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🐺Capítulo 25|Lucides

CAPÍTULO 25= Lucides.

Evelin:

—Joaco— llamé, podía sentirlo cerca, aunque cuando abrí los ojos no lo vi en su habitación. —Joaco— intenté de nuevo.

Mi voz fue apenas un susurro, apenas me oí yo misma, pero raspó mi garganta como si hubiesen pasado meses desde la última vez que hablé y quizás era así.

Giré la cabeza, el movimiento fue todo un esfuerzo de mi parte. La ventana estaba cerrada, pero veía claramente a la nieve caer.

La última vez era verano.

—Joaco— llamé con desesperación. Necesitaba que me explique porqué nevaba en pleno verano, eso no tenía sentido.

Giré la cabeza, mi cuello crujió sacándome un quejido. Me quedé quieta unos momentos, esperando que el dolor pasara y luego vi hacia la puerta.

Estaba abierta, pero no había nadie en el pasillo.

—Joaco— lo intenté, el ardor de mi garganta volvió borroza mi visión.

¿Dónde estaba?

Juraría que lo oí hablarme hace apenas unos minutos, mientras me contaba que la noche anterior empezó a leer los manhwas que yo recomendé en mi vlog.

—¡Te estás volviendo cruel! —El grito mitad gruñido hizo temblar la casa y yo me estremecí. Era la voz que se parecía a la de Joaco ¿Su padre?

¿Por qué sonaban tan diferentes ahora?

—¡Me estoy volviendo fuerte!— respondieron y yo me alegré. Ese es Joaco. —¡Tu harías lo mismo si el amor de tu vida estuviera postrada en una cama!

—Hijo...

—¡No! ¡No vengas aquí a decirme que soy cruel cuando no tienes idea de lo que es saber que su cuerpo está tan destruido que si se despierta su vida estará arruinada, pero al mismo tiempo desear que abra los ojos porque si no lo hace morirá en una semana! ¡Tú no cargas con el peso de su vida sobre tus hombros! ¡No te quedas despierto cada noche porque tienes miedo de que cuando despiertes te la hayan llevado a un estúpido centro médico muy lejos donde nunca podrás verla! ¡Así que lárgate porque no voy a disculparme!

Joaco apareció en el pasillo, atravesó la puerta a toda prisa y la azotó, se recargó en ella un momento y luego vino hacia a mí.

Él no notó que estaba despierta, tampoco me miró, solo se sentó a mi lado y recogió un libro. Era una copia de mi manhwa favorito "La bella loba y el señor despiadado". Pero no creo que estuviera leyéndolo, sus manos temblaban a causa del enojo y su rostro estaba tan tenso que comencé a preocuparme porque se hiciera daño.

—¡Mierda! — gritó de repente y arrojó el libro contra la pared. —¡Estúpido, estúpido!

—¿Qué es tan estúpido? — le pregunté.

—¡Yon minh gu! Trata a la bella loba como si fuera una idiota.

Él ni siquiera notó que fui yo quien le habló.

—Yon minh gu tiene sus razones.

—¡Claro que no! ¡No tratas así a tu bella loba, ella es preciada y él es...

—¿Un despiadado?

—¡Sí!

Me reí y Joaco por fin se giró.

Su mandíbula se desencajó.

—Eso es porque aún no llegas a la página cincuenta— me burlé. El se quedó paralizado, viéndome. —Luego de esa página te enteras de que la familia de él lo presiona para casarse con alguien más y esa es la razón por la que no quiere llevar a su bella loba fuera de su casa, si los espías que lo vigilan se enteran de ella, podrían matarla y eso lo destrozaría.

—Fi...fi...fi...

—¿Estás tratando de decir "Firu"? No te está saliendo— me burlé consiguiendo que toda la tensión se fuera de su rostro.

—¿Estás despierta?

Me reí. Dolió, pero valió la pena.

—No, estoy dormida.

Eso le sacó una sonrisa.

—Mentirosa ¡Estás despierta! — se abalanzó sobre mí y yo chillé.

Me rodeó con sus brazos, presionó su cuerpo sobre el mío y su boca cubrió mi chillido con un beso.

Fue como si el mundo se detuviera, sus labios eran suaves, dulces, como copos de azúcar.

—Joaco— lo llamé, pero comenzó a llorar y decidí esperar.

—Un poquito más— sollozó y acaricié su cabello.

Me sorprendió que mi mano se viera normal, la última vez que la vi mis dedos estaban chuecos y extraños. Tal vez solo fue un sueño.

—Está bien, solo un poquito más— acepté y él ronroneó, hundió la cabeza en mi hombro y comenzó a cantar.

