🐺Capítulo 20|Monstruos.
CAPÍTULO 20=Monstruos.
Evelin:
Mi estómago se retorcía de los nervios.
En pocos minutos tendría que tomar una decisión. Una que cambiaría mi vida para siempre y sellaría mi destino.
Podía permanecer como ahora, una humana con orejas y cola de lobo. Atada a esta nueva forma física y a esta manada. Viviría para siempre en este bosque, con esta misma apariencia por quién sabe cuanto tiempo, tal vez nunca envejecería, pero no estaría obligada a nada más. Por dentro seguiría siendo yo misma, tendría poder sobre mis decisiones, sobre lo que haría en el futuro. Tal vez incluso con el tiempo crearía una vida aquí, comenzaría a estudiar o conseguiría un trabajo.
O podía elegir la segunda opción, la que me convertía en princesa de este extraño lugar. La que me daba no solo un par de orejas y una cola, sino toda la forma física de un lobo. Y no venía solo. Cambiar implicaba ya no tener poder sobre mis decisiones. Una voz gruñoña viviría en mi cabeza, tomaría las decisiones por mí y lo que hiciera con esas decisiones era incierto.
Me preocupaba. Esta segunda opción me quitaría mucho y lo que me daba, una vida lejos de mis padres o la habilidad de cambiar de forma, se sentía muy poco comparado con lo que yo le entregaba.
Era una decisión difícil y los nervios y el poco tiempo lo hacía aún peor.
-Ya casi llegamos, Firu- Joaco ralentizó su paso para lamer mi rodilla, la cual aparté de inmediato de su gigantesca boca y continuó guiándome a tan solo un metro de distancia de los guardias que marcaban el camino por delante de nosotros.
-¿Esa voz en tu cabeza, te deja tomar tus propias decisiones? - quizás debí hacerle estas preguntas antes, pero estaba distríada con la atracción que sentía por él.
Uno de los guardias miró por sobre su hombro, pero regresó su vista al frente al notar que la pregunta no era para ellos, sino para Joaco.
-Sí, Firu. Yo soy dueño de mi cuerpo a menos que sea una emergencia como cuando te encontramos en el bosque la primera vez, en ese momento él quitó el control, pero me lo devolvió en cuanto te encontramos. — eso no sonaba mal, siempre y cuando yo volviera a tener el control. -El resto de las veces puede hacerme sugerencias, pero yo elijo si las sigo o no o si permito que tome el control de mí. - lamió por segunda vez mi rodilla, a pesar de que la primera vez la había apartado y siguió viendo al frente.
-¿Y él nunca intentó apropiarse de tu cuerpo? ¿Como para siempre?
-A Trent nunca se le ocurriría algo así.
Es mi amigo, aunque muchas veces no coincidimos, pero su misión es guiarme y mantenerme vivo por muchos años para que podamos estar junto a ti.
Ya no suena tan aterrador.
-¿Mi loba sería igual? ¿Tendré una loba, cierto? No estoy segura de que me guste una voz masculina en mi cabeza. En especial cuando me baño o me visto...
-No debes preocuparte por eso. Tendrás una loba y además ellos no sienten atracción por nosotros porque son una extensión nuestra Firu. Aunque sí sentirán atracción el uno por el otro. Por ejemplo yo te quiero, pero mi lobo también y lo mismo sucederá contigo y con tu loba si decides cambiar.
¿Está asumiendo que lo quiero?
-El hecho de que asumas que voy a quererte en cuanto cambie es muy engreído de tu parte, Copo de azúcar.
Di zancadas para alejarme de él, pero igualmente me mantuve cerca, no porque quisiera, sino porque mi cola no soltaba la suya.
-¿Copo de azúcar? - se rió uno de los guardias y lo ignoré, esto no le incumbe.
-No lo asumo, lo sé. Me querrás, Firu. Haz nacido para mí como yo nací para ti. Nuestras almas están unidas, nuestros corazones laten al mismo tiempo. Tal vez no lo quieras aceptar, pero eso no volverá menos irreal que eres mi Firulais y yo soy tu Copo de azúcar y cuando lo aceptes, y lo harás, seremos muy felices juntos.
