🐺Capítulo 21| Salvaje.
CAPÍTULO 21=Salvaje.
Joaco:
-Aún no la encontramos señor, pero seguimos buscando- las voces se oían lejos y eran demasiadas. Hablaban todas al mismo tiempo y me daban dolor de cabeza.
-Apresurense, en treinta minutos amanece- reconocí el gruñido del abuelo, alzándose por encima del resto de las voces.
-Sí, señor. - ese era el entrenador ¿Qué hacía aquí?
-Papá, estoy preocupada- mamá se oyó más cerca, le hablaba al abuelo, pero su voz traía angustia. Algo malo había pasado.
-Tranquila, Detergentito, la vamos a encontrar y si no Joaco la hallará en cuanto despierte. - la tranquilizó el abuelo y yo me pregunté a quién debía hallar.
¿Layla y Leyla se habían escapado una vez más?
-Firu ya no está, Joaco- el sollozo de Trent me puso en alerta.
-¿Cómo que no está? Estábamos en el bosque. Recuerdo que ella no había ido demasiado lejos, los guardias fueron a buscarla y... ¿Por qué estoy medio dormido?
-Nos desmayamos. La costilla que se nos rompió al cambiar nos provocó una hemorragia ¿No recuerdas haberte sentido débil antes de caer? Los guardias regresaron a auxiliarte, mientras tus abuelos te daban sangre.
No, no lo recordaba, pero casi nunca lo hacía.
-¿Dónde está Firu, Trent? - me esforcé en abrir los ojos. Mis parpados se sentían pesados, el esfuerzo me cansó, pero no dejé de intentarlo.
-¿Qué sucederá si no la encuentra, Logan? La niña estaba a mitad del cambio - preguntó papá y supuse que la abuela y quizás otros miembros del consejo también estaban cerca.
Puse más empeño y tras varios intentos logré abrir los ojos, pero no duró demasiado, la luz me dio directo en la cara y tuve que parpadear.
-Esperemos que no le suceda nada, Luck, pero en mis siglos de vida, esto solo termina en un resultado. Ella será salvaje.
Oí maldiciones y reconocí a al menos otras cuatro voces. Los tíos de mamá estaban aquí y su hermano también.
-¿Cómo le afectará eso a Joaco? - la voz de papá destilaba preocupación y no me moví, eligiendo fingir estar dormido un poco más.
Ahora sabía que hablaban de Firu y si me movía y ellos notaban que ya no dormía, no volverían a tocar el tema, pero yo necesitaba saber cuál era nuestro futuro.
-Solo hay dos opciones. Si ella cambia y su vinculo es débil puede que él esté a salvo, la perdida le dolerá, pero la superará, aunque quizás nunca vuelva a encontrar el amor.
Apenas pude mis gruñidos.
-¿Y la otra opción? - mamá sollozó, su voz quebrándose poco a poco.
-Si ella cambia y su vínculo es fuerte, entonces él tendrá una gran lucha consigo mismo por la que atravesar. Si gana tal vez viva unos años...
-¿Y si no? - otro sollozo, esta vez de la abuela.
-La voy a encontrar- los interrumpí y me incorporé. El rápido movimiento me mareó y me vi obligado a pestañar para enfocar la vista, pero no perdí mucho tiempo. Cerré mis ojos y busqué a Firu, a mi compañera que había marcado y a nuestro vínculo que aunque no estaba sellado, debía estar por ahí, en alguna parte. Solo debía encontrarlo.
-¡Hijo!- mamá y papá me abrazaron, pero no les correspondí, necesitaba actuar rápido.
Podía sentir la luna bajando, pronto el sol ocuparía su lugar en lo alto y sería demasiado tarde.
-¿Firu? - llamé y la visión de un venado ocupó mi mente.
Vi como algo le saltaba por detrás. Contemplé como el cuello del animalito se rompía y tras eso alguien comenzaba a alimentarse de él.
¿Firu?
-Su instinto la instará a atravesar el cambio, pero necesita comida, no lo logrará sin alimento y Joaco ¡Debemos llegar a ella! Si cambia y no estamos allí para darle forma a su loba entonces la perderemos- el tono urgente de Trent me hizo estremecer. Nunca antes lo había oído así, ni siquiera cuando sabíamos que la habíamos encontrado y que debíamos llegar antes de que el oso la matara.
-Ayúdame a encontrarla- le pedí y pensé en ella para tener una mejor conexión con nuestro lazo. Pensé en su apariencia que me tenía enamorado, en su largo cabello oscuro, en sus ojos casi negros, en su tacto y el tono de su voz que se ha vuelto música para mis oídos a pesar de su sarcasmo.
Pensé en como me sentía con ella. El amor que nació dentro de mí y le pertenecía. En nuestra conexión, que me hacía arder bajo la piel, incluso si ella se negaba a aceptar que existía tal cosa. En la atracción mutua que sentimos en el bosque y que casi nos consumió la necesidad de aparearnos y en mi deseo de formar una vida a su lado.
-Huele a lluvia, pero también a milanesa- Trent tomó el control de mi voz y lo anunció a mi familia para que ellos pudieran transmitirlo a todos los guardias y miembros de la manada e intentar capturar su rastro.
-Huele a humedad y a shampoo de coco. Mi compañera no tiene un aroma fijo pues es humana y cualquier aroma se le pega con facilidad. Pero huele a las frutas y verduras que tanto le fascinan. Al quesito rallado de los fideos de anoche. A la sangre que esta mañana tiró por las cañerías porque pensó que era jugo podrido y a Joaco luego de sostener nuestro miembro entre sus manos cuando nos encontrábamos en el bosque. También huele a la corteza del árbol de naranjo por la que golpeó nuestro rostro esta tarde, aunque el aroma de mi pelaje se le pegó luego de cargarnos y ahora también huele a mí. Firu huele a la dulzura de la laguna, pero más recientemente olió a la sangre del venado que mató. Y justo antes de eso, olió a la sal de las lágrimas que derramó.
Abrí los ojos y todos me estaban viendo.
Mis padres, mi abuelos, mi tío y los tíos de mi madre, pero aunque tenía el control de mis ojos, aún no de mi boca y no fui yo sino Trent el que gritó cuando ninguno se movió y todos se nos quedaron viendo con la boca abierta.
-¡Encuéntrenla!
El esfuerzo por intentar conectarme a ella me debilitó mucho más y me dejé caer exhausto sobre el sofá.
De reojo vi movimiento, oí como mi familia transmitía la información sobre los aromas que los guardias debían intentar encontrar en el bosque para hallar a mi mate.
Intenté levantarme, yo mismo debía encontrarla, no ellos, pero papá me puso una mano en el pecho y aunque no usó fuerza, su toquesito fue suficiente para hacerme regresar la espalda al sofá.
-Tengo que ir con ella- susurré con la voz rasposa. La garganta me dolía luego del grito de Trent.
-No, tienes que quedarte aquí y alimentarte. Te desmayaste hace unas horas y no queremos que eso se repita. - papá me peinó el pelo hacia atrás, lejos de mis ojos y me cubrió con una manta.
Gracias a la diosa estaba vestido, aunque yo no había hecho eso. Solo esperaba que fuera él quien me vistió y no alguna de las mujeres de mi familia, sería muy vergonzoso.
-La vamos a encontrar- me prometió mamá acercándose a nosotros, mientras cambiaba su mano por una pata y usaba su garra para abrirse una herida en la muñeca.
-Detente, Tai. Yo lo haré- el abuelo se acercó y se arrodilló junto a ellos.
-Papá tu sangre es demasiado fuerte, lo descontrolará- le recordó mamá, pero el abuelo de todas formas se hizo un corte en la muñeca y la acercó a mi boca. -Esa es la idea Detergentito. Joaco, bebe- me ordenó y obedeciendo presioné mis labios sobre su herida.
El poder que había en esa sangre hizo arder mi garganta. Era demasiado para mí, pero no dejé de succionar, la orden me tenía aferrado a su muñeca y no me detendría hasta que me lo pidieran.
-No lo entiendo ¿Por qué querrías que se descontrole? Lo último que necesitamos es que se vuelva salvaje- gruñó mamá en desacuerdo y yo clavé mis pequeños colmillos en la piel volviendo a abrir la herida cuando esta comenzó a cerrarse.
-Te equivocas, ahora que ya no es un cachorro descontrolarse no lo hará destruir todo como aquella vez hace años. Querrá aparearse, Tai, y visto que no sellaron su lazo, su lobo solo le permitirá tocar a su mate con la intención de reclamarla. Con suerte él la encontrará mucho antes que nosotros y la traerá de regreso antes de que sea demasiado tarde para ambos.
. . .
Olfateé el aire y a todos a mi alrededor. Cada lobo en la sala de la casa del abuelo olía a su respectivo compañero. Excepto mamá, que olía a papá y a alguien más.
-¿Mamá?
-Ignora eso y enfócate en lo importante- me gruñó Trent, pero no pude evitar olerme a mí mismo bajando la cabeza a mi camisa prestada.
Nada, allí no había olor a compañera alguna. Aunque sí la tenía. Mi pequeña cachorra me estaba esperando en alguna parte del bosque, desnuda y llorando por alguna extraña razón.
