Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

🐺Capítulo 22|Voces


CAPÍTULO 22: Voces.

Evelin:

Algo mojó mi mejilla, luego mi barbilla, mi oreja fue la siguiente, mi cuello y frente definitivamente no se salvaron y mi nariz se empapó con algo húmedo que se deslizó hasta mis labios.

-Despierta, por favor. - Esa voz. Sonaba tan linda y relajante. Quería acurrarme a ella y cerrar mis ojos. Podría asegurar que sería perfecta para cantar canciones de cuna y hacer que me durmiera, incluso si es la primera vez que la escucho. -No me hagas llorarte...porque las ganas no me faltan.

Eso fue extraño, no entendía porqué me lloraría, pero lo mojado volvió a empapar mi rostro y comencé a relajarme con la sensación.

Se sentía como si cien gatitos hubiesen juntado sus lenguas para formar una lengua gigante y lamer mi rostro.

-¿Puedes solo abrir un ojito? Solo uno, así convenzo a Trent de que estas bien y que no debemos ir tras un zorrino para que te despierte con su olor como él quiere.

¿Un zorrino?

-Vamos. Detuve el cambio, deja que te vea despertar. No quiero tener que rosearte con piz de zorrino, olerías mal y aún así me encantaría y no quiero que nos llamen la pareja zorrino. Además ¿Qué tal si me dan ganas de aparearme contigo? Olerías a zorrino y a mí y aunque la segunda no me molesta, sí tengo problemas con la primera porque una vez que nos apareemos oleré a ti y no quiero oler a zorrino por la eternidad. Así que solo abre un ojito, solo uno...o arruga la nariz como haces cuando te enojas. Será extremadamente adorable y lo apreciaré como no tienes idea ¿Qué opinas? Solo elije uno y hazlo ¿Sí? ¿Por la patita?

Hmm, dijo tantas veces la palabra zorrino que ya hasta me parece apetitoso.

-¡Vamos!¡Despierta!

Los gatitos volvieron a mojar mi nariz, pero se concentraron en mi mejilla, mojándola sin parar una y otra vez.

-¡No es justo!¡Apenas te conocí!¡No puedes no despertar!¡Debes hacerlo y luego abalanzarte sobre mí, te aseguro que estaré encantado!

Zorrino. Quiero uno.

-¡Evelin!¡Ahí tienes!¡Lo dije!¡¿Estás feliz de que te llame por tu nombre?!¡Ahora despiértate!

Zorriiiiino.

Mi boca se hacía agua.

Tenía tanta hambre. Podría comerme a toda una familia de zorrinos.

-Hijo- una voz se nos unió haciéndome estremecer. Era una voz casi idéntica a la anterior, excepto que esta parecía más adulta, como si arrastrara años de sabiduría, aunque no dejaba de ser cálida para mis oídos.

-No se acerquen- la amenaza se oyó en la voz relajante, como si estuviera en peligro y listo para atacar, sin dejar de sonar como música para mis oídos.

-Hijo, debes dejarla ir.

¿A quién? - Si pudiera hablar, preguntaría eso, pero el hambre y otras extrañas razones me impedían moverme. Aunque no estaba segura de cuáles eran esas otras, no había nada raro en mí, excepto quizás que tenía mojada la cara.

-No hables de dejarla ir como si estuviera muerta porque no lo está- la voz relajante gruñó y quise ronronearle porque se oía como un gatito enojado. Si su voz se oía así, solo podía imaginar que su apariencia sería igual de tierna.

-Lo está, cachorrito y retenerla solo te hará mas daño- se unió una tercera voz, esta mucho más poderosa, gruñona, llena de advertencias. La primera voz, la tierna y relajante debía alejarse de él. Era peligroso, le haría daño a una cosita tan tierna como el dueño de esa voz de cuna. -Sé que es difícil aceptarlo, pero así solo empeoras tu dolor. Deja que la cargue hasta la manada, la cuidaremos.

Se oyó un gruñido.

-¡No está muerta!- gritó la voz tierna y sentí mojada mi mejilla.

¿Era él? ¿Me estaba lamiendo? La idea de tener al dueño de esa voz provocándome con su lengua se hizo más atractiva que cualquier otra cosa y de repente solo pude pensar en eso.