Rodé los ojos ¿Este qué se cree?
-Sigue soñando, Quiu Quiu.
-No- dejó de caminar y se paró a cuatro patas delante de mi obstruyendo mi camino -Copo de azúcar, Joaco o mi amor, pero ya no Quiu Quiu. - aclaró y se dio la vuelta para seguir caminando.
-Vamos Firu, no te quedes atrás. — tiró de mi cola.
Rodé los ojos una vez más y durante los siguientes minutos continué atiborrándolo de preguntas. Pero el camino se acabó demasiado rápido y yo no había acabado.
Nos detuvimos frente a una casa construida por troncos, demasiado grande para ser una simple cabaña. Tenía un porche y un bonito jardín de flores a cada lado. Llamadores de ángeles colgaban del techo junto a la puerta de madera y la corriente de aire los hacía tintinear creando una canción que encajaba perfectamente con el resto de las decoraciones coloridas colgadas en el techo.
Se veía como la casa más alegre de todas, decorada con amor y colores por doquier. Me encontré olfateándola incluso antes de darme cuenta, pensé que olería a pan y galletas. Y de inmediato supe que aunque su apariencia era divertida, incluso adorable, dentro de ocultaba un monstruo.
Di unos cuantos pasos atras, pero no dejé de olfatear.
Había algo dentro, algo poderoso, aterrador. Algo que hacía que los bellos de mi cuerpo se erizaran, que mi nariz picara y mi estómago se retorciera, indicándome que no debíamos dar ni un paso más en esa dirección porque quien sea que estuviera dentro de esa cabaña, lo cual estaba cien por ciento segura de que era una ella y no un él, acabaría conmigo en cuanto me oliera.
Su poder vibraba en el aire, electrizante, haciéndome sentir como su presa. Lo reconocía como un enemigo. El nuevo instinto en mí lo repudiaba, queriéndolo lejos, aunque no sabía exactamente qué o quién era.
-¿Firu, estás bien? - Joaco presionó su hocico contra mi pierna -Puedo sentir tu miedo, no tienes que tenerlo, estaré acompañándote durante todo el proceso- ronroneó como un gatito, uno muy grande y yo me agaché y lo levanté en brazos comenzando a retroceder lejos de la cabaña, a pesar de que él era gigante, pesado, peludo y se me resbalaba de las manos. -¡Firu, bájame! - se sacudió y le gruñí.
-¡Quieto! ¡Te estoy salvando del monstruo!- lo advertí y enrosqué mis manos debajo de sus patas. -¡¿Por qué eres tan peludo?! - con cada paso que daba intentando salvarnos él se resbalaba y retorcía.
-¡Porque soy un lobo! ¡Ahora bájame, Firulais! ¡Yo debería defenderte! ¡Soy tu compañero!
Gruñí y le mordí la oreja, la boca se me llenó de pelaje, pero no me importó.
-¡No eres mi compañero y mira quién habla! ¡Tu eres más Firulais que yo! ¡Yo solo tengo orejas, tú eres todo un lobo!
-¿Firu, acabas de hablar en mi cabeza? - dejó de retorcerse y yo apresuré el paso ahora que no luchaba contra mí.
-¿Príncipe, necesita que lo ayude a huír de su mate? - Las risas de los guardias me recordaron que ellos estaban aquí y que podían protegernos.
-¿O quizás usted, Princesa?¿Le gustaría que sostuviéramos de las patas al príncipe así no se mueve?
Aunque pensándolo bien, si no habían olido el peligro ¿Qué tan factible era su protección?
Mejor los dejo atrás y mientras el monstruo se distrae comiéndoselos Joaco y yo aprovechamos para huír.
-¡Podemos solos! - les gruñó Joaco y yo me alegré.
Perfecto, él pensó lo mismo que yo. Mejor ellos que nosotros.
-Como digan, pero la antigua Luna se está acercando. - ambos voltearon y se hincaron en una rodilla, mientras una chica de cabello negro con mechas blancas, ojos raros de color rojo y dorado y un vestido floreado con olanes se nos acercaba. -Luna- la reverenciaron los dos y Joaco se sacudió en mis brazos hasta caer.
-¡Firu no me avergüences frente a mi abuela! No quiero que siga tirando de mis mejíllas, así que ya no me levantes. Además podrías hacerte daño y me dolería aplastarte si te caes, eres chiquitita- lamió mi pierna y dio un paso hacia la chica.
El viento sopló, el cabello de la pelinegra de ojos raros se sacudió con él y las nauseas me alcanzaron junto con la necesidad de huir.
-¡Joaco, no! - lo jalé de la oreja, lo levanté una vez más por las patas y comencé a correr.
-¡Firu, bájame! - se sacudió, no me lo puso fácil. El bosque tampoco ayudaba. Las ramas rasgaban mi ropa al pasar y la tierra desnivelada me hacía tropezar.
Él era demasiado grande y pesado para mi pequeño tamaño, huír era casi imposible. Pero no me rendí. Esa chica, ese monstruo que podía oler en ella eran señal de peligroso y el poder que exudaba era lo único que me hacía continuar adelante, lo único que impedía que no dejara caer a Joaco y saliera corriendo por mi cuenta. Porque eso sería lo más racional. Liberarme de mi carga y tomar camino por mi cuenta, pero esos mismos latidos que se aceleraron al oler al monstruo, latían también por él, impidiéndome abandonarlo, a pesar de que sabía que moriríamos juntos.
-¡Suéltame!¡Te estás haciendo daño!¡Firu! - se retorció y luchó contra mí.
No lo solté.
-¡Te estoy salvando la vida! - le grité, era un desagradecido. Pude haberlo abandonado, pero no lo hice ¿Y así me paga?
-¡Pero no hay peligro!
-¡¿Y esa chica qué era?! - le gruñí, molestándome porque no se diera cuenta de que debajo de ese vestido floreado y esa cara joven, se ocultaba un monstruo.
-¡Esa chica no es una chica! ¡Es una señora y es mi abuela! ¡Se llama Genna!
¿Su abuela?
Dejé de correr, casi tropiezo, pero el árbol que no vi y que se interpuso en mi camino detuvo nuestra caída, pero no detuvo el golpe ni que terminaramos aplastados contra él.
-¿Por qué corren?
El monstruo en cuestión se apareció junto a nosotros y yo grité.
-¡Monstruo!
Empujé a Joaco más cerca del árbol, yo misma me empujé contra él y le raspé toda su peluda cara contra la corteza para girar y ocultarnos usando el árbol como escudo.
-¿Joaco, tu mate me acaba de llamar Monstruo? - la voz era casi infantil. Pero su poder la delataba, era alguien fuerte, incluso más que Joaco, yo y los dos guardias juntos.
-Lo siento abuela, no sé que le pasa, pero por lo general su rebeldía es tierna- se lamentó Joaco y le tiré de la oreja solamente por hablar con el monstruo.
¿Acaso aquí nadie tiene instinto de supervivencia?
-Es por nuestro poder- dijo una voz varonil acercándose a nosotros. No era una voz que haya oído nunca, de lo contrario la recordaría. Se quedaría grabada en mi memoria aunque no lo quisiera, pues él y ella compartian el mismo poder, lo cual lo convertía en un monstruo al igual que ella.
Y ahora había dos.
Si antes nuestras posibilidades de salir con vida eran mínimas, estas se volvieron absolutamente inexistentes.
Mierda.
-Firu, él es mi abuelo. - me indicó Joaco y yo lo solté porque quizás el poder ya lo volvió loco.
¿Debía aprovechar esto y correr? Tal vez si son sus "Abuelos" no sería tan culpable de abandonarlo, después de todo él los eligió.
-Me llamo Logan y ella es Genna. No tienes que temernos, no somos tus enemigos. - la voz masculina, Logan, volvió a hablar, pero yo no me atreví a asomarme.
-Firu, no son peligrosos- Joaco se puso sobre sus cuatro patas y sacudió la cabeza quitándose la incómoda sensación de tener la corteza del árbol aún contra su cara de lobo.
-Huelen mal, me da nauseas.
Retrocedí y de reojo vi el bosque. Si corría ahora, quizás tendría una oportunidad de salvarme.
-Eso es porque no perteneces a esta manada y no estás acostumbrada a tener a alguien que te dirija, mucho menos alguien tan fuerte, pero no te preocupes, mientras más tiempo pases cerca de Joaco y otros alfas, más fácil será para ti acostumbrarte a nuestra presencia. Ahora que ya lo sabes ¿Pueden salir de detrás del árbol para que podamos hablar y ofrecerles algo de comer antes del anochecer? Si vas a cambiar necesitarás más alimento en tu estómago o tu loba se volverá una cazadora y no quieres eso.
Miré a Joaco y él asintió con su enorme cabeza, pero yo aún no estaba segura. Ellos destilaban poder incluso con su voz, era aterrador y la sensación de que acabarían conmigo en cuanto bajara la guardia solo se reavivó con sus palabras.
-¿Cómo sé que no nos harán daño? - pregunté notando que estaba temblando, de miedo y de frío, no dudaba de que fuera a causa de ellos.
-Porque él es mi nieto y tú su compañera y eso te convierte en mi familia y ya no sé como lo hacen los humanos, pero mi lobo y yo cuidamos de los nuestros.
Me mordí el labio y miré una vez más a Joaco.
-Todo está bien, Firu- lamió mi mano y abrió la boca. Vi sus colmillos, sus dientes grandes y filosos, me estremecí cuando cerró la boca sobre mi mano, pero no me hizo daño clavando los dientes en mi piel como pensé que haría, por el contrario, los utilizó para guiarme al otro lado del árbol, a ellos.
Estaban parados uno junto al otro con sus manos entrelazadas. Compartían el mismo poder, la misma intensidad que me hacía calar los huesos. Pero eran muy diferentes, casi como el día y la noche.
Ambos eran jóvenes, se veían de mi edad o la de Joaco, pero mientras ella vestía con alegría cubierta de flores y colores como si fuera una adolescente, él parecía un trabajador de oficina, usando una camisa lisa negra y pantalones del mismo color. Sus alturas eran diferentes, ella era mucho más alta que yo, pero él nos superaba a todos.
Juraría que medía más de dos metros y estaba cubierto de musculos. Se veía fuerte, el poder que exudaba correspondía a su talla, a diferencia de ella que carecía de músculos y a su lado se veía frágil, aunque yo sabía que no era así.
Pero nada de eso me asustó tanto como verles los ojos.
Los de ella habían cambiado. Ya no eran de esa extraña mezcla entre dorado y rojo, ahora eran redondos rubíes que miraban fijamente mi garganta.
Se movió, fue tan solo su mano para quitarse un lacio mechón negro del rostro, pero me asustó.
-¡Monstruo!- grité y huí.
Joaco quedó atrás, ellos quedaron atrás y yo corrí tan rápido que los árboles se volvieron borrozos a mi lado.
-¡Firu, vuelve! - Joaco gritó, pero yo me adentré en el bosque, corrí hasta que la luz dejó de iluminarlo, hasta que me convertí en una con las sombras.
-¡Espera! - hablaba en mi cabeza, sin embargo estaba muy lejos.
El dolor me recorrió hasta darme puntadas en el pecho debido a que lo había abandonado, dejado atras con esos monstruos que ahora quizás estaban comiéndoselo.
Dejé de correr y caí de rodillas, llorando al imaginar la escena.
-¡Firu! ¿Dónde estás? - lloré al oírlo ¿No podía encontrarme?¿Me estaba pidiendo ayuda? ¿Ya lo tenían rodeado?
-Firu no puedo olerte, por favor vuelve, estoy muy débil... Firu los guardias van por ti.
Grité de horror y me cubrí las orejas, pero eso no lo detuvo.
-Por favor, vuelve.
¡Se lo estaban comiendo!
-Te lo suplico.
Y entonces su voz se apagó.
-¿Joaco? - llamé, asustada.
No obtuve respuesta.
-¡Joaco!- intenté una vez más teniendo el mismo resultado.
¿Estaba muerto?
Mi corazón se destrozó, pero no tuve tiempo de llorarle, una rama se partió cerca de mí y volví a correr.
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