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C24: Luciérnagas

El aire nocturno era fresco, y a pesar de la tensión acumulada durante el día, algo en el ambiente me hacía sentir un leve alivio. Tal vez era la tranquilidad del claro o el simple hecho de estar alejada de la pesadilla de Mondo. La luna llena, brillante como nunca, iluminaba el camino por el que me encontraba caminando. Mi mente aún seguía atrapada en la discusión con Loon, sus palabras resonaban en mi cabeza, llenas de dudas y de reproches.

Pero, al estar aquí, en este lugar tranquilo, el peso parecía aligerarse. Fue entonces cuando un aroma familiar me alcanzó, un susurro en el viento que me hizo girar hacia la figura que se acercaba. Min Taemoon. La alfa con la que había cruzado caminos tantas veces en Eurus. Esta vez, no tenía una misión ni una causa que la impulsara, parecía ser solo ella, frente a mí.

Ambas nos quedamos allí, en silencio. Yo intentaba mantener una postura relajada, pero algo en la atmósfera me hacía sentir vulnerable. A pesar de su frialdad habitual, la presencia de Taemoon no resultaba incómoda. Era como si, por alguna razón, su presencia me invitara a soltar las defensas que había estado sosteniendo tanto tiempo.

Ella fue la primera en romper el silencio. Se acercó un poco más, y en un intento de no parecer tan abatida, intenté sonreír. Sin embargo, el gesto salió más como una mueca que una sonrisa genuina.

-No tienes que forzarte a sonreír -dijo, de una manera que me sorprendió. Sus ojos me miraron con una suavidad que rara vez había visto en ella. -Creo saber qué ocurrió.

A pesar de que su tono era tranquilo, una pequeña chispa de curiosidad se encendió en mí.

-¿Y qué... crees que ocurrió? -pregunté, mi voz algo vacilante.

Taemoon levantó los hombros, restando importancia a mis palabras, y me miró con esa calma que solo ella sabía mantener.

-Discutiste con tu alfa, es una de mis razones -respondió con una ligera sonrisa.

-¿Mi alfa? -dije, confundida.

-El chico que te acompañaba en el bosque.

Al escuchar eso, no pude evitar soltar una risa nerviosa, lo que pareció desconcertar un poco a Taemoon.

-¿De qué te ríes? -preguntó, claramente sorprendida.

-Nosotros dos no somos nada -respondí, con sinceridad. Su mirada pasó de la confusión a una ligera sorpresa, pero no dijo nada más sobre el tema.

Sin embargo, Taemoon no dejó de caminar hacia el interior del claro, y me quedé allí, de pie, observándola. Pensé que tal vez seguiría adelante sin prestarme mucha atención, pero, al notar que no avanzaba, me acerqué a ella.

Un suave viento movió algunas hojas alrededor, y la luz de la luna, ahora más brillante que nunca, se reflejaba en el rostro de Taemoon. Esa luminosidad me permitió observar con más detalle el leve cambio en sus facciones. Algo sobre ella me resultaba... tranquilizador.

-Así que la discusión fue con Loon -comentó Taemoon, como si ya supiera la respuesta, sin mostrar sorpresa alguna.

-Eso es... -respondí, sin saber qué más decir. No estaba segura de por qué me sentía tan cómoda compartiendo eso con ella.

-Muchas manadas saben de la mala relación de ustedes dos -dijo, con un tono que, aunque calmado, dejó entrever cierto conocimiento de las tensiones internas en Red.

-Era de esperarse, conociendo a los Blake. Seguro se encargaron de hablar mal de mí a mis espaldas -respondí, un poco más tranquila, aunque la amargura aún estaba presente en mi voz.

Tras unos segundos de silencio, me dejé caer sobre el césped del claro. Mis pensamientos volvían a la pelea con Loon, a lo que me había dicho... Y a lo que yo sentía. La presión de ser la líder de Red, las expectativas que todos tenían sobre mí... Y la sensación de estar completamente sola en todo eso.

-Y... tenían razón de todo -dije, mi voz quebrándose de nuevo. -No pude salvar a mi padre, y ahora quieren que yo gobierne toda una manada... Yo... no creo que pueda hacerlo.

Mis palabras se ahogaron en el aire. Las lágrimas volvieron a brotar, como una marea que no pude controlar. Me sentía impotente, perdida, y por un momento no supe si las lágrimas eran por la discusión o por el peso de mis responsabilidades.

-Perdón... no era mi intención que me vieras así -susurré, avergonzada.

Lo que no esperaba era la reacción de Taemoon. En lugar de alejarse o esperar a que me calmara, se acercó con calma y, con un gesto tan suave como inesperado, levantó sus manos y acarició mis mejillas, limpiando las lágrimas que seguían cayendo. Aquella acción me sorprendió, pero también me calmó de una manera que no supe describir.

