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C30: Loon

Mi mente sigue vagando entre recuerdos difusos, atrapada en un mar de sensaciones que parecen venir de otra vida. La escena sigue grabada en mi pecho como una cicatriz, aunque mis manos ya no tiemblan tanto al recordarla. No puedo evitar pensar que la vida, cuando cambia, lo hace con fuerza, con la necesidad de demostrar que nada es seguro.

Cinco días. Eso fue lo que pasó mientras estuve fuera de mi cuerpo. Inmóvil, como un simple suspiro entre el viento, sin capacidad para reaccionar ni para preocuparme por lo que sucedía a mi alrededor. Pero no hubo ni un solo momento en el que ella se apartó de mi lado. La alfa nunca se alejó. Y cuando volví a la realidad, allí estaba, cuidándome con una ternura que, de alguna manera, me dejaba sin palabras.

No pude ver el momento en que Min Taemoon despertó, pero sé que estuvo allí. No para mi sorpresa, claro. Ella estaba siempre a su manera, como una sombra cálida que se hacía invisible cuando la necesitaba menos. En el momento en que desperté, todo lo que pude hacer fue sentir su presencia en el aire, incluso cuando ella no estaba físicamente cerca. Tenía que ir a recibir a un alfa de Eurus, según me dijo, y yo, sumida en mi confusión, ni siquiera supe cuándo se fue.

El que entró fue Rye. Él parecía más preocupado por mí que por todo lo demás. Me habló de manera suave, casi como si intentara arrancarme de la pesadilla en la que había estado sumida durante esos días.

-¿De verdad estás bien? ¿No quieres que llame al médico?- Su voz quebró la quietud que me rodeaba.

-Rye, de verdad estoy bien- respondí por tercera vez, aunque sentía que las palabras no eran suficientes para calmarle. Me tomé un momento para observarle. Estaba tan tranquilo, pero su mirada delataba lo contrario. -¿Y tú cómo te encuentras?

-La mayoría de las heridas ya han sanado, y las que quedan están mucho mejor- dijo, tomando mi mano con suavidad, pero con firmeza. -No debiste hacer eso, Amber. Era demasiado peligroso. ¿Qué iba a ser de la manada si perdía a su reina?

-¿Y qué sería de Kate si perdiera a su padre?- Las palabras me salieron casi sin pensar, como un reflejo. Intenté sentarme, pero el dolor en mi pierna me lo impidió, y cuando intenté moverme, el dolor se instaló más profundo, haciendo que desistiera de mi intento. -Escucha, la manada habría estado bien sin mí. Pero Kate tiene diez años y necesita de sus padres. No podía permitir que viviera lo mismo que nosotros.

-Te escuchaste igual que papá- dijo Rye, y no pude evitar reírme levemente. Su tono de voz, aunque serio, tenía ese toque de cariño que solo los hermanos pueden compartir. -Gracias... De verdad.

Antes de que pudiera decir algo más, la puerta se abrió y Taemoon entró. Su presencia ocupó la habitación con una calma que contrastaba con la tensión que yo sentía en mis músculos.

-Creo que mejor las dejo para que puedan hablar- dijo mi hermano, y aunque la frase fue simple, sus ojos hablaron más que mil palabras. Al ver que no reaccionábamos, se retiró, dejándonos a solas.

Mi mirada se centró en ella, en la princesa Min Taemoon, como un faro que me guiaba en la oscuridad. Con una leve sonrisa, casi imperceptible, se acercó y se recostó a mi lado, cuidando de no lastimarme. Pero había algo en su actitud que, aunque apática a los ojos de los demás, solo era un reflejo de la pequeña burbuja que creábamos entre nosotros dos. Un espacio solo nuestro.

-¿Ocurre algo?- le pregunte, su voz era susurro, como si cada palabra fuera un rastro que se desvaneciera rápidamente.

-Me preocupaste, fueron cinco días- dijo, y sin pensarlo, comencé a acariciar su cabello de manera suave, como si el simple contacto pudiera calmar lo que había dentro de mí. -Mañana tengo que volver a Eurus, mi padre me necesita allí... Me gustaría quedarme aquí un poco más.

-Oye, tu manada te necesita. Has cuidado de mí estos cinco días y realmente te lo agradezco, pero hay más personas que te necesitan... Yo estaré bien, mi hermano está aquí para cuidarme- mi respuesta fue directa, pero en sus ojos brillaba una cierta tristeza que no necesitaba palabras para entender.

