C23: Bajo las Estrellas
La llegada a Mondo fue exactamente como lo había anticipado, y sin embargo, no pude evitar sentir una presión creciente en mi pecho al ver la reacción de los demás. Las manadas, visiblemente tensas, se pusieron a la defensiva en cuanto nos vieron llegar. Los miembros de Red, al ver que yo iba acompañada de Rye, se acercaron para intentar separarnos, pero tan pronto como vieron la situación, retrocedieron hacia el campamento de Loon, buscando respuestas.
El encuentro con Loon fue tan tenso como esperaba.
-¡Amber! Aléjate de él -dijo, tomándome del brazo con una fuerza que me hizo sentir incómoda. Me solté de inmediato, sintiendo cómo mi cuerpo se tensaba ante la actitud del alfa.
-¿Qué crees que estás haciendo? -continuó, su tono más brusco de lo que había experimentado en años.
Lo miré de reojo antes de responder, volviendo la vista hacia Rye, quien asintió y empezó a alejarse con las personas de Yam. Sentí un nudo en el estómago mientras los veía retirarse. No era sencillo tomar decisiones como esa. Verlos irse solo aumentaba la presión que ya sentía sobre mis hombros. Cuando ya estábamos fuera del alcance de los demás, me volví hacia Loon.
-¿Y mi tío? -pregunté, buscando respuestas sobre el paradero de quien, por un tiempo, fue como una figura paterna para mí.
-Está en Etéreo. Todos están preocupados por ti. ¡¿En qué pensabas al desaparecer de la nada?! -su voz llevaba un toque de frustración que me hizo dar un paso atrás. No lo había visto tan alterado en años.
-¿Quieres tranquilizarte? Estoy bien, no me ocurrió nada -intenté calmarlo, pero él no parecía dispuesto a escuchar. Me tomó del brazo nuevamente y me condujo a una de las cabañas, al margen del campo de entrenamiento.
Las cabañas en Mondo no eran tan imponentes como las de cerca del castillo, y eso me hizo preguntarme si habían sido construidas recientemente. Eran simples estructuras de madera, adecuadas solo para descansar, pero nada lujosas.
Entramos en una de las cabañas y, tan pronto como cerró la puerta tras de sí, sentí que la tensión aumentaba. Podía ver el enojo en sus ojos. Él estaba molesto, y no era para menos. Lo sabía, pero no entendía por qué sentía la necesidad de gritarme. La presión sobre mi pecho era casi insoportable.
-¿Por qué trajiste a Rye aquí? Sabes que es un peligro para Red -dijo, sin mirarme directamente.
-Él no es un peligro -respondí con firmeza, pero mi intento de defenderlo solo pareció enfurecerlo más.
-¡Quiso asesinar a tu padre! ¡¿Crees que no querrá hacer lo mismo contigo?! -la rabia en su voz me hizo darme cuenta de lo lejos que había llegado. Lo miré a los ojos, sin apartar la vista, y sentí cómo mi lobo respondía a la agresividad de sus palabras.
-¡Ya basta, Loon! -le grité, de la nada. Nunca antes había levantado la voz así, pero estaba harta. Harta de ser siempre la misma persona que trataba de calmar a todos, de ser la que se sometía a las expectativas de los demás. Si mi hermano quería ayudarme, me iba a ayudar. Si no, también podría manejarlo sola.
-¿Cómo puedes estar tan segura de eso? -se cruzó de brazos, dándome una mirada escéptica.
-Confío en él -respondí sin vacilar, aunque el nudo en mi garganta casi me traicionó.
-Yo también confiaba en tu otro tío, y mira cómo resultó ser... un traidor. No me sorprende que en el futuro tu hermano termine igual. Oh, espera, ya lo es.
Sus palabras fueron un golpe directo al corazón. Me dolía escuchar esas cosas de él, pero no me sorprendía. Los Blake siempre habían sido así, su creencia de que ellos eran los únicos capaces de gobernar siempre estuvo presente. Sin embargo, yo no iba a permitir que me hablara así de él.
-Escucha, yo puedo soportar todo lo que dices acerca de mí, pero no quiero que hables así de mi hermano -le respondí, mi voz firme y segura, aunque por dentro sentía una tormenta.
-Tienes un corazón demasiado noble. No puedes ser una buena líder con ese carácter. Red padecerá con tu reinado -su tono de indiferencia era como una daga clavándose lentamente en mi pecho. Pero la ira también me ayudaba a mantenerme firme.
Reí amargamente ante su comentario. Ya no podía soportarlo más. Le entregué la espada que había estado cargando durante el viaje, el símbolo de todo lo que intentaba proteger.
-Bien, si tan mala reina soy, mejor gobierna tú Red -dije, mientras me dirigía a la puerta para salir de la cabaña. Antes de abrirla, me volví hacia él. -Si Red cae, tú caerás con él.
Azoté la puerta al salir, no importándome las miradas de quienes me observaban. Mi corazón latía con fuerza, y las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas, sin que pudiera detenerlas. No era solo la discusión con Loon, sino todo lo que venía arrastrando. El miedo, la incertidumbre, la sensación de no estar a la altura de lo que se esperaba de mí.
Caminé sin rumbo, adentrándome en el bosque, buscando un lugar donde nadie pudiera molestarme. Quería estar sola, en paz, aunque fuera por un momento. Quería escapar de todo.
Llegué a un claro en el bosque, donde la ausencia de árboles me permitió ver el cielo estrellado. Me senté en el pasto, observando cómo las estrellas brillaban con intensidad, como si quisieran decirme algo, darme algo de consuelo. Pero no pude evitar que las lágrimas siguieran cayendo. Cerré los ojos, tratando de calmar mi alma.
De repente, algo cambió en el aire. Un aroma familiar llegó a mí, un aroma que no podía ignorar. Sándalo, un aroma que parecía llamarme, acercándose poco a poco. Me levanté, confundida, sin saber qué hacer.
Cuando la vi, me quedé paralizada.
-¿P-princesa Min? -dije, con un hilo de voz, mi corazón latiendo con fuerza.
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