🐺Capítulo 8|Cadena e hilo.
CAPÍTULO 8= Cadena e hilo.
Joaco:
Ya no sentía dolor, el aroma de la sangre se había esfumado y para empeorar todo no obtuve rastro de ella.
Temía que si abría los ojos la realidad me golpeara, aún así deseaba ir a mi habitación y comprobar por mí mismo que ella seguía aquí, pero no me atreví, pues a pesar de estar a apenas unos metros, no sentía nada más allá de una lenta respiración a lo lejos.
Podría ser ella, realmente podría serlo, quizás no murió, quizás me está esperando...pero temo que no sea así.
No hay nada que nos una. Y excepto por ese extraño dolor de ayer, no existe conexión entre nuestros cuerpos. Quizás esta calma, este vacío que siento, es la prueba de que perdí a mi mate.
—¡Deja de pensar tonterías y ve con ella!— me gritó Trent y me senté rápido en la cama.
—¿Ella está...
—¿Muerta? ¡Claro que no! Ve con ella, ahora— me ordenó y me apresuré a recoger mis zapatillas, tanteé en la oscuridad, mis manos acariciando la fría madera y algunas peluzas debajo de la cama, pero aún no había señales de las zapatillas. —¡Olvídalas!
Atravesé a toda velocidad la casa, tropecé con las escaleras dos veces, hice crugir cada madera del piso y por poco destrozo la puerta de mi habitación, la emoción que sentía era tanta que casi paso de largo, aunque esa emoción no se comparó con la sensación de estar apunto de desmayarme al verla recostada en la cama con sus ojos cerrados.
Me acerque a ella y apoyé mi cabeza en su pecho para escuchar su corazón.
Latía. Fuerte y lleno de vida. Casi podría jurar que cantaba para mí, que me llamaba e indicaba que ella no se ha ido, que me sigue acompañando.
—¿Qué haces? —murmuró y alcé la cabeza.
—¡Estás viva!— grité felíz, y me abalancé sobre ella. La empecé a besar en sus mejillas y frente, por su barbilla y su naricita, aunque ella me puso las manos en el pecho cuando quise besar su bonita boquita, pero no me molestó, me encantó porque significa que sigue viva para rechazarme y decirme cosas sarcasticas. —No sabes lo preocupado que me tenías, Firu.
Ella se me quedó mirando ¿Le pasa algo?¿Fui muy lejos?
—Me besaste— dijo abriendo mucho los ojos y volví a besarla en las mejillas.
—Sí, ya seis veces— reí y seguí besando sus mejillas y su frente y cada centímetro de su hermoso rostro excepto sus labios. Me encantó que no se resistiera, lo tomé como un permiso y me incliné aún más intentando atrapar su oreja con mis dientes para darle un suave mordisco.
—Ay— se quejó y me hice para atrás.
—¿Es..estás bien? — le pregunté preocupado, subiendo y bajando la vista por todo su cuerpo deteniéndome en sus muñecas vendadas.
Firu...
—Sí, solo me duele un poco.
Le duele— Trent aulló y yo me esforcé por contener las lágrimas.
—No vuelvas a hacer eso, creí que te perdía, Firu— le dije y acaricié su mejilla.
—No te preocupes, si yo muero tranquilamente puedes secuestrar a otra— sus palabras me hirieron y me propuse permanecer en silencio, pero Trent habló.
—No me interesa ninguna otra, solo tú, tú y nadie más que tú. — le dijo de todo corazón, pero ella bufó y rodó los ojos.
—Entonces ¿No hay forma de que me dejes ir antes de que pase el año? — preguntó y casi reí. Sí hay una forma, pero se tiene que enamorar, entonces podrá ir a todos los lugares que quiera porque yo voy a ir con ella, pero hasta entonces se queda.
—¿Por qué te cortaste? —le pregunté guiando la conversación en otra dirección, no quiero ver si está decepcionada porque le diga que no.
—Mis amigos...ellos eran lo unico que tenía.
¡¿Qué?!
—¿Qué hay de tu familia? También los tenias a ellos, bueno, antes de que..tu sabes...
—¡Cállate!— me retó Trent y guardé silencio.
—Solo tenía a mis padres adoptivos y a mi abuela.— se encogió de hombros y por un instante su mirada se perdió.
—¿Eres adoptada?
El término me resultó conocido y a la vez extraño. Papá fue adoptado por la manada, pero no por otros padres o familia y por general los lobos tienen a sus padres, a menos que estos hayan muerto o...no quisieran al cachorro.
Miré a mi mate y comprendí su mirada triste ¿Sus padres no la quisieron? ¿Por qué la abandonarían? Yo no lo haría, jamás la abandonaría, es una cachorra hermosa, estoy seguro de que murieron o están ciegos porque ella es todo menos abandonable.
