🐺Capítulo 15|¿Qué eres?
🌟MARATÓN PARTE 1🌟
CAPÍTULO 15=¿QUÉ ERES?
Joaco:
Celo.
Eso iba a suceder en pocas horas cuando saliera el sol. Duraría una semana completa y según lo que he oído a hurtadillas, ya que nadie le cuenta a un cachorro sobre el celo, este es el momento indicado para que los mates se unan.
Y esta era mi oportunidad, la primera de hecho, para que Firu y yo estemos realmente juntos.
Di saltos de la emoción cuando papá me lo contó, luego fingí que era malo cuando me gruñó y me dijo que no debía donreír tanto porque yo no iba a ser parte de esta semana de celo y que por supuesto en ningún momento de estos siete días Firu y yo estaríamos en la misma habitación y mucho menos en la misma cama porque podría hacerle daño, no obstante ¿Quién necesita una cama o una habitación cuando podemos tener todo el bosque para nosotros?
Me escapé en cuanto papá me dejó en la casa del abuelo Logan, el cual no se molestó en poner guardias en mi ventana ni en la puerta de la habitación o en ninguna otra parte para evitar que yo volviese a escaparme. De hecho creo que ni siquiera notó mi presencia, estaba perdido viendo como la abuela cantaba y bailaba mientras me preparaba la cena para toda la semana.
Ella era precavida, sabía que en cuanto llegase la hora y la semana de celo comenzara, ningún adulto estaría a la vista y los cachorros quedaríamos solos sin nadie que nos cocinara.
Corrí por el bosque hasta atravesar la laguna e ir más allá, a la frontera, a esa pequeña porción de bosque que no era territorio de nadie y que esta semana se encontraría menos vigilada.
En el camino me crucé a varios cachorros más jóvenes que yo, algunos otros de mi misma edad y unos pocos apenas unos bebés que iban en brazos de sus hermanos mayores con la promesa de ver por primera vez la ciudad.
En cuanto llegué busqué a mis hermanas, las divisé a lo lejos armando una carpa junto a sus amigas alrededor de la fogata que los lobos que llegaron primero habían encendido.
Coloqué mis pertenencias lo más lejos de ellas que pude, no quería que Firu y yo estemos a la vista de sus chismosos ojos pues no se supone que yo esté aquí, no con mi compañera recién llegada a mi vida y con mi instinto de aparearme a flor de piel, pero si lo que dijo papá es cierto, no puedo arriesgarme a lastimarla, quizás en esta semana no tocaré a mi Firu, pero sí le daré una noche increíble, solo no debo descontrolarme y todo saldrá bien.
Armé nuestra propia carpa, almacené la comida que traje en mi mochila y la coloqué en la esquina más alejada para que nada caiga sobre las sábanas. Y cuando terminé de armar nuestro nidito fui por ella.
Estaba cansado para entonces, sabía que no tenía las fuerzas suficientes para cambiar de forma y hacer mi viaje más rápido, por lo que troté asegurándome de esquivar a los guardias que vigilaban la frontera siendo lo más silencioso que mi respiración agitada me permitía.
Llegué a casa empapado de sudor, sintiendo que el corazón se me iba a salir, pero no supe si era porque la semana de celo estaba a dos horas de empezar o si era porque prácticamente atravesé la manada a pie. Quizás ambas, aunque en cuanto me trepé entrando por la ventana y vi a Firu acurrucada en mi cama supe que la primera era una gran razón para mi estado actual.
Celo.
¿Así se sentía? No, quizás era muy pronto, tal vez el principio de algo más intenso, aunque de todas formas ella me estaba volviendo loco.
Se veía tan hermosa y relajada entre mis sábanas que provocaba en mí una gran felicidad.
—¿Vas a seguir viéndola o la llevaremos? — gruñó Trent sonando igual de agitado que yo.
—Un segundo más— murmuré, mientras reunía fuerzas para acercarme a esa tentadora cama y no arrojarme encima de la humana que descansaba en ella.
—¿Un segundo más de qué? — Firu se giró y yo salté del susto.
—¿Me oíste? — ¿Se habrá despertado porque al igual que yo siente una conexión que le indica donde estoy?
—¿Y cómo no si estás allí hablando solo y jadeando como un rarito? — se quejó y se dio la vuelta para volver a dormir.
¿Jadeando? Me reí.
No sabía que se podía jadear por celo, eso es nuevo.
—Además ¿Qué estás haciendo aquí? Tu mamá y tu papá me dijeron que gritara si volvía a verte, Joaco. — se incorporó y se destapó como si pensara salir huyendo por el pasillo y hacer exactamente lo que mis padres le indicaron.
—¿Y por qué no lo haces? — me sentía provocador y coqueto, quería ver hasta donde podía llegar su rebeldía y eso no era normal en mí.
—Es por el celo, ya está comenzando ¿Estás listo para besarla allí abajo? — preguntó Trent.
—¡¿Qué?!
—Bromita— se rió mi lobo —Aunque si quieres no es bromita.
—¡Trent! —
—Bromita de nuevo ¿No lo notas? Queremos provocar ¿Quién sabe lo que haremos? Esta es nuestra primera vez...aunque ahora entiendo porqué le compramos a nuestra Firu todos esos conjuntos sexys, no éramos nosotros mismos...apuesto a que en cuanto volvamos a ser quienes somos nos avergonzaremos mucho y no podremos verla a esa hermosa carita que tiene, pero hasta entonces ¡Quiero que se ponga toda la lencería erótica que le compramos!
—¡Trent!
—Bromita.
Puse los ojos en blanco y vi a mi Firu que se encogía de hombros y murmuraba un "No pareces peligroso, por eso", sin ser consciente de la discusión que yo mantenía con mi lobo a escasos metros de ella.
—¿No me temes? — quise asegurarme y di un paso cerca, no para probarla a ella, sino a mí. Si íbamos a compartir la misma carpa durante toda la semana debía estar seguro de que nunca le pondría las manos encima sin su permiso y el primer paso era olfatearla.
—Te ves muy agitado, si te temiera solo tendría que correr y nunca me alcanzarías— me explicó y yo sonreí.
En eso tiene mucha razón.
—¿Te gustaría ir conmigo a una fiesta en el bosque? — le pregunté y vacié mis pulmones sin esperar respuesta porque de todas formas la llevaría.
Bien, aquí voy.
Tomé una pequeña bocanada de aire, cerré mis ojos para disfrutar del aroma y tal y como pensé, me volvió loco.
Me sacudió aunque permanecí paralizado en mi lugar, me enseñó un nuevo mundo de fantasías, aunque mis ojos permanecieron cerrados y me hizo arder por cada poro de mi cuerpo, aunque lo único en llamas era la fogata en el bosque.
Atravesé la distancia entre nosotros en un respiro, Firu se sobresaltó y yo aproveché que sus labios se separaron para presionar los míos sobre ellos.
Mía.
Su aroma era más delicioso desde esta distancia y su aliento... pude sentir como ese deleite endurecía cada parte de mí.
Mis manos bajaron con poder propio, sujetaron a Firu por las piernas y en un instante nos encontrábamos sobre la cama, tendidos uno sobre el otro sin que nuestros labios se apartaran. Tal y como debía ser.
—Mía— metí mi lengua dentro de su boca, ansioso de encontrar lugares inexplorados y al mismo tiempo deslicé mis dedos dentro de su pantalón deteniéndome en la pequeña barrera que eran sus bragas... bragas que no eran extrañas —¿Estás usando una de las que te compré? — me retiré y moví la cabeza de un lado a otro para intentar verla en esta oscuridad y tratar de comprender porqué cambió de opinión, porqué se puso algo que aseguró que nunca iba a usar y sin embargo... —¿Sabíás que vendría por ti? Eres maravillosa.
Volví a besarla, prácticamente me comí su "¡Claro que no!", pero valió la pena porque en cuanto metí la mano bajo sus bragas, ella jadeó y no solo eso, también gimió y separó las piernas en un sutil movimiento que probablemente un humano no hubiera notado, pero yo sí y me encajé contra ella, colocando nuestras partes íntimas tan juntas que dolía con la barrera de ropa entre nosotros.
—¡¿Qué te dije sobre visitarla?! — papá gritó y de estar disfrutando de la ropa interior de mi Firu, acabé fuera de la cama, siendo sujetado de la parte de atras de mi camiseta por papá, mientras mamá encendía la luz y exclamaba de horror.
Sin embargo, nada de eso me importó, ninguno de ellos importó, no cuando había un macho cerca, uno mucho más poderoso que yo y que se encontraba cerca de mi compañera.
Me abalancé sobre papá con tanta fuerza que ambos rodamos y caímos al suelo.
—¡Aléjate de ella! — le grité y levanté el puño, papá lo detuvo en el aire a escasos centímetros de su rostro, al mismo tiempo que una lágrima se deslizaba de su ojo.
—Soy tu padre— su voz fue un sollozo y yo me estremecí y aparté rápidamente de él.
No fui muy lejos, de pronto mis pies fueron demasiado pesados para ser capaz de moverlos y caí prácticamente a su lado.
Vi a mi alrededor, vi a Firu, vi a mamá, ambas con los ojos y la boca demasiado abiertos, ambas viéndome con horror.
Papá se incorporó y sujetándome por el mentón me hizo voltear a verlo.
—¿Ahora lo entiendes? — No respondí, no era capaz. No terminaba de comprender como es que estuve a punto de golpearlo, a él, a mi padre, al último hombre que intentaría acercarse a mi mate con otras intenciones. —Yo puedo defenderme, puedo controlarte— su voz estuvo floja y de alguna forma cargaba una gran fuerza en cada palabra —Pero ella acabará hecha pedazos y si eso pasa nunca volverás a ser el mismo. Ahora por el bien de tu compañera vas a irte por una semana y no volverás hasta que el celo termine y su periodo se vaya.
—Lo siento— susurré y corrí, estaba cansado, pero eso no impidió que atraviese árboles, choque con troncos y me raspe con la hierba hasta llegar al bosque, hasta la fogata donde me refugié en la carpa que armé para Firu y para mí, pero que ella nunca conocería, pues lo había arruinado y no estaba seguro de querer volver.
No cuando casi cometo un error gigante, no cuando hice llorar a papá, porque sé que rompí parte de su corazón y el de mamá junto al suyo, no cuando mi Firu me vio con el mismo horror con el que se mira a un monstruo.
. . .
Desperté por un extraño olor a sal. Era intenso, atractivo y se volvía más delicioso a cada segundo, como si se estuviese acercando.
Abrí la carpa, pero solo hallé a algunos lobos jugando alrededor del fuego y horneando malvaviscos.
Suspirando de frustración regresé bajo las mantas y entonces cuando estaba por taparme los ojos una cabeza se asomó por un pequeño hoyo en el cierre de la carpa y unos hermosos ojos marrones que ya conocía de memoria me vieron.
—¿Joaco?
—¿Firu? — respondí, confundido. —¿Qué haces aquí? ¿Por qué hueles a sal? — pero en ese momento recordé lo que había pasado y retrocedí. —¡No!¡Aléjate!¡No quiero destrozarte!
Quise ir más lejos, poner más distancia porque sabía que no podría controlarme. Pero no había a donde ir, ella tapada mi única salida, su única posibilidad de estar a salvo.
—Dijiste algo sobre una fiesta en el bosque— murmuró y abrió el cierre por completo, el viento decidió soplar en ese momento y por poco me abalanzo sobre ella, pero me sujetó la nariz y casi me ahogo con el aire. —No, no te vas a abalanzar sobre mí hasta que me digas lo que eres.
—¿Entonces luego sí? ¡Dile rápido!¡Convertiremos su aroma a sal en aroma Trent y cachorros! ¡Le encantará! — gritó Trent y estuve de acuerdo pues necesitábamos cachorros...cachorros para satisfacer a su cuerpo y que esté feliz y por fin deje de llorar sangre a falta de un bebé.
—¡Joaco!¡Escúchame!— ella me sacudió la nariz, me quejé del dolor y ella sonrió y se sentó frente a mí dejando la carpa abierta.
—¡Nooo! ¡Dile que la cierre así la olemos mejor! —Aulló Trent, pero Firu ya estaba sacudiéndome una vez más y a mi no me quedó de otra que elegir a quien oír y por supuesto mi compañera ganó.
—¿Qué eres? — preguntó y yo pestañé.
—¿Qué soy? — mi voz sonó rara con sus dedos apretujándome la nariz.
—Necesito respirar.
—Hazlo por la boca— rodó los ojos como si fuera obvio y yo estuve a punto de explicarle que quizás sí es lo más obvio, pero que con su delicioso aroma a sal no puedo ni pensar. —¿Y bien?
—Soy Joaquín Lumen Strike.
—¿Y? Yo quiero saber porqué tus ojos cambian de color, porqué corriste rápido y cómo me llevaste a la cama sin siquiera tardar un segundo, no cuál es tu nombre, eso no me interesa.
Eso no es cierto.
—Cuando nos casemos o tengamos cachorros tendrás que saberlo, será muy importante porque nuestros bebés te preguntarán quién soy y no puedes decirle siempre que soy su papi, aunque no me molestaría, pero también necesitarán saber que soy Joaquín...
—...Lumen, Strike, ya entendí, ahora responde a mi pregunta.
—No puedo.
—¿Por qué? — apretó más fuerte mi nariz y yo hice una mueca.
—Porque te asustarás y huirás.
—Ya estoy asustada— su agarre sobre mi se aflojó, casi me abalanzo sobre ella cuando su aroma a sal me alcanzó, pero entonces vi sus lágrimas y no di ni un paso hacia ella.
—Firu...
—¿No son criminales, verdad?
—Firu...
—Las historias que cuentan en la ciudad son ciertas entonces.
—No sé de qué historias hablas, Firu, pero...
—Dicen que en el bosque de woodlov habitan monstruos. — se estremeció al decirlo y yo me tuve que contener de darle un abrazo
—No se llama Woodlov y no creo que el bosque tenga nombre, pero no habitan monstruos, no somos eso, Firu— me tomé el atrevimiento de secarle las lágrimas sabiendo que no debería y dándome cuenta en ese instante que esa sal que huelo en ella son su lágrimas, ha estado llorando antes de venir. —Somos lobos.
—¿Lobos? — frunció el ceño y se me quedó viendo. —¿Cómo Jacob?
Gruñí en cuanto escuché ese nombre.
—No sé quién es Jacob, pero lo destrozaré si te a tocado un solo pe...
—Jacob es un hombre lobo...
—¡Con más razón lo destrozaré!
—De una película Joaco, es un personaje de crepúsculo.
Oh. Ese Jacob.
—A la abuela le encanta— murmuré rodando los ojos. —No me digas que a ti también...
Por favor que no, por favor que no.
—No. Volvamos al tema.
—No, antes dime que tampoco eres del equipo Edward. — le pedí y casi le recé a la luna porque tampoco lo sea.
—¡No! ¡Vuelve!
—¡Estupendo! ¡Porque yo soy ambos todo en uno! ¡Mitad lobito, mitad vampirito y cien por ciento ternura!
Se quedó con la boca abierta en cuanto lo dije, pero no fue la única, yo también porque acababa de romper la regla más importante de la manada:
Nunca le reveles lo que somos a un humano.
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