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C27: Corazones Encontrados

La luz del amanecer se coló tímidamente por las rendijas de la ventana, tiñendo la habitación con suaves matices de oro y rosa. Los primeros rayos del sol encontraron su camino hasta la cama donde estábamos, y aunque no había ruido alguno, el mundo a mi alrededor parecía despertar de forma sutil. La sensación de calidez que se extendía por mi cuerpo era reconfortante, pero el peso que sentía en mi cintura me hizo darme cuenta de algo: Taemoon seguía a mi lado, abrazándome como si no quisiera soltarme.

Al principio, mi mente estaba un tanto nublada, pero poco a poco fui tomando conciencia de mi entorno. El aroma de Taemoon me envolvía, ese olor tan familiar, tan reconfortante, que casi me hizo olvidar todo lo que pasaba alrededor. Me quedé allí, inmóvil, disfrutando del momento. No había nada que temer, ni a lo que huir. Estábamos juntas.

Intenté moverme lentamente, temerosa de despertarla, pero en cuanto lo hice, sentí que el agarre de la alfa sobre mi cintura se apretaba un poco más, como si ella, aún en su sueño, intentara mantenerme cerca. Mi rostro se sonrojó al darme cuenta de que había reaccionado de esa manera, y, por un instante, me sentí incapaz de moverme.

La suavidad de su abrazo me hizo querer quedarme allí todo el día, olvidando los problemas, las preocupaciones. Pero había algo más que debía hacer. El ataque a los humanos se llevaría a cabo hoy, y teníamos que prepararnos. Sentí un leve tirón en mi pecho, como si todo el dolor que había estado guardando durante días, semanas, quisiera salir a flote. Pero lo ignoré por un momento. Hoy, no quería pensar en eso.

-Tae... -susurré con suavidad, pero la respuesta fue un pequeño gruñido bajo, casi inaudible.

Sonreí levemente al verla dormir tan tranquila, tan ajena a todo lo que pasaría. De alguna manera, eso me hizo sentir más segura. Taemoon nunca había sido la más expresiva, pero en esos momentos... me permitía ver un lado de ella que era diferente, uno que me dejaba pensar que, tal vez, había algo más entre nosotras que simples palabras.

-Lobito, es hora de levantarse -dije con una sonrisa traviesa, esperanzada de que quizás la hiciera despertar un poco.

-Cinco minutos más... -respondió, aún con los ojos cerrados.

Reí suavemente, pero no me rendí. Intenté moverme de nuevo, buscando la forma de zafarme sin despertar a la alfa, pero el agarre de Taemoon no cedió. No solo me mantenía cerca, sino que incluso me acercó más a ella, como si de alguna manera quisiera que permaneciera a su lado.

-Quédate conmigo, cachorra... -dijo, su voz cargada de sueño y algo que me hizo latir el corazón más rápido.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido de la puerta de la cabaña abriéndose bruscamente. Me giré rápidamente, asustada, y comprobé que era Rye, mi hermano. Él se apoyaba en el umbral de la puerta, con los brazos cruzados y una sonrisa divertida en su rostro. Era evidente que sabía que algo estaba pasando entre Taemoon y yo, pero no podía evitar sonreír al vernos así.

-Loon te necesita, lleva rato buscándote por todos lados -dijo Rye, su tono serio, pero con un destello de diversión.

Yo solo asentí, sintiéndome algo avergonzada. Aunque no podía negar que me gustaba estar cerca de Taemoon, sabía que teníamos que prepararnos para lo que venía. Me levanté de la cama y me dirigí hacia la puerta, pero Rye detuvo mi paso.

-Creo que será mejor que te cambies por algo más cómodo. Dylan me dijo que en la cabaña en la que ibas a estar hay unos hanfus que puedes usar.

