un molesto escozor en la garganta.

-¿Qué… qué ha pasado? –pregunté, con esfuerzo.

No recordaba cómo había llegado hasta allí y había muchas más lagunas a las que tendrían que darme respuestas. Como, por ejemplo, dónde estaba Chase.

«Quizá se haya quedado en el salón», me dije, intentando calmarme, «o estará en su casa…». Pero la sensación de vacío que tenía en el pecho me instaba a pensar que no estaba allí.

Todos se apartaron de la cama unos centímetros mientras mi madre se sentaba a mi lado y me recolocaba las almohadas y la manta. Es como si estuviera preparándose el discurso que debía darme. La miré con el ceño fruncido, a la espera de que decidiera responderme.

-Te secuestraron, Mina –me contó mi madre, pero eso no era ninguna novedad: recordaba perfectamente cómo mi cuerpo había chocado contra el suelo de la furgoneta cuando habían decidido raptarme en el baile, cuando huía de Chase-. Estuviste desaparecida dos días enteros hasta que alguien llamó a Chase para ofrecerle un trato; él aceptó y te sacó de allí…

Miré a Grace, que se había quitado el equipo de cazador y ahora llevaba unos vaqueros desgastados y una blusa rosa. No parecía ser una cazadora que supiera defenderse con la ferocidad con la que lo había hecho… ¿cuántos días hacía que estaba inconsciente?

Grace leyó en mi mirada confundida todas mis dudas y me dedicó una sonrisa que trataba de infundirme ánimos.

-Has estado inconsciente tres días enteros, Mina –me contestó a mi pregunta no formulada-. Cuando Chase se trajo hasta aquí... bueno, reconozco que pensábamos que estabas muerta. No sabíamos si la sangre de licántropo funcionaba, pero, cuando comenzaste con las fiebres y los delirios, tuvimos miedo que pudieras… transformarte.

Abrí la boca a toda prisa para preguntar si me había convertido en licántropo. Estaba acongojada, no me veía como mujer lobo, correteando por ahí y con tanto… pelo.

La sonrisa de Grace se hizo mucho más amplia, como si le divirtiera la idea de verme transformada en loba aullando a la luna.

Sin embargo, en aquella ocasión respondió un hombre menudo con los cabellos oscuros llenos de canas y con una mirada dulce:

-No hay probabilidades de que surja una transformación, querida. El gen de la licantropía se transmite de padres a hijos varones. No tenemos constancia de que existan mujeres lobas –añadió en un tono de broma.

Todos soltaron una risa que intentaba relajar el ambiente, sin éxito. Ocultaban algo, lo sabía, pero no sabía qué ni tenía ni una ligera idea sobre lo que podría estar sucediendo. ¿Qué había pasado en aquellos tres días en los que había estado inconsciente?

Sin embargo, la respuesta de aquel hombre sobre que no iba a transformarme en licántropo me dejaba una inmensa sensación de alivio.

Aún quedaban muchas incógnitas por resolver sobre qué había sucedido después de que casi muriera en aquel almacén.

Recordé de golpe el DVD y la importancia que tenía que lo viera el Consejo. Quizá, a estas alturas, el señor Monroe hubiera huido y todos los esfuerzos, incluido los de Lay, no habrían servido para nada.

-¡El DVD! –exclamé, haciéndome daño en la garganta de nuevo.

Todos los que estaban en mi habitación se miraron entre ellos, de manera cómplice.

-Nos lo dio Chase, Mina –respondió tío Henry, que había aparecido de la nada-. Nos exigió que tenía que verlo el Consejo y que tú le habías dicho que era importante –intenté incorporarme, pero mi madre me sujetó con firmeza por los hombros-. Lo hemos visto, Mina –añadió, en un tono serio-. Y hemos tomado las medidas necesarias; ninguno de nosotros nos esperábamos que los acontecimientos dieran un giro tan radical después de tanto tiempo.

