LUNA LLENA
UN IMPULSO DE ADRENALINA
Sus muñecas sangraban, lentamente iba perdiendo la noción del tiempo y del espacio. Sentía como su alma iba saliendo por aquellas cortadas y poco a poco su dolor mental iba desapareciendo.
Iba a morir... jamás había estado tan feliz antes, sabía que ya no iba a llorar más por las pesadillas, ya no iba a sufrir por cada recuerdo, ya no iba a sentir, dormiría, dormiría para siempre...
Pero en el fondo de su alma, el eco de una voz le pedía que luchara y la calidez de un latido en su vientre le impedía desconectar su mente completamente.
Una cabaña enclavada a un viejo árbol les fue mostrada en medio de la oscuridad. El silencio les era perturbados dándose cuenta que no había nada ahí, más que silencio, olor a sangre seca y tal vez unos cuantos fantasmas del pasado.
Los visitantes dieron la media vuelta corriendo a la máxima capacidad que les daban sus fuertes patas, a donde recordaban haber rescatado un pequeño cachorro. La noche estaba por llegar a su fin y por lo que podían ver sería un día nublado lleno de lluvia.
Tenían que apresurarse si no querían que la lluvia se llevara las huellas y los olores y que una persona en particular de ese grupo, perdiera lo que más amaba.
Podían notar la respiración contraria suave y calmada. Así que el gran peso que tenían en su corazón fue levantado aunque fuera un poco.
El omega se encontraba con la cabeza lánguida, recargada en un árbol, se le veía fuera de peligro. Muy herido pero fuera de peligro.
Con la poca luz de luna que llenaba el claro pudo notar también una figura tambaleante, misma a la cual podían oler sangrar. Estaban seguros que se trataba de Makoto Hanamiya. ¿Pero cómo es que había terminado en ese deplorable estado?
Bien sabían que el omega de su alcalde era alguien entrenado para luchar, pero no podía ser posible que con las heridas que portaba y en el estado inconsciente en el que ahora se encontraba fuera capaz de lo que veían. Además de que Makoto se encontraba en un estado de semi inconsciencia, en medio del claro sin dar señal alguna de movimiento.
Fue entonces que lo notaron, un tenue aroma dulzón provenir de detrás del pelinegro. Un par de ojos lobunos de color castaño les observaban.
Estudiándolos, analizándolos de una manera escrupulosa, Izuki intento moverse pero la mano del alfa que le acompañaba se lo impidió.
Aunque no estaba bien versado en entender al silente hombre sabía bien que le había transmitido un "no uses tu don, sería contraproducente". Así que obedeció se quedó quieto, viendo como el extraño lobezno se movía a la luz que la poca caridad de los arboles dejaba pasar.
Brillaba etéreo, como si de su pelaje se evaporaran betas de algún metal café, como el cobre o incluso el oro en algunos de sus vaporosos toques.
Intuían que ese lobo era Furihata Kouki, el tierno niño omega hijo adoptivo de Kiyoshi, pero si este se encontraba en el claro ¿Dónde estaba su alcalde? Y lo que era más perturbador ¿Dónde estaba el joven cazador alfa?
¿Ese era su omega?
Quien les miraba con la mirada perdida, sucio, lleno de sangre y algo herido.
Se maldecía de mil y un maneras por no haberlo llevado consigo aquel día. Él era absoluto ¿Cómo pudo permitir semejante equivocación que les llevara a esto?
Intento dar unos cuantos pasos tentativos para acercarse, analizando el rostro de su pareja, pero no pudo hacer mas que ver, ya que la gran mano del alfa Kiyoshi que era quien lo acompañaba, le detuvo.
—Es mi omega...— le dijo irritado, queriendo salvaguardar a su pareja y curar sus heridas.
—Y es mi hijo pero... mira a su lado, esa masa deforme de carne... Es Imayoshi... no sabemos que le hicieron a Kouki para convertirlo en lo que vemos—
—No pudieron controlar a su preciada arma...—
Maldecía, los maldecía una y mil veces. El poco tiempo que estuvo con Kouki le hizo saber que era alguien incapaz de matar nada que tuviera vida. Y ver la grotesca imagen de huesos y viseras sangrantes en el suelo le era algo chocante. No iba con el aura tierna y sencilla que había visto en su pareja destinada.
Su ojo altamente entrenado noto un sutil movimiento en la tierra bajo los pies de Kouki, levanto su vista y vio que le miraba con interés, primero parecía desconcertado, incrédulo y después expresa algo más intenso que le es difícil de interpretar. Después de todo el mismo no es alguien que exprese muchos sentimientos.
Pero eso que ve ¿Qué es? ¿Deseo? ¿Desesperación?
Seguramente las dos cosas porque prácticamente salta de su lugar y avanza hasta donde se encuentra, por un momento su corazón late con fuerza, pero después su instinto lo hace ponerse en posición defensiva, aunque es demasiado tarde.
