Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XX.

El hecho de que le desvelara a Grace que Chase y yo nos habíamos acostado pareció hacer que se olvidara por completo de su promesa de «hacerme olvidarlo». Se acomodó en el sofá, cara a mí y con las rodillas flexionadas, como en la posición del loto. Me había vuelto a cubrir la marca, más por vergüenza de que Grace tuviera la vista clavada en ella todo el rato que por otra cosa, y me había apropiado de todas las mantas, dispuesta a recibir la reprimenda que me esperaba por parte de mi amiga. Ella conocía más datos y reglas que yo, ya que Grace desde siempre había sabido lo que sucedía en el pueblo y cuál era su función en él.

Yo, por el contrario, había vivido en la más completa ignorancia toda mi vida y me había lanzado sin dudarlo a acostarme con un chico que, posteriormente, me había destrozado el corazón. Todo muy lógico, por supuesto.

Grace hizo como si se arañara la cara y puso un gesto triste.

-¿Por qué no me lo dijiste? –se quejó-. Soy tu mejor amiga y, dentro del Código de la Mejor Amiga, entra contarse este tipo de cosas –soltó un bufido-. No me hubiera importado que me hubieras contado que estabas enamorada de Whitman, es más, lo hubiera comprendido.

Enarqué una ceja. Precisamente a ella no le hubiera podido contar nada porque sabía perfectamente que odiaba a los Doce; decirle que había empezado a salir en secreto con uno de ellos habría sido como decirle que había contraído una enfermedad incurable y que me quedaban seis meses de vida. Es decir, hubiera sido imposible.

Grace adivinó mis pensamientos porque puso los ojos en blanco y alzó las manos, en señal de rendición.

-Oh, bueno, ahora sabes por qué los odiaba tanto –se defendió-. Pero, ante todo, tú eres mi amiga: te hubiera entendido e intentado ayudar. ¡No puedo creerme que lo hayas hecho con Chase! –repitió, atónita.

Ahora fui yo quien puso los ojos en blanco.

-Aún me acuerdo cuando os dije a Caroline y a ti que Chase me había traído a casa y tú pusiste el grito en el cielo –le recordé, con cierta malicia.

-Touché –respondió Grace, con una media sonrisa-. Pero, Mina, lo primero sería tu felicidad. No podría perdonarme herirte de esa manera: si tú lo elegiste… sería por algo.

Bajé la mirada, un tanto apenada. Lo había elegido porque estaba enamorada de él; porque creí ver al verdadero Chase. Lo elegí porque me hizo creer que era diferente.

-Entonces –prosiguió Grace, dándome un par de palmaditas en la rodilla-, todo empezó aquella noche, cuando fuimos a esa fiesta, ¿verdad?

Asentí.

-Tienes que contármelo todo –insistió Grace-. Oh, cielos, ¡es increíble! Tengo que reconocer que es monísimo y que tiene que besar de maravilla…

Me sorprendió la vehemencia con la que Grace intentaba ayudarme y creía que la mejor forma era hablando de ello.

No estaba segura de que fuera a funcionar.

Comencé a relatarle lo que había sucedido desde el pasado viernes por la mañana, cuando Chase me había pasado informándome que ese sería el día, y cómo nos habíamos empapado con la fortísima tormenta que nos había pillado en el camino. Conforme lo iba relatando me daba cuenta de mi tono de voz: sonaba ilusionada y también había un timbre de añoranza. Mi amiga asentía ante mis palabras y su mirada reflejaba un brillo de comprensión; no en vano ella estaba enamorada y estaba segura de que me comprendía.

Cuando terminé de contarle todo, obviando algunos detalles, Grace esbozó una sonrisa soñadora. Su mirada me escrutó como si tuviera rayos X y pudiera leer mi mente… y mi corazón.

-Aún sigues enamorada –sentenció, con rotundidad. Como quien da un veredicto-. Ah, no me lo puedo creer…

Enrojecí de golpe.

-Le dije cosas horribles –reconocí por primera vez en voz alta-. Y ya no sé si lo quiero o si… -solté un resoplido y escondí la cara entre las manos-. Me siento confusa… ¡Él mató a mi padre!

Grace chasqueó la lengua, en señal de disconformidad.

-Mina, dijeron que había sido obra de una manada de licántropos nómada –me explicó, repitiendo lo que dijo tío Henry el sábado-. La investigación que se llevó a cabo demostró que los lobos que lo atacaron no superaban la cifra de cinco. Y, como bien sabes, la manada de Chase son doce.