Mi madre me dio un ligero apretón en el hombro y vi que le temblaba la mano. Ella era miembro del Consejo, había ocupado el lugar de papá hasta que alguno de nosotros tres decidíamos aceptar el cargo; eso significaba que había tenido que verlo también. Ahora que sabía lo que había sucedido realmente con papá… ¿habría cambiado ligeramente la opinión que tenía de Chase o seguiría manteniéndola?

-Todo está bien, cielo –me aseguró en un susurro mi madre-. El señor Delehanty ha venido para preguntarte qué recuerdas de lo que pasó…

El hombre que me había respondido a la cuestión sobre mi licantropía se adelantó unos pasos y todos los que estaban en mi habitación a excepción de mi madre, Grace, tío Henry y el señor Delehanty. Tenía que reconocer que me alegraba de que toda esa gente que no conocía se hubiera marchado porque me habían dejado espacio. Y tenía que poner en orden muchas cosas. Como, por ejemplo, ¿quién era el señor Delehanty y qué hacía en mi casa? No me creía que hubiera venido únicamente para que le relatara lo que sucedió en aquel almacén.

-Señorita Seling –empezó el señor Delehanty-, tanto la señorita Donovan como el resto de sus amigos, han coincidido en que desapareció en el baile de Cambio de Estación. ¿Puede explicarnos cómo sucedió… exactamente?

Cogí aire. La primera pregunta era fácil de responder: les relaté cómo me habían cogido cuando salía del baile para tomar un poco el aire (no les comenté que mi verdadero motivo fue que Chase había dejado inconsciente de un golpe a Kyle y había salido corriendo para pedir ayuda) y de la forma en que me drogaron para meterme dentro de una furgoneta; proseguí contándoles que nos habían conducido a Lay y a mí hacia una habitación, donde nos habían mantenido prisioneros y nos habían mostrado el DVD que Chase les había entregado y terminé con la parte más reciente y que me provocaba un sordo dolor en el pecho: la muerte de Lay, la imposibilidad de poder haber hecho algo por él, el dolor de Chase al ver cómo su mejor amigo moría en sus propios brazos… y cómo Adam había intentado matar a Chase cuando intentábamos escapar de allí con el DVD.

Durante todo el rato que estuve hablando, esforzándome por no dejarme ningún detalle que pudiera ser importante, mi madre me tenía sujeta por los hombros y me miraba fijamente, como el resto. El señor Delehanty asintió con un seco movimiento de cabeza.

-Coincide perfectamente con las versiones que hemos recogido de sus compañeros, señorita Seling –comentó el hombre-. Perdóneme, pero aún no hemos terminado con esto, me gustaría preguntarle algo más… personal.

Grace me estrechó la mano con fuerza mientras mi madre tragaba saliva y tío Henry fruncía los labios. Tendría que haberme imaginado que, tarde o temprano, el Consejo tendría que enterarse.

Esperaba que no fuera muy duro conmigo.

-Como miembro licántropo del Consejo, debo preocuparme por el bien de toda nuestra comunidad y nos ha llegado una información un tanto… comprometida –prosiguió el señor Delehanty-. Debe saber que, para mantener un cierto nivel en nuestra descendencia, emparejamos a nuestros miembros con mujeres con las que comparten un alto porcentaje de compatibilidad biológica…

-Por favor –le interrumpió Grace, con descaro-, conocemos perfectamente sus métodos para emparejar a sus miembros. ¿Por qué no va directamente al grano?

La cara del señor Delehanty se sonrojó mientras carraspeaba.

-Lo que quiero decir, señorita Seling, es que el señor Whitman declaró que… que la había vinculado –explicó y a mí se me cayó el alma a los pies: Chase se lo había confesado a todo el mundo sin pensar en las posibles consecuencias que podría tener para ambos.

A mi madre se le escapó un gemido ahogado y miró a tío Henry, pidiéndole con la mirada que le dijera que todo aquello era una broma. Yo, por mi parte, bajé la mirada mientras Grace me frotaba el hombro, intentando infundirme ánimos. De la gente que estaba en la habitación, únicamente lo sabía Grace y, por lo que había demostrado, no se lo había contado a nadie.

