LUNA GIBOSA CRECIENTE
Sinceramente no nunca he relatando alguna clase de pelea, pero he puesto mi mayor esfuerzo en ello.
Espero y la lectura sea de su agrado.
(...) y es que, en el reino antiguo se halló un hombre, el cual andaba por los montes escondido y de allí se salía a los caminos cubierto de un pellejo de lobo, y si hallaba algunos mozos pequeños desmandados, matavalos, y hartabase de comer en ellos, y era tanto el daño que hacía que los de la tierra procuraron quitar aquella bestia del mundo y viendo que era hombre, le pusieron en una cárcel (...)
Se hacen diferentes cosas para sobrevivir; las fáciles, las difíciles, pero también hay cosas que se son forzadas a hacerce porque los seres queridos son tomados como rehenes.
Uno debe de demostrar su lealtad para poder sobrevivir, esto es aún más cierto si se tiene un compañero...
El chiquillo que veía entre la oscuridad no era el mismo. No podía serlo, cejas bajas y contraídas líneas verticales en sus pupilas. Mirada dura.
Pero lo que más le preocupaba al pelinegro de anteojos no era su postura ni la ira que podía sentir a raudales salir de su cuerpo. Era el brillo.
De su encuentro previo, al intentar abusarle había dejado su ropa hecha jirones, asi que mucha piel estaba expuesta. Parte de sus hombros y pecho, ambas piernas. Asi que podía apreciar claramente la brillantez de su piel. Como una beta dorada expuesta a la luz de la luna.
Hermoso. Pero letal.
Midió sus movimientos, tenía que pensar con rapidez. Someterlo e intentar anular la marca que tenía tras el cuello, solo lo suficiente para sacarle la información que deseaba.
Pero esto que veía era diferente, estaba seguro que la madre del castaño era la responsable de eso. No sabía cómo proceder y eso por primera vez en su vida le asustaba.
—Oye... Mocoso ¿Qué te sucede?—
Le vio moverse un poco, entornar los ojos mas no le respondió. Lo acechaba, el depredador se sintió presa. Pero eso era imposible, en su investigación sabia e intuía que la madre del mocoso jamás usaría su fórmula en su propio hijo, era arriesgado, si saber bien de una cura, pero entonces que era esto que se le presentaba.
Entonces cayó al suelo. Bien, fuera lo que fuera ya se había terminado.
—Que patet...— no alcanzo a terminar la frase cuando Kouki le salto encima, fue un movimiento certero que iba directo a su yugular, al instante para protegerse cambio.
Un gran lobo negro contra un omega inhumano o lo que fuera que fuese en ese momento. En un lado de su lomo tenía una herida, no era mortal pero le lastimaba.
Cargo contra el chico y si debía diseccionarlo para sacar la información necesaria entonces no dudaría en atacar para matar. Aunque se perdería de lo mucho que podría disfrutar de su cuerpo.
Lanzo dentelladas al cuello, pero este velozmente las esquivaba, virando en el momento preciso, cayendo al suelo en un elegante movimiento, lanzando la tierra suelta a un lado para después ir en contra suya.
Entonces sucedió, lo tumbo el suelo sometiéndolo y justo a escasos centímetros de su rostro el arañazo inesperado a sus ojos le dejo perplejo.
Aunque su curación rápida debido a su condición alfa le ayudo, decir que no fue algo que le asusto seria mentir. Ahora frente a el no había rastro de chico alguno. Si no un lobo; un cachorro habría que decir, pero oderoso, enloquecido y no sabía que hasta que nivel de locura.
Pelo castaño dorado, la misma aura dorada que fluía de el como si en cada movimiento se evaporara. Sus ojos eran finas líneas doradas sobre café oscuro inyectadas en sangre.
Saliva escurría de su hocico que le mostraba la ferocidad de sus dientes.
Un par de lobos en una lucha por quien sería el sobreviviente.
Aunque no entendía del todo lo que sucedía a su alrededor, en su mente estaba bien grabada la idea de que no debía dejarse morir en ese lugar.
Todo le era extraño, el entorno enrojecido y nublado en su mente, la sensación irreal de fuerza en su cuerpo. Pero se sentía feliz, eufórico, en fondo de su mente y alma sabía que lo que hacía lo hacía por el bien de alguien más, de quien le esperaba, de quien necesitaba ser salvado.
