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C19: Cenizas del Fuego

La luna estaba en su máximo esplendor, brillando como nunca antes. Todo parecía estar en calma, pero esa calma se vio interrumpida por las llamas. El fuego se expandía sin control, devorando todo a su paso en el territorio de Red. Los gritos de los aldeanos se mezclaban con el crujir de las maderas ardiendo, y el caos inundaba el aire. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo, pero el miedo se apoderaba de mí con cada segundo que pasaba.

Me encontraba escondida, oculta debajo de una cama, temblando. Solo podía escuchar el ruido de la batalla afuera, los gritos, los ecos de las espadas chocando y el sonido de los que caían. Pero el sonido que más me aterraba era el que provenía del castillo, la guerra estaba dentro de mi hogar. Mi padre, el rey, estaba luchando. No entendía por qué, solo sentía que algo muy terrible estaba ocurriendo.

De repente, escuché mi nombre.

-¡Amber!- La voz de mi nana me hizo salir de mi escondite. No podía quedarme allí. Corrí hacia ella, me aferré a su abrazo, y con un sollozo la miré.

-Tengo miedo... quiero irme-, le dije entre sollozos. Ella me acarició el cabello, me prometió que nos iríamos, que me mantendría a salvo. Esa promesa fue todo lo que necesité en ese momento para sentir que, por un segundo, todo estaría bien.

Juntas, salimos con cautela de la habitación. Mi corazón latía con fuerza, y mis pies apenas tocaban el suelo mientras corríamos a través del castillo, entre los pasillos llenos de caos. Estaba aterrada, no sabía a dónde íbamos ni qué ocurriría, pero en ese momento solo quería estar lejos de todo ese horror.

Y entonces, al doblar una esquina, lo vi. Mi padre. Luchando contra alguien. Y a mi hermano... Rye. Lo vi a lo lejos, enfrentándose a mi padre, y algo en mi interior se rompió al instante. No podía creer lo que estaba viendo. ¿Por qué él? ¿Por qué mi hermano estaba luchando contra mi padre?

-¡Papa, no!- Grité con todas mis fuerzas, intentando llamar su atención. Mi voz resonó en el aire, y mi padre me vio, distrayéndose por un segundo. Pero Rye aprovechó ese momento y lo golpeó. Mi padre cayó al suelo. Intenté correr hacia él, pero entonces nana me detuvo.

-¡Elizabeth, llévate a la niña de aquí!- Mi padre gritó con desesperación. Mis ojos se llenaron de lágrimas. No entendía lo que estaba sucediendo. Mi nana me tomó de la mano y me empujó hacia afuera, hacia la puerta trasera del castillo.

-Nos iremos, Amber, no te preocupes-, me dijo, y aunque intentaba tranquilizarme, mi mente estaba en otro lugar, mi corazón seguía luchando contra la desesperación.

Pero algo dentro de mí no podía irse sin él. Miré una vez más, vi cómo Rye se alejaba. No podía dejarlo ir. No podía dejar que se fuera solo, no sin mí. Me solté de la mano de mi nana y corrí tras él.

-¡No te vayas, no me dejes sola!- Grité, corriendo sin pensar, sin saber dónde iba. Mi hermano estaba tan cerca, pero tan lejos. Abracé a Rye, aferrándome a él con todas mis fuerzas. -Quédate conmigo, por favor, Rye, quédate conmigo-, le supliqué entre sollozos. Pero él me miró con sus ojos llenos de tristeza, y su voz tembló cuando dijo, "Perdón... no puedo hacerlo".

No lo entendí. No podía entenderlo. Y aunque lo abrazaba con todas mis fuerzas, él me apartó. No quería que me fuera. Pero él comenzó a alejarse, se adentró en el bosque, y yo, incapaz de detenerlo, lo vi alejarse, paso a paso.

Mi mente estaba nublada por las lágrimas, pero el dolor era tan grande que mi cuerpo no podía quedarse quieto. Corrí tras él, sin pensar, sin saber adónde iba, solo quería encontrarlo, solo quería que todo volviera a ser como antes. Pero el bosque me tragó, y el pánico me envolvía. No sabía cuánto tiempo pasó, solo sabía que ya no estaba en el castillo, que estaba perdida.

El miedo se convirtió en desesperación. ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba él? Mi vista se tornó oscura, y cuando desperté, ya no estaba en el bosque. Estaba de nuevo en el castillo, en brazos de mi nana. Estaba a salvo, pero algo dentro de mí se rompió por completo.

-¿Y mi hermano?- le pregunté, mi voz temblorosa y rota. Ella me miró con tristeza y me respondió, "Él se fue... No volverá".

Esas palabras se clavaron en mi pecho. El dolor era insoportable. ¿Por qué lo dejé ir? ¿Por qué no lo detuve? Nunca pensé que perdería a mi hermano de esa manera. Nunca pensé que el día llegaría en que no volvería a verlo.