El señor Delehanty percibió mi inquietud.

-¿Por qué no nos dejan a solas unos minutos? –propuso, aunque más bien sonó a una orden.

Mi madre me dirigió una mirada que parecía estar diciéndome: «¿De verdad quieres quedarte a solas? ¿Tan poco confías en tu propia madre?», pero no dijo nada. Grace y tío Henry salieron primero, seguidos por mi madre, que se detuvo en la puerta unos instantes, como si esperara que, en el último momento, le pidiera que se quedara conmigo. Tras comprobar que no iba a decir nada, salió de la habitación con la cabeza gacha y cerró la puerta tras ella.

Una vez estuvimos el señor Delehanty y yo a solas, el hombre pareció relajarse. Parecía estar más a gusto a solas conmigo que rodeado de cazadores.

Lo mismo que me pasaba a mí.

-Bien, señorita Seling, prosigamos ahora que estamos mucho más tranquilos –sonrió él-. Como le he dicho antes, el señor Whitman, un miembro de la comunidad de licántropos que hay en Blackstone, confesó haberla vinculado –me dirigió una mirada seria-. ¿Sabe usted a lo que se exponía estando con él?

Quizá debería haberle dicho a mi madre o a Grace que se quedara conmigo, al fin y al cabo…

-No… no lo sabía –respondí, con un leve tartamudeo-. A decir verdad no supe siquiera que mi familia estaba… estaba al tanto sobre licántropos y cazadores; después, cuando lo descubrí, tampoco tenía muchos conocimientos sobre el tema.

-Por supuesto –coincidió el señor Delehanty-. Su padre siempre se aseguró de que su familia no se viera involucrada en todo esto y, he de decir, que me pareció una postura bastante respetable. Conocí a su padre, señorita Seling, y sé que era un hombre maravilloso que hizo demasiado por nosotros, los licántropos, todos lamentamos su pérdida.

»Pero, volviendo al tema, debo decirle que no es muy usual que, cuando encontramos una pareja a nuestros miembros más jóvenes para que puedan formar una familia, una de las partes no… no se vincule. Lo que sí es extraño e inusual es que un licántropo encuentre a su compañera en… en una cazadora; por eso mismo me siento en la obligación de hablar con usted sobre esto. Es la primera vez que ha ocurrido algo así dentro de nuestra manada y, bueno, tenemos que comprobarlo.

Su mirada se clavó en mi clavícula y sentí como si me traspasara, como si tuviera rayos X. Me estaba pidiendo que le mostrara la marca que tenía en la clavícula, que le demostrara que todo lo que había contado Chase era verdad…

Con cuidado, me descubrí un poco la zona de la clavícula y el señor Delehanty se acercó con timidez y curiosidad para, después, ver las tres cicatrices que me habían quedado. Se tapó la boca en un gesto sorprendido.

-Qué interesante –murmuró para sí-. Entonces esto cambia las cosas, señorita Seling: se ha convertido en alguien de la manada. Estará protegida por cualquiera de nosotros, no le sucederá nada.

No estaba segura de querer estar bajo la protección de Kai y Carin, pero no dije nada. El señor Delehanty continuó con su conversación sobre lo que conllevaba eso, la sorpresa que había causado y lo que significaba todo aquello: con nuestra sorprendente relación, la manada se había dado cuenta que no siempre era eficaz los emparejamientos que se llevaban a cabo, proponiendo que las próximas generaciones pudieran elegir libremente a sus parejas. Suponía una evolución en esa arcaica costumbre que habían mantenido desde hacía tanto tiempo.

El señor Delehanty se despidió de mí con una amable sonrisa, pidiéndome que, de necesitar algo, no dudara en acudir a ellos, y se marchó por donde antes habían salido mi madre, Grace y tío Henry. Un segundo después, mi madre aparecía en el marco de la puerta, mirándome con preocupación.