Sus lamidas empaparon mis mejillas, mi nariz y mi barbilla. Me gustó demasiado. No me importó si había otras dos personas con nosotros, yo quería más, pero no tenía forma de pedirlo. Estaba paralizada.

-Vamos, despierta. Desmuéstrales que se equivocan. - su lengua que cada vez se sentía más caliente me dio largos lametazos en la boca. Fue como un beso. -Levántate, mírame mal por besarte sin tu permiso.

¿Besarme? ¿Por qué le llama beso a lamerme la cara?

-Hijo, deja...deja que nos acerquemos- dijo la voz parecida a la del que me lamía y quise gritar.

Ellos y sus voces están cortando mi ronda de lamidas y necesito muchas.

-Ella está viva. - Sí, lo estoy. -Firu, estás fría ¿Por qué no lo noté antes? Lo siento, Eve. No noté que tenías tanto frío- no sentía frío, era todo lo contrario,  de repente tenía mucho calor.

Un segundo.

¿Eve? ¿Me llamó Eve?

También dijo Firu...

¿Era Joaco? ¿Por qué su voz no se parecía en nada a la habitual?

Sentí una vez más sus lamidas y cualquier pensamiento coherente se desvaneció.

-Joaco, sabes porqué está helada y no es porque tenga frío, ella...- la voz peligrosa se oyó más cerca y luego un gruñido la cubrió. -Dámela, soy más calentito que tú. Soy un lobo completo, le daré más calor. Solo debes entregármela.

Eso no me gustó para nada y a quien sea que gruñó la primera vez tampoco porque volvió a hacerlo y esta vez, la advertencia me recorrió de pies a cabeza.

-¡Como te atreves!¡Es mía!- oí a alguien moverse, supe que fue la voz tierna porque el calor que hace un minuto había sentido se alejó.

-Es tuya, todos aquí lo sabemos cachorrito y no vamos a quitartela, solo deja que la carguemos- la voz parecida a la tierna se nos aproximó. Otro gruñido resonó.

Esto no iba nada bien.

¿Lo estaban rodeando?

-¡Alejense!¡A ella no le gusta la gente!¡No le gusta que irrumpan en su espacio!¡Lárguense!

-Abrazala más, hace demasiado frío aquí. - los gruñidos se colaron en mi cabeza, los conocía, era la voz que Joaco llamada Trent y que decía que era su lobo, excepto que ahora podía entenderle con claridad.

Si realmente era Joaco, entonces captó el mensaje de su lobo a la perfección. El calor comenzó en mis piernas, luego se extendió por cada parte de mí.

¿Me estaba abrazando?

Me dio dos lamidas.

-Firu, despierta. Deja que nos lleve a casa. Te haré leche chocolatada caliente y te cubriré con una mantita. Solo debes despertar.

Quería hacerlo. Debía despertar para que sepa que no estoy muerta, para recibir más de sus lamidas, pero en especial para advertirle que se aleje de la voz peligrosa de quién sea que seguía intentando cargarme y alejarme de Joaco.

-Dámela- ordenó esa misma voz peligrosa y el calor, las lamidas y todo lo demás desapareció.

Unos nuevos brazos me habían tomado. No lo veía, pero podía sentirlo. Joaco ya no tenía su boca sobre mí para lamerme, sus manos ya no me tocaban, ni sentía el calor de su abrazo.

-¡Por favor!¡Ella quiere estar conmigo!— su grito desgarrador me lastimó. Sí, quería estar con él, estaba disfrutando antes de que los otros dos vinieran y nos interrumpieran. —¡Aún no la besé como se debe!¡No le dije esta mañana lo hermosa que se ve!— el corazón se me aceleró dentro del pecho —¡Dámela!¡Necesito decirle que la amo y que me tiene enamorado!¡Por favor!¡No hemos hablado de cuantos cachorritos vamos a tener...

Siguió gritando, pero en cuanto nos alejamos lo suficiente, dejé de ser consciente del mundo. Como si necesitara de Joaco para vivir y ellos nos habían separado.

.     .     .

Tenía frío, luego calor y ahora no sentía nada, pero sí podía ver y no me gustaba nada lo que estaba viendo.

Me encontraba en el dormitorio de Joaco, sobre su cama, cubierta con mantas y rodeada de almohadas.

Las mismas se encontraban por todas partes. A cada lado de mis brazos, debajo de mi cuerpo, en los bordes de la cama y en el suelo creando una alfombra de plumas.