Fue entonces cuando escondió su rostro en la curvatura de mi cuello, una acción que hizo que mi risa se soltara suavemente. Aunque la situación era tensa, había algo en ella que me arrancaba sonrisas sin que pudiera controlarlo.

-Apenas esté bien iré a visitarte a Eurus, ¿sí?- Le prometí, y aunque en ese momento no sabía si mi palabra sería suficiente, sentí que no podía dejarla ir con las dudas.

Solo escuché un pequeño sonido de afirmación, como si sus labios murmuraran algo que no llegaba a mis oídos, pero sí a mi alma.

Pasaron varias horas, y de alguna manera, la tarde nos llevó a hablar sobre todo, sobre lo que habíamos vivido, sobre lo que aún nos esperaba. El resto de la noche fue tranquila, pero la calma solo era un reflejo superficial. Todo eso cambió cuando Dylan y Rye entraron para darnos noticias. El enfrentamiento había sido terrible, y aunque muchos se habían recuperado, la noticia que me sorprendió más fue la desaparición de Loon.

-Al menos tendremos algo de tiempo tranquilo sin tener que soportar a Loon- comentó Dylan con cierto sarcasmo, intentando aliviar la atmósfera.

-No lo creo- respondió Taemoon, como si supiera algo que ninguno de nosotros alcanzaba a entender. -Si estando Amber era algo impulsivo, ahora que no hay nadie con él, puede que las cosas se pongan peor.

Mis ojos se fijaron en Taemoon, tratando de entender la seriedad de sus palabras.

-¿No hay nadie que pueda buscarlo?- pregunté, aunque sabía que la respuesta no era simple.

-Un pequeño grupo ya fue en su búsqueda. Solo espero que lo encuentren antes de que cometa una locura- dijo Rye con voz grave, y su expresión no dejaba lugar a dudas sobre la urgencia de la situación.

La conversación continuó hasta que el médico llegó, y luego todos se retiraron. Yo quedé sola, sumida en mis pensamientos, en la calma momentánea que tenía el castillo.

A la mañana siguiente, Taemoon fue la primera en ir a verme, para despedirse antes de partir hacia Eurus. Sabía que su partida era inevitable, pero de alguna manera, esas despedidas se sentían como si no fuéramos realmente una parte separada, sino dos almas que se entendían en silencio. Me prometió que vendría a verme cuando pudiera.

Días pasaron, y cuando finalmente me sentí recuperada regrese a mi territorio, mi mente seguía ocupada con la reconstrucción de Red, las reparaciones del castillo y las cartas que llegaban de las manadas vecinas. Todo parecía estar en su lugar, pero la sombra de lo que había sucedido, de lo que estaba por venir, nunca se disipó.

-¿Segura que puedes con todo eso?- me preguntó Susan, preocupada por mí, mientras veía cómo las cartas se apilaban sobre la mesa.

-De manadas vecinas- le respondí, sin levantar la vista de la carta que tenía en las manos. -Varias quieren intentar un ataque como el que hicimos. Y quien sabe, tal vez busquen el apoyo de Red... No sé si deba aceptar.

-¿Por qué lo crees?- me preguntó Susan, acercándose para tomar una de las cartas y leerla.

-Tuvimos demasiadas pérdidas- le respondí, mi voz temblando por la tensión. -No puedo permitir que mi manada siga sufriendo las consecuencias de ataques... Creo que Loon tuvo la razón al decir que estaba loca por lo que quería intentar.

-Oye, no digas eso- dijo Susan, dejando la carta a un lado. -Eres una gran líder y estos meses han sido realmente tranquilos para todas las manadas que decidieron participar en ese ataque. Lograste algo que muchos otros reyes no habían hecho en años. Si no quieres seguir arriesgando a tu gente, está bien, puedes ayudar de otra forma a esas manadas, sin involucrar a otros.

Justo en ese momento, la puerta se abrió bruscamente y Dylan entró, su rostro grave.

-Loon acaba de llegar a Red- dijo, y sentí cómo todo en mi cuerpo se tensaba al instante.

-Entiendo que no lo quieras aquí- comenzó Susan, su tono preocupado, -pero no es para irrumpir de esa manera, me asustaste.

-Perdón, pero él no viene solo- agregó Dylan, su mirada fija en nosotras. -El hijo del rey de los humanos está con él. Quiere que le sea impuesto un castigo al asesino de su padre.

Las palabras de Dylan se clavaron en mi mente como dagas. ¿Qué implicaciones tendría esto para todos nosotros?

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