AULLIDOS
Seijuuro se había negado al principio. Dando tantas excusas válidas y no válidas. Hyuga también lo hizo, pero Kouki se sentia tan mal que aún no les puede ver a la cara.
Menos con esas cicatrices que; aunque lo niegue, sabe bien son culpa suya. Porque aquellos recuerdos guardados desde hacía mucho tiempo fueron los causantes de tantas desdichas y que hasta eso momentos se van desvaneciendo como el humo, poco a poco pero constantes.
Al final, en la junta que se llevaba a cabo en la casa del alcalde Kiyoshi, este levanto sus manos derrotado, pasando por alto al joven cazador diciendo.
─Déjenle ir, es mejor perder un día que un mes más, quizá es una visita por su antiguo hogar es todo lo que necesita para saber, entender y aceptar su condición... Seijuuro, deja que recuerde─
Y ahí estaban; Kouki, frente a las ruinas consumidas por el fuego en lo que fuera su antiguo hogar, y a su lado Seijuuro a la espera de su pareja.
¿Cuál ha sido la sucesión de acontecimientos que le han llevado hasta las ruinas de su antiguo hogar?
Tan solo para el recordar como un mes antes había tenido un ataque y habiendo huido hasta ese lugar, para que poco después le encontraran en posición fetal llorando frente a las embravecidas llamas.
Para Seijuuro le fue doloroso ver como su destinado lloraba en su regazo sin entender que hacía en ese lugar y porque su querido hogar lleno de recuerdos se quemaba. Él lo sabía, sabía que Kouki aún no estaba bien y que de vez en vez se perdía en su mente, recordando cosas, añorando otras y que; aunque lo deseara, no podía hacer nada para ayudarle.
Seijuuro solo quería alejarlo del dolor, pero el dolor solo se aferraba más a él, a su amado Kouki.
Para Kouki es difícil; también lo entiende; es difícil porque todavía no se ha recuperado de los efectos de la conmoción cerebral y sus pensamientos tienden a perderse. Además, los medicamentos que le dan para controlar el dolor y el estado de ánimo a veces le hacen ver cosas.
O eso supone.
Sobre todo porque el médico que le atiende; un humano muy amigo de Seijuuro, dice que debido a su embarazo no le puede dar medicamentos más fuertes. Aún no está del todo convencido de que alucinara una noche el suelo de la habitación del hospital convertido en una alfombra de manos en movimiento con el único afan de atraparle.
Utiliza entonces una técnica que le sugiriera Hyuga cuando las pesadillas lo atacan y no puede dormir.
─Empieza con las cosas más simples de las que estás seguro y ve avanzando hacia las más complicadas─
Aunque el truco no siempre le funciona y termina haciendo cosas como quemar su antiguo hogar. Por el miedo, quizá para intentar alejarlo o destruir aquello que no puede ser destruido.
—Kouki ¿Quieres que reconstruyamos el lugar? — le dice su pareja. Está a unos metros de distancia; a la espera como el digno cazador que es, observándole atentamente, listo para reaccionar si algo va mal.
Kouki se da cuenta entonces que esta agachado con los codos sobre los muslos y la cabeza entre las manos. Debe de parecer al borde de un ataque de nervios.
Se pone de pie rápidamente rechazando la oferta.
—No, está bien─
Para dar más énfasis a la afirmación, empieza a alejarse de su antigua casa dirigiéndose directamente a los brazos que sabe le reconfortaran sin dudarlo.
─Yo los mate... aquí, en el que era un lindo hogar y ahora; para mí ya no queda nada, asi que está bien. No es necesario que hagas eso─
Sin embargo Kouki se odia. Aunque claro; ahora odia a todo el mundo por dejarle vivir. Pero sobre todo a sí mismo.
Esa noche, después de abandonar su antiguo hogar y estando en la casa que Kiyoshi les había entregado para que ambos vivieran juntos, todo fue más tranquilo.
La casa estaba estratégicamente cerca del hospital, tampoco había muchas más de otros ciudadanos, más que la del alcalde.
Tenía un enorme jardín y unos cuantos arboles enormes en el patio. Era tranquila. Pero por más que el ambiente lo fuera en su cabeza no era la misma situación.
—Kouki... ¿Cómo crees que acabará esto? ¿Qué quedará? Nadie está a salvo, ni en tu ciudad, ni en otras ciudades. Y tú... en esta casa... —le escucha en medio de la nada y oscuridad, alguien esta ahí tomando aire con dificultad, como si no pudiera respirar —. ¡Mañana todos estarán muertos!
Entonces Kouki hace uso de sus dones de la doble estirpe, ajustando sus ojos a lo que pensó era una terrible oscuridad, intentando encontrar al dueño de esa voz, admira el fuego que no sabe cómo no pudo notar antes, las paredes blancas de una habitación que no reconoce, del movimiento de muchas botas tanto de adulto como de niño y del impacto de un golpe que va unido al grito de dolor de Seijuuro... y de la sangre de sus cachorros salpicando las baldosas.
La voz es suya. Un Rougarou. Odiando en lo que se ha convertido, en lo que sabía que pasaría, a lo que temia.
El grito comienza en la parte más baja de la espalda y le sube por el cuerpo hasta quedarse atascado en la garganta. Se queda mudo, ahogado por la pena. Aunque pudiera soltar los músculos del cuello y dejar que el sonido rasgara el espacio ¿Se daría alguien cuenta? El grito que por fin escapa es callado por el abrazo de un par de brazos fuertes. Reconoce el aroma en cuanto le llega a las fosas nasales, pudiendo recuperar solo un poco la cordura con ese sencillo acto.