Mi mano tembló ligeramente después de golpear su rostro. La bofetada resonó en el aire de la noche, y por un segundo, todo se detuvo. Solo el sonido de mi respiración agitada llenaba el espacio entre nosotros. Ni siquiera era consciente de lo fuerte que la había dado, pero no podía evitarlo. Cada fibra de mi ser, cada pensamiento, se desbordaba de una rabia contenida durante años. ¿Cómo podía estar ahí frente a mí, tan tranquilo, con esa mirada tan... vacía?

Mis ojos, llenos de lágrimas, no podían dejar de mirarlo, buscando respuestas que no sabía si estaba preparada para escuchar. Mi hermano, mi sangre, mi familia... Y aún así, parecía tan distante, como si esa distancia fuera algo insuperable.

-No sé si lo entiendes... -mi voz salió quebrada, como si algo dentro de mí se estuviera desmoronando-. Pero me dejaste... me dejaste sola, Rye. Yo era solo una niña. ¡¿Por qué lo hiciste?!

Lo vi cerrar los ojos por un momento, como si mis palabras lo hubieran golpeado con la misma fuerza con la que yo lo había hecho. Mi corazón latía en mi pecho con fuerza, y cada palabra que salía de su boca parecía abrir más y más la herida que había guardado tanto tiempo.

-¿Qué querías que hiciera? -su voz sonaba cansada, como si cada palabra estuviera cargada de un dolor que yo no podía comprender-. No podía quedarme... Sabías lo que estaba pasando, Amber. Sabías lo que haría mi padre... lo que ya había comenzado.

No lo entendía. ¿Cómo podía decir eso? ¿Cómo podía justificar todo lo que había hecho? Mi mente daba vueltas, pero mis emociones eran un torbellino descontrolado. No quería comprenderlo, no quería darle sentido a sus palabras. Lo único que quería era que me mirara con los mismos ojos de antes, con los ojos de un hermano que se quedaba, que me cuidaba. Pero ya no era así. Ya nada era lo mismo.

-¡Eso no es una excusa, Rye! -grité, sintiendo cómo la angustia me apretaba el pecho, ahogándome-. ¡Podrías haberme dejado, podrías haberme dicho algo, pero no... no me dejaste ni siquiera una despedida! No sé ni por qué estás aquí ahora.

Vi cómo su rostro se transformaba, cómo sus ojos se llenaban de lágrimas, pero mi rabia no se calmaba. Era como si todo lo que había estado acumulando durante años finalmente saliera a la luz, y aunque no quería ser cruel, no podía evitarlo. Sentía que me estaba ahogando en mi propio dolor.

-Te dejé porque no podía arrastrarte conmigo en esa tormenta -dijo, su voz más suave, pero aún así cargada de ese sufrimiento que no entendía-. No quería que fueras parte de la guerra que se estaba desatando... No quería que sufrieras lo mismo que yo.

Sus palabras me golpearon. No era lo que esperaba escuchar, pero al mismo tiempo, algo dentro de mí se quebró. Había querido que me explicara, que me dijera lo que había pasado, lo que le había llevado a hacer lo que hizo. Y ahora lo entendía, al menos en parte. Pero, aún así, el vacío que sentía era insoportable. No bastaba con que lo entendiera, no bastaba con que me dijera que lo hizo por mi bien.

-¿Y qué vas a hacer ahora? -le pregunté, la voz casi un susurro, porque algo en mí quería creer que, a pesar de todo, aún había algo que salvar entre nosotros.

Rye me miró, y en su mirada pude ver una chispa de esperanza, algo que no había visto en años. Pero al mismo tiempo, algo de miedo. Algo que no podía esconder.

-No lo sé, Amber. No sé qué hacer ahora. Solo sé que no puedo seguir huyendo de lo que soy... y de lo que te hice.

Algo dentro de mí se desgarró aún más al escucharlo. Sentí una mezcla de ira y tristeza que no sabía cómo manejar. Pero, por primera vez en mucho tiempo, ya no sentía esa rabia incontrolable. Algo en su dolor resonaba en mí, aunque no quería aceptarlo.

-Perdóname, por favor. -susurró, como si esas palabras fueran lo único que le quedara por decir.

Y ahí, en ese momento, todo se detuvo. Mi corazón latía tan fuerte que parecía que me ahogaba. Las lágrimas, esas que había guardado durante años, comenzaron a caer por mis mejillas, como una liberación que no sabía que necesitaba. Me sentí vulnerable, expuesta, pero a la vez, como si algo se estuviera deshaciendo en mi interior.

No sabía si podría perdonarlo, no sabía si podría olvidarlo todo. Pero, de alguna manera, al verlo frente a mí, al ver esas lágrimas en sus ojos, supe que quizás... tal vez, podríamos encontrar una forma de sanar. Aunque solo fuera un paso. Un paso hacia el futuro, hacia lo que quedaba de nosotros.

Me separé de él un momento, lo miré fijamente y luego volví a acercarme. Mis manos temblaron, pero esta vez no fue por rabia. Fue por el dolor de todo lo que habíamos vivido, por todo lo que nos habíamos perdido.

-¿Por qué? -murmuré entre sollozos-. ¿Por qué me dejaste, Rye?

Y aunque mi corazón aún dolía, algo me decía que en este encuentro, por fin, comenzábamos a reconstruirnos, poco a poco.

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