Me asomé un poco tras el muro que habían formado mis manos. No podía creerme que Grace estuviera defendiendo a Chase y a su manada de aquella forma, ¡si hoy mismo, por la mañana, había amenazado a Chase!

-Pero yo lo vi –insistí, con vehemencia-. Los vi abalanzándose sobre mi padre.

Grace parpadeó, sorprendida.

-¿Cómo que los viste? –repitió, estupefacta-. ¿Qué quieres decir con eso? Explícate de inmediato, Mina.

Le relaté con todo detalle el sueño que había tenido cuando la señora Whitman me había drogado en su casa, el mismo día que Kyle nos había escuchado a hurtadillas y había descubierto nuestro secreto. Grace torció el gesto, pensativa.

-Pero fue un sueño –resumió, más tranquila-. Mina, fue un sueño. Eso no demuestra que fuera Chase y su manada –se recolocó mejor y me cogió por las muñecas-. Sé que no debería decirte esto, pero creo sinceramente que Chase te quiere.

Me solté de ella y la miré frunciendo el ceño. En un primer momento había sentenciado que jamás volveríamos a hablar de Chase, que me ayudaría a olvidarlo… ¡y ahora quería convencerme de los sentimientos de Chase!

Mi cabeza comenzó a dar vueltas. Ni siquiera yo sabía lo que sentía ahora hacia Chase y si podría empezar a sentir algo por Kyle.

Lo mejor sería que me olvidara de Chase y que dejar que él siguiera con su vida.

-No sé, Grace –dije, dubitativa-. Quizá sea mejor dejarlo todo así. Recuerda que me metí en medio de la relación de Chase y Lorie.

-Una relación inexistente –apuntó mi amiga, con picardía-. Los cálculos de los licántropos les fallaron al intentar emparejarlo con Lorie, es la primera vez que registramos algo así, pero no es raro. ¿Entiendes? Quizá fueras tú desde un principio, Mina: quizá eres tú la auténtica pareja de Chase, por mucho que quieran negarlo Carin, Kai o cualquier miembro de la manada.

-Ellos no lo saben –dije.

-Por supuesto que ya deben saberlo –me contradijo mi amiga-. Los miembros de la manada tienen una especie de conexión mental que los mantiene informados de cualquier cosa que suceda. Normalmente se “activa” –entrecomilló las palabras con los dedos para darle más efecto- cuando están bajo su forma lobuna; así que, a estas alturas, ya deben haber comprobado que Lorie y Chase no están haciendo lo que todos esperan que hagan porque –hizo un movimiento de cejas- ya lo ha hecho contigo.

-Reece y las otras –empecé y tuve que aclararme la garganta-. ¿Ellas también tienen…? –señalé mi clavícula.

-Por supuesto que sí –asintió-. Debe darles una pena terrible no poder ir luciéndolas por todo el instituto y diciendo: «¡Eh! ¿Has visto esto? Esto quiere decir que mi novio es un licántropo y que congeniamos, ¡chúpate esa, guarra!» o algo así.

Jamás había visto de manera tan vehemente y alegre a Grace. Hasta hacía un par de semanas, si se hubiera enterado de la relación que mantenía con Chase, me habría dejado de hablar de por vida. Y ahora me estaba animando a que intentara retomarla con una tozudez impropia de ella.

La realidad es que no estaba preparada para enfrentarme a Chase, ni siquiera podía mirarlo a la cara. Aún recordaba las cosas en las que había fallado y de las que me arrepentía profundamente.

Negué con la cabeza varias veces.

-No –declaré con rotundidad-. No quiero hablar con Chase, no quiero volver con él… Lo mejor para los dos es que cada uno vaya por un lado.

Sí, me dije, lo mejor para todos era que no me volviera a acercar más a Chase; ambos nos habíamos hecho demasiado daño y nuestra relación había terminado siendo tóxica para los dos. Las mentiras, los engaños, las medias verdades, los secretos y la falta de confianza habían provocado que aquello no funcionara. Y no sería capaz de que me volviera a romper el corazón y pasar por lo mismo.

Me destrozaría.

Grace se cruzó de brazos por debajo del pecho y me observó, con una mezcla de pena y compasión.

-Quizá deberías hablar con él, por lo menos –me propuso, con suavidad, como si estuviera hablando con una niña pequeña-. Creo que os haría bien hablar, a ambos.