A pesar de haberles contado todo, ellos no me habían dado algunas respuestas. Esperaba que mi madre pudiera proporcionármelas. Sin más mentiras.

-Siento no habértelo contado antes, mamá –fue lo primero que dije cuando mi madre se atrevió a pasar.

Mi madre negó con la cabeza, con una sonrisa triste en los labios.

-He aprendido a que mi hija tenga sus secretos como yo tengo los míos, cielo –respondió-. ¿Ha ido todo bien?

Asentí.

Mi madre se dejó caer con suavidad en la cama de Percy y me dedicó una mirada pensativa.

-Supongo que te debo una disculpa –dijo-. El contenido del disco… he de reconocer que me ha dejado sorprendida. Jamás sospeché o llegué a pensar que Philip Monroe fuera una persona tan… tan horrible; tu padre creía que era su amigo y lo traicionó. Asesinó a su mejor amigo y luego mintió para salvar su propio cuello, aprovechando la situación para intentar hacerse con el poder. Me siento asqueada de haber dejado que ese hombre entrara a esta casa en alguna ocasión.

Levanté las cejas, incapaz de poder creerme lo que quería decirme mi madre. La misma persona que me había advertido que Chase no era una buena elección, que había matado a mi padre a sangre fría.

-Al final Chase y el resto de la manada resultaron ser las víctimas de ese hombre –prosiguió mi madre con esfuerzo-. Pero debes comprenderme, Mina, de que intentaba protegerte. Y has sufrido tanto…

-Mamá –la interrumpí-, entiendo todo lo que has hecho, ninguno sabíamos la verdad al completo y lo único que querías era protegerme. Pero, ahora que… -se me hacía difícil tener que decirle que había sido vinculada por un licántropo- que tengo esta marca, debes entender que es mi decisión estar con Chase.

La mirada de mi madre se ensombreció y se apresuró a salir de la habitación con la excusa de que Grace querría hablar conmigo y ponerme al día sobre todo lo que me había perdido al estar inconsciente.

Otra señal de que algo no iba bien.

Mi amiga Grace apareció con una sonrisa de cautela que intentaba parecer amable. Cuando se acercó vi los moratones y cortes que había recibido en la disputa que había tenido lugar en el almacén. Se la notaba cansada y preocupada.

-Me alegro de que hayas despertado, Mina –dijo, sentándose en el alfeizar de la ventana-. Cuando te vi en los brazos de Chase tan rígida… tan fría… pensé que no lo habías logrado. Te trajimos aquí y… tu madre se puso histérica; Chase se marchó de aquí antes de que las cosas pudieran ponerse peor y luego empezaste a gritar y a retorcerte de dolor… Nos diste un susto terrible a todos, Mina. Pero fuiste muy valiente al interponerte para salvar a Chase –reconoció, en voz baja, como si fuera nuestro secreto.

-¿Qué sucedió después? –pregunté-. Lay…

Grace bajó la mirada y retorció las manos en su regazo, buscando por dónde empezar.

-Lay no fue el único que murió, Mina –respondió y noté cómo se me formaba un nudo en la garganta: aquellas muertes eran, en parte, culpa mía-. Kris, Roth, Burke… no lo consiguieron; Kevin y Lewis aún se están recuperando de las heridas que les hicieron. Esos cazadores eran demasiado para todos nosotros, pero lo conseguimos.

Los nombres de los tres miembros de la manada que habían fallecido se me clavaron en el corazón como si fueran esquirlas de cristal. Los remordimientos volvieron a ocupar toda mi mente, impidiéndome pensar en otra cosa. Me masajeé las sienes y pensé en que no hubiera sucedido nada de ello si Chase y yo no nos hubiéramos conocido en aquella fiesta; ninguno de ellos hubiera muerto y todos estarían a salvo…

Todo hubiera seguido igual.

No nos habríamos hecho daño de la forma en la que nos lo habíamos hecho Chase y yo. Eran tantas las cosas que no hubieran sucedido…

-Es culpa mía –gemí, intentando controlar las lágrimas que amenazaban con caer de un momento a otro.