Y esa emoción bullía en su cuerpo, después de tantos años de sentirse considerado un estorbo, alguien inútil y prescindible, lo hacía sentir engrandecer su ego y eso lo cegaba de cierta forma.
"Quién con monstruos luche, cuide de no convertirse a la vez en un monstruo. Porque, cuando miras largo tiempo a un abismo también este mira dentro de ti"
Asi que se perdió en su sentir. No sabía bien que era lo que hacía, solamente seguía las indicaciones de su cuerpo, la fiereza innata de su especia aunque el mismo fuese un omega, nacido para concebir para bajar la cabeza frente al más fuerte. En esos momentos eso no era verdad. En esos momentos era tan fuerte, tan sanguinario e insensible como un alfa.
Fue debido a esos sentimientos que le embargaban que no media las acciones que le hacían también daño a su cuerpo, la lucha aunque era desigual pero inclinada a su favor también le dejaba heridas, el aroma de la sangre contraria le instaba a moverse con mayor crudeza. Sin saber la clase de expresión que tenía en su rostro.
El de anteojos no podía creer lo que veía, lo que vivía, que un simple omega le hiciera tal daño, su forma lobuna era inigualable, en definitiva tener cachorros con el mocoso le traería un montón de beneficios, pero solo si lograba domarlo y hacerle bajar la cabeza. Lo ataría a su lado para explotar las maravillas que con seguridad tenía su sangre.
Saliva sanguinolenta escurría de su hocico, sangre contraria que le llenaba de euforia al tocar sus papilas gustativas. Pero ensimismarse en su mente le trajo serias consecuencias.
La distracción del manjar en sus labios le distrajo, las dentelladas cerca de su yugular le trajeron de nuevo a la conciencia, sintió la sangre recorrer por su cuello en un río imparable que le robaba la vida. Más no moriría de esa manera.
Cambio a su forma humana mientras retrocedía, mirando con un temor que jamás diría en voz alta que sentía al cachorro castaño de pelaje brillante y etéreo.
Ese mocoso seria suyo costara lo que costara y los secretos que sus madres querrían quedarse los obtendría. Cayó al suelo llevando su mano al cuello intentando detener el sangrado.
—Tu n-no ganaras... hay más como yo que vendrán por ti—
Le vio relamerse los labios escupiendo los restos de su sangre al suelo arañado por sus patas. Entonces su forma humana aparecida en esos brillantes colores se le acerco, lentamente bajo al suelo, moviendose como si de su forma animal se tratase, se acercó a su cuerpo herido que aun intentaba hacer parar el sangrado y acomodándose delicadamente entre sus piernas poniendo su cabeza en medio de su cuello, en la zona que aún se encontraba libre de heridas.
—Tal vez...—
Le escucho decir —Pero por eso me encargare de que el secreto muera contigo, un secreto que mi mente se verá obligada a olvidar. Asi fui diseñado—
Entonces sin previo aviso sintió los dientes del más pequeño encajarse en su piel, lejos de sentir alguna clase de placer masoquista el dolor se volvió prueba fehaciente de que se le estaba yendo la vida.
Su vientre fue desgarrado con una ferocidad a la que no pudo hacer frente por la cercanía, intento en vano defenderse llevando sus manos al cuello ajeno, el cachorro excavo dentro suyo, sacando sus entrañas con descaro, sintiendo como arrancaba la carne de su cuello con esos dientes humanos que para nada eran filosos, su mente; su visión se nublo, sus manos cayeron laxas a los lados.
Pensando aun en lo cerca que había estado de la fama, el dinero y la gloria, de todos aquellos sueños perversos que persiguió por años, sueños que se vieron frustrados por otrora una mirada dulce y castaña del niño que ahora le veía desde las alturas con suficiencia, llevándosele la vida entre mordiscos y desgarros.
La imagen era dantesca en medio de la poca luz del claro, se encontraba una figura ensangrentada, el grupo que había llegado se alarmo creyendo que habían llegado tarde en su cometido de intentar salvar a las personas que más amaban.
Akashi Seijuuro se adelanto unos cuantos pasos, pero la figura en medio de las tinieblas le gruño.
—Kouki ¿Eres tú?—
Luna gibosa creciente: una vez ya pasada la fase del cuarto creciente, la va tomando progresivamente día tras día, una forma convexa por ambos lados en su parte luminosa, perdiendo ese lado recto que poseía durante la fase anterior
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro