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C43: Líneas de Sangre

La escena ante mis ojos era una de esas que jamás habría imaginado. Había estado huyendo, buscando escapar del peso de lo que había pasado, pero ahora, frente a mí, estaba la crudeza de la verdad. La lucha se había desatado sin previo aviso, y la pesadilla que parecía ser solo un mal sueño se convertía en algo más tangible, más real. Loon, quien por un momento había sido la única fuente de esperanza, ahora estaba siendo atacado por el señor Lee con furia. Él, que había confiado en su habilidad para detener a quien fuera necesario, no estaba preparado para esta traición.

La lucha fue feroz. Loon intentó defenderse, luchar, pero las fuerzas parecían no estar de su lado. Era evidente que algo no estaba bien. Cada golpe que recibía, cada intento fallido de bloquear a su atacante lo debilitaba más. Lo veía, luchando por mantenerse en pie, pero no había forma de que pudiera continuar mucho más tiempo sin caer. Su rostro, normalmente impasible, mostraba signos de desesperación. Los movimientos se volvieron torpes, su cuerpo ya no respondía como antes. Y, aunque intentó resistir, el señor Lee seguía atacando, con una sonrisa cruel en su rostro.

–¡Corran! –gritó Loon, su voz llena de frustración, mientras bloqueaba un golpe que casi lo derrumba.

El grito de Loon resonó por el pasillo, y fue entonces cuando un pequeño grupo de personas que estaban cerca de la salida se acercaron, atraídos por el ruido. Miré con la esperanza de ver un rostro familiar, alguien que pudiera salvarnos de esta pesadilla. Y fue entonces cuando los vi: dos alfas de la manada Eurus y un vampiro Lan. No era lo que esperaba, pero al menos no eran guardias del castillo.

–¡Por favor, Lan, sáquenos de aquí! –dije rápidamente, buscando su ayuda desesperadamente. La situación estaba fuera de control y no sabía cuánto más podría soportar.

–¿Y Loon? –preguntó Eleonor, preocupada, mirando hacia el caos que se desataba.

–No se preocupen por él, nosotros nos encargaremos. Ustedes vayan con Lan, aléjense lo más posible de este lugar –dijo uno de los alfas de la manada Eurus, y con ese tono autoritario nos dio la orden.

Eleonor y yo apenas tuvimos tiempo de intercambiar una mirada. No había tiempo para más explicaciones. Al ver que los alfas y el vampiro nos ayudaban, nos guiaron rápidamente hacia la salida del castillo. Pero antes de salir, Lan nos entregó un par de espadas que había recogido de algún lugar cercano.

–Fuera de aquí es un verdadero campo de batalla –advirtió Lan–. En caso de que no pueda protegerlas todo el camino, al menos podrán defenderse.

–Pero nunca he usado una espada –dijo Eleonor, aún dudando sobre cómo manejar la situación.

–Entonces no se alejen de nosotros, y todo saldrá bien –respondió Lan, dándonos una última mirada antes de continuar.

En un parpadeo, estábamos fuera del castillo, respirando aire fresco. La salida parecía tan simple en teoría, pero al estar tan cerca del campo de batalla, todo se complicaba. Podíamos escuchar los gritos, las luchas, el choque de espadas a lo lejos. Las tensiones entre humanos y licántropos eran palpables. ¿Qué habría pasado con mi familia? ¿Estaba Rye bien? ¿Y Taemoon?

Antes de que pudiéramos dar un paso más, un rostro familiar apareció frente a nosotros. El hombre que alguna vez fue amigo de Loon. No lo pensó ni un segundo antes de empuñar una espada, avanzando hacia nosotros con la intención clara de atacarnos.

–¡Lan, llévate a Eleonor de aquí! –le ordené sin dudar, mi voz fuerte y clara.

Lan asintió, pero no tenía tiempo para perder. Guiando a Eleonor lejos de la confrontación, me quedé sola con el hombre, con ese traidor que ahora quería nuestra muerte. No iba a dejar que me separaran de Eleonor tan fácilmente. No lo permitiría.

–Tú y yo tenemos un asunto pendiente –le dije, preparando mi postura para la pelea.

Él solo rió con amargura, una risa siniestra que hizo eco en el aire. Y entonces, sin previo aviso, atacó. Logré esquivar su primer golpe, pero estaba lista para contraatacar. La lucha entre los dos se intensificó rápidamente, cada golpe, cada esquiva, era una declaración de lo que estaba dispuesto a hacer para no perder.