Grace acudió a mi lado y me sujetó con fuerza por los hombros, mirándome seriamente.

-¡No! –exclamó mi amiga-. Tú no has tenido culpa de nada, ¿me has entendido? Ellos tomaron la decisión de ir a por ti sin que nadie les obligara a ello.

-Pero… pero de no haber conocido a Chase… nada de esto hubiera sucedido.

-Mina, por favor, olvídate de esas bobadas –me regañó-. Estabas destinada a encontrarte con él, a conocerlo; de una forma u otra hubiera sucedido. Mina… lo que ha sucedido no es culpa tuya –repitió, con fiereza.

-¿Qué hay de Adam y el resto de cazadores? –pregunté.

-Adam, la chica pelirroja y dos chicos más murieron –me respondió y una punzada de dolor me traspasó el pecho al pensar en Adam y Aria; no merecían morir y, en el caso de Adam, había sido culpa mía-. El Consejo, para que el pueblo no sospechara nada, fingió que había habido un incendio en el almacén donde habían muerto «un grupo de estudiantes que celebraban una fiesta clandestina». Esa fue la versión oficial que se ha dado.

Me sorprendía el poder que tenía el Consejo en el pueblo para poder esconder lo que realmente sucedía con los licántropos. Pensé en las respectivas parejas de los licántropos que habían muerto y en cómo se debían sentir ahora. Ellos eran sus compañeros y, ahora que habían muerto, ¿qué iba a suceder?

Ni siquiera iba a poder mirarlas a la cara cuando me encontrara con ellas.

-Los que sobrevivieron de los cazadores –prosiguió Grace- fueron enviados al Consejo y tuvieron su juicio: los declararon a todos culpables y los han expulsado del pueblo.

No podía creerme que los responsables de tantas muertes de licántropos únicamente tuvieran como castigo la expulsión de Blackstone; se merecían algo peor. Igual que el señor Monroe.

-¿Kyle sabía…? –pregunté, dejando la pregunta inconclusa.

Pero necesitaba saber si Kyle lo había sabido desde el principio y, tal como había dicho su padre, se había acercado a mí por ese motivo: para acceder al puesto del Consejo de mi padre y ayudar al señor Monroe con su propósito de deshacerse de todos los licántropos de Blackstone.

Grace negó con la cabeza y el peso que parecía haberse afianzado en mi pecho se deshizo como si de plumas se trataran.

-Nadie lo sabía, Mina –respondió-. La madre de Kyle ha pedido el divorcio expresamente porque es una deshonra para la familia y para todos los cazadores; se ha tenido que marchar del pueblo y Kyle y su hermano han recibido un duro golpe. Todos están muy avergonzados con lo que ha sucedido…

Tragué saliva. No sabía siquiera que Kyle pudiera tener un hermano y, en cierto modo, también me sentía responsable de lo que había sucedido con la familia Monroe; pero había sido mi deber el sacar a la luz la verdad y demostrar que mi padre nunca fue ningún asesino y que había hecho todo lo que había estado en su mano para ayudar a los licántropos.

Recordé a Chase y el hecho de que no hubiera venido a verme en todos aquellos días. De alguna forma, suponía, tendría que haberse enterado de que había despertado y que había conseguido curarme gracias a su sangre, quedándome únicamente con una pequeña cicatriz. Se me hizo extraña su ausencia.

Miré a Grace que, a su vez, estaba mirando distraídamente por la ventana. ¿Por qué nadie me contaba dónde estaba Chase? ¿Acaso él…? Sacudí la cabeza varias veces: Chase estaba bien. Había sido él quien me había traído a casa.

-¿Dónde está Chase? –inquirí, con un hilo de voz.

Grace apartó la mirada de la ventana y la clavó en mí.

Tenía un brillo triste y eso me decía que lo que iba a decir no era lo que esperaba oír.