—Evelin— amaba su nombre, pero prefería darle un apodo bonito, aunque ya no más, desde ahora es Evelin —Lo siento, no lo sabía, yo..no debí decirte firulais, no se repetirá— le prometí y bajé la mirada esperando que supiera que nunca quise hacerle daño y que estoy realmente arrepentido.
—Es..está bien, tu no lo sabias— su voz por poco se quebró.
—No volveré a decírtelo, lo prometo.
—Joaco— alcé la cabeza, ella me veía y sus ojitos brillaban. —Puedes seguir haciéndolo si quieres, se que no tenías malas intenciones.
Una luz brilló ante mis ojos.
—¿De verdad? —pregunté esperanzado. Sé que no debo, pero amo decir Firu, Firu, Firu.
—Sí— dijo y sonreí triunfante.
—¿También puedo besarte? — moví mis cejas. Besaré tan bien sus labios que la enamoraré en el acto.
—Oye, tampoco para tanto— me dijo y reí.
Todo a su tiempo, entiendo.
—De enserio, no quiero que vuelvas a lastimarte. Aún no puedo sentirlo ¿Qué pasa si llego tarde?
—Joaco, no tengo a nadie, esto es lo único que reemplaza el dolor de mi corazón.
Vi sus muñecas y sacudí la cabeza. No dejaré que se vuelva a hacer daño y tampoco haré que se sienta sola.
—Tengo una mejor solución— me incliné hacia adelante y presioné mi nariz a la suya. —¿Me crees?
—Sí, como no— dijo sarcasticamente y sonreí. Esta es la Firu que conozco.
—Al fín te das cuenta de su sarcasmo— se quejó Trent.
—Cállate— le ordené e intenté concentrarme.
—De verdad, solo cierra los ojos— le pedí a mi firu viéndola con una sonrisa.
—No, si lo hago te aprovecharás para besarme.
Jamás.
—Te lo prometo, no haré eso, tú me besarás primero— le sonreí y le mostré cerrando mis propios ojos lo que tenía que hacer.
—Bien— bufó y me alejé de su carita, me incliné a lamer una sola vez su garganta y recargando mi peso en la cama para no aplastarla presioné mi boca en su cuello. La sentí estremecerse debajo de mí, revisé que no tuviera los ojos abiertos y la mordí.
La oí gritar, sentí sus manos en mis brazos arañando y tratando de alejarme. Me asusté y quise quitarme, se suponía que marcar a tu pareja no hace daño, sin embargo, Trent no me permitió apartarme y presionó aún más nuestros dientes en su garganta.
—Si te alejas ahora, se romperá el vínculo— me hizo saber y me relajé entregándome por completo a la unión. Solo quería que acabase, solo quería pedirle disculpas a mi Firu, decirle que no sabía que le iba a doler, que mi intención era que pueda sentirme, para que a donde fuera nunca estuviera sola, pero entonces sentí el sabor de su sangre tan deliciosa que supe que jamás volvería a disfrutar de otra y cualquier pensamiento sobreprotector se esfumó.
A medida que bebía fui sintiendo una pequeña cadenita recorrerme por todo el cuerpo y guiándome hacia ella, sentí que se unía con un fino, pero fuerte e indestructible hilo que salía de ella. Por alguna razón lo imaginé rojo, lo imaginé entrelazandose con esa pequeña cadenita que salía de mí, ambos eran frágiles por separado, pero juntos eran indestructibles.
Un gemido escapó de mis labios y subí a la cama sin ser conciente de mis movimientos. Firu se relajó bajo mi cuerpo justo en el momento en que su lazo y mi cadena se entrelazaban de punta a punta y se enredaban alrededor de nuestros cuerpos.
Sentí una extraña emoción alcanzarme, también tuve borrones de pensamientos que no me pertenecían y entonces nos vi.
Firu y yo, juntos y besándonos, sonriendo y caminando por la ciudad.
—¡Listo!— me indicó Trent desbordando de alegría y me alejé cuidadosamente de mi mate.
Ella aún tenía sus ojos cerrados y su corazón se oía extrañamente en calma, muy diferente del mío que me tenía agitado.
—Se desmayó— me explicó Trent y me bajé de encima de ella, me quité el pantalón y la remera y me metí a la cama rodeándola cuidadosamente con mis brazos.
—Sé que me amarás— le susurré al oído con la felicidad bullendo dentro de mi pecho —Y no te preocupes, ahora me tienes a mí y tu corazón ya no volverá a doler nunca más— besé su mejilla y me separé un poco para no tocar sus muñecas vendadas.
Olfateé su aroma, notando que ahora se parecía mucho al mío y cerré los ojos intentando volver a dormir, aunque estaría dificil pues no puedo dejar de pensar en ella.
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