Aunque estar rodeada de más almohadas de las que había visto en toda mi vida no era lo importante. Lo interesante aquí era quiénes ocupaban la habitación y cómo actuaban entre sí.

Solo contaba con mi visión, no podía moverme, ni oírlos o ni siquiera sentir la textura de las mantas y almohadas que me rodeaban, pero eso no impidió que notara la tensión en el aire mientras Joaco se colocaba entre sus padres y yo.

Veía sus hombros sacudirse, como su torso subía y bajaba. Apretaba las manos en puños, movía sus manos de un lado al otro haciendo señas con ellas que expresaban su exasperación.

Miré por encima de su hombro, su padre y su madre lo veían, las lágrimas caían de sus ojos y podía notar como ambos temblaban.

Algo les estaba diciendo Joaco, probablemente algo muy doloroso y por la forma en que se movía, era muy probable que se los estuviera gritando.

Observé todo desde la impotencia de la cama, sintiéndome asustada sin saber qué sucedía ni como podía calmar la escena.

Recordaba las voces que oí. Alguien queriendo acercársenos, luego los gritos de Joaco, sus súplicas porque no me alejaran de él. Sus gritos de lamento por todo lo que nunca habíamos hecho.

Creían que estaba muerta, pero ahora noz encontrábamos aquí.

¿Era sobre eso esta discusión? ¿Les gritaba por mí?

Me esforcé por intentar oír algo, comencé a creer que Joaco no gritaba, sino que tal vez estaba susurrando demasiado bajo y por eso yo no alcanzaba a oírlo, pero fue evidente que ese no era el caso cuando les cerró la puerta en la cara a sus padres y ni el más mínimo sonido llegó a mis oídos.

Dejé de intentar oír tras verlo dar media vuelta y dejarse caer al piso con la espalda contra la puerta.

Lloraba.

Lo vi desde mi paralizado lugar. Lo vi abrir grande la boca. Gritaba. Vi sus manos impactar contra la puerta. Golpeándola. Y me sentí desesperada.

Quería oírlo, llamarlo, hablar con él y decirle que todo estaba bien. Que no morí. No sabía porqué estaba paralizada, tampoco recordaba mucho de lo que había sucedido. Tenía flashes de dolor, imágenes tan rápidas en mi cabeza que apenas atisbaba la luna y una extraña habitación en alguna parte del bosque.

Ninguna de esas imágenes tenía sentido para mí.

Sus lágrimas se tiñeron de rojo. Juraría que hasta hace un instante eran transparentes, como agua salada. Y ahora sus ojos parecían un río de sangre.

Lo vi golpear la puerta más veces y gritar, la impotencia crecía en mi interior.

Intenté llamar su atención.

Quise mover mi mano y dejar caer una almohada. Estaba paralizada, sentía mis extremidades rígidas, pero eso no me detuvo de intentarlo.

Moví mis dedos o eso creí que hacía. Al ver el lugar donde descansaba mi mano, ningúno de mis dedos estaba en movimiento, todos estaban flacidos y chuecos.

¿Qué me pasó en la mano?

Miré cada dedo, parecía como si no tuviera huesos. Algunos iban en direcciones a donde no debían apuntar, otros simplemente parecían sin vida, morados, como si la sangre no fluyera hasta la punta.

Busqué mi otra mano, estaba igual de mal. Excepto que en esta ya no tenía uñas.

¿Por qué están así? ¿Qué me pasó?

Tuve miedo de ver debajo de la manta. Intenté mover mis piernas, mis pies, incluso traté de mover la pelvis y una vez más no sucedió nada.

Miré a Joaco.

Su ropa estaba empapada en sangre. No lo había notado y no se trataba de sus lágrimas que desde que cambiaron de color habían manchando sus mejillas y trazado un camino hacia su camiseta. No, su pecho y piernas tenían una gigantesca mancha roja que con el paso del tiempo se había secado y pegado a su piel como una fina capa.

Joaco— intenté hablarle. No supe si me oyó, no sentía mi boca moverse, ni me oí, aunque debí hacer algo o tal vez estaba de suerte, porque levantó su mirada y sus ojos se encontraron con los míos.

Lo desconocí.

Sus ojos ya no eran del color del cielo, había una tormenta dorada y escarlata en su iris.

Me aterró.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro