El día amaneció claro y frío, pero yo ni siquiera sentí el aire fresco al salir del castillo. El viaje hacia Etéreo había comenzado, pero mi mente seguía atrapada en todo lo que había sucedido. La despedida de los reyes de Mondo fue breve, casi como si el aire pesado que me rodeaba contagiara a todos los presentes. El viaje hacia Etéreo era largo y, en el fondo, solo lo veía como una forma de escapar, de encontrar algo de apoyo en mi familia materna. Necesitaba eso, más que nunca. Después de la ceremonia de mi nombramiento como reina, me sentía aún más perdida, como si de repente todas las decisiones del mundo cayeran sobre mis hombros y no supiera cómo manejar ninguna de ellas.

Etéreo era una manada lejana, casi mítica en cierto sentido. Nadie hablaba mucho de ella, y los mapas que la señalaban parecían desactualizados. Estaba al norte de Red, más alejada aún de Eurus, y aunque algunos consideraban su existencia como una fantasía, era real. La familia de mi madre vivía allí, y según lo último que supe, mi abuela y tía se habían mudado, pero mi tío seguía en Etéreo junto con su omega y su hijo. Mi familia. Mi único consuelo en este momento.

Durante todo el viaje, me vi sumida en mis pensamientos, pero sentí una necesidad de hablar con Loon. Necesitaba respuestas, aunque él no pareciera muy dispuesto a darlas. El viaje había sido incómodo en silencio, pero me armé de valor para preguntar.

- Te necesito preguntar algo, pero contesta con la verdad. - Mi voz sonó más firme de lo que me sentía.

Loon asintió sin mirarme.

- ¿Conociste al hermano de mi padre?

Él se quedó callado por un momento, lo que me hizo pensar que mi pregunta había sido más pesada de lo que había imaginado. Finalmente, su voz grave cortó el aire.

- Fui su segundo al mando antes de que tu padre fuera nombrado rey.

- ¿Ambos tenían algún problema? - La pregunta salió de mi boca sin pensarlo, pero la respuesta de Loon me dejó helada.

- Tu madre. - No necesitó más palabras, pero aún así, sentí cómo mi corazón se apretaba al escuchar ese nombre. - No sabes lo que pasó, ¿verdad?

Negué lentamente con la cabeza. Yo no sabía nada de esto.

- ¿Podrías contármelo? Por favor. - Mi voz era más suave ahora, casi una súplica.

Loon se quedó en silencio un momento, y luego comenzó a contar la historia, que me dejó atónita. Años atrás, el próximo rey de Red iba a ser Lían Wless, el hijo mayor de los antiguos reyes y fundadores de la manada. Sin embargo, Lían se presentó como beta. No era común que alguien de esa posición pudiera asumir el trono, pero la única forma de que él permaneciera como rey era casándose con una omega. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, ningún omega parecía interesado en él debido a su actitud arrogante. Fue entonces cuando la familia Moon llegó de visita, y Lían se enamoró de la omega menor de esa familia. Ellos parecían llevarse bien, pero Lían no sabía que la razón de la visita de la omega era su hermano. Fue en ese momento que todo cambió.

Al enterarse de que ella se casaría con su hermano, Lían perdió el control. No podía aceptarlo. Enloqueció al punto de atacar a sus propios padres para "hacerles entrar en razón", y solicitó su expulsión de la manada, jurando nunca más regresar. O al menos, eso pensaron todos. Sin embargo, años más tarde, cuando los humanos atacaron Red, se reportó un extraño aroma a menta fresca y una espada que muchos reconocieron como la que Lían siempre había llevado.

- ¿Por qué mi padre nunca me contó nada? - Pregunté con la voz quebrada. ¿Por qué no me había preparado para este momento, para entender el peso de lo que había pasado antes de mi nacimiento?

Loon me miró de reojo antes de responder, su tono algo grave.

- Él no quería que la historia se repitiera. - Se detuvo un momento, y por fin me miró a los ojos. - Pero como habrás dado cuenta, eso sucedió después de todo.

Un silencio pesado se extendió entre nosotros mientras continuábamos nuestro camino. Mis pensamientos seguían enredados entre las palabras de Loon, pero algo no encajaba. No podía creer que todo eso estuviera relacionado con lo que había ocurrido con mi hermano. Era demasiada coincidencia.

- No creo que eso esté relacionado con... lo de mi hermano. - Dije, dudando de mis propias palabras. No recordaba mucho de lo que sucedió hace diez años, pero algo no me parecía correcto.

- Creo que es demasiada coincidencia que Rye haya intentado matar a su padre. - La voz de Loon sonó más grave, y esas palabras me hicieron estremecer.

El resto del trayecto transcurrió en un incómodo silencio. Yo pensaba en todo lo que acababa de aprender, pero al mismo tiempo, una parte de mí ya había comenzado a aceptar que todo eso tenía que ver con lo que me estaba sucediendo ahora. Lían, mi padre, Rye... Todo parecía entrelazarse de una forma aterradora.

Mi mente se desvió hacia algo que me había estado rondando por un tiempo, algo que no podía seguir ignorando. Miré a Loon, que caminaba a mi lado, y sin poder contenerme más, me decidí a hablar.

- Loon... - Mi voz salió apenas como un susurro, pero suficiente para que él me mirara con atención. - Mi tío, Lían... Está involucrado en todo lo que sucedió con mi padre

Entonces, de repente, la tierra bajo nuestros pies crujió, y antes de que pudiera reaccionar, una red se alzó del suelo, atrapándonos por completo. Ambos caímos, envueltos en la trampa de Etéreo, una de las muchas que sabíamos que existían en la entrada de su territorio, pero que, en nuestra prisa y confusión, habíamos olvidado.

- ¡¿Cómo que Lían está involucrado en la muerte de tu padre?! - La voz de Loon se alzó en shock, y no pude evitar que mi corazón se acelerara.

- ¡No me grites, estoy justo al lado tuyo! - Me quejé, tratando de calmarme mientras miraba hacia el suelo, mi mente aún procesando todo.

- ¿Qué fue lo que te dijo? - Preguntó ahora con tono más calmado.

- Creo que será mejor... que te vayas a despedir de tu padre. - Esas palabras me calaron hondo, como una lanza atravesando mi pecho.

Un crujido de ramas rompió el aire, y nos quedamos en silencio, esperando.

Poco después, varios betas de Etéreo llegaron a ver qué había ocurrido. Se sorprendieron al encontrar a los dos atrapados, pero pronto se encargaron de liberarnos. Mientras tanto, uno de ellos regresó a la aldea para avisar a los líderes de la manada y a mi tío sobre nuestra llegada.

Finalmente, fuimos liberados y comenzamos a caminar hacia la aldea. Al llegar a la entrada, vi a mi tío esperándonos, junto con su familia. Sin pensarlo, corrí hacia ellos, sintiendo la necesidad de abrazarlos, de dejar salir toda la desesperación que había estado conteniendo desde la muerte de mi padre. Ellos eran mi refugio, la única familia que quedaba, y aunque me sentía como si me estuviera desmoronando por dentro, en ese abrazo sentí algo de paz.

- Ya, sobrina. Tus tíos están aquí para ti. - Mi tío omega me acarició el cabello con ternura, y eso hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas, aunque no las dejé caer.

- Los extrañé mucho... - Su voz se quebró ligeramente, y sentí que podía por fin exhalar.

- Y nosotros a ti, Amber. - El alfa, hermano mayor de mi madre, me sonrió con cariño.

Nos quedamos así, rodeados por el calor de nuestra familia, hasta que los líderes de Etéreo llegaron para darnos la bienvenida.

Pero antes de que pudiera separarme de mis tíos, Loon me corrigió con firmeza.

- Reina. - Su voz retumbó en el aire, llamando la atención de todos los presentes. - Ella ya es la reina de Red.

Mis dos tíos se miraron preocupados, y enseguida comprendieron que mi visita no era solo para verlos, sino para buscar ayuda. Nos despedimos del líder de Etéreo, y juntos nos dirigimos a una de las cabañas donde podríamos hablar de todo lo que había sucedido en los últimos años, tanto en Red como en Etéreo.