LUNA CRECIENTE
El gran cazador Akashi Seijuuro era alguien que nunca perdía. Un prodigio que se jactaba de mantenerse con la mente fría y en control.
Asesino sin piedad de los Rougarou que se le encomendaba matar.
Partió al instante de ser informado de las posibles irregularidades en Seirin. Asi que el tiempo que tenía previsto estaba calculado.
Mas esa situación le había cambiado los planes.
Llego con varios días de retraso. Tres para ser específicos.
Pronto fue conducido por uno de los guardias de la gran puerta principal al despacho del gobernante.
Kiyoshi Teppei.
Sinceramente no le importaba como tomaría lo que había hecho. Él no se arrepentía. No tenía por qué pedir permiso. Si bien las cosas cambiarían él estaba dispuesto a hacerlo. Algo había cambiado dentro de sí.
Entro al lugar donde la junta se realizaría viendo sin ver a las personas que le acompañarían en la reunión.
Le sorprendió el hecho de que un omega fuera la mano derecha de un gobernante. Pero sabía que de hecho Teppei no era como muchos otros. La forma de llevar su pueblo le había llevado a ser reelegido una y otra vez.
Noto que Teppei le miraba con curiosidad, vio como olisqueo el aire circundante pero hizo caso omiso de ese hecho. ¿Qué sería lo que podía oler? No le importaba.
Se sentó en el lugar que le fue designado anotando mentalmente como estaba dispuesta cada cosa en la habitación. Sentía que algo se avecinaba, su entrenado instinto gritaba, pero no sabía que.
No le tomo mucha importancia a las presentaciones de las personas que se encontraban ahí con ellos. Quería volver con Kouki.
Su piel ardía.
Le sorprendió el darse cuenta de que un omega ostentaba un importante puesto en la forma de gobierno y se lo hizo saber.
Había otras cuestiones también de las que tenía que hacerse responsable. El Rougarou.
—Mira— levanto la mirada para recibir un folder lleno de fotografías de antiguos y recientes ataques mientras escuchaba las palabras del alfa frente a el —Todas y cada una de las muertes no coinciden, algo que los ciudadanos no saben ni sabrán es que al parecer son dos Rougarou diferentes los que actúan, además de que no solo tienen marcas de lobo... las hay humanas, eso es lo más extraño—
Ira se construyó en su interior al saber que probablemente no fuera uno solo si no la posibilidad de dos o algo más.
—Ya veo... Los Rougarou y los humanos no pueden trabajar juntos— dijo impasible
—Juegan con sus presas como si quisieran decir algo— escucho
—Aun asi por protocolo debo de verlos—
Podía recordar, ansiaba volver a esa cabaña en medio del bosque pero se contuvo a sí mismo.
—Te dejare verles. Mi hijo el alfa se encuentra en casa. Se ha emparejado hace poco asi que ambos sabemos que es improbable que este sea el Rougarou que tanto nos acecha— lo sabia...
—Tiene razón. Aunque me cueste aceptarlo, un cambia-formas recién acoplado no puede ser tal bestia—
—Sin embargo para ver a mi hijo omega tendrás que esperar—
—Espero que tenga una buena razón para ello— dijo a sabiendas de lo que había hecho
La explicación que recibió poco después ante los datos que recibió de Kouki no le dio ningún tipo de satisfacción, sentía que la ira poco a poco le llenaba.
Ahí; esperando a salir.
— ¿Presumiblemente?— le costó la poca humanidad que pensaba que tenía no gritar por respuestas ¿Cómo Kouki pasaría por tal dolor tan parecido al suyo?
—No tenemos los datos exactos ya que ellos no vivían cerca cuando el ataque sucedió y el niño no hablo por mucho tiempo, cuando lo hizo no recordaba nada del ataque pero sabía que su madre había muerto—
Volteo a ver al chico que le inspeccionaba con la mirada, por unos momentos pensó que Kouki bien pudo haber sido capaz de esos crueles hechos al ser un lobo. Pero era un omega y sabía además de que no solo convertirse en Rougarou sería imposible ya que las alfas eran los que caían a la locura si no también que no podría volver a su forma humana.
— ¿Cómo? ¿No saben si fue el mismo niño quien lo hizo?—
No escucho nada del tercero al mando más sin embargo el hombre encargado de las comunicaciones hablo por él.
— ¿Qué? Esas no son todas las razones ¿Cierto?—
—Los rumores se esparcieron más rápido de lo que pude acallarlos y aun ahora se le teme como a un asesino, el no mato a su madre, además de que fue atacado tiempo después cuando tenía doce años... —
No le gusto para nada las miradas y las sensaciones que estos mostraron, algo más sucedía.
—Debido a eso mi hijo decidió marcharse, está a dos días poco más de aquí, él vive en lo profundo del bosque—
—Atacado dices...— recordó el sabor de la sangre de Kouki entre sus labios, dulce y cálida. Ahora esta era suya. Llenándole de un alivio desconocido. La sintió recorrer sus venas como la propia, supo de inmediato que el alfa estaba cargando contra el, pero contrario a sus entrenamientos se dejó tirar al suelo, había mas y quería saber. Además de que no revocaría lo que le había hecho a Kouki.
— ¿Qué le has hecho a mi hijo maldito?— Kiyoshi le gruñía al rostro, iracundo
—Nada que él no haya querido—
Su sonrisa creció aún más al recordar esos tres días que pasaron juntos. Días que no dudo en aprovechar sabiendo que tenía cosas por hacer con su padre. Parpadeo un poco desenfocado ante la rapidez luego de ver al enorme lobo café aplastándolo con sus enormes patas delanteras. Le costaba un poco respirar pero no dejaría que lo notara. Era más fuerte que eso. Teppei en su forma sobrenatural era impresionante. Tan diferente de lo que vio en Kouki.
Un aroma que le molesto llego a sus fosas nasales, pero no tanto como al lobo tumbado a su lado. Que interesante.
De un momento a otro con suma rapidez el cambio ocurrió de nuevo ante sus ojos. Teppei era un digno alfa.
—Ruega por misericordia— le dijo alzandolo de la ropa cuando se hallaron de pie
— ¡Kouki es mío!—
No iba a discutir la pertenencía del castaño omega. No sabía lo que había ocurrido y no le importaba. Había renunciado a ciertas cosas en las que creía por lo que parecieran eternidades, más en cuanto se dio cuenta de lo que hacía y como Akashi; como heredero de un gran imperio, no desaprovecharía lo que el destino le brindaba.
Algún provecho podría sacar.
—Pero no puedes ¡Eres humano! No puedes ser su destinado—
—Sangre mezclada Kiyoshi, es un cazador recuérdalo. Si bien no tiene el poder de cambiar, el pacto les dio dones superiores, puede ser posible— escucho a sus espaldas
Era algo que se decía de su estirpe. De la leyenda de la cual sus poderes descendían.
—No sabes lo que has hecho Seijuuro, Kouki no es un omega como cualquier otro, debemos partir cuanto antes—
—Lo deje bien, está a salvo con órdenes de no salir bajo ninguna circunstancia— dijo sin mayor importancia, después de todo como su alfa; aunque no lo fuera, podía hacerlo*
— ¿Le ordenaste a mi hijo? ¡Eso está prohibido!—
Hasta ese momento no sabía que podía hacer eso y no sabía tampoco que era una prohibición en Seirin, los cazadores solo se encargaban de matar, ellos no hacían parte en las leyes de cada pueblo. Sus estudios indicaban que solo los machos alfas de las comunidades cambiantes podían ordenar obediencia de sus omegas*, ya sean parejas o simples conocidos de las calles. Y él lo había hecho con Kouki.
—No me importa si asi se mantiene seguro ¿Qué es lo que no se?—
No quiso notar eso en ningún momento en el que estuvieron juntos. Vio un brillo extraño cada vez que interactuaban en medio del calor del apareamiento; o cuando le ordenaba, pero al ser todo realmente nuevo para él no le tomo importancia.
—El incidente del cual te hable. Kouki fue abusado y torturado ¡No tolera las ordenes como los demás! Además del maldito Rougarou suelto... no tenemos tiempo que perder—
¿Kouki había sido abusado? ¿Siendo tan pequeño? ¿Siendo suyo desde el momento de su nacimiento? Morirían los culpables desangrados en sus manos. La venganza sería un juego de niños si esta estaba a su cargo.
Un pitido sordo y constante comenzó a formarse desde sus oídos al centro de su mente, haciéndolo perder ligeramente el equilibrio, retazos de visiones de sangre, sentimientos de ira, dolor... Del futuro.
La puerta se abrió de manera intempestiva dejándole ver a otro chico lleno de sangre y temblando. Podía ver que era un alfa también, los alfas son fuertes pero podía notar las heridas de batalla que le llenaban, había luchado con fuerza y llegado a duras penas con vida hasta donde todos se encontraban.
El pitido y la sensación no se iban.
—Se lo ha llevado, se ha llevado a mamá... di-dijo que si lo querías de vuelta... Kouki tendría que entregar la respuesta—
El pitido se convirtió en ira liquida que reverberaba en sus venas, podía sentir un dolor inquietante en el corazón y sabía que no era suyo. Ese dolor no le pertenecía.
Era Kouki quien le llamaba.
La ira que pacientemente aguardaba en su interior se desato, si bien no podía aullar como los lobos su grito fue considerado más horroroso y atemorizante que un aullido de un alfa encolerizado.
Sentado en el alfeizar de la ventana Kouki contemplaba las afueras de su prisión. Y con lo mucho que había amado su hogar para ahora ser convertido en eso; una prisión, la luna brillaba entre las suaves nubes en el vasto cielo.
Sentía el calor recorrer su piel y le perturbaba un poco.
Aún estaba poniendo en orden todos los pensamientos que habitaban en su cabeza.
Su celo había llegado unos días atrás.
Tocaba su vientre con miedo. Sabía que ahora se gestaba un cachorro en su interior. Podía sentirlo en su corazón. Y no dolía. No como la primera vez.
Había intentado recordarlo. Pero la voz de mando de su ahora pareja se lo impedía. No recuerdes tu pasado lleno de dolor.
¿Qué sabia el de dolor?
Kouki sin embargo, recordaba...
Temblaba de miedo agazapado a un lado de la puerta con las acciones del cazador pelirrojo. Sabía que no debía de entregarle su confianza, pero su olor le había causado confort que antaño no sentía. Se dejó llevar.
Y ahora podía ver como la ira iba haciendo su camino y él lo pagaría con dolor.
Estaba tan solo. Tan alejado de todo. Estaba bien.
Si debía de morir seria en un lugar que le causara paz y recuerdos como su hogar le daban. Ya se había resignado a un destino que solo le daba dolor y sufrimiento.
Porque temía que el cazador le matara. Sus acciones le indicaban que asi seria.
Cerró los ojos cuando se sintió arrastrado por el suelo y levantado, para ser azotado contra la pared del pasillo principal de su casa. No sabía porque pero el cazador que le sostenía tenía esa aura digna de un alfa hecho y derecho. De un alfa puro. Pero no como los tantos lobos que conoció a lo largo de su corta vida.
Era más salvaje.
Como un león salvaje.
El emperador.
Seijuuro Akashi.
—Es tu culpa— le escucho decir con firme convicción —No voy... no voy a aceptarlo—
No entendía lo que sucedía y sabía que si pedía respuestas no le serian dadas. Los ojos que le veían estaban llenos de furia, que cambiaron a sorpresa cuando le beso.
Al principio se asustó temiendo incluso que se desmayara. Nunca había recibido tal cantidad de calor en un solo beso.
Un beso de un cazador que le culpaba de algo que no sabía que; olía a sándalo y a fresa. Kouki amaba las fresas.
Le dolía un poco la cabeza por el golpe recibido al ser azotado contra la pared. Su corazón comenzó a palpitar contra su pecho cuando los labios ajenos se dirigieron de su boca a su cuello y de ahí bajando con una delicadeza que no creía posible a su hombro semi-desnudo.
Se aterro aún más de sí mismo al desear que besara otras partes de su cuerpo y con toda la fuerza de voluntad y bruta que poseía le aparto para correr por el pasillo e intentar guarnecerse en su recamara, el obi que sostenía su kimono fue jalado con brusquedad, para él ir a dar directo a la alfombra que decoraba el suelo.
—Soy un cazador Kouki... será mejor que no huyas—
La forma en la que dijo su nombre hizo que jadeara ahí donde se encontraba, sentía su sangre hervir por la fiera mirada que noto en los ojos bicolor. Le gustaba. Quería más de ella.
Y es que cuando dos almas gemelas se encuentran es imposible no hacer nada, no luchar, no mirar, solo quieren más...
Con la ropa desarreglada y mostrando más piel de la que debería se levantó como pudo, notando por el rabillo del ojo que el cazador no se inmutaba en su intento de escape, pero se sentía devorado con cada centímetro de piel expuesta.
—Kouki detente—
Esa voz, odiaba esa voz.
Pero sabía que no podía negarse, más un pinchazo en el fondo de su mente le hizo moverse; tambaleante y mareado pero sin mayor vacilamiento. Huyo a lo que creía era la seguridad de su recamara, pero antes de cerrar con totalidad la puerta fue detenido por las fuertes manos blancas de su perseguidor.
— ¿Escapas de mi Kouki?—
—Se-Señor A-A-Akashi.... Por- Por favor...— dijo con miedo
No sabía que era lo que pedía, pero sabía que no escaparía con facilidad. No tenía oportunidad. De un fluido movimiento que no pudo entender cayó al suelo. Moviéndose hacia atrás arrastrándose, intentando en vano escapar golpeo su cabeza y espalda contra la madera de su cama.
El cazador se cernía arriba de él viéndose imponente y dominante.
Jadeo expectante.
Quería otro beso. Un calor comenzó a recorrer todo su cuerpo cuando unos nudillos fríos acariciaron sus mejillas bajando a su pecho, intentando cubrirse su mano fue detenida con la que el cazador tenia libre.
Labios ajenos tocaron la piel de su cuello. Exactamente entre la oreja y el hombro, labios cálidos que lamian su piel con delicadeza, para justo en medio sentir una feroz mordida que en vez de causar dolor, ira y rabia, repulsión y asco. Le causo placer.
Era imposible. Seijuuro Akashi era un humano. Solo las alfas de su especie podían marcar a los omegas.
Una marca.
Estaba siendo marcado por un humano cazador.
—Eres mío Kouki—
El calor iba en aumento. Sangre tibia recorría su piel. La marca ya no le importaba. No había marcha atrás.
Seijuuro Akashi era su destinado y estaba dispuesto a aceptar su destino. Aunque eso le matará.
—Has que se detenga, Seijuuro has que el calor se detenga—
Sintió como era alzado en vilo y lanzado a su suave cama. Vio mientras se alejaba lo más que podía como Seijuuro se despojaba de sus prendas más pesadas, para quedar solo en una fina camiseta que mostraba su bien definidos músculos y su ropa interior.
Kouki se avergonzó.
Kouki no se sentía suficiente. Kouki sabía que estaba marcado. Se sentía... sucio, poca cosa.
—No pienses más que en mí, ahora me perteneces—
—Se-Seijuuro...—
Sintió los besos calentar cada espacio de su piel que los labios de su ahora pareja tocaban. Su pareja destinada. Las lágrimas fluían de sus ojos al saber ahora ese hecho. Al entenderlo.
Otro golpe de calor exploto al sentir los tibios labios explorar su pecho. Dirigiéndose a uno de sus pezones llenándolo por primera vez de placer.
— ¿Por qué no dejo de pensar en devorarte todo?— gruñó sensualmente el pelirrojo en su oido
Las palabras no salieron de sus labios, quería decirle que le devorara si le placía, no le importaría morir de esa manera en sus manos.
—Seijuuro...—
No entendía el lio de su mente. Necesitaba más tacto.
Le quería lejos.
Las manos ajenas se movieron con rapidez, dejándole desnudo completamente y quedando desnudo tambien. La luz de la luna se colaba por la ventana, dejándole ver la piel de su amante. Esta brillaba etérea, su piel blanca destellaba ante la luz de la luna. Alargo una de sus manos acariciando el pecho ajeno. Sintiendo la dureza de los músculos bajo su toque. Amando la reacción que sus caricias dejaban a su paso. Temía por la siguiente acción pero también la deseaba.
—Devórame...—
Gimió en la boca ajena, en el beso feroz que le consumía, seguía paso a paso la lengua que; enseñándole lo que era un beso invadía su interior, disfrutando del sabor que explotaba dentro suyo.
Su parte baja se humedeció enrojeciéndolo de vergüenza, aumentando el calor de su cuerpo exponencialmente. Sintió una caricia en ese íntimo lugar explorándolo, tensándose al momento.
—Tu celo ha llegado Kouki, tu celo llego para mí—
Lo sabía, sabía que eso estaba pasando pero no podía registrarlo bien en su mente, el calor le consumía el raciocinio, quería ser tomado por su alma gemela hasta el cansancio.
Recostado sobre su espalda grito con fuerza hasta lastimarse la garganta al sentirse penetrado sin aviso. Se arqueo cuando por segunda vez fue mordido, explotando su mente y cuerpo en miles de pedazos al llegar a su clímax de manera fuerte e inesperada.
—Eres mío ahora y para siempre ¡Eres mío! ¡Dilo!—
—Lo soy, lo soy ¡Seijuuro!—
Escucho el pitido de nuevo. Pero de nuevo, no lo registro del todo.
Las manos ajenas se aferraron a su cintura con fuerza mientras las embestidas en su interior se intensificaban. Podía sentirle fuerte y no le importaba. Necesitaba más de ese tacto.
Pero tuvo miedo.
Un retazo de su pasado se hizo presente. Uno lleno de dolor y pena. Sus ojos se volvieron opacos de repente al ver unas caras manchadas de puntos de oscuridad deslizándose en su mente. Las risas macabras en aquel oscuro lugar le hicieron perder lucidez por un momento.
Gritos de dolor llenaban sus oídos. Sus propios gritos, estaba asustado.
Pero una voz en medio de la oscuridad le llamo a la luz.
—Concéntrate en mi Kouki, estoy aquí y nada te hará daño—
Las manos de su pareja rodeaban su rostro cubierto de lágrimas, sus labios llenaban de besos sus ojos. Sintiendo regresar la calidez y el placer a su nublada mente por el dolor.
—Se-Seijuuro... Por favor... no me rompadt—
Los movimientos se reanudaron lentamente, sintiendo de nuevo los labios arrasar su pezones hasta dejarlos doloridos e hinchados, escuchaba sus gemidos de placer y no podía reconocerlos como propios, escuchaba también los fuertes jadeos de quien le amaba una y otra vez y eso le llevaba más a la cima.
—Ma-Mas... Seijuuro... mas...—
—Lo que pidas te daré—
— ¡Ahh!—gimio, arqueando su espalda presa del placer
—Eso es... grita más fuerte para mí—
Los movimientos se volvieron erráticos quejándose al sentirse vacío por unos momentos, su rostro dio contra la almohada, muda espectadora de lo que ahí sucedía, sintiendo la dura virilidad de su pareja entrar con fuerza dentro suyo. El grito que su garganta quiso acallar no pudo ser silenciado a tiempo sintiendo incluso más duro y grande a su amante. Sabía que sus sonidos satisfacían a su pareja y era feliz por ello. No dudo en darle más de lo que pedía.
Oía los sonidos de su sexo siendo consumido. Oía su propia voz enronquecida por el placer. No podía ver pero si podía sentir como las manos de su pareja acariciaban con delicadeza sus glúteos, apretándolos mientras su miembro se enterraba con fuerza una y otra vez en su interior.
Ladeo la cabeza con cuidado intentando ver el rostro de su pareja y lo que vio le hizo gemir con fuerza.
Seijuuro Akashi estaba sonrojado, sudado y sometiéndolo. Sus ojos refulgían con erotismo mientras le veían fijamente. No había ira, no había repulsión, solo el crudo deseo de su placer y el propio.
Ellos le decían "Yo te poseo" "Eres mío".
Su corazón latía descontrolado. Sintiendo la cima de su éxtasis acercarse nuevamente con rapidez.
—Has eso de nuevo— escucho
No entendía lo que había hecho pero los movimientos se volvieron aún más rápidos. Algo había sido tocado en su interior que le hacía estremecerse de una manera que no entendía pero sabía que le gustaba a su pareja.
—N-No se... como... ahhhh, ma-mas ahhh ¡Mas!—
Grito con fuerza una vez más mientras eyaculaba, arañando las sabanas y rasgándolas por la fuerza de su orgasmo. Su pareja lamia el lóbulo que no tenía el pendiente y lo último que escucho antes de sentir un tibio calor llenándole el interior le estremeció.
—Te verás hermoso cargando a mis hijos—
En casi tres días no salieron de la cama, apenas descansaban un poco para alimentarse e hidratarse, cuando ya se sentía invadido nuevamente.
En ningún momento dijo que no.
Amaba la sensación de sentirse entre sus brazos aun si era solo para dormir. Aunque no durmieron mucho. Seijuuro se las ingenió para cubrir su irritada parte baja evitando asi que demasiado semen saliera de su interior.
—Asi asegurare que tengas a mi descendencia— le había dicho.
Eso no era necesario. Desde el primer momento algo en su alma le decía que había sucedido la concepción. Un cachorro se gestaba en su interior. Pero tenía miedo.
De perderlo.
De no ser una buena madre o una buena pareja.
De ser asesinado por las manos de un cazador. Su cazador.
El león no se podía enamorar de la presa.
Bajo la mirada acariciando su plano abdomen mientras disfrutaba de un baño de luz de luna.
Fue cuando lo noto.
Un débil gimoteo que se escuchaba en dirección a su santuario.
Camino con pasos cortos y medidos a la puerta abriéndola, explorando la noche. Intentando ver en la oscuridad.
Y vio.
No podía creerlo. Desde que podía recordar su vista había sido pésima. No había necesidad de usar anteojos porque se suponía que los de su especie eran excepcionales en sus sentidos, pero el había sido diferente.
Siempre torpe, blanco de insultos por ser común y débil.
La noche explotaba en vida, cada pequeño az de luz; cada sombra, las hojas de los arboles mecidas al viento, pintadas de oscuridad. Las pequeñas criaturas que salian a cazar sus alimentos. Todo... todo.
¡Y ahora veía en la oscuridad! Sonrió por primera vez esa noche, no lo entendía pero se sentía extasiado por saber que tenía al menos uno de los dones de los cuales su especie poseía. Dando un paso al porche se detuvo cuando un dolor en la cabeza lo golpeo.
—Tienes prohibido salir, quédate dentro hasta que vuelva—
Ahí en el suelo de madera sobre sus rodillas y manos sin poder respirar lo recordó. La orden de no salir.
Jadeaba sosteniéndose del marco de la puerta abierta viendo hacia la noche. Las órdenes dadas por un alfa con la voz no debían de ser desobedecidas. Lo sabía, mas escucho de nuevo ese lamento proveniente de aquel lugar tan querido.
Cubrió sus oídos al escuchar un sonido en su cabeza, como un lápiz que raya una hoja sin parar. Como el aleteo de un millar de mariposas. Como el viento embravecido. Como una navaja en el vidrio de una ventana. Unas cuantas gotas de sangre salieron de su nariz al por fin todos esos sonidos detenerse.
Estaba preocupado.
No por su sangrado, el cual limpio sin mayor ceremonia con la manga de su ropa. Levantándose con cuidado salió a la noche en busca de aquel que obviamente requería de su ayuda.
Sin notar que había dejado las marcas de sus dedos llenos de su sangre en el marco de la puerta.
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