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C28: Orgullo y Amor

El aire en el cuartel de los líderes estaba cargado de tensión. Un caos palpable, uno que me revolvía las entrañas, como si las discusiones que llenaban la habitación pudieran atravesarme y desgarrarme por dentro. Podía escuchar los ecos de las voces de los alfas que no se ponían de acuerdo, que no podían hallar una estrategia que satisficiere a todos. Era como si todos en la sala fueran demasiado grandes, demasiado poderosos, demasiado... orgullosos, y ninguno podía ceder.

Cuando Taemoon y su padre entraron, sus miradas parecían perderse entre la multitud de alfas, todos con sus diferentes colores, tamaños y posturas imponentes. Pero la alfa no era tan visible como su presencia, su caminar casi impasible, como si nada en este mundo pudiera afectarla. Excepto... me vio a mí.

Sus ojos se encontraron con los míos, y aunque su rostro estaba impasible, como siempre, había algo en su mirada, algo tan fugaz que casi me hizo olvidar lo que me rodeaba. Me levanté de donde estaba, cerca de Rye, quien no podía evitar lucir molesto por la situación.

Taemoon cruzó la habitación con pasos decididos, y sin pensarlo, tomó mi mano con una firmeza que me sonrojó, algo tan simple que me hizo sentir segura de inmediato.

-¿Cuánto tiempo llevan discutiendo? -preguntó, su voz baja, pero con una ligera preocupación que me hizo sonreír, aunque tratara de ocultarlo.

Rye, con su mirada fija en el mapa, respondió antes de que pudiera decir algo:

-No sabemos, cuando llegamos ya estaban así. Solo es cuestión de esperar a que todo esto pase y podremos retomar la conversación.

A pesar de sus palabras tranquilizadoras, algo en su tono no sonaba seguro. El ambiente estaba demasiado cargado, demasiado tenso. Mi preocupación crecía y, sin quererlo, Taemoon la percibió.

-¿No estarías dándoles más tiempo a los humanos de acercarse al territorio? -pregunté con algo de incomodidad en mi voz. No me gustaba la idea de que todo se estuviera demorando tanto, mientras los humanos seguían siendo una amenaza.

Rye asintió sin mucho entusiasmo, pero algo me decía que no podíamos quedarnos de brazos cruzados.

-Ya me cansé de escuchar su discusión -murmuré, y sin pensarlo dos veces, me separé del agarre de Taemoon. El sonido de mis pasos resonó por la sala, y el choque de las espadas al ser empujadas contra el suelo llamó la atención de todos los presentes. Todos los alfas se giraron hacia mí, sorprendidos por la ruptura del silencio.

Un alfa más cercano a mí, uno con un tono arrogante, habló con dureza:

-¡¿Qué es lo que le ocurre?! -gritó, su voz cargada de enojo.

Sin que me importara demasiado su tono, caminé hacia el mapa que yacía sobre la mesa, decidido a no permitir que nadie me dijera qué podía o no hacer.

-¿A dónde crees que vas? Aquí no puede estar ningún omega -dijo otro alfa, tratando de imponerse.

Lo ignoré, sin detenerme. El deseo de hacer algo, de cambiar algo en este caos, era más fuerte que cualquier intento de control. Fue entonces cuando el alfa que había hablado anteriormente, con una mirada de pura autoridad, me ordenó:

-Aléjate de ese mapa.

Su tono dominante me hizo detenerme por un momento, mi cuerpo vaciló y mi respiración se tensó. Sabía lo que se esperaba de mí, lo que todos pensaban que debía hacer: bajar la cabeza, ser sumisa. Pero algo dentro de mí se rebeló. No podía ceder ante ellos, no después de todo lo que había pasado, no después de todo lo que había aprendido.

Entonces, una voz firme y protectora se levantó entre la multitud:

-No vuelva a hablarle así a mi hermana -dijo Rye, acercándose con determinación.

Mi hermano, tan dispuesto a defenderme, me hizo sentir más agradecida de lo que jamás podría expresar. Su intervención hizo que todos los ojos se centraran en él. Los alfas, sin embargo, no parecían impresionados por su furia. En cambio, uno de ellos dejó escapar una risa burlona.

-Así que ustedes son los Wless, los últimos de su familia... -comentó, su tono cargado de desdén-. Es una desgracia lo que le ocurrió a su manada, estando tan cerca de convertirse en una de las más grandes.

Las palabras del alfa me golpearon con fuerza, y aunque traté de mantener mi postura, mi corazón se contrajo al escuchar la humillación que dirigía hacia nosotros. Mi rostro, inevitablemente, se cayó un poco, y pude ver cómo la respiración de Rye se aceleraba, cómo su cuerpo se tensaba.

Fue entonces cuando el alfa, sin piedad, siguió hablando:

-Aunque era algo que todos veíamos venir, su padre era un incompetente, al igual que su esposa.

Eso fue suficiente para que Rye, con una furia que ya no podía contener, le propinara un golpe en el rostro. El sonido del impacto resonó en la sala, y varios de los alfas intentaron intervenir, pero se detuvieron al ver el brillo en los ojos de Rye, una luz peligrosa que nadie osaría desafiar.

-¡Rye! -grité, alzando la voz en un intento por detenerlo. El ambiente, ya de por sí volátil, se volvió aún más tenso. Taemoon, al ver lo que sucedía, comenzó a acercarse a mí, pero el mismo alfa que había provocado todo no se quedó callado.

-¿Qué, te va a defender ahora? -dijo el alfa, desafiante.

Rye, visiblemente fuera de sí, parecía estar a punto de lanzarse nuevamente, pero me adelanté, colocándome entre él y los demás alfas.

-¡Basta! -grité, mirando con firmeza a los presentes. No estaba dispuesta a seguir siendo testigo de este espectáculo.

Pero en ese momento, fui yo quien desvió la atención, al darme cuenta de que ya no podía quedarme ahí, observando cómo todo se desmoronaba. Me dirigí al mapa con determinación. Al principio, todos me miraron, confundidos por mi actitud, pero cuando tomé una de las pequeñas figuras de madera y la lancé hacia los líderes, no pudo evitarse que todo el lugar se quedara en silencio. El rey de Mondo, sorprendido, fue quien la recibió, y cuando el ruido cesó, mi voz sonó más firme que nunca.

-Hay que irnos -le dije a Rye, quien se encontraba a mi lado. Y sin más, nos alejamos, dejando atrás a todos los líderes, confundidos, preguntándose qué había sucedido.

Taemoon, con la calma que siempre la caracterizaba, se acercó a la mesa donde el mapa seguía extendido. Los líderes comenzaron a reunirse alrededor, pero mis pensamientos ya no estaban allí. Ya no quería estar en ese lugar lleno de palabras vacías, de egos y discusiones interminables.

Poco después, Taemoon salió en nuestra búsqueda. Me encontro a un lado de la entrada de una cabaña, junto a Rye. Ambos conversando en voz baja, una conversación que era seria. Cuando Taemoon me vio, se acercó con paso firme. Al sentarse a mi lado, sin decir una palabra, entrelazó nuestras manos, como si fuera algo tan natural, tan normal entre nosotras. Y lo fue.

-¿Qué ocurrió allí? -preguntó, su voz suave, pero cargada de una curiosidad que ya comenzaba a ser un consuelo para mí.

Suspiré, mi mente rebosando de pensamientos y emociones no procesadas.

-Es otra de las desventajas que tememos como Wless -comencé, acomodando unos cabellos que caían desordenados sobre mi rostro-. Todos los lobos de nuestra familia son iguales... No importa si eres omega, beta o alfa. El orgullo corre en nuestras venas, y cuando alguien intenta dañarnos, el lobo toma el control.

Taemoon escuchó en silencio, tensándose ligeramente al recordar un evento del pasado.

-¿El ataque que... tu hermano realizó? -preguntó, con cierto temor en su voz. Todos en la manada pensaban lo mismo, que Rye solo quería más poder.

-Todo es una farsa, Taemoon -respondí, mirando al suelo por un momento, antes de levantar la vista nuevamente-. Nada de lo que cuentan es verdad. Él solo estaba protegiendo a su familia.

Taemoon no dijo nada durante un largo rato. Su mirada fija en mí mostraba comprensión, pero algo en su rostro mostraba una tristeza que no entendí del todo.

-¿Su familia? -preguntó, finalmente, como si le interesara saber más sobre lo que había sucedido.

-Él también tiene su propia familia -respondí, con una ligera sonrisa-. Su omega y su hija.

Taemoon, sin palabras, permaneció en silencio. Entonces, como si de manera instintiva, la tomé de la mano, y la acerqué a mí. No necesitábamos decir nada más. La conexión que compartíamos, esa confianza silenciosa que comenzaba a florecer entre nosotras, lo decía todo.

-Sea lo que sea que te hayan dicho esta mañana, no le hagas caso -le susurré, mi voz cálida, reconfortante.

Nos quedamos así, en silencio, disfrutando de la quietud que nos rodeaba. Ningún caos externo, ninguna palabra hiriente, podía interrumpir lo que estábamos construyendo.

De repente, unos pasos se acercaron rápidamente hacia nosotras. Me separé de Taemoon al instante. Rye y Dylan llegaron corriendo, y sus palabras trajeron consigo una alarma que no podía ignorar.

-Solo la gente de Yam se encuentra aquí -dijo Dylan, con tono urgente-. Ninguna otra manada está aquí, pero los líderes aún no terminan su reunión.

Rye, respirando con dificultad, añadió:

-Revisamos las áreas cercanas al territorio, pero no los encontrábamos.

Fue entonces cuando todo comenzó a tomar sentido para mí.

-¿Creen que hayan ido al campamento de los humanos? -pregunté, mi mente trabajando rápidamente.

Y mi respuesta llegó tan segura como un golpe en la mesa:

-Están allí.

Rye y Dylan me miraron, sorprendidos.

-¿Cómo estás tan segura? -preguntó mi hermano, desconcertado.

-Loon -respondí con una certeza que me sorprendió incluso a mí misma.

Y entonces supe que lo que venía no sería fácil.

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