A cada ataque que recibía, el odio crecía en mi interior. No solo por lo que él me hacía, sino por todo lo que representaba. Sabía que tenía que ganar, no solo por mí, sino por todos aquellos que confiaban en que algo bueno aún podía salir de todo esto. Cada uno de ellos debía pagar por el daño que nos causaron.

–Sé cómo te sientes justo ahora –le dije, logrando herirlo en su costado izquierdo. Las palabras salieron con una frialdad que no había sentido en mucho tiempo.

Cuando la herida lo hizo tambalear, no me detuve. Sabía que tenía que volver a Eleonor. Ella me necesitaba. Sin embargo, en ese momento, una ráfaga de mareo me atacó con fuerza. Mi cuerpo ya no respondía como antes, la fatiga era abrumadora. Cada movimiento me costaba más. A pesar de eso, me obligué a moverme, adentrándome en el bosque, buscando un lugar donde nadie pudiera verme.

Poco después, caí de rodillas, mi energía se desvaneció por completo. El cansancio me había superado. Sin embargo, antes de que pudiera rendirme completamente, vi a Lan y a Eleonor aparecer, preocupados al verme en el suelo.

–¿Crees poder continuar? –preguntó Lan, mirándome con su fría calma. A pesar de mi estado, su pregunta era una necesidad de saber si tenía algo más que ofrecer.

Asentí, aunque sabía que mis fuerzas eran limitadas. Antes de que pudiera protestar, Lan se fue en busca de algo que pudiera ayudarnos. Y mientras me quedaba allí, observando el caos desde la seguridad de los árboles, algo dentro de mí se rompió. Miraba el campo de batalla, veía a los guerreros luchar, y lo único que deseaba era poder estar allí, luchando al lado de los míos.

Mis ojos se posaron en un gran lobo gris que atacaba ferozmente a varios de la manada Red. No tenía que preguntar. Sabía perfectamente quién era ese lobo. Lían. Mi "tío". Mi corazón se detuvo al verlo. No solo estaba atacando a los suyos, sino que su mirada, su odio, era directo hacia la princesa Taemoon y Rye. Ellos estaban en su punto de mira.

Algo dentro de mí se quebró. No podía dejar que mi familia siguiera siendo destruida por él. Y entonces, sin pensarlo más, tomé una decisión. Tenía que detenerlo.

–Eleonor, necesito que huyas de aquí –le dije con urgencia. Ella me miró, desconcertada.

–¿Qué vas a hacer? –preguntó con temor.

–Voy a salvar a mi familia –respondí, con una leve sonrisa, aunque mi corazón estaba lejos de estar en paz. –Por favor, hazme caso. Ve a cualquier manada que conozcas, busca protección. Mereces una vida tranquila.

Eleonor, sin decir una palabra más, me abrazó antes de salir corriendo hacia la manada más cercana. Cuando la vi alejarse, dejé que mi lobo tomara el control. Mi cuerpo cambió, la transformación fue dolorosa, pero mi furia superaba todo. Un lobo blanco se presentó, una mezcla de dolor y rabia en cada uno de mis movimientos. Sin esperar más, corrí hacia la figura gris, hacia mi "tío", y lo atacé por la espalda.

Los dos lobos lucharon con fiereza. Cada golpe, cada mordisco, era un recordatorio de lo que había sucedido. En un momento de distracción, Lían regresó a su forma humana rápidamente, empujándome contra una pared. El impacto fue tan fuerte que volví a mi forma humana, caída y sin fuerzas, pero con un odio latente que me impulsaba.

–Acéptalo, sobrina. Nunca podrás derrotarme. Eres solo una simple omega –dijo con desdén, mientras se acercaba.

–No me importa ser una simple omega, como dices –respondí con rabia, sosteniendo una espada que había encontrado en el suelo, junto al cuerpo inerte de un guardia. Me incorporé rápidamente, y con todo lo que quedaba de mí, la hundí en su abdomen.

–Pero quiero recordarte algo –dije con voz temblorosa pero firme–. Yo soy la reina... y soy una Wless.

Y con esas palabras, mi lucha por recuperar todo lo que me habían arrebatado había comenzado.

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