C49: Adiós
Soy Taemoon, la reina de Red, la hija de la antigua reina, la que un día se vio obligada a salir de Red para enfrentar mis propios demonios y, al regresar, encontré que la vida ya no era la misma. Cuando regresé a mi manada, el aire olía diferente. No era la bienvenida cálida que esperaba, no eran los abrazos de mis conocidos ni las sonrisas que me recibían a casa. En su lugar, lo que me aguardaba era una atmósfera pesada, opaca. Me esperaba un destino que ni siquiera podía imaginar: la noticia de la muerte de mi esposa, Amber. El golpe fue tan fuerte que ni siquiera pude reaccionar de inmediato. Mis ojos no creían lo que oían mis oídos, pero aún así, mi corazón sabía que era cierto. El lazo entre nosotras se rompió, y con ello, un pedazo de mí también se desvaneció.
La leyenda que se desvanece
Aquel día, todo fue como un mal sueño. El ruido a mi alrededor se desdibujaba, las voces se convertían en ecos, y yo me encontraba en una burbuja, atrapada entre la realidad y lo que me negaba a aceptar. Todo el mundo seguía adelante con la ceremonia, pero yo no podía moverme. Amber ya no estaba, y no sabía cómo continuar.
Estuve en la habitación que compartíamos, esa que alguna vez estuvo llena de risas y caricias, pero que ahora solo contenía el eco del vacío. Me tumbé en la cama, mirando el techo, sintiendo el peso de la pérdida. El aroma de su presencia, aunque tenue, seguía rondando el aire, como una sombra que me susurraba que todo había terminado. Era tan difícil comprender que el lazo entre nosotras ya no existía. Cuando te conectas tan profundamente con alguien, su ausencia se siente como si el mundo entero se desmoronara, y lo único que te queda es la oscuridad.
Recuerdo el momento en el que cerré los ojos y me dejé vencer por el agotamiento. ¿Por qué no podía dejar de pensar en ella? Sentía su ausencia como una fuerza que me aplastaba el pecho, y no me permitía respirar con normalidad. Mis pensamientos se confundían con los recuerdos de nuestra unión, de nuestras promesas, de cómo Amber me había hecho sentir completa. Pero ya no estaba. Ya no podía abrazarla, ni escuchar su risa, ni perderme en sus ojos. Todo lo que tenía era su ausencia.
Cuando finalmente caí en un sueño profundo, algo extraño ocurrió. Al principio, pensé que era solo una pesadilla más, pero el aroma que llegó a mis sentidos me hizo dudar. Era el mismo aroma que había sentido en nuestros momentos juntos, ese perfume dulce y suave que solo Amber podía tener. A través de la niebla de mis sueños, pude distinguir un bosque, un lugar oscuro y misterioso que no reconocía. Pero lo más extraño de todo fue el aroma a vainilla que llenaba el aire. Y luego, la vi.
Amber.
Allí estaba ella, como si nunca se hubiera ido, observándome desde detrás de un árbol. Mi corazón dio un salto en mi pecho, y sin poder controlarlo, me acerqué a ella, como si mi cuerpo lo supiera antes que mi mente.
—Cachorra... —murmuré, intentando entender qué estaba sucediendo. —¿Qué haces aquí?
Ella retrocedió ligeramente, su mirada llena de incertidumbre. Lo supe al instante. Algo no estaba bien.
—Es muy riesgoso que estés aquí por mucho tiempo —dijo, su voz suave, pero firme. Yo no entendía lo que quería decir, pero su presencia me hacía sentir en paz, aunque algo en mi interior me decía que todo esto no era más que una ilusión.
—¿Qué es este lugar? —le pregunté, sin dejar de mirar sus ojos, tratando de encontrar alguna respuesta.
Amber negó con la cabeza, sus palabras eran tan dolorosas como un cuchillo en el pecho.
—Un limbo entre la vida y la muerte.
No entendía. Estaba tan confundida. Si estaba soñando, ¿cómo podía sentir su presencia de una manera tan real? La realidad y el sueño se entrelazaban, y yo no podía diferenciar qué era lo que estaba pasando.
—¿No he muerto? —pregunté, mi voz temblorosa.
Amber negó nuevamente, pero sus ojos hablaban de algo más. Había una tristeza profunda en ellos.