—Mía, mía, mía, mía, mía, mía, mía, mía. Mía, mía, mía, míá, mía, míá, mía, mía. Mía, mía, mía, míá, mía, míá, mía, mía. Mía, mía, mía, míá, mía, míá, mía, mía. Mía, mía, mía, míá, mía, míá, mía, mía.

—¿Por qué cantas eso? — me reí. Él lamió mi hombro. —¡Oye!

—Mía, mía, mía, mía, mía, mía, mía, mía. Mía, mía, mía, míá, mía, míá, mía, mía. Mía, mía, mía, míá, mía, míá, mía, mía. Mía, mía, mía, míá, mía, míá, mía, mía. Mía, mía, mía, míá, mía, míá, mía, mía.

—¿Joaco?

—Está reclamándote— dijeron desde la puerta y alcé la cabeza. La puerta estaba abierta y los padres de Joaco estaban allí, viéndonos.

—¿Debo preocuparme? — les pregunté sintiendo más y más lamidas en mi cuello.

—No, él nunca te hará daño. — me prometió su papá y yo me relajé.

El "poquito más" duró muchísimo tiempo. En algún momento cerré los ojos y me permití oír a Joaco cantándome su reclamo, mientras recibía sus lamidas ocasionales y me estremecía con cada una de ellas.

Cuando se detuvo abrí los ojos y él estaba mirándome. Las lágrimas le habían dejado los ojos rojos e irritados y eso hizo que se viera aún más tierno que de costumbre.

—Hola— lo saludé.

Él me sonrió.

—Hermosa— dijo y se cayó de la cama.

—¡Joaco!— grité y su madre lo atrepó justo antes de que se golpeara la cabeza contra el suelo.

Su madre comenzó a llorar y su padre se acercó y los abrazó.

—Solo se desmayó, Tai. Apenas ha dormido en los últimos meses.

—¿Se pondrá bien? — pregunté, asustada. Me dolía el pecho al verlo así.

—Sí, solo necesita descansar. — me aseguró su padre y recogió a Joaco en brazos, comenzó a alejarse, los vi atravesar la puerta y fue como si mi corazón se detuviera.

No, no, no. Esto no está bien.

—¿Puede ponerlo conmigo? Le haré espacio— dije desesperada, esperando que mi voz sonara tan alta como para que me oyeran.

Él dudó un momento.

—Por favor— supliqué. No lo quiero lejos, tiene que estar conmigo. —Le daré todo el espacio— prometí y me bajé rápido de la cama.

—¡Evelin! — la madre de Joaco corrió hacia mí y ¿Me atrapó? Pero si no estoy cayendo.

—¿Qué? — la miré asustada y ella se quedó boquiabierta viéndome.

¿Estoy desnuda? Por favor que no.

Miré lentamente hacia abajo y suspiré.
No estoy desnuda, de hecho tengo puesta una bata rosa.

—¿No te duele?

¿Dolerme?

—¿Qué cosa? — pregunté notando que ella aún no me soltaba y que el padre de Joaco nos veía desde la puerta con la boca abierta.

—¿Todo? — sugirió él y yo fruncí el ceño.

—¿Debería dolerme todo?

Ambos asintieron y yo giré el cuello. Una vez más crujió.

—Me duele el cuello y la garganta— les conté.

—¿Eso es todo?

¿Lo era? Moví mis manos preguntándome una vez más si solo fue un sueño o fue real que estuviera chuecas, pero no sentí dolor.

—Creo que sí— les dije y ambos compartieron miradas. —¿Entonces, Joaco se puede quedar? — insistí.

Ambos asintieron al mismo tiempo como si fueran robots y por fin el padre de Joaco lo dejó en la cama.

Me sentí relajada en cuanto lo hizo y me apresuré a rodear la cama y ubicarme en la silla junto a ella donde Joaco estaba antes de que supiera que desperté.

Lo cubrí con las mantas y recargué la cabeza en la almohada.

No lo había notado antes, pero Joaco tiene grandes ojeras bajo los ojos y su piel está mal pálida de lo normal ¿Está enfermo?

—Evelin ¿Acabas de correr? — la madre de Joaco preguntó y tanto ella como él seguían viéndome con la boca abierta.

—Sí— me encogí de hombros.

¿Nunca vieron a una humana correr?

—Iré por los médicos— el padre de Joaco salió y ella siguió parada junto a la cama turnándose para verme a mí y luego a Joaco.

—¿Sientes alguna molestia?

Sí, demasiadas preguntas.

—No, ninguna ¿Por que están tan preocupados?

No lo entendía. Su hijo se acababa de desmayar ¿Y ellos preguntan por mi?

—¿No recuerdas nada?