-Cierren los ojos- ordené a todos en la sala para poder desnudarme sin que me vieran ya que no llegaría a tiempo sin cambiar de forma y debía hacerlo.
No recordaba por qué, mis pensamientos iban demasiado rápido y se habían reducido a un solo tema importante.
Ella.
Pero rápidamente cambié de opinión. No desperdiciaría tiempo desnudándome, iba a cambiar de forma sin importar cuantas capas tuviera y correría tras ella. La cazaría y la haría mía, así su aroma quedaría impregnado en mí.
-Olvídenlo- gruñí y cambié de forma destruyendo mi ropa. Tres de mis costillas se rompieron, el dolor me hizo ver rojo, pero la sangre corriendo por mis venas se encargó de curarlas rápidamente y apenas unos momentos después comencé a correr hacia el bosque.
Atravesé la manada hasta que fui rodeado únicamente por árboles. Me encontré algunos lobos en el camino, muchos de los cuales hacían reverencia al verme, pero a ninguno de ellos le respondí.
Firu me necesitaba.
Encontré casi cincuenta guardias intentando rastrear a mi loba, todos yendo en direcciones diferentes, todos con el mismo objetivo que yo, encontrarla, solo esperaba que el resto de mis planes no coincidiera con los suyos o tendríamos un problema.
Alcancé los límites de la manada yendo a una velocidad que nunca habría alcanzado por mí mismo, pero era muy ventajosa. Me adentré en pocos minutos en el bosque prohibido y desde ahí corrí durante kilómetros.
Encontré al venado, me detuve a olfatear lo que quedaba de él y al captar el aroma de mi mate, la cual olía a muerte, lo seguí hasta una extraña construcción en el medio del bosque.
Era una casa verde cubierta casi por completo por enredaderas. Los rastros ya viejos y casi enexistentes de un círculo de sal y sangre lo rodeaban. Alguien, quizás los dueños, en algún momento habían creado un campo de fuerza intentando mantener a quién sabe qué lejos de la propiedad, pero algo lo había roto, el círculo de sal y sangre alrededor de la casa se veía chamuscado.
¿Quién o qué ser fue tan fuerte como para destruir un campo de fuerza de esta manera?
Busqué aromas en la propiedad, pero el responsable de tal asaña no se olía por ninguna parte, tampoco a los dueños de la casa, solo Firu, solo mi loba que lloraba allí dentro.
Ahora podía oírla, su dolor me llegó al pecho.
Era una mezcla entre dolor físico y emocional. Uno que comenzaba a matarme desde a dentro.
Entré sin pensarmelo dos veces. La casa era igual de verde por fuera que por dentro.
Tenía una sala, dos puertas que iban por un pasillo y una última al final. No sabía si había más habitaciones, pero tampoco importaba, Firu estaba en la última.
La atravesé en cuestión de segundos y cambié de forma al no poder girar la perilla con las patas.
El cambio de lobo a humano me hizo retorcerme sobre mi estómago. Otra costilla rota.
Maldije y me tomé un segundo para suprimir el dolor antes de entrar, antes de tener que ocultarlo de mi mate porque lo último que quería era preocuparla.
Giré la perilla y me encontré en una habitación igual de verde que el pasillo. La casa parecía una extención del bosque. Y sobre una vieja cama llena de peluches estaba Firu a mitad del cambio, retorciéndose y llorando mientras se abrazaba a sí misma.
Corrí y la tomé en brazos. El dolor en sus ojos me rompió, absorbí todo lo que pude de ella, pero no fue suficiente. El cambio la torturaba, la lastimaba tan dolorosamente que ella no era capaz de sentirme, ni siquiera cuando la saqué de ese dormitorio y la llevé al exterior.
Ella gritó, oí sus huesos romperse y le permití retorcerse. Buscar una posición más comoda mientras nos guiaba por el pasillo hacia el patio donde los árboles estaban alejados y los pocos rayos de luz de la luna que quedaban podrían tocarla y ayudarla a completar el cambio más rápido.
-El cambio debe hacerse bajo la luz de la luna, Firu- le conté, aunque sus oídos no alcanzaban a oírme. El dolor reclamaba toda su atención.
Mi pobre compañera gritó cuando sus piernas se rompieron y quedaron flacidas sobre mis brazos.
Maldiciendo apresuré el paso y nos ubiqué bajo los rayos de luz de luna.
Su gritos se intencificaron cuando la luz nos cubrió, faltaba poco para que amaneciera, al principicio no sucedió nada, solo ella llorando y gritando, pero tras unos instantes su cuerpo comenzó a adquirir una nueva forma.
-No hay tiempo para conseguirle una loba, es demasiado tarde- Trent sollozó.
-¡No podemos dejarla así! ¡Ella no puede convertirse en una loba salvaje! - le grité con horror.
Los lobos salvajes estaban perdidos desde el inicio. No conocían los límites, eran como animales, excepto que podían adquirir forma humana. Se guiaban por puro instinto, su cerebro no les permitía pensar en más cosas que en cazar, aparearse y luchar por su territorio.
-No sé que hacer- sollozó -Solo sé que no podemos permitir que cambie sin una loba, si lo hace huirá. Y no quiero eso. Ella no se merece una vida así.
Miré a mi cachorra, las lágrimas empapaban sus mejillas. Sus ojos estaban perdidos en alguna parte a causa del dolor. Su cuerpo estaba flácido con más huesos rotos que sanos. Su cuerpo se cubría de la sangre que salía de sus labios.
-Firu- sollocé y Trent me enseñó su futuro.
Había una loba frente a mí. Una loba negra con las puntas de sus orejas de color chocolate y una pequeña mancha del mismo tono en el pecho y bajo su hocico.
Se acercaba salvajemente a mí, mientras me gruñía, enseñándome sus colmillos, aunque yo no estaba haciendo nada para hacerla sintir que representaba una amenaza para ella.
Detrás suyo vi movimiento. Más de uno. Y de repente cuatro cachorros de lobo se metieron entre sus patas.
Míos.
El reconociento de mis propios hijos me dejó sin aliento. Eran bebés, pero tenían forma de lobo y eso no era normal.
Miré a mi Firu, a la loba que me gruñía y la olfateé, preguntándome si realmente era ella.
Su aroma a tierra me lo confirmó. Había adquirido ese aroma luego de convertirse en una loba salvaje.
Observé sus dientes y como los guardó para ver entre sus patas. Lamió la cabeza de un cachorro y cargándolo en su boca por el lomo lo depositó sobre un pedazo de tierra seca.
Hizo lo mismo con los otros tres y los lamió hasta que se durmieron.
Cuando finalmente lo hicieron ella se alejó de ellos y vino hacia mí.
-Montala- la voz de Trent llegó desde alguna parte e instintivamente cambié de forma y me acerqué a mi loba. -Y ya deja de intentar encontrarla. Ella no querrá que la ayudes con el parto. Si te acercas como hiciste la primera vez solo la lastimarás. Se sentirá en peligro contigo cerca y no necesitamos que pierda una camada entera por nuestra culpa.
¿Camada?
Miré a los cachorros, los olfateé desde lo lejos y reconocí mi aroma en ellos, luego olí a mi loba que claramente estaba en celo y entendí lo que significaba camada, también porqué ella había vuelto luego de meses sin tener noticias de su paradero.
Quería aparearse, su instinto la obligada a venir a mí. A que la llene de mis crías, a que le de camadas de lobos salvajes.
Lobos a los que tendría que abandonar y no volver a ver hasta el próximo celo de ella, donde repetiríamos el proceso, hasta que alguno de los dos muriera o su instinto le dijera que ya no podía tener cachorros, pero sin importar cuantas veces recurriera a mí o cuantos hijos le diera, nunca estaríamos juntos.
-Firu- la llamé, pero ni siquiera se inmutó. Ella ya no era mi compañera, no era mi Evelin, mucho menos mi Firu.
Pestañé y me obligué a quedarme en la realidad. A alejarme de esas imagenes de Trent y el dolor que me provocaba ese futuro.
Firu se puso de lado, más sangre salió a tientas de su boca y en lo alto del cielo la luna comenzó a desaparecer.
-Deten el cambio- le ordené a Trent.
No le daría un futuro como loba salvaje, tampoco dejaría que muriera. Solo esperaba que ella fuera fuerte y aguantara hasta la próxima luna llena.
-Si hago eso sus huesos quedaran rotos. No podrá moverse.
-La curaremos con sangre.
La sangre tendría que funcionar, yo haría que funcione.
-Quizás no podamos tener bebés.
Eso me destrozó, pero ya había tomado una decisión.
-Su vida es mi prioridad ahora, Trent- le gruñí.
Solo teníamos unos minutos. En cuanto el sol saliera sería demasiado tarde.
-Será guiada por sus instintos la mayoría de las veces si no puede dominarlos.
Solo hasta la luna llena, luego volvería a ser ella misma.
-¡Cámbiala!
-Podría morir. - sollozó y yo también lo hice, pero entonces los primeros rayos de luz iluminaron mi rostro y casi era demasiado tarde.
-Hazlo, Trent.
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