—Pero corres riesgo, y yo te puse en esa situación. —Dijo bajando la mirada, casi avergonzada de algo que ni siquiera yo comprendía. —Solo te traje aquí para pedirte disculpas.
—Sabes que no fue tu culpa —respondí, tomando su rostro entre mis manos, sin poder evitar la necesidad de estar cerca de ella. —Era algo que no podíamos controlar.
Una lágrima se deslizó por su mejilla, y yo la observé con dolor. ¿Cómo podía estar tan cerca de ella, pero al mismo tiempo tan distante? Era un vacío que no podía llenar, aunque lo intentara con todas mis fuerzas.
—Sé que no fue mi culpa, pero aún así... no puedo evitar sentir que lo fue —susurró Amber, como si las palabras fueran un peso que le aplastaba el alma. Me dolía verla así, pero a la vez me sentía impotente.
El lugar a nuestro alrededor comenzaba a desvanecerse. La neblina que había cubierto el bosque desaparecía lentamente, y con ella, su aroma a vainilla. La tristeza llenó mi corazón, porque sabía que la perdería de nuevo.
—Es mejor que despiertes... —dijo con la voz quebrada. —No debes quedarte aquí mucho tiempo.
Pero Amber me miró directamente a los ojos, como si quisiera quedarse allí para siempre, como si fuera la última vez que pudiéramos estar juntas.
—No, no pienso perderte otra vez —dije, tomando su mano con firmeza.
—Tienes que hacerlo... por tu vida —respondió, aunque su voz estaba llena de desesperación. Yo también quería quedarme, pero sabía que no podía.
Y luego, sus palabras resonaron en mis oídos, como una promesa.
—Vuelve conmigo, vivamos juntas.
¿Cómo podía prometerle algo que no sabía si podría cumplir? ¿Cómo podía decirle que todo estaría bien cuando en mi interior, sentía que algo se rompía cada vez que la miraba?
—No puedo volver... al menos no ahora.
Ella se acercó lentamente, y pude ver en su rostro la tristeza que compartíamos ambas. Nuestros labios se encontraron en un beso suave, tierno, como si el universo mismo se hubiera detenido por un momento, solo para permitirnos sentirnos juntas una vez más.
Pero, como todo lo bueno, terminó demasiado pronto.
—¿Cuándo? —pregunte, mi voz llena de dolor y esperanza.
—No lo sé... —respondio, sintiendo cómo el vacío comenzaba a llenar mi pecho una vez más. —Tengo que resolver algo primero.
No entendía completamente lo que debía resolver, pero sabía que no podía quedarme allí por mucho tiempo. Mi lobo aullaba en mi interior, desesperado por ir tras ella, pero el bosque desaparecía. Amber se desvanecía poco a poco, y el dolor crecía en mi pecho. No podía dejarla ir, pero sabía que debía hacerlo.
Su figura era tenue, casi como un suspiro entre el viento. Pude sentir su cálido aroma a vainilla, pero había algo en su mirada que me detuvo. No era como antes, no era tan fuerte ni tan viva. A pesar de eso, sus ojos seguían transmitiendo la misma seguridad, la misma promesa de siempre. Se acercó un paso más, y, en un susurro, me dijo:
—No importa cuánto tiempo pase, ni cuántas vidas tenga que vivir, Taemoon. Yo siempre te encontraré. Siempre te buscaré... hasta que nos volvamos a encontrar, aunque nos lleve mil años.
Esas palabras me atravesaron como una flecha, llenándome de un dolor dulce y amargo a la vez. La promesa de un amor que no se rendiría, que no moriría, incluso cuando el destino intentara separarnos.
Con el corazón roto, la vi alejarse de mí, y entonces, el mundo a mi alrededor se desmoronó. Todo desapareció en un abrir y cerrar de ojos.
Fue en ese momento cuando desperté.
Estaba de vuelta en la habitación, y mi corazón latía frenéticamente en mi pecho. Había regresado a la realidad, pero Amber ya no estaba aquí. Mi lobo aullaba por ella, y yo no podía hacer nada. Todo lo que quería era verla nuevamente, pero la vida seguía adelante, y yo tenía responsabilidades. El reino, la alianza, la manada... todo eso pesaba sobre mí. Sin embargo, en mi mente, solo había una cosa: Amber. Y aunque mi alma estuviera destrozada, no podía dejar de pensar en ella.
Algún día, encontraré la forma de estar contigo de nuevo. Algún día...
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