-No tienes por qué disculparte -dijo, con voz suave. -Has pasado por mucho en tan poco tiempo.

Sus palabras, sencillas pero cargadas de comprensión, fueron un bálsamo para mi alma. Sentí que todo lo que había estado cargando en mi interior no era invisible para ella. Como si de alguna manera, Taemoon me entendiera sin necesidad de hablar de todo en detalle.

-¿Cómo...? -comencé, pero me detuve, sin saber cómo continuar. -Olvídalo.

Bajé la mirada, apartándome un poco del contacto. A pesar de lo que había dicho, me sentía vulnerable, expuesta. No estaba acostumbrada a mostrar mis debilidades.

-Estoy acostumbrada -dije, finalmente, después de una pausa. -Desde muy temprana edad empecé a perder a mi familia... Mi madre, mi hermano, y ahora mi padre... Soy la única Wless que queda en la familia.

El aire se volvió pesado, y el silencio que siguió fue tranquilo pero profundo. Taemoon se quedó quieta, como si estuviera procesando mis palabras. Luego, con un suspiro, comentó:

-Lo lamento. Tu vida no parece haber sido fácil.

-Es verdad... -dije, con una sonrisa pequeña, casi triste. -Pero no todo ha sido malo.

Miré hacia las estrellas, sintiendo que, a pesar de todo, algo en mi vida merecía ser agradecido. La sonrisa que se formó en mis labios, aunque triste, tenía algo de gratitud.

-Eres una omega muy especial -dijo Taemoon, como si sorprendida por lo que había dicho. -Quiero decir... Olvídalo. Creo que sabes a qué me refiero.

Mi rostro se sonrojó por completo, pero no pude evitar sonreír ante su comentario.

-Eres distinta a los demás -continuó, mirando hacia el cielo. -A pesar de todo, sigues de pie y luchando por los tuyos.

Mi mente volvió a mi madre, mi padre, mis abuelas. Todo lo que me habían enseñado, lo que me habían inculcado. Mi forma de ser, mi fortaleza... Todo tenía un propósito.

-Mi madre solía decir que, a pesar de todo, fuera feliz. Mi padre me enseñó a cuidar a los míos, y mis abuelas me educaron para no mostrarme débil ante nadie. Creo que lo que soy ahora se los debo a ellos.

De repente, una pequeña luz brilló cerca de mí. Miré, sorprendida, y vi que una luciérnaga había aterrizado en la manga de mi hanfu. Extendí mi brazo, y al hacerlo, la luciérnaga volvió a volar. Un impulso de alegría invadió mi pecho, y una risa ligera escapó de mis labios.

Taemoon, observando, agachó su cuerpo, y con un suave movimiento de su brazo, provocó que varias luciérnagas volaran alrededor de nosotras. El claro se iluminó con pequeñas luces titilantes, mientras el canto de los grillos acompañaba el mágico espectáculo.

Al ver el espléndido paisaje de luces flotantes en la oscuridad, me sentí, por primera vez en mucho tiempo, en paz.

Cuando las luciérnagas comenzaron a dispersarse, miré a Taemoon. Un agradecimiento sincero llenaba mi corazón.

-Gracias... -dije, sin poder evitarlo.

Taemoon se levantó lentamente y comenzó a caminar.

-¿A dónde vas? -le pregunté, extrañada.

-Solo quiero alejarme del desastre que es Mondo ahora -respondió con calma, como si esas palabras fueran un refugio para ella también.

Al escuchar sus pasos alejarse, se sorprendió cuando la tomé de la mano y la guié hacia el bosque. Quería escapar de todo también, no solo por mí, sino por ella. Quería mostrarle un lugar distinto, donde la paz reinaba.

-¿A dónde vamos? -preguntó, algo sorprendida.

-¿Alguna vez has visitado el río King? -pregunté, sonriendo un poco.

Ella negó con la cabeza.

-Pues hoy lo conocerás.

Ambas caminamos en silencio, las manos entrelazadas, el sonido del agua fluyendo acercándose a nosotros. El bosque parecía abrirse ante nosotras, como si la naturaleza misma nos guiara hacia ese lugar especial. No fue hasta que llegamos al río que nos dimos cuenta de lo cerca que estábamos, pero en ese momento, las palabras ya no eran necesarias. Solo existía el sonido del agua, el crujir de las hojas bajo nuestros pies, y la calma que tanto necesitábamos.

Me senté en el césped, junto al río, y Taemoon me siguió. Ambas mirábamos las estrellas, y aunque el mundo seguía girando a su alrededor, aquí, en este momento, todo parecía estar bien.

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