Asentí y, sin decir más, me fui de la cabaña a la otra donde se encontraba Dylan fuera esperándome, con un además de indico que entrara y allá pude escoger el cambio de ropa que necesitaba. No pude evitar mirarme brevemente en un espejo antes de salir. El vestido sencillo que llevaba puesto me parecía adecuado para el momento, aunque no era lo que normalmente elegiría. No había bordados ni pedrería, solo una tela negra que caía con gracia. Me hacía sentir ligera, como si la tela fluida me permitiera moverme con libertad, lo cual era crucial en un día como hoy.

Mientras caminaba por el bosque, me encontré pensando en todo lo que estaba por suceder. No era solo el ataque a los humanos lo que me preocupaba; había algo más profundo que comenzaba a nublar mis pensamientos. Mi vínculo con Taemoon había crecido de una manera que no había anticipado. No había esperado que las cosas entre nosotras fueran tan intensas, tan naturales. Pero aquí estábamos, enfrentando el futuro, y yo no podía negar lo que sentía.

Al regresar a la cabaña, encontré a Rye esperando y Taemoon alejándose, su rostro mostraba algo que no había visto antes: una ligera preocupación. .

-¿Se puede saber qué tanto le decías a Taemoon?

Noté que mi tono era más serio, algo en su mirada parecía incómodo, pero decido no responder con dureza. Mi hermano siempre había sido protector, a su manera.

-Nada malo, hermanita -respondo con calma, intentando disimular. Pero la tensión que había en el aire era clara, no era tonta. Sabía lo que estaba pasando, aunque no conociera todos los detalles.

Él observó mi rostro con detenimiento antes de hablar de nuevo.

-¿Y encontraste a Loon? -me preguntó, cambiando el tema, probablemente para evitar hablar más sobre el asunto.

Asentí con la cabeza mientras comenzaba a buscar mi tiara, esa que siempre llevaba conmigo. La encontré finalmente, y al verla, recordé la última vez que la había sostenido, justo antes de desmayarme. La sensación de perder el control de mi cuerpo me aterraba, pero al mismo tiempo, algo dentro de mí me decía que debía seguir adelante.

-¿Y dónde está ahora? -me preguntó Rye, volviendo a dirigirse a mí mientras yo me perdía en mis pensamientos.

-Lo más seguro es que esté maldiciendo en algún lugar del bosque -respondí con un suspiro, sabiendo que la discusión entre Loon y los demás alfas aún no había terminado.

Rye me miró en silencio mientras caminábamos hacia la salida de la cabaña.

-¿Maldiciendo? -preguntó, con una sonrisa de incredulidad.

-Un beta que mandaron a hacer vigilancia cerca de la zona de los humanos acaba de regresar. Dijo que el plan de Loon era una locura y que sería completamente imposible que funcionara -dije, con cierto sarcasmo. -Como su plan no se va a realizar, se molestó y se fue al bosque a hacer quién sabe qué.

Rye dejó escapar una pequeña risa, pero pronto su rostro se tornó serio nuevamente.

-Me imagino que tendrán que idear otra estrategia de ataque -dijo, mirando hacia el horizonte.

Asentí, pero mi mente estaba en otro lugar. No podía dejar de pensar en lo que venía. En lo que todo esto significaba para mí y para Taemoon. Podía sentir que algo grande se estaba gestando, algo que cambiaría nuestras vidas para siempre.

Rye me miró de nuevo, esta vez con una sonrisa algo triste en su rostro.

-Para eso te estoy llevando conmigo. Necesito tu ayuda en esto -dijo, su tono serio, pero con un destello de cariño que no podía negar.

Lo miré con una sonrisa tímida mientras le entregaba la tiara que había estado sosteniendo.

-Pues es tiempo de cambiar eso -respondí, mi voz más firme de lo que me sentía. Pero había algo en mi interior que me impulsaba a seguir adelante, a luchar por lo que quería, sin importar lo que pudiera pasar.

Rye y yo nos adentramos más en el bosque, sabiendo que lo que nos esperaba no sería fácil, pero con una determinación que nos unía. Y en mi mente, la imagen de Taemoon seguía presente, como un faro en medio de la oscuridad.

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