¿Qué debería recordar? Aunque sí siento mi mente borroza.

—Los médicos dijeron que algunas personas despiertan del coma sin su memoria.

—No creo que haya perdido la memoria. Sí recuerdo cosas, Joaco secuestrándome, ustedes actuando como si fuera normal, Joaco siendo un lobo, ustedes siendo lobos, lo cual explica porqué actuaban normal...

—¿Y qué es lo último que recuerdas?

Me estremecí. Sabía muy dentro de mí la respuesta.

—Dolor, me dolía mucho el cuerpo. — miré mis manos —Y luego estas estaban chuecas— se las enseñé.  —Y a Joaco hablándome, también peleándose con ustedes, él llorando, su abuela peligrosa viniendo, él de nuevo peleándose y llorando...y luego se desmayó.

Me dolió el estómago al recordar. No quería que Joaco se peleara con sus padres, no importaba la razón. Pelear lo había destrozado. Y cuando lloraba...sentía que mi propio corazón se rompía.

Acerqué más mi cabeza a la suya y le di una lamida a su mejilla, devolviéndole una de las muchas que él me dio hoy.

—Evelin, ven, tienes que volver a la cama— dijo una voz desconocida y volteé a ver, aunque no aparté mi cabeza de la de Joaco.

Allí, junto a la puerta y a un lado del padre de Joaco había un pequeño ejército de tipos con batas.

—Estoy bien aquí— les dije y cerré los ojos.

¿Está mal si me uno a Joaco en la siesta?

Oí pasos, luego sentí el aire acercándose peligrosamente a mi hombro y gruñí.

—Tócame o da un paso más cerca de mi macho y te mato— amenacé, diciéndolo muy en serio, aunque a la vez me asusté de mi misma.

¿Acababa de lanzar una amenaza? ¿Había alguien siquiera junto a mí?

Giré la cabeza y la mano de uno de ellos estaba a centímetros de mi hombro.

¿Cómo supe yo que iba a tocarme?

—Estás muy cerca— le gruñí, confundida, pero decidiendo que aunque no sabía lo que hacía, no lo quería cerca de Joaco. Excepto que él no se movió y yo me sentí amenazada.
—¡Aléjate de mi macho! ¡Ahora!

Comencé a levantarme y el padre de Joaco se interpuso.

—Está bien, ellos no quieren hacerte daño, Evelin, solo quieren revisarte. — me prometió él, tratando de tranquilizarme, pero yo sabía quiénes eran ellos.

—Hicieron llorar a Joaco y trataron de alejarme de él, no los quiero cerca— les dije y lancé un gruñido en la dirección donde ellos estaban.

No pude ver su reacción, el gigantesco cuerpo del papá de Joaco se interponía, pero sí los oí retroceder y eso me hizo sentir mejor.

—Necesitan revisarte, Evelin.

—Luego— gruñí y volví a acomodarme junto a Joaco, aunque ya no me parecía suficiente cercanía. Había demasiadas personas aquí, si se lo proponían y trabajaban en equipo podrían apartarme de Joaco.

Eso no debía suceder.

Gruñéndoles levanté las sábanas, también las mantas y me metí a la cama, Joaco quedó debajo mío, por un instante me preocupó que mi peso aplastara su cuerpecito, pero entonces él ronroneó.

—Mía— murmuró y yo me permití relajarme.

Sí, arriba de él nadie intentará apartarme.

—Necesitamos revisarla y hacerle análisis— los oí hablar, pero como no los sentí cerca no me importó.

—Ya la oyeron, luego podrán hacerlo.

—Necesitamos hacerlo ahora, esta repentina mejora podría ser lucides terminal y si es así, podría morir en cualquier momento— oí como bajaban la voz en eso último.

Me dio miedo, pero no podía apartarme de Joaco, no iba a dejarlo, él no me dejó.

Oí más voces, pero las ignoré a todas.

—Evelin— la madre de Joaco tocó mi hombro y yo recordé que ella aún estaba junto a la cama. —Solo te harán unos análisis y luego podrás volver.

Mentira. Si lo que dicen es verdad y podría morir en cualquier momento, entonces esos análisis no servirán de nada.

—Si voy a morir quiero hacerlo junto a Joaco, no me quiten eso, por favor.

Sollocé y me acurruqué contra él.

Comencé a llorar, pero recordé que él no quería llorar frente a mí, eso me hacía daño. Así que me sequé las lágrimas y respiré hondo.

—No estoy llorando— le prometí.
—Gracias por cuidarme— le di un beso, uno real y él ronroneó, haciéndome reír. —Y gracias por leerme mi manhwa favorito, lo escuché todo.

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