Me aovillé mientras mi amiga me miraba con el mismo brillo apenado en sus ojos verdes. Ella me conocía desde que éramos pequeñas; sabía qué consejos darme, pero lo que me había pedido… era demasiado. Su llamada había sido el detonante que había provocado que sucediera todo aquello: había sido Grace quien me había sugerido que le preguntara a Chase qué sabía sobre la muerte de mi padre. Había sido ella, con sus insinuaciones, quien me había hecho pensar que Chase había tenido que ver algo con la muerte de mi padre, como había sucedido en mi sueño.

Me aplasté la cabeza entre mis manos, intentando encontrar una solución. Quizá Grace estuviera haciendo todo aquello para intentar compensarme por el error de haber insinuado que Chase había participado en la muerte de mi padre.

Cerré los ojos, intentando espantar las ganas de llorar.

La mano de Grace acarició de nuevo mi rodilla, con cariño. ¿Qué debía hacer?, quería gritar. Me sentía perdida.

-Puedo acompañarte si no quieres ir tú sola –se ofreció.

La miré, agradecida.

Grace me había sugerido que hablara con Chase y eso es lo que haría. Hablaríamos, dejaríamos las cosas claras y nos ignoraríamos mutuamente, como tendría que haber sido desde un principio. Ahora era capaz de entender por qué ninguno de esos doce chicos se había atrevido a relacionarse con alguien de fuera de la manada: no estaban hechos para la gente normal, como yo; ellos eran distintos en todos los aspectos.

Chase era demasiado para mí. No había estado a la altura.

Grace se ofreció de buena gana a ayudarme a escoger lo que iba a ponerme, pero yo me negué: no era ninguna cita y no quería impresionarlo. Simplemente quería parecerle ridículamente normal, alguien fácil de olvidar.

Una cara más.

Tenía que confesar que él siempre sería alguien difícil de olvidar y que sus palabras y caricias estarían marcando mi piel hasta el fin de mis días.

Solté un suspiro de derrota mientras me abrochaba mis viejas Converse ante la vigilancia de Grace, que se había subido a mi cama y observaba cada uno de mis movimientos.

-Estás en la fase de la negación –me interrumpió la voz de Grace mis pensamientos-. Intentas convencerte de que todo ha acabado, que ya no lo quieres y que serás capaz de seguir adelante. Pero no es tan fácil como piensas, Mina: tardas en recuperarte.

Levanté una ceja y la miré con curiosidad. Me parecía muy extraño ver a Grace hablándome de mal de amores cuando, por lo que tenía entendido, Richard era su primer novio serio.

Grace se encogió de hombros, restándole importancia.

-A mí también me han roto el corazón alguna vez, Mina –se explicó, poniendo los ojos en blanco-. Esto no es nada nuevo para mí.

-¿Quién fue el imbécil que se atrevió a romperle el corazón a Grace Donovan? –pregunté, con auténtica curiosidad.

-En el colegio estaba colada por Layton Pryde, Lay –me confesó sin tapujos, como si fuera lo más normal del mundo-. Por aquel entonces aún no había manifestado su licantropía y era bastante majo; fue llegar al instituto y convertirse en un chico VIP un tanto peludo.

Me quedé boquiabierta ante la confesión de Grace. Conocía a Lay, era el mejor amigo de Chase, y la vez que había hablado, si es que podía llamarse así a las dos frases que nos cruzamos, con él, se había equivocado con mi nombre. Pese a ello, tenía que reconocer que Lay tenía aspecto de ser un chico cariñoso y bastante abierto.

El problema es que la manada no le permitía hablar con nadie más y ya tenía a Betty como su vinculada.

-Tiene unos hoyuelos adorables –prosiguió Grace, ignorando mi sorpresa y asombro-. Y, hay que reconocer, que todos ellos, los Doce, están muy buenos. Pero Lay siempre ha tenido esa apariencia infantil que… -sacudió la cabeza-, bueno, ya sabes. Pero no puedo quejarme de Rick, le quiero demasiado.

Terminé haciéndome una coleta mientras Grace seguía parloteando sobre lo bueno que era Richard y sobre sus planes de futuro; ambos iban a intentar entrar en la universidad de Nueva York (demasiado lejos de Blackstone) en Literatura Grace y Richard en Medicina. Parecía que iban demasiado en serio y que ya tenían pensado, incluso, cuántos hijos iban a tener y qué nombres iban a ponerles.

Tenía un poco de envidia de Grace: ella había sabido desde el principio todo. Sus padres no le habían ocultado nada y había tenido la grandísima suerte de haber encontrado a un chico tan maravilloso como Richard. Debía sentirse muy afortunada.