A su lado Kiyoshi se convierte en su contra parte animal porque justo cuando el nombre de su pareja sale de sus labios las manos del omega se aferran al cuello blanco del pelirrojo, apretando en un fuerte agarre y enviándolo al suelo en el proceso.
Estaba claro que de alguna manera habían abusado de él, su estado mental debía deberse a eso, además de sus ropas rotas y sangre corriendo por cada corte de su cuerpo, tímida pero saliente de cada herida sin parar.
Como pudo y con toda la fuerza que poseía intentando no dañarle más de lo que ya estaba le aparto de su lado, quitando las manos de su cuello tosiendo un poco, la fuerza con la que lo tomo si bien le irrito la garganta ahora debía preocuparse por detenerlo.
El lobo alfa a su lado rodeaba al castaño midiendo sus movimientos, este cambio de presa y ataco sin tacto alguno, viendo el espectáculo más fascinante que en su vida pudiera apreciar antes.
Su omega lanzándose al aire desde sus brazos mientras se convertía en el más hermoso cachorro de lobo; pero letal, para caer limpiamente en sus patas delanteras y lanzar una dentellada peligrosamente cerca del cuello de su padre.
Seijuuro tenía la espada empuñada en su mano, pero sus nudillos solo blanqueaban por la fuerza del agarre, mas no hizo nada por desenfundarla.
¿Cómo podría? Era su pareja destinada. Y aunque toda su formación e instintos le decían que atravesara su corazón y desprendiera su cabeza, el sentimiento que había crecido después de tomarlo y ver todas sus expresiones le evitaron eso.
Padre e hijo luchaban en una cruenta batalla hasta que después de caer en un costado el pequeño lobo cargo contra él.
Sin desenfundar su espada la coloco frente a el a modo de escudo. Viendo como la funda era desgarrada por los colmillos de su pareja tirándola a un lado para después dar una fuerte mordida en su brazo.
Como pudo se libró de este, atacando sus costillas a puño limpio además de que Kiyoshi ya convertido en humano lo abrazaba en un fuerte agarre para sofocarlo y hacer que abriera sus fauces.
— ¡Lo ahogaras!—
— ¡Ese es el punto! ¡Hacer que se desmaye!—
Naturalmente se encolerizo, pero sabía que tenía razón. En cuanto sus colmillos soltaron su piel retomo su espada. Ahogando el dolor mientras su camisa blanca se teñía de sangre.
Dudo por un momento en golpearle, pero lo hizo de todos modos con el dorso de su espada, asegurándose de no hacerle ningún tipo de daño considerable.
Pero para la sorpresa de ambos hombres, no solo no se desmayó. Si no que aún mas enfurecido les ataco a ambos. Moviéndose embravecido, buscando algo de manera convulsa y agresiva, lanzando al castaño alto hacia unos matorrales y a el mismo pelirrojo al costado de un árbol.
Fueron solo unos segundos... segundos que bastaron para que Kouki se les perdiera de vista.
En la penumbra de su mente el alfa le susurra una palabra y va en su búsqueda, en un mundo envuelto en una bruma color violeta y rojiza. Como la sangre, sin bordes afilados y muchos escondites.
Kouki se abre paso entre los bancos de nubes, siguiendo unos tenues senderos que huelen a canela y fresas silvestres.
Solo una vez puede notar una blanquecina mano en su mejilla e intenta atraparla, pero se disuelve como la niebla entre sus dedos.
Su mente se pierde de nuevo... hay algo importante que tiene que hacer.
— ¿Hanamiya?—
El nombrado a penas se mueve y el lobo omega detrás de él encaja más sus patas en el suelo, ordenando que midieran sus movimientos. Tienen que tener paciencia y cuidado de cometer algún error. No saben a ciencia cierta que le sucedió a Kiyoshi ni a Akashi.
—No importa...— respondió en un hilo de voz, sabiendo que no se dirigía a ellos —Sabia que acabaría de esta manera... hazlo, no permitas que la maldición avance...—
Vieron con horror y con impotencia como el niño al que conocieran alguna vez como un dulce castaño, tímido, algo roto pero lleno de vida y determinación, cegaba la vida del otro omega.
Moviéndose con rapidez inusual de un fuerte dentellaso le había desgarrado la garganta, dejando un lío sangriento en la tierra, humedeciéndola con rapidez, separando miembro a miembro al contrario con una furia descomunal.
Hanamiya cae duramente al suelo, sus ojos apagados sin vida, pero sienten que en paz de alguna manera.
Los sonidos del bosque hacen que la carnicería sea aún más grotesca, viendo a Kouki dstrozándolo todo, sin piedad sin alma...
Espero que este capítulo sea de su agrado.
En fin, gracias por sus lecturas y sus votos. Dare lo mejor de mi para darles un final digno.
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