─N-No quiero vivir el resto de mi vida asi Sei, no quiero─
Temiendo, lleno de dolor.
─Poco a poco, mejoraras y yo estaré a tu lado para ayudarte, me he propuesto que disfrutes de una larga y feliz vida─
Antes de que siga hablando más, Kouki se voltea de entre sus brazos quedando frente a frente ─ ¿Porque? ─ Traga la saliva que se ha aglomerado en su garganta con algo de dificultad antes de seguir hablando ─ ¿Por los cachorros?─ mientras lleva sus propias manos asegurándose de llevar también las contrarias a su vientre algo hinchado.
─No es solo eso Kouki, porque es algo que mereces, porque a pesar de todo lo que ha pasado y analizándome, creo que te amo─
Por primera vez desde que están juntos Kouki puede ver la ligera duda del pelirrojo, el temor en sus palabras, en la reacción que tendría al escucharlas. Termina por acurrucarse en el pecho de su pareja para escuchar el sonido de su corazón, el latir constante calma sus ansias y sus pensamientos, además de que no ha retirado las manos de su posición.
─Tengo miedo─ termina por responderle en su susurro ─Y creo que siempre lo tendré─
─Está bien, siempre estaremos ahí para protegerte─
Con el paso de los meses Seijuuro se va acercando más a Kouki, sigue habiendo momentos en que se agarra al respaldo de una silla y se aferra a ella hasta que acaba algún flashback, o en los que despierta a veces gritando por culpa de las pesadillas con muertos y niños perdidos. Sin embargo, sus brazos están ahí para consolarle y; al cabo de un tiempo, también sus labios.
Kouki sabe que lo que necesita para sobrevivir no es el fuego de los recuerdos alimentados con rabia y odio, porque de eso piensa que ya tiene de sobra.
Lo que necesita es el rugido fiero de su león en primavera, el brillante color amarillo del sol que significa renacimiento y no destrucción como el iris de una de sus pupilas, el atardecer que se pierde en el color de su cabello, en esa tímida pero real, sonrisa. La promesa de que la vida puede continuar por dolorosas que hayan sido las pérdidas, que la vida puede volver a ser buena. Y eso sólo puede dárselo su pareja destinada, el padre de sus cachorros.
Poco a poco, después de muchos días perdidos, vuelve a la vida siguiendo los consejos del doctor Midorima.
Decide entonces escribir un libro de todo lo que recuerda, la idea la saco del álbum de fotografías que tenía Hyuga; las cosas felices, las cosas tristes.
Anexa fotografías.
Un gato lamiendo sus mejillas, escribe del recuerdo de la risa de Satsuki; una foto de su madre intentando hornear galletas; el recuerdo del color de los ojos de Imayoshi en sus últimos momentos; una foto con un Kouki muy pequeño de puntillas intentando cazar una mariposa, otra con los brazos ligeramente extendidos, como un animal a punto de atacar. Etcétera, etcétera, anota todos los detalles felices que serían un crimen no recordar.
La noche que sus hijos nacen escucha algo que en otro momento no creía posible responder.
—Te amo Kouki. Tu... ¿Me amas? ¿Real o no?─
Kouki cansado pero con una sonrisa le responde.
—Te amo─
Ellos juegan en la pradera donde antaño se alzaba una linda casa; ahora solo hay algunos columpios en algunos árboles, una manta de cuadros roja estratégicamente colocada para que la luz que se cuela entre los arboles no sea molesta, acaricia con las yemas de sus dedos su nuevamente crecido vientre.
La pequeña niña de cabellos rojo oscuro y ojos cafés que intenta bailar con los pies descalsos por la hierba; el niño de cabello café y ojos amarillos que intenta seguirla con sus rechonchas piernecitas de bebé, mientras sus tres hermanos mayores, todos pelirrojos pero de ojos diferentes les vigilan como los dignos hermanos mayores que son, enormes e imponentes lobos.
Aunque Seijuuro aun tenga que cuidar de ellos por las travesuras que hacen.
Ha tardado diez años en volver a aceptar, pero Seijuuro estaba deseando tenerlos. Cuando los sintió moverse dentro suyo por primera vez, le ahogó un terror que parecía tan antiguo como la misma vida. Sólo la alegría de tenerlos entre sus brazos logró aplacarle. Llevarlos dentro de él fue un poco más fácil, aunque no mucho por la primera experiencia; y no es que no amase a sus trillizos, pero fue mucho más aterrador con ellos con las secuelas de todo lo ocurrido aun tan frescas.
¿Cómo les iba a hablar de aquel tiempo en el que fue un asesino sin matarlos de miedo? Sin que lo odien.
Seijuuro le dice muchas veces que no pasará nada, que se tienen los unos a los otros y que tienen también el libro. Que pueden lograr que comprendan todo de una forma que los haga más valientes. Pero un día tendra que explicarles también lo de sus pesadillas, porqué empezaron y porqué; en realidad, nunca se irán del todo.
Les contaran cómo sobrevivió. Les contara que, cuando tiene una mañana mala, le resulta imposible disfrutar de nada porque teme que se lo quiten.
Teme ser el mismo quien lo quite.
Entonces hace una lista mental de todas las muestras de bondad de las que ha sido testigo. Es como un juego, repetitivo, incluso algo tedioso después de tanto tiempo.
Pero Kouki tiene como certeza que Seijuuro le ama, que sus hijos le aman, asi que ya no teme enloquecer todo el tiempo.
Porque ha pasado todo, sintiéndose libre y verdadero y que ahora en ese bosque todo es paz.
Que de nuevo escucha...
Aullidos en el bosque.
FIN
PD. Aun falta un epilogo
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