Cuando el viento me dio en la cara, me pregunté si estaba haciendo lo correcto. No tenía montado mi discurso y tampoco tenía muy claro por dónde empezar exactamente; podría empezar con una bonita y elaborada disculpa y proseguir con una detallada lista de problemas que teníamos y que habían conseguido hundir por completo nuestra relación. Incluso podría finalizar el discurso con un bonito: «Espero que nos ignoremos hasta que decida irme del pueblo». Si antes no había tenido muy claro si irme de aquí o no, Chase había sido ese empujón (pero a lo bestia) que me había ayudado a decidirme.

Iba a empezar a buscar universidades fuera de la zona de Blackstone y me iría muy lejos de aquí. Procuraría pasarme por aquí lo menos posible y empezaría una nueva vida en cualquier otro lugar con más glamour que este pueblucho. Lejos de Chase y su manada.

Grace me dio un ligero codazo, sacándome de golpe de mis planes de futuro (que ahora encabezaban mi lista de cosas importantes).

Nos encontrábamos delante de la casa de los Whitman y yo tenía el corazón que se me iba a salir del pecho. El dolor que había sentido parecía haberse calmado, dejándome con aquel rápido aleteo. Cogí aire varias veces, empezando en mi cabeza miles de conversaciones y ninguna de ellas lo suficientemente buena como para usarla.

Miré a Grace, cambiando de opinión y suplicándole con la mirada que volviéramos a mi casa y que olvidáramos todo aquello, pero ella movió los dedos, diciéndome que siguiera adelante. Sus labios articularon: «Prueba con la puerta trasera de la cocina». Y yo avancé cautelosamente, oculta por la sombra de la casa, pensando que aquello no tenía ningún sentido.

«Vas a cerrar el capítulo, Mina. Con esta conversación podrás pasar página y…». Detuve mis pensamientos de golpe cuando vi lo que sucedía por la ventana que tenía más cerca y que daba a la cocina. Lorie estaba sentada sobre la encimera, balanceando los pies, mientras Chase tenía los brazos colocados a ambos lados de ella, con su cuerpo metido entre las piernas de Lorie. No podía escuchar lo que decían, pues solamente me llegaba un murmullo ahogado, pero daban la sensación de estar pasándoselo muy bien. La camiseta que llevaba Chase se le ajustaba demasiado en la espalda y los brazos, marcando músculo; el top de Lorie no dejaba demasiado a la imaginación.

Quería irme de allí, mentirle a Grace diciéndole que Chase no estaba en casa y que volviéramos a mi casa, pero no podía moverme. Es como si mis pies se hubieran convertido en dos bloques de piedra y no quisieran obedecerme. Se me aceleró la respiración cuando vi que Chase se acercaba con una sonrisa seductora a Lorie y ella ladeaba la cabeza antes de que se fusionaran en un tórrido beso.

Y ahí estaba yo, como una espectadora muda de aquella escena tan desagradable. Las manos de Lorie se movían por la espalda de Chase, acariciándola, y luego subían hasta su cuello, donde manoseaba el cabello platino de él mientras Chase recorría con ambas manos las largas piernas de ella.

Quise morirme allí mismo.

¿Cómo era posible que alguien tuviera el poder de romperte el corazón por segunda vez y en tan poco tiempo? Conseguí mover un pie y empecé a retroceder, procurando calmarme. Quería que me tragara la tierra y me hundiera hasta el mismísimo centro.

Choqué contra algo y me giré lentamente. Tuve que taparme la boca con la mano para evitar que se me escapara un grito de horror.

Ante mí estaba Carin, cruzado de brazos y con una sonrisa de petulancia. Compartía cierto parecido con su hermano menor, pero sus facciones eran más duras y afiladas. Sus ojos castaños me observaron con una cruel satisfacción.

-Vaya, vaya –canturreó, relamiéndose los labios-. Se ha colado una ratita en mi jardín…

Me había metido en la boca del lobo y, podría jurar, que casi literalmente.

-Carin… -gemí, con horror. Estaba perdida.

La sonrisa de Carin se hizo más amplia y mucho más cruel.

-Si la ratita sabe hablar y conoce mi nombre, ¡qué honor!

Intenté moverme hacia la izquierda para esquivarlo y largarme de allí de inmediato. Carin adivinó mis intenciones y me cortó el paso.

-La ratita se va a quedar aquí un segundo y me va a escuchar atentamente –me ordenó, con voz inflexible; quise empequeñecer hasta hacerme diminuta-. Sé perfectamente los jueguecitos que ha tenido mi hermano contigo; me pareció bastante sospechoso que decidiera traerte a casa cuando nunca antes había hecho algo así –se inclinó hacia mí y su rostro quedó a unos centímetros del mío-. Entérate de una puta vez: Lorie es la pareja de Chase. Nadie puede cambiar eso; ambos están hechos el uno para el otro, no te entrometas más si no quieres terminar… -dejó la frase, o amenaza, en el aire pero yo la completé mentalmente: «si no quieres terminar como tu padre».

Apreté los puños con fuerza, sintiendo unas ganas terribles de darle un buen puñetazo. ¡Era verdad! Ellos habían sido los asesinos de mi padre, no ninguna manada nómada, como nos habían hecho creer desde un principio.

El odio que sentía Carin hacia mí era mutuo.

-Escucha, Seling –prosiguió Carin, con dureza-. Es posible que pasarais un buen rato retozando en cualquier sitio, pero Chase quiere a Lorie. Tú misma lo has podido comprobar, ¿verdad? –la imagen de Chase besando a Lorie se repitió en mi cabeza y en la zona del pecho apareció un dolor sordo y afilado-. Vete con tus amiguitas y cotillea sobre si te folló bien o no. Deja a Chase tranquilo –me advirtió-. O de lo contrario me encargaré personalmente de que sepas cuál es tu lugar.

Asentí con un movimiento brusco de cabeza y Carin se hizo a un lado, evidentemente complacido de que hubiera entendido lo que quería decirme. Sin embargo, no habría necesitado ni siquiera hablar conmigo, ya había aprendido la lección apenas unos minutos antes.

Lo único que quería era irme de allí a toda prisa.

-No le diré que has venido –me dijo Carin, mientras me alejaba hacia donde me esperaba Grace-. Te lo prometo.

Lo dijo como si me hubiera estando haciendo un favor. Aceleré el paso y salí a la acera, donde Grace se paseaba de manera nerviosa mientras se retorcía las manos. Al oírme, se giró hacia mí con un gesto que denotaba su ansiedad.

-¿Y bien? –me preguntó-. ¿Cómo ha ido todo? ¿Has podido…?

La agarré del brazo y tiré de ella hasta que se puso en movimiento. No dije nada y Grace tampoco me preguntó, simplemente se limitó a seguirme con los ojos muy abiertos, esperando a que hablara yo primero.

Abrí de un portazo la puerta y nos metí a ambas en el interior, cerrando de un golpe a mi espalda. Grace se había sentado en el sofá y me observaba con cautela, aguardando a mi respuesta. Quería saber todo lo que había sucedido y yo no sabía si debía contarle lo que había visto.

Ella era mi amiga, me recordé.

No va a haber más secretos entre nosotras, me dije.

-Él… -empecé, incapaz de pronunciar su nombre-, cuando llegué él estaba ocupado… con Lorie.

Grace comprendió lo que quería decir sin que tuviera que añadir mucho más. Tampoco era capaz de explicarle con todo lujo de detalles la tórrida escena que había tenido lugar en la cocina de los Whitman porque se me había formado de nuevo ese nudo en la garganta que me impedía respirar.

Me abrazó con fuerza y, ante mi sorpresa, las lágrimas no acudieron a mis ojos. Era como si se hubieran agotado.

Me sentía vacía, como si me hubieran arrancado de golpe todos los sentimientos y hubieran dejado una cáscara con mi forma en su lugar.

Le devolví el abrazo con torpeza y Grace me miró con seriedad.

-Quizá lo mejor sea dejarlo así –comentó, en voz baja-. De todas formas, nunca se ha visto una relación entre una cazadora y un licántropo; era más que obvio que estaba abocada al fracaso.

No respondí porque, en el fondo, le daba la razón: ninguna relación entre un cazador y un licántropo podía salir bien. Éramos demasiado diferentes.

Sin embargo, no pude evitar sentir un extraño cosquilleo en la marca.

-¡Pensemos en el Baile de Cambio de Estación! –exclamó Grace, cambiando de tema drásticamente-. Estoy segura de que Kyle será un compañero perfecto.

Cuando pronunció su nombre, no pude evitar sentirme un tanto incómoda. No quería usar a Kyle de nuevo; la escenita del beso había sido un tanto infantil por mi parte y, seguramente, le había dado falsas esperanzas al chico.

No tenía pensado asistir al maldito baile, ni siquiera con Kyle, pero no se lo dije a Grace, que parecía haber recuperado la ilusión con el tema y no paraba de hacer planes.

Era como si Caroline hubiera ocupado su lugar y la vieja Grace, la chica que siempre mantenía a una prudencial distancia cualquier tipo de evento social, hubiera desaparecido.

Como yo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro