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🐺Capítulo 23|Despierta

CAPÍTULO 23=Despierta.

Joaco:

No podía creer lo que veía.

Estaba despierta.

¿Cuánto había pasado desde la última vez que la vi con los ojos abiertos?

¿Unas semanas? ¿Meses?

Me levanté como pude, mi cuerpo dolía, aún no terminaba de recuperarme, pero hice mi mayor esfuerzo y fui con ella.

Noté el miedo en sus ojos. Lo sentí en mi pecho llegando a través de un lazo que se mantuvo callado durante todo este tiempo.

-Firu- mi garganta dolía de gritar. Tan solo decir su nombre y acercarme a la cama se llevó gran parte de mi energía.

¿Cuándo fue la última vez que dormí?

-Despertaste- decirlo me quemó la garganta, pero no importó porque llegué a creer que nunca volvería a pronunciar esa palabra.

Me acerqué con cuidado. Mis huesos crujieron, mientras tomada asiento con ella en la cama.

-Hola. - Le acaricié la mejilla, muy consciente de que era uno de los pocos lugares donde no estaba lastimaba.
-Sabía que no habías muerto.

Sus ojos miraban todo, a mí especialmente. Estaba horrorizada.

¿Tan mal me veía?

Sé que no me baño desde hace mucho, ni he comido lo suficiente, que probablemente tengo un aliento espantoso y que la ropa podría estar limpia, pero durante todo este tiempo tener su aroma encima fue lo único a lo que pude aferrarme, lo único que me detuvo de destruir todo y a todos en esta manada.

-No te asustes, sé que no me veo bien, pero sigo siendo yo y no me abalanzaré sobre ti si eso es lo que te preocupa- me vi a través de sus ojos y el horror en ellos se fue al mismo tiempo que la lucha en mi iris acababa y el color celeste volvía a mis ojos. -Te extrañé, Firu.

Le acaricié la mejilla y ella cerró los ojos. No estaba seguro de que pudiera sentirme tocándola, aunque tal vez nuestra conexión le daría algo de confort.

Desde que logré convercer al abuelo de que no estaba muerta y pude traerla a casa, los médicos humanos comenzaron a atenderla.

Obligué a mis padres a traerlos de todo el mundo. Solo lo mejor para mi compañera. Y desde entonces ha estado anestesiada.

La primera vez que se acercaron y la tocaron para comenzar a curarla no fue fácil para mí. Comprendía que solo querían ayudar, pero eran extraños tocando y manipulando el cuerpo de mi compañera en su estado más vulnerable.

¿Y cuándo comenzaron a reubicar sus huesos?

Me estrecí y llené de ira al recordarlo.

No solo habían movido cada hueso, tanbién habían cocido, cuidado y vendado hasta el último pedacito de su piel. Y todo para que una hora más tarde las heridas se reabrieran, los huesos se hicieran añicos una vez más, su piel se cubriera de sangre y todo volviera a como la encontré en el bosque. Como si el cambio nunca se hubiese terminado, solo detenido y la única salida fuera completarlo.

Lo intentaron una segunda vez. Volvió a salir mal. Fue como si la diosa la castigara. Sus miembros ya no se rompieron, pero se torcieron en todas las direcciones equivocadas.

Mi único alivio era que ella dormía y no había sentido esa agonía. Pero ahora estaba despierta, nuestro lazo se encontraba en funcionamiento ¿Podría sentir dolor?

-Dime algo- le pedí, aunque ya no abrió los ojos. Ni siquiera cuando toqué su mejilla o lamí su frente.

¿Acaso estaba enojada conmigo? ¿Me odiaba por no luchar y rendirme a las órdenes de mi abuelo? ¿Me odiaba porque no conseguí mantenerla entre mis brazos y fue llevaba a la casa funeraria como si estuviera muerta?

-Traté de protegerte- lloré, no quería su perdón, no me lo merecía. Pero necesitaba saber como ayudarla.

Los médicos s rindieron muy pronto, ninguno creía que se iba a recuperar. El resto de mi familia también había perdido las esperanzas, la discusión de hoy fue sobre eso.

Querían que me despidiera, que permitiera que fuera llevaba a un centro de cuidados intensivos. Un lugar tan lejos de aquí y tan metido en la ciudad de los humanos que nunca volvería a verla.

Jamás aceptaría tal cosa. Ella debía estar a mi lado, abandonarla en uno de esos lugares la lastimaría aún más, Trent lo sabía, yo lo sabía, pero nadie aparte de nosotros lo entendía.

-No puede oírnos, sus oídos tardarán unos días en volver a funcionar- me explicó Trent y miré a mi cachorra.

-No te preocupes, te cuidaré- ahora sabía que no podía oírme, pero cerré mis ojos, acaricié su mejilla y le transmití solo emociones buenas esperando que le lleguen a través del lazo.

Las sentí fluír fuera de mí, despacio lo poco que sentía se desvaneció de mi interior, dejándome vacío. Y cuando abrí los ojos ella me estaba viendo. Se veía más tranquila, sus pestañas parecían pesadas, iba a volver a dormirse.

¿Pero por cuanto tiempo?

Me alejé rápido con una idea en la cabeza. Busqué papel, algo para escribir y anoté dos simples palabras. Luego se las enseñé.

A salvo.

Lo vio.

Pestañeó dos veces y sus ojos se cerraron justo después de eso.

A salvo, lo estaba. La protegería hasta el fin de los tiempos y no permitiría que la alejaran de mí.

. . .

Me bañé, lave los dientes, cambié y lo hice mientras los médicos la revisaban.

Todos me tomaron por loco cuando bajé corriendo las escaleras a pedir ayuda.

Dijeron que solo había sido un reflejo, que a veces las personas en coma los tenían, pero Firu no estaba en coma y aunque quería estar allí mientras la revisaban para saber cuál era el nuevo diagnóstico, no soportaba verlos.

La ira me calentaba la sangre cada vez que los tenía cerca. Los odiaba por rendirse tan rápido, por decirme que Firu ya no tenía oportunidades, pero eran los mejores del mundo, si alguien podía curar a mi mate eran ellos y no podía darme el lujo de perder los estribos.

Así que me alejé, no lo suficiente como para no estar cerca por si ella volvía a despertar, pero sí lo bastante como para no olerlos ni oír sus voces.

Me tardé casi treinta minutos en retirar la sangre y restregar la mugre de mi piel. Para cuando terminé tenía la piel roja y adolorida, también me sentía mucho más cansado que antes, pero limpio y con buena apariencia para que cuando mi Firu abriese los ojos ya no se asustara ni se sintiera intimidada por mi apariencia.

Al volver a mi habitación, los médicos hablaban con mis padres y lo que les decían no me gustaba nada.

-No hará falta- los interrumpí tras oír que Firu necesitaría una enfermera las veinticuatro horas del día.

-Joaco, conseguiremos a la mejor.- me prometió mamá y papá apartó la mirada.

No me había visto a los ojos desde que ayudó al abuelo a quitarme a Firu de los brazos en el bosque. Creyó que estaba muerta y yo nunca se lo perdonaría.

-Dije que no- les gruñí y me acerqué al médico que tenía el rango más alto entre los demás. -¿Y bien? ¿Cómo está? - me interpuse entre ellos y mi Firu. Se había convertido en una costumbre desde que logré adentrarme en la casa funeraria la misma noche en que casi se transforma y logré traerla aquí.

Mi casa no era el mejor lugar para esconderla, pero no tenía a donde más ir y nadie en esta manada alojaría a un lobo y a su pareja si eso iba en contra de las órdenes del antiguo alfa.

-No hay cambios en su situación - explicó el médico, hacía tiempo había dejado de utilizar su terminología complicada. Fue un infierno cuando en los primeros días debía pedir que me explicaran todo de nuevo porque no entendía ni una palabra de lo que me decían.

-Mentira- le gruñí y papá se interpuso entre los humanos y yo.

-Retírense, por favor- pidió mamá y yo retrocedí, regresando a la cama con Firu, porque sabía lo que se me venía encima ahora.

Mis padres volverían a intentar convencerme de que lo mejor era llevar a Firu a ese centro médico.

-Ni siquiera se molesten, no cambiaré de opinión - les aclaré. Se los dije una y otra vez a lo largo de las semanas, aunque a ninguno le quedaba claro.

-No vamos a tratar de convencerte de llavarla a un centro médico- dijo papá con cuidado tanteando el terreno.

-Bien- gruñí y aparté el cabello de la cara de Firu.

Había intentado atarselo, pero las colitas siempre se le salían. Sus risos eran algo que había comenzado a fascinarme, mechones igual de rebeldes que ella.

-Pero sí queremos convencerte de que nos permitas contratar una enfermera- continuó papá y le gruñí.

-Lo que sea que haga una enfermera puedo hacerlo yo.

Haría cualquier cosa, no me importaba qué, solo no quería ser separado de ella.

-Joaco, los médicos dicen que no se va a recuperar y no puedes pasarte el resto de tu vida cuidándola las veinticuatro horas del día. - mamá sollozó.

Yo me enojé.

-¿No harías eso por papá? - le gruñí. Sabía que estaba siendo cruel, Firu no me había marcado, ni siquiera estaba seguro de que me quisiera y mamá amaba a papá, estaban unidos por la eternidad, aunque no pudo importarme menos. Ellos no dudaron ni por un segundo en quitármela cuando pensaron que estaba muerta.

-Joaco es diferente.

-No, no lo es. Ella es mi compañera, es mi cachorra, mi hembra. Nació para estar conmigo y yo estaré siempre para ella.

-Es humana- papá sollozó.

Ya habíamos tenido esta discusión. No recordaba que día, sin embargo el dolor no había desaparecido.

Firu es humana, aún si se recuperara el cambio no se ha completado, si no moría pronto lo haría en unos años.

No viviríamos juntos por la eternidad y eso al contrario de lo que ellos pretendían, me impulsó a querer pasar con ella hasta el último segundo del tiempo que nos quedaba juntos.

-Yo puedo hacerlo- repetí.

-¿Todo? - mamá lloró. -¿Bañarla?¿Limpiarla? ¿Vestirla? ¿Cambiarle los sueros? ¿Inyectarle su medicina? ¿Su alimento? ¿Cuándo dormirás? ¿Cuándo te alimentarás? ¿Cuándo estirarás tus patas? ¿Qué hay de cuidarte? Llevas casi un mes sin beber sangre, casi no te alimentas de carne, apenas te haceas y podemos sentir como tu lobo se remueve dentro de ti. Sabemos que la amas, pero también debes delegar algunas tareas, si haces todo tú solo vas a enfermar.

No me importa.

¿Por qué no podían entenderlo?

-Puedo hacerlo- repetí y como seguían ahí cuando volteé a ver, caminé hasta ellos y les señalé la puerta. -Necesito que me dejen con mi compañera- le gruñí.

-Hijo- papá finalmente me miró y todo lo que vio fue el odio que había comenzado a sentir hacia ellos.

-Tú harías cualquier cosa por mamá- le recordé y señalé una última vez la puerta.

No iba a repetirlo. Se tenían que ir.

Él suspiró y salió llevandose a mamá.

Regresé con Firu y tomé su mano.

-Voy a cuidarte- le prometí y cerré los ojos intentando alcanzar nuestro lazo aún sin sellar, tratando de captar alguna emoción.

No sentí nada, pero solo por esta vez no fue malo.

No quería que estuviese al tanto de la discusión que acababa de tener con mis padres, no quería preocuparla.

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