-Cariño… -empezó en el mismo tono que mi madre usó cuando nos dio la noticia de la muerte de papá.

Sin embargo, no le dio tiempo a terminar porque Carin apareció en la puerta, vestido completamente de negro y con ojeras bajo los ojos. No parecía el mismo Carin que se paseaba por el instituto con aquella altivez, ni aquel que me había amenazado en el patio de su casa cuando me había pillado espiando a su hermano pequeño; no, este Carin parecía hundido y exhausto… parecía más humano. Grace y yo nos miramos, sin saber muy bien cómo actuar.

-Espero no molestar –se disculpó, con la voz ronca. Se me hacía raro escuchar una disculpa de Carin, ya que era la primera vez que la decía y, sospechaba, que yo había sido la única ante la que se había disculpado-. Pero quería comprobar… -se aclaró la garganta- quería comprobar que estabas bien. Sabes que formas parte de la manada ahora y… es nuestro deber protegerte.

-Ahora no es un buen momento –intervino Grace, tensa.

Carin miró a Grace y luego a mí, alternativamente. De nuevo tenía esa extraña sensación que había algo que aún no me habían contado, seguramente lo que Grace tenía pensado de decirme antes de que Carin nos interrumpiera.

Carin frunció el ceño.

-¿No lo sabe? –preguntó Carin, un tanto molesto.

Grace se cruzó de brazos y lo miró con altivez.

-Estaba a punto de decírselo cuando nos has interrumpido –contestó.

-¡Un momento! –exclamé, cansada de que todo el mundo pareciera estar al corriente de algo sobre lo que yo no tenía ni idea. Era frustrante. Tanto Grace como Carin me miraron, ambos igual de tensos-. Estoy cansada de que todo el mundo me trate como una niña pequeña y sepáis cosas que yo no sé y, por ello, estéis mareando tanto la perdiz. Quiero que me lo digáis de una vez –dije, levantando el tono de voz-. Por favor –me salió como una súplica y me odié a mí misma por ello: no quería parecer débil y, con ese «por favor» lo había demostrado.

Los ojos castaños de Carin, que eran tan diferentes a los de su hermano pequeño, me observaron durante unos segundos, sopesando su respuesta. Grace, por el contrario, se sentó de nuevo en el alféizar de la ventana y puso un mohín. Se había enfadado por la interrupción de Carin y por el hecho de no ser ella la que iba a darme la mala noticia. Porque, era más que obvio, que no iba a ser buena.

-Todo esto lo ha superado, Mina –comenzó, con un tono bastante serio-. No ha podido aguantarlo más y… se ha ido. Cuando volvimos de la ceremonia funeraria de Kris, Roth y Burke ya no estaba.

Pensé que lo había escuchado mal, que no había entendido lo que había dicho Carin. Quería creer que era una broma, un tanto pesada, y que, cuando terminara con todo aquello, Chase aparecería en mi habitación, con su sonrisa traviesa.

Miré a Grace, esperando que me desmintiera todo lo que Carin había dicho. Mi mirada le suplicaba que me lo dijera, pero ella negó con la cabeza varias veces.

-Lo siento mucho, Mina –se disculpó-. Pero se ha ido.

»Chase se ha ido.

Fue entonces cuando creí que me habían arrancado el corazón de golpe y a cuajo. Un dolor intenso se expandió por todo mi cuerpo y las lágrimas empezaron a caer mientras soltaba un alarido de dolor y todo el mundo irrumpía en mi habitación mientras intentaba debatirme con los miles de brazos que parecían haber salido de la nada. Oí que alguien gritaba que trajeran el tranquilizante y, un segundo después, la oscuridad me tragó de nuevo.

En esta ocasión, lo agradecí.

Las palabras de Chase se repitieron por última vez hasta que no recordé ni siquiera quién era: «Quiero que sepas que siempre te he querido y que siempre te querré. Pase lo que pase. Recuérdalo, Mina, por favor.»

Pase lo que pase.

Chase se había ido.

